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Parte I. El Rey Virus está desnudo
Esto lo reconocen ahora todos aquellos que tienen el valor de enfrentarse a los hechos. No voy a enumerar en este artículo la inmensa cantidad de pruebas que existen. Probablemente todos ustedes han realizado, están realizando o realizarán sus propias investigaciones. Sólo citaré un informe publicado por el Ministerio del Interior alemán:
“El coronavirus es una falsa alarma mundial. Se ha sobreestimado el peligro del virus (no más de 250.000 muertes en todo el mundo por Covid-19, en comparación con 1,5 millones por la gripe estacional de 2017-18)”.
Sin embargo el propósito de este artículo no es centrarse en este tema. Como muchos otros durante los últimos dos meses reuní suficiente información que me permitió comprender la gravedad de esta “pandemia”.
Entonces comencemos con esta pregunta: si la pandemia letal no es ni letal ni pandémica ¿por qué es necesario un confinamiento global? ¿Incompetencia? ¿Ceguera? ¿Conspiración? Es importante responder a esta pregunta en profundidad utilizando un enfoque basado en hechos. ¿Cómo se volvió loco el mundo? ¿Quién decidió el confinamiento? ¿Quién lo justificó? ¿Quién lo ideó?
Empecemos por la última pregunta. Hasta donde yo sé ningún libro de texto médico ha recomendado poner en cuarentena a poblaciones sanas y mucho menos a países enteros. No se ha practicado ni recomendado. Esta idea surge de una mentalidad militar…
En 2005, bajo la égida de Donald Rumsfeld, jefe del Pentágono durante el gobierno de Bush Jr., el Dr. Hatchett, actual director ejecutivo de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), creó un plan para el confinamiento total de la población estadounidense en caso de un ataque bioterrorista. Esta idea fue retocada en 2010 por el grupo de expertos de la Fundación Rockefeller, que publicó un documento titulado “Escenarios para el futuro de la tecnología y el desarrollo internacional”. Uno de los cuatro escenarios planteaba un confinamiento autoritario global que podría durar entre 10 y 20 años, debido a una pandemia; este escenario se presentaba como una posibilidad inminente para la humanidad. Entonces, ¿quién imaginó esta política de contención? Los militares y los “filántropos”. No los científicos. No los médicos.
Ahora veamos quién justificó y abogó por esta contención.
Pero antes es importante conocer más sobre Neil Fergusson, director del Grupo Científico Asesor para Emergencias (SAGE) en el Reino Unido. En 2002 calculó que la enfermedad de las vacas locas mataría a unos 50.000 británicos y a otros 150.000 si se transmitía a las ovejas. Hubo sólo 177 muertes. En 2005 predijo que la gripe aviar mataría a 65.000 británicos. El total fue de 457 muertes.
Otro actor importante en este juego es la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2009 emitió la alerta de pandemia de gripe H1N1, lo que desencadenó la compra de millones y millones de vacunas por parte de los gobiernos (10 dólares por dosis). La pandemia nunca se produjo. Esas vacunas costosas fueron destruidas porque no se utilizaron. Además contenían mercurio, que provocó muchos casos de narcolepsia crónica y otros problemas de salud entre los vacunados, incluidos los niños. Sin embargo ningún gobierno se quejó oficialmente ante la organización por los “malos consejos” que les costaron miles de millones de dólares ni nadie pidió nada a las empresas farmacéuticas que produjeron la vacuna tóxica.
En marzo de este año la OMS lanzó su consigna de “¡Pandemia!”, a pesar de que el número de casos y muertes era mucho menor que el de la gripe estacional. La OMS se vio ayudada por las pruebas virológicas poco fiables que se utilizan en todo el mundo.
Neil Fergusson, fiel a su mentalidad alarmista, predijo con su “modelo matemático” que 550.000 británicos morirían de Covid, así como más de 2 millones de estadounidenses, si no se aplicaba un confinamiento feroz. Poco antes había compartido las mismas cifras con el presidente Macron. De la noche a la mañana Gran Bretaña aplicó el plan del doctor Hatchett (CEPI), como ya lo habían hecho muchos países. Confinamiento total. No importó que el SAGE revisara drásticamente sus cifras a la baja después o que Fergusson fuera despedido. La OMS, el SAGE y la CEPI han justificado el confinamiento ante los ojos cerrados del mundo.
Un detalle interesante: ¿quién cree usted que es el generoso financista de estas tres instituciones con tan sexys acrónimos? Bill Gates.
