Guerra económica
Hasta 1905 el deber de los comandantes de la Royal Navy había sido
vigilar a las flotas de los enemigos de Gran Bretaña, obligarlas a
la acción si salían de puerto y tomar las medidas que considerasen
más adecuadas para ello. La culminación de esa labor sería una
batalla naval grande y decisiva, en la que por supuesto triunfaría
la superior Royal Navy.
Ese objetivo no se abandonó en 1914, pero antes de 1906 y de la
planificación de la guerra contra Alemania no había ninguna
sugerencia en las órdenes del Almirantazgo de que la flota se
utilizaría ahora en gran medida como instrumento de guerra
económica.
Ese criterio es una de las pruebas más contundentes del esfuerzo
sustancial y minucioso que se dedicó al innovador tipo de guerra que
Gran Bretaña se propuso librar contra Alemania.
En la "Official History of the Blockade", A.
C. Bell señala que en 1906, "... el Almirantazgo aseguró
formalmente al Comité de Defensa Imperial, que tenían la intención
de bloquear las costas alemanas si podían. Añadieron sin embargo,
que no podían comprometerse a hacerlo tan pronto como comenzara la
guerra. El bloqueo de Alemania fue, por lo tanto, contemplado como un
objetivo subsidiario de la guerra naval, que se
llevaría a cabo cuando el tablero de ajedrez estratégico estuviera
despejado. No parece que el Almirantazgo hubiera calculado, en esa
fecha, cuáles serían las consecuencias de este bloqueo (…)
Poco después de que se emitieran estas órdenes se produjeron
dos cambios importantes en el servicio naval, que alteraron en gran
medida tanto la forma como el fondo de todas las órdenes de guerra
emitidas posteriormente. En primer lugar el Almirantazgo fundó una
escuela de guerra para promover el estudio científico de la guerra y
la estrategia; en segundo lugar se reunió en Whitehall un comité de
planes de guerra y el presidente de la escuela de guerra fue nombrado
miembro del mismo. Estas dos adiciones a la administración naval se
hicieron en reconocimiento de una creciente convicción en la marina,
de que la práctica tradicional de dar al comandante en jefe manos
libres era insuficiente y que las instrucciones anticuadas,
entonces en vigor, tendrían que ser complementadas por planes
detallados, preparados después de que todos los puntos débiles del
enemigo hubieran sido científicamente considerados. Fue en todo caso
durante los años 1905 a 1907, cuando se prepararon planes de guerra
según un modelo completamente nuevo."
"En julio de 1908 se completó el primero de estos planes. El
gran cambio fue que, en adelante, el Almirantazgo y no el comandante
en jefe, era responsable de la conducción estratégica de la guerra
y de la distribución de la flota. En segundo lugar sólo se preveía
la guerra contra Alemania y el Almirantazgo declaró que la esencia
de su plan consistía en mantener una fuerza preponderante en las
proximidades del Mar del Norte. Por lo tanto se tomaron disposiciones
muy detalladas para concentrar las escuadras asignadas al Mar del
Norte y al Canal de la Mancha; además dos grupos de destructores
debían estacionarse permanentemente frente a la costa alemana, de
modo que se habría impuesto algo parecido a un bloqueo del litoral
alemán, si el plan se hubiera ejecutado con éxito. Además se
ordenó específicamente al comandante en jefe que detuviera todo el
comercio enemigo en el mar del Norte; de este modo se introdujo por
primera vez un objetivo económico en las órdenes de guerra, que se
añadió a las antiguas obligaciones militares" (The
Blockade of Germany, p. 28).
El objetivo de dañar el comercio alemán fue objeto de estudios y
cálculos más detallados durante los cinco años siguientes a 1908.
En mayo de ese año el almirante Slade pidió que se iniciara una
investigación científica. Su informe al Almirantazgo decía:
"Siendo hoy en día un hecho aceptado la vulnerabilidad de
Alemania a través de sus suministros de ultramar, se considera
deseable obtener respuestas a las preguntas adjuntas para calibrar su
dependencia real de estos suministros de ultramar. Las respuestas a
estas preguntas pueden indicar, de una manera útil, hasta qué punto
Alemania depende de los suministros de ultramar y hasta qué punto
estos suministros de ultramar pueden ser desviados de sus canales
normales a otros nuevos en tiempo de guerra…
Suponiendo que el comercio de importación y exportación de Alemania
por sus puertos nacionales se paralizara en tiempo de guerra ¿en qué
medida podría abastecerse:
"(a) de productos alimenticios (b) de materias primas
" de los países vecinos y de ultramar a través de puertos
neutrales, por medio de comunicaciones ferroviarias y fluviales?