¿Incompetencia? ¿Ceguera? ¿Conspiración? ¿Coincidencia?
Ahora sabemos quién ideó el confinamiento, quién lo justificó y quién lo aplicó, pero queda una pregunta fundamental.
¿Por qué la gente lo aceptó sin pestañear (al menos al principio)? La respuesta tiene cinco letras: MIEDO.
Un miedo hábilmente orquestado por los grandes medios de comunicación, con su maravilloso coro armoniosamente afinado. Por cierto, ¿quién es el generoso filántropo que ha donado millones de dólares a los periódicos europeos más importantes? Bill Gates de nuevo. Pero no nos perdamos en detalles y volvamos al miedo. En primer lugar ¿miedo a qué? ¡Miedo a morir, por supuesto! Sin este miedo nada habría sido posible. El miedo ha paralizado a muchos pensantes... Miedo... Volveremos a eso.
Y así el cuadro se va completando. Como en una obra de teatro, ahora podemos presentar a los personajes…
“Fiesta del confinamiento”
Obra anónima
Dirigida por Bill Gates y sus amiguitos
Coro: CNN, NYT, BBC, Le Monde, Der Speigel y otros.
El hombre de la guadaña disfrazado de pastor: el gobierno
Ovejas: nosotros
Policías: nosotros
Carniceros: las grandes farmacéuticas y las grandes tecnológicas
El que clama en el desierto: él, tú, yo…
Personas de a pie: nosotros
El Verdadero Pastor: por determinar.
Parte II. El futuro del cáncer
Dicho todo esto, debemos reconocer que hay una pandemia. Pero no exactamente la que nos dicen, no una pandemia de coronavirus. Para entenderla mejor hagamos un paralelo con nuestro maravilloso cuerpo humano.
Nuestro cuerpo está formado por una increíble cantidad de células vivas. Éstas son sus unidades vivas y autónomas más pequeñas. Todas ellas se esfuerzan por alcanzar un único objetivo: mantener vivo y sano todo el organismo (nuestro cuerpo), para que pueda servir de vehículo a una entidad superior, a la que yo llamaría nuestro Ser o Ego. Estas células se agrupan en órganos, un nivel intermedio entre la célula y todo el cuerpo. Ahora bien ¿qué ocurriría si las células dejaran de trabajar para la Entidad Superior y comenzaran a vivir sólo para sí mismas, robando egoístamente nutrientes del cuerpo para su propio crecimiento? Formarían entonces lo que se llama un tumor, un cáncer localizado. Un cáncer es un grupo de células que no trabajan para el cuerpo, sino para sí mismas: se convierten en parásitos.
Ahora que ya entendemos esto pasemos al siguiente paso. La sociedad también es un organismo vivo y complejo, como el cuerpo humano. Está formada por órganos que llevan a cabo sus funciones físicas: bancos, escuelas, hospitales, empresas, gobiernos. Las unidades básicas somos los seres humanos, es decir, nosotros.
Células – Seres humanos
Órganos – Instituciones, empresas…
Cuerpo humano – Sociedad
Ser o Ego – ???
El egoísmo de las células crea el cáncer. ¿Qué crea el egoísmo de los individuos? ¿Cuántas personas en nuestra sociedad están al servicio de un Principio Superior Bueno? En otras palabras ¿a quién conoces cuya vida esté centrada en ayudar a los demás? ¿Y cuántas personas viven exclusivamente centradas en sí mismas? Si el cuerpo humano tuviera tantas células egoístas como individuos egoístas tiene nuestra sociedad, ¿cómo se llamaría? Aplica esa proporción entre los que conoces… Lo más probable es que llegáramos fácilmente al nivel de cáncer terminal. ¿Lo veis como yo? Este egoísmo materialista que teme a la muerte es el cáncer de nuestra sociedad. Durante años ha avanzado silenciosamente, casi sin síntomas. Y ahora está empezando a doler. Nuestra vida social está llena de tumores malignos. Los más grandes (la economía especulativa o financiarizada) superan en importancia a nuestros órganos sanos (la economía real). Los tumores más pequeños viven en nuestras relaciones familiares y profesionales, en nuestra cultura y en nuestras formas de gobierno. Los comportamientos antisociales, tan comunes hoy en día, han creado el terreno para que el Gran cáncer se manifieste gloriosamente y lance un ataque general. Metástasis.
Es fundamental ver esto con claridad. Sí, hay grandes villanos egoístas acechando por todos lados, pero no habrían podido hacer nada si nosotros no fuéramos también perversamente egoístas y materialistas. Sería agradable señalar con el dedo a los principales tumores, con la esperanza de que una revolución los eliminara a todos, como la quimioterapia. Pero estaría olvidando que fue mi propia cobardía la que les tendió la cama. Matar a los malos no hace que el mal desaparezca. Sólo pasará de una persona a otra, de un Luis XVI a un Robespierre. Estamos en una crisis que no tiene otra opción que la transformación individual y social. Es inspirador ver cómo algunos de los que “despertaron” antes se transforman paso a paso en su lucha contra este Gran cáncer. Y aquí es donde se desvela la verdadera belleza. Aquí es donde nace la esperanza. ¡Sólo cuando llego al fondo puedo empezar a subir de nuevo! ¿Qué cura el cáncer? La quimioterapia lo ataca con sus propias armas, pero el principio del cáncer permanece en el cuerpo hasta que renace un poco más tarde, un poco más lejos. No, no se puede curar el mal con el mal. Lo que cura el cáncer es “el Ego” que recupera el control sobre sus células . Se restablece una conexión entre la célula y el Principio Superior. O las células reanudan su trabajo al servicio del todo mayor o mueren. Es similar para nosotros como sociedad pero hay algunas diferencias. Por un lado es lo mismo, porque lo que nos salva de nuestro propio mal es el bien que hacemos a los demás. Cuando trabajo por el Bien Superior, desenredo lentamente mi egoísmo pegajoso y me conecto a las fuerzas de un Principio Superior, a lo que es más Humano en el hombre. Por otra parte es diferente, porque este Principio Superior nunca se impondrá sobre nosotros y nos devolverá al camino correcto. Respeta nuestra libertad. ES nuestra libertad. Depende de nosotros restablecer la relación con Él.
Entonces ¿qué es el Bien? ¿La Bondad? Durante siglos el Gran cáncer nos ha hecho creer que no existe o que es relativo o que reside en la felicidad egoísta de la mayoría. ¡Oh, ilusión materialista! Pero ahora el Gran cáncer ha salido de su guarida y la puerta se ha cerrado tras él. Se ha vuelto extremadamente visible y junto a él (discretamente pero muy presente, invitando pero no constriñendo) está el Bien que es el amor. ¿Cómo se lucha, entonces? Hay que entender que esta lucha es fundamental. No luchar es empezar a morir. En realidad es peor que morir: significa volverse malvado con pequeños pasos inconscientes, lentamente, como quien, mareado por el humo de su casa en llamas, se va a la cama a dormir una pequeña siesta. ¡Está tan cansado, pobrecito! Sólo está siguiendo el consejo de su médico.
¿Cómo se lucha entonces? En primer lugar hay que ser capaz de ver con claridad lo que está sucediendo. La lucha tiene dos direcciones. Una hacia el ser interior de cada uno de nosotros. El trabajo espiritual individual es la clave. Abrirnos de nuevo a la percepción del mundo espiritual y deshacernos poco a poco del miedo, el egoísmo, el materialismo, el orgullo y todas esas pequeñas cosas que nos hacen una persona común y corriente. Como decían los antiguos griegos: “¡Conócete a ti mismo y despiértate!”.
La segunda dirección se basa en conocer el mundo. En concreto necesitas saber todo lo que puedas sobre el Gran cáncer: cómo funciona, qué intenta lograr. Obsérvalo, escucha a quienes lo han estudiado. Compara tu información, piensa, observa de nuevo, piensa de nuevo, comparte los resultados con los demás. Por ejemplo, analicemos más de cerca este confinamiento que los gobiernos se empeñan en mantener, incluso cuando el llamado virus se ha ido de vacaciones. ¿Qué consecuencias observamos? He aquí una breve lista”
Instalación a gran velocidad de antenas 5G en la mayoría de los países industrializados (¿en todos todos?), evitando la oposición de ciudadanos y científicos.
Quiebra de muchas pequeñas empresas y productores. Las grandes empresas probablemente sobrevivirán, pero los pequeños ciudadanos dependerán cada vez más del Estado para su sustento diario.
Se suspenden los derechos fundamentales (como reunirse, tocarse, protestar, etc.).
A los niños se les dice que tocar a otras personas es peligroso, sin importar cuán vital sea este contacto humano para su desarrollo saludable.
Las pantallas monopolizan nuestras vidas, así como las de los niños pequeños, imponiendo sus efectos más que nocivos.