¿Hasta qué punto podría exportar mercancías al extranjero a
través de puertos neutrales?
"Suponiendo que Alemania pudiera obtener suficiente materia
prima para dar empleo a sus centros de producción en tiempo de
guerra por los medios mencionados anteriormente ¿aumentarían los
gastos adicionales de transporte el coste de sus manufacturas hasta
el punto de dificultar su competencia en los mercados extranjeros?
"Rusia produce en la actualidad un excedente de trigo
suficiente para abastecer a Alemania de todas sus necesidades de
importación… ¿podría transportarse dicho excedente a Alemania
por vías navegables interiores y por ferrocarril? ¿En qué medida
aumentaría dicho transporte el coste del trigo transportado?
"Amberes y Rotterdam, siendo los dos grandes puertos
neutrales más cercanos a los distritos manufactureros de Alemania
¿hasta qué punto podrían, en tiempo de guerra, dar cabida al
transporte marítimo neutral con destino a Alemania? es decir ¿hasta
qué punto podrían dar cabida al tonelaje normal desplazado en los
puertos nacionales alemanes?
"Suponiendo que en tiempos de guerra los puertos alemanes del
norte estén cerrados al comercio, excepto Emden
(https://es.wikipedia.org/wiki/Emden
) ¿existe suficiente material rodante y buques de carga para
atender las necesidades alemanas a través del Ems y el Rin,
suponiendo que el comercio pueda ser atendido en los muelles?
"¿Pasa una gran cantidad del comercio exterior alemán por
puertos neutrales que no sean los de Bélgica y Holanda?
"Suponiendo que en tiempo de guerra el Báltico se cerrara en
gran medida al comercio británico ¿en qué medida se beneficiaría
Alemania al hacerse cargo del comercio que Gran Bretaña perdería?"
(The Blockade of Germany, p. 25).
El Foreign Office transmitió esta pregunta a Sir William Ward,
Cónsul General en Hamburgo, a Sir Cecil Hertslet, Cónsul General en
Amberes, a Mr. Churchill, Cónsul en Amsterdam y a Sir Francis
Oppenheimer, Cónsul General en Frankfort-on-Main, en Alemania. Estos
diplomáticos respondieron después de haber realizado sus propios
estudios exhaustivos de las estadísticas alemanas durante un período
de un año.
Oppenheimer era un caso curioso. Procedía de una acaudalada familia
judía alemana y estudió en Balliol. Envió informes voluminosos y
meticulosamente compilados sobre la economía alemana y su suministro
de alimentos a Eyre Crowe, del Ministerio de Asuntos Exteriores
británico. Estos informes ayudaron a convencer a Crowe y a su
superior, Edward Grey, de que los alemanes podían superar un bloqueo
naval y que éste sería demasiado lento para derrotarlos por sí
solo. Esto ayudó a reforzar la idea de que se necesitarían grandes
fuerzas militares (en gran parte francesas y rusas) para acabar con
Alemania.
Por su excelente labor de espionaje, Oppenheimer se convirtió en el
único judío que obtuvo rango diplomático en el Servicio Exterior
(en Gran Bretaña se pensaba generalmente que los judíos eran
agentes alemanes y un peligroso elemento no confiable en los asuntos
internacionales).
Mientras los cónsules británicos estudiaban el asunto, el
Almirantazgo inició su propia investigación independiente. Esta
investigación fue hecha ante la insistencia del Comite de Defensa
Imperial.
A. C. Bell señala:
"En noviembre de 1908 el Ministerio de Asuntos Exteriores
insistió en que había llegado el momento de considerar qué
obligaciones militares imponían al país los tratados de garantía
de los que Gran Bretaña era parte. La más formidable y apremiante
de estas obligaciones era la obligación de prestar asistencia armada
a Bélgica si era atacada por Alemania. La comisión convocada
consideró, sin embargo, que no podía limitarse a una investigación
tan estricta y su informe versó principalmente sobre
la ayuda que podría prestarse a Francia si Alemania la atacaba. Para
ayudar a esta investigación, el Almirantazgo preparó un documento
en el que estimaba las consecuencias económicas de una guerra
puramente naval entre Gran Bretaña y Alemania" (The
Blockade of Germany, p. 26).
Lo que llama la atención aquí es que la guerra británica contra
Alemania no dependía de una agresión alemana contra Bélgica. Eso
sería útil a efectos políticos en relación con los imperialistas
liberales que dirigieron un Gobierno y un Gabinete unidos a la
guerra, en 1914, en lugar de librarla en coalición con los
unionistas. Pero en realidad la Guerra se planeó sin que esa
eventualidad fuera necesaria, como una intervención británica en
una guerra europea que se convertiría en una Guerra Mundial.
Bell continuó:
"El punto de partida de la investigación del Almirantazgo
era que los puertos alemanes del Mar del Norte serían bloqueados en
caso de guerra y el informe era sustancialmente un
informe sobre las consecuencias, en la medida en que podían
preverse. El Almirantazgo se mostró cauteloso, pero confiaba en que
este bloqueo, por imperfecto que fuera, repercutiría
mucho en Alemania. En primer lugar no creían que los puertos
neutrales de Holanda y los pequeños puertos bálticos de Alemania
pudieran hacer frente al gran volumen de comercio adicional, que
sería desviado hacia ellos; en segundo lugar consideraban que las
autoridades británicas podrían disminuir seriamente el comercio
indirecto (desviado a puertos neutrales) de Alemania,
utilizando su control del mercado de seguros marítimos como motor de
coerción. El principal argumento del Almirantazgo era, de hecho, que
este bloqueo parcial sería formidable por sus consecuencias
indirectas, secundarias. En ningún momento sugirieron que estas
consecuencias serían decisivas, pero estaban convencidos de que
serían graves" (The Blockade of Germany, p.
26).
El informe de la comisión llegó a la siguiente conclusión:
"Se ejercería una gran presión financiera sobre Alemania
mediante el bloqueo de sus puertos. El comercio de estos puertos no
podría desviarse por completo o incluso, tal vez, en gran medida, a
los puertos neutrales de Bélgica y Holanda, ya que estos últimos no
podrían aumentar repentinamente su capacidad para manejar un
gran incremento del tráfico normal. Los ingresos de Alemania,
derivados en gran parte de los derechos de importación, se verían
seriamente disminuidos por el bloqueo de sus puertos. Su capital,
también implicado, como lo está en gran
medida, en las industrias nacionales, se reduciría debido a que esas
industrias se verían privadas de las materias primas de las que
dependen. El cierre de muchas de estas fábricas coincidiría con un
aumento de los precios y se produciría una gran angustia debido a
que la población no combatiente quedaría sin trabajo (…) A
partir de las pruebas de que disponemos opinamos que se crearía una
grave situación en Alemania debido al bloqueo de sus puertos y que,
cuanto más durase la guerra, más grave sería la situación..."
(The Blockade of Germany, p. 26).
Esto representaba una forma de guerra naval mucho más desarrollada
que el simple bloqueo. Se trataba de una estrategia de guerra
económica extensiva contra Alemania, que requería una meticulosa
recopilación de estadísticas, su elaboración y un análisis
exhaustivo de los datos económicos y que implicaba una planificación
de nuevo tipo.
El Comité de
Defensa Imperial
En la serie de conferencias pronunciadas por Hankey en 1945 en el
Trinity College de Cambridge dijo que "el Comité de Defensa
Imperial ha sido el principal instrumento de control gubernamental,
tanto para la preparación de la guerra en tiempos de paz como para
el mando superior en tiempos de guerra, aunque en este último caso
bajo un título diferente y con los ajustes adecuados."
(Government Control in War, p. 23).
El Comité de Defensa Imperial fue creado por Arthur Balfour, Primer
Ministro del Partido Liberal Unionista, tras las presiones de los
imperialistas liberales por la ineficacia del Imperio tras la guerra
de los Boers. El CID fue defendido por una tendencia imperialista
liberal, el Movimiento de Eficiencia Nacional, que hacía campaña a
favor de que los "especialistas" dirigieran la política y
formaran parte del gobierno, en lugar de políticos elegidos
democráticamente que sabían poco sobre las cosas que se les
encargaban por caprichos del electorado. El argumento era que los
Almirantes debían ser Primeros Lores, los Mariscales de Campo,
Ministros de Guerra y los Procónsules Imperiales, Secretarios
Coloniales, con el fin de dotar de conocimientos especializados al
Estado y dar más continuidad a la política.
Balfour convirtió el Comité de Defensa Imperial en un Departamento
de Estado ordinario, con una secretaría permanente compuesta por
representantes del Ejército y la Marina, que podían hacer cumplir
la continuidad de una única política. La idea inicial era proteger
al gobierno de futuros ministros liberales, que quisieran desviarlo
de su trabajo o degradarlo.
Pero Balfour no tenía por qué preocuparse, ya que el nuevo Primer
Ministro liberal, Campbell-Bannerman, concedió a los imperialistas
liberales, Haldane y Grey, los ministerios clave de Guerra y Asuntos
Exteriores en el nuevo Gabinete de 1906, como precio por la unidad
del partido.
Aunque fue Balfour quien facilitó la reorientación estratégica de
Inglaterra, fueron los imperialistas liberales quienes la llevaron
adelante y la administración liberal la que dio contenido al final
de la tradicional alianza inglesa con Prusia y al establecimiento de
una asociación con los viejos enemigos, Francia y Rusia.
En última instancia,el CID se convirtió en el organizador de la
futura guerra contra Alemania. Pero en el momento en que se creó se
consideró que el principal rival de Gran Bretaña en Europa era
Francia y tuvo que ser reorientado para considerar a Alemania como el
enemigo.
Hankey dice esto sobre el papel de Balfour en el establecimiento del
Comité: "Nadie ha discutido nunca seriamente que Balfour
fuera el fundador del Comité de Defensa Imperial. Otros hicieron
valiosas contribuciones y sugerencias, pero fue Balfour, entonces
Primer Ministro, quien en 1904 tomó la iniciativa y la
responsabilidad, a pesar de mucha oposición, de crear el Comité. Y
quien, en el cargo y fuera del cargo, en la paz y en la guerra, veló
por sus destinos durante unos treinta años... Si no hubiera sido por
la iniciativa previsora de Balfour en 1904, nuestros preparativos
defensivos no habrían alcanzado el nivel que alcanzaron en 1914 y es
probable que la maquinaria gubernamental para la difícil tarea de
controlar nuestro esfuerzo bélico nunca hubiera alcanzado un nivel
razonablemente eficiente. Por eso se menciona a Balfour en primer
lugar, entre los tres Comandantes Supremos a los que se dedica esta
obra" (The Supreme Command, p. 45).
El primer informe del CID de enero de 1904, redactado a la luz de las
experiencias de la guerra contra los bóers, exigía que en el futuro
"se pueda formular una política de guerra definida, basada en
datos sólidos" (p. 46).
El CID debía tener al Primer Ministro como Presidente, con "absoluta
discreción en la selección y sucesión de sus miembros". Debía
haber un Secretariado Permanente. Asistirían los principales
ministros de Estado, entre ellos el Canciller, el Ministro de Asuntos
Exteriores, el Ministro de la Guerra, el Primer Lord del Mar, la
Inteligencia Naval, el Jefe del Estado Mayor Imperial, etc. A pesar
de haber existido en estado embrionario durante un año y medio,
empezó a existir formalmente el 4 de mayo de 1904. Hankey aspiró
inmediatamente a ser su Secretario cuando leyó sobre él en los
periódicos matutinos.
Más tarde influyentes partidarios ayudaron a Hankey a convertirse en
Secretario del CID y él recreó el cargo hasta convertirlo en algo
nunca imaginado por sus predecesores. Hankey utilizó el hecho de que
el conocimiento es poder y se dedicó a producir los conocimientos
necesarios para librar la Guerra, de modo que era indispensable en la
situación que sabía que se produciría. Y formó un importante eje
con el almirante Fisher y lord Esher para impulsar tanto sus ideas
como su carrera.
El CID se reunió 60 veces en sus 2 primeros años de funcionamiento.
Era un órgano asesor y consultivo y se
suponía que estaba subordinado al Gabinete. Lo que eso significaba
era que, en teoría, estaba subordinado al Gabinete y al Parlamento.
Sin embargo, llevó a cabo su
trabajo sin consultar al Gabinete durante muchos años y al
Parlamento solo en
la hora decisiva de agosto de 1914.
El CID no tenía poderes ejecutivos en sí mismo, pero sus miembros
poseían mucho poder ejecutivo en el Estado. Fue la reunión de
figuras de tan alto nivel de las ramas más importantes del Estado
británico lo que le dio su gran importancia. Cuando Gran Bretaña
entró en guerra, en agosto de 1914, fueron los planes del CID, que
combinaban y coordinaban los esfuerzos de todas las ramas militares,
los que se pusieron en práctica al pie de la letra.
Las
conversaciones secretas
Hankey relata que en diciembre de 1905 "un pequeño grupo de
oficiales navales y militares comenzó a reunirse informalmente en el
número dos de Whitehall Gardens, para estudiar la utilización
adecuada de las fuerzas del Reino Unido en caso de que nos viéramos
envueltos, junto a Francia, en una guerra con Alemania" (The
Supreme Command, p. 62).
Esto fue justo después de la Entente Cordiale, algo que se declaró
públicamente que tenía la naturaleza de un simple entendimiento
alcanzado con un antiguo enemigo.
En diciembre de 1905, cuando el Gobierno liberal estaba en proceso de
formación, el coronel Repington, que ya había iniciado
conversaciones con el comandante Huguet, agregado militar francés,
informó al nuevo ministro de Asuntos Exteriores, sir Edward Grey, de
que lo que Francia requería de Inglaterra no eran palabras sino
hechos, para mostrar su compromiso con la alianza contra la Alemania,
cuyo nombre no se atrevía a pronunciar. El 18 de noviembre, el
comandante Huguet comunicó a París el tamaño, la composición y la
velocidad de movilización de una posible fuerza expedicionaria
británica (David Owen, The Hidden Perspective, The
Military Conversations 1906-1914, p. 30).
Una de las primeras decisiones tomadas por Grey fue formalizar las
conversaciones militares que habían comenzado de manera informal a
través de Lord Lansdowne en el Ministerio Unionista. Sin embargo se
dejó claro a los franceses que el Gabinete británico no sería
informado de las mismas ni se daría ninguna promesa de ir a la
guerra, debido a la posibilidad de que
llegara a conocimiento del
Parlamento, lo que provocaría la caída del Gobierno.
Grey aprovechó la dispersión de sus colegas en el transcurso de las
Elecciones Generales para dar el visto bueno por iniciativa propia,
sin ningún consentimiento del Gobierno en formación.
Hankey señala que se produjo una pequeña crisis en la planificación
de la guerra cuando Campbell-Bannerman, el liberal gladstoniano, se
convirtió en Primer Ministro a principios de 1906.
Campbell-Bannerman desconfiaba del CID y se inclinaba por
clausurarlo, pero Haldane, a quien nombró ministro de Guerra, le
convenció para que lo tolerara y le concediera una prórroga. El
Primer Ministro estaba cada vez más preocupado por el curso de las
conversaciones militares, pero permitió que siguieran adelante,
presumiblemente porque temía la ruptura de su administración por
una salida de los liberales imperialistas si presionaba sobre el
asunto en el Gabinete.
El Comité de Defensa Imperial debatió las conversaciones militares
en tres reuniones durante enero de 1906. Sin embargo, entre 1906 y
abril de 1908 (cuando murió Campbell-Bannerman), el CID estaba en
horas bajas y la planificación de la guerra se llevaba a cabo en
otros lugares: en el Departamento de Inteligencia Naval del almirante
Fisher y en el Ministerio de Guerra de Haldane. Aquí, al mismo
tiempo que los preparativos navales, se produjo una reorganización
paralela del Ejército y la creación de una Fuerza Expedicionaria
Británica con fines continentales, junto con las conversaciones
militares con Francia, dirigidas por el coronel Repington y el
general Henry Wilson.
Haldane reformó el Ejército Británico y creó una Fuerza
Expedicionaria Británica de 160.000 efectivos, que podía ser
transportada en dos días al ala izquierda de las líneas francesas
para entrar en guerra con Alemania. Esto supuso un cambio
revolucionario en los asuntos militares británicos.
Como señala Hankey, el Ejército británico había sido
tradicionalmente una fuerza pequeña, transportada a diversas partes
del globo por la Armada. Inglaterra había sido inexpugnable en su
isla tras su Armada y no tenía necesidad de un gran ejército
permanente, como los que tenían los países del Continente con sus
extensas fronteras terrestres. Al inicio de la Guerra de Sucesión
Española, en 1701, la primera guerra de Equilibrio de Poderes que
emprendió Inglaterra, el Parlamento votó a favor de un ejército de
40.000 soldados, de los que sólo 18.000 serían británicos y el
resto extranjeros a sueldo de los ingleses. En aquella época el
ejército permanente inglés sólo contaba con 7.000 hombres.
El mayor ejército que Gran Bretaña puso en el continente fue en las
Guerras Peninsulares y en Waterloo, en 1815 (uno de 30.000 hombres).
Medio siglo más tarde, en la guerra de Crimea, el ejército
británico contaba con 28.000 hombres. Hacía tiempo que no se
enviaban grandes cantidades de soldados al continente, sino que la
mayor parte de los combates los llevaban a cabo los aliados.
Haldane cambió esta situación aumentando el tamaño del ejército y
comprometiéndose a emplearlo en el continente. También militarizó
la sociedad británica mediante la promoción de clubes de
armas, el desarrollo de las fuerzas territoriales y conferencias
militares populares.
Según Hankey la fuerza Expedicionaria parece haber sido concebida
inicialmente como un ejército expedicionario para la India, más que
para Europa. Sin embargo, al mismo tiempo que Haldane estaba
construyendo esta fuerza de 160.000 hombres, se estaban llevando a
cabo conversaciones militares en Francia, en las que participaban el
coronel Repington y el general Wilson, con el Estado Mayor francés,
que implicaban el desembarco de este nuevo ejército allí para una
futura guerra terrestre con Alemania. Así que lo más probable es
que la historia de la India fuera una treta para despistar a los
liberales interesados en lo que estaba ocurriendo.
El almirante Fisher retiró a su representante naval del CID cuando
se enteró de que planeaba un compromiso continental. Fisher se
oponía totalmente a la guerra en el continente y deseaba mantener el
papel primordial la Royal Navy en la guerra británica.
Edward Grey, Ministro de Asuntos Exteriores, y Haldane, Ministro de
Guerra, no solicitaron la aprobación del Gabinete para estas
conversaciones militares entre los oficiales del Estado Mayor
británico y los francés, justificando este secretismo al sugerir
que estas conversaciones no implicaban un compromiso sólido real de
luchar en cualquier guerra que pudiera producirse y por lo tanto los
demás no necesitaban conocerlas.
Y así, como señala Hankey, "tuvieron
lugar en el mayor secreto" (p. 62). Como explica: "No
se informó al respecto ni al Gabinete ni al Comité de Defensa
Imperial. Los planes elaborados por el Estado Mayor como resultado de
estas conversaciones secretas se comunicaron al Comité de Defensa
Imperial, pero nunca se aludió a las conversaciones en sí. No fue
hasta seis años más tarde y después de que se hubieran celebrado
dos elecciones generales, cuando Grey, en 1912, se dirigió al
Gabinete en relación con este asunto" (p. 63).
Hankey señala que: "Grey y Haldane, en sus memorias,
presentan un sólido argumento técnico a favor de estas
conversaciones, sin las cuales la cooperación militar en el
Continente sólo podría haber tenido lugar de forma improvisada y
con una desastrosa pérdida de tiempo. Pero cuanto mejor se
hicieran las cosas, más fácil sería empujar
al Gabinete en una dirección. Así las cosas,
aparecieron muchas sospechas entre los
miembros del Gabinete que no estaban 'al corriente' y algunas de
ellas se dirigieron contra el Comité de Defensa Imperial, que era
completamente inocente en el asunto. Morley me interrogó
frecuentemente sobre el tema pero, como yo no tenía conocimientos
precisos, no pude informarle" (p. 63).
Asquith, Grey y Haldane negaron todo conocimiento al Parlamento de
los arreglos que se estaban haciendo, utilizando un lenguaje muy
cuidadoso que transmitía la impresión de que no se estaba haciendo
nada que comprometiera a Inglaterra en la guerra contra Alemania,
conjuntamente con Francia y Rusia.
John Dillon (del Partido Irlandés) y algunos diputados liberales
sometieron a Grey y Asquith a un escrutinio sobre el asunto en los
Comunes, pero el Home Rule Movement
(https://en.wikipedia.org/wiki/Irish_Home_Rule_movement
) animó a Dillon y a los diputados liberales que albergaban
sospechas a abandonarlas después de haber sido desairados.
A pesar del secretismo Hankey revela que en 1908 ya se había
emprendido una considerable labor de planificación y preparación
para la guerra con Alemania, aunque de forma independiente, con el
Almirantazgo y la Oficina de Guerra trabajando en sus propios
proyectos rivales paralelos, sin referencia alguna entre sí.
Hankey concluye: "Estamos ahora en condiciones de resumir la
situación general de nuestra preparación para la guerra a
principios de 1908, cuando el Mando Supremo, trabajando a través del
Comité de Defensa Imperial, comenzó a formular su política para la
contingencia de una guerra con Alemania. La Marina había sido
reorganizada; la redistribución de la flota había avanzado mucho;
la reorganización de sus bases y estaciones de aprovisionamiento
había sido aprobada y estaba en marcha, junto con las defensas
necesarias. Los planes de guerra naval habían sido elaborados y
enviados a los Comandantes en Jefe navales interesados, para sus que
hicieran sus observaciones, pero ni el Gabinete ni el Comité
de Defensa Imperial ni la Oficina de Guerra conocían su existencia.
El Ejército había sido reorganizado... Los planes técnicos para el
envío de una Fuerza Expedicionaria a Francia, en caso de guerra con
Alemania, habían sido discutidos entre los Estados Mayores británico
y francés, pero sin el conocimiento del Gabinete o del Comité de
Defensa Imperial" (p. 64).
Hankey señala que el problema, tal y como él lo veía, era que
"ningún organismo central estaba al corriente de ambos
planes y era capaz de orientarlos. El Comité de Defensa Imperial
había realizado un valioso trabajo preparatorio, pero aún estaba
lejos de cumplir la tarea que se le había encomendado…"
(p. 64).
Hankey sabía todo lo que había que saber sobre la guerra naval
planeada contra Alemania, pero aparentemente poco en ese momento
sobre los arreglos militares que se estaban haciendo con Francia en
el "mayor secreto".
La
intervención de Balfour
Después de que Asquith, el imperialista liberal, sustituyera a
Campbell-Bannerman, el gladstoniano, como Primer Ministro, las cosas
empezaron a cambiar y pudo llevarse a cabo la coordinación que
Hankey consideraba necesaria. Fue entonces cuando el Comité de
Defensa Imperial empezó a cobrar sentido.
Balfour, fundador del CID y líder de la oposición unionista, pidió
que se realizara una investigación sobre la posibilidad de una
invasión alemana. Esto hizo que el CID empezara por fin a cumplir el
objetivo para el que Balfour lo había creado, en relación con la
planificación coordinada de la guerra.
Hankey relata lo que hizo esta investigación: "Se elaboraron
comparaciones de las respectivas flotas durante un largo período de
años; se explicaron los posibles movimientos y contramovimientos en
el mar; se destacó la importancia de un importante sistema de
inteligencia; se examinaron las posibilidades de la movilización
rápida y secreta de una fuerza expedicionaria por parte de Alemania
y sus consecuencias en sus puertos; se elaboraron
detalladas tablas para mostrar la cantidad de buques
mercantes que podrían estar disponibles en los puertos alemanes en
un momento determinado; se investigó la
capacidad de los puertos alemanes en cuestiones tales como
instalaciones ferroviarias y muelles y las limitaciones para
el paso de un gran número de buques fuera de las esclusas y por los
ríos de mareas; se sopesaron debidamente las
dificultades de reunir y escoltar flotas de buques mercantes, no
acostumbrados a mantenerse agrupados en un convoy…"(El
Mando Supremo, p. 67).
Esto era mucho más que una simple investigación sobre la
posibilidad de una invasión alemana (que Fisher llamó el "fantasma
de la invasión") y en ese sentido, como señala Hankey, "nunca
hubo serias dudas de que la posibilidad de una invasión alemana
podía descartarse totalmente.
Sin embargo esa cuestión, para la que se estableció la
investigación, no parece haber sido el verdadero objetivo del
ejercicio: "La Investigación de una Invasión,
de 1908, centró la atención de nuestros estadistas y de las
autoridades navales en uno de los problemas más importantes a los
que tendrían que enfrentarse en caso de guerra con Alemania. Definió
las responsabilidades respectivas del Almirantazgo y de la Oficina de
Guerra y estableció las líneas generales de la política en la que
tendrían que basarse sus planes… Puso a nuestros estadistas y a
nuestros principales marinos y soldados en íntimo contacto personal,
para beneficio mutuo. La decisión de Asquith de enviar
todas las pruebas a Balfour, líder de la oposición, y escuchar sus
opiniones antes de aprobar el informe, sacó todo el asunto de la
esfera de la política partidista" (pp. 68-9).
En marzo de 1914, Balfour, mientras discutía enérgicamente la
cuestión de la autonomía con Asquith, se sentó con el Primer
Ministro en el Comité de Defensa Imperial, que coordinaba los planes
finales para la guerra contra Alemania. En noviembre de 1914, cuando
Asquith formó su Gabinete de Guerra, dio el inusual paso de incluir
en él a Balfour, que estaba en los bancos de la oposición. Como
señaló Hankey, no se trataba de un "paso sin precedentes",
dada la labor de Balfour en la creación del CID y el trabajo formal
que había relaizado en su seno durante 1907-8 y 1913-14 (Government
Control in War, p. 36).
Esta información debe destacarse debido a una observación que se
hizo en un reciente debate sobre los orígenes de la Gran Guerra en
el Cork Evening Echo
[https://en.wikipedia.org/wiki/The_Echo_(Cork_newspaper)
]. El debate se produjo en relación con una conversación de
1910 entre Arthur Balfour y Henry White, embajador de Estados Unidos
en Londres, que se incluye en un libro sobre las experiencias de
White escrito en 1930:
"Balfour: Muy torpes tendremos que ser si no
encontramos una razón para declarar la guerra a Alemania antes de
que construya demasiados barcos y nos quite nuestro comercio.
"White: Usted es un hombre muy noble en su vida
privada. ¿Cómo es posible que contemple algo tan políticamente
inmoral como provocar una guerra contra una nación inofensiva, que
tiene tanto derecho a tener una armada como usted? Si desea competir
con el comercio alemán, trabaje más duro.
"Balfour: Eso significaría que nuestro
nivel de vida descendería. Tal vez sería más
sencillo para nosotros ir a la guerra.
"White: Me sorprende que usted, entre todos los
hombres, sostenga tales ideas.
"Balfour: ¿Le parece una un
asunto entre el bien y el mal? Tal vez sea sólo una cuestión
de mantener nuestra supremacía (Henry White y Allan
Nevins, Thirty Years Of American Diplomacy, p.
257).
Un ingenuo defensor irlandés de la participación británica en la
Gran Guerra sugirió que Balfour era para entonces intrascendente, en
relación con lo que el Estado británico estaba haciendo respecto a
su planificación bélica. Nada más lejos de la realidad. Balfour
sabía más de lo que estaba ocurriendo desde la primera bancada de
la Oposición que la mayor parte del Gobierno liberal y, desde luego,
que la inmensa mayoría de los diputados liberales en los bancos del
Gobierno o del Parlamento británico en su conjunto. A pesar de estar
formalmente en la oposición en ese momento, trabajó en el Comité
de Defensa Imperial en 1907-8 y 1913-4 y fue el único invitado de la
oposición a formar parte del Gabinete de Guerra de Asquith en 1914.
Parece que solo durante un año (1912) Balfour no fue miembro del CID
y durante ese año Winston Churchill le mantuvo informado de sus
actividades. Y todo esto mientras los dos partes del Estado se
dirigían hacia una nueva guerra civil inglesa a causa de la
autonomía irlandesa.