Muere más gente por el confinamiento que por el “virus”.
La censura (de YouTube, Facebook, los principales medios de comunicación, Twitter, etc.) silencia a quienes cuestionan los beneficios de las vacunas, el 5G, el confinamiento o simplemente la narrativa oficial.
Las empresas farmacéuticas y de comunicaciones ven dispararse sus beneficios.
Ahora miremos hacia el futuro e intentemos seguir la lógica que se esconde detrás de esta destrucción de hombres y mujeres libres, para poder predecir el próximo movimiento, como en el ajedrez. Lo que sigue es una hipótesis, una construcción personal basada en tendencias, en tecnologías que ya existen o se están desarrollando y en declaraciones de autoridades gubernamentales o de ricos multimillonarios.
Imaginemos que en un futuro próximo vuelve a producirse una segunda ola de esta pandemia. El confinamiento sería aún peor. Todos los efectos observados se incrementan. El Estado y las grandes empresas se convierten en los “salvadores” del mundo. Pero para proteger a la población de sí misma, estos autoproclamados “salvadores” ponen en marcha un pasaporte sanitario integrado rápidamente en una identidad digital (¿financiada por quién? ¡Adivinen!) que dice quién está sano y quién no. La salud ya no es un derecho, es una obligación legal. Si rechazas la vacuna y la identidad digital ¿cómo sabrán las “buenas personas” que no eres un peligro para ellas? Ya no podrás estar cerca de ellas. No más trenes ni aviones ni supermercados ni bancos. Eres peligroso. Todo esto está en camino. Basta con ver lo que está sucediendo en China o lo que el Foro Económico Mundial dice abiertamente en su propio sitio web.
¿Qué sucederá después?
La salud, las comunicaciones, la educación y el transporte han sido esterilizados y puestos en manos del Estado orwelliano. ¿Qué queda? Dinero, efectivo y alimentos.
Debido a las consecuencias de los repetidos confinamientos, las cadenas de producción y suministro de alimentos se verán socavadas. El Estado, una vez más vestido con los calzoncillos rojos de Superman, el salvador de la humanidad, vendrá al rescate. Prohibirá (perdón, “reemplazará”) la agricultura orgánica con el pretexto de que produce “demasiado poco”, en favor de una agricultura intensiva en manos de empresas que “saben” lo que hacen. Bayer (ex Monsanto), por ejemplo. ¿Y qué pasa si no estás de acuerdo? ¡Pues no comas! No comas nunca más…
Pero quizá no tengas de qué preocuparte, ya que de todas formas no tendrás dinero. El efectivo, ese vehículo de patógenos, desaparecerá. Las monedas virtuales, integradas en nuestra identidad digital (un número en una base de datos que contiene toda tu vida), se convertirán en el único método de pago. ¿Y quién las controlará? Adivina…
Las personas que no se dobleguen tendrán que exiliarse a granjas aldeanas autosuficientes y de baja tecnología, como nuevas arcas de Noé en un diluvio de mentiras cancerosas de alta tecnología.
¡Qué deprimente! Fácilmente podríamos tenerle miedo, tan desproporcionadamente grandes parecen las fuerzas que se oponen a nosotros. ¡Y sin embargo! Y sin embargo…
El Gran cáncer tiene una debilidad. Una grieta en su escudo de cartón de aspecto feroz: se debilita cada vez que lo ven. Odia la luz. Como un hongo crece sólo en la oscuridad, en la inconsciencia colectiva confinada.
Y más buenas noticias, tiene un enemigo poderoso: el Principio del Bien. Esta entidad espiritual ha recibido muchos nombres a lo largo de la historia: Dios, Tao, Cristo, Hado, El Yo-soy, Aum, Amor Divino, el Universo… No importa el nombre. Lo que importa es la conexión personal y social con Él. Hacer de Él el centro de nuestras iniciativas. Confiar en Él. Buscar activamente una relación con Él, aplicar aquí y ahora lo que Él es. Esto es lo que nos puede permitir atravesar diluvio y prepararnos para el futuro.
El Imperio Romano también tuvo un cáncer terminal. Fue destruido por los “bárbaros” del Norte, que eran como una gripe en comparación con las innumerables tribus que fueron conquistadas a lo largo de mil años. Sobrevivieron islas de una nueva espiritualidad en forma de monasterios. De allí surgieron impulsos que permitieron que la Humanidad comenzara a florecer de una manera nueva en Europa. ¿Se repetirá esto en una nueva forma?
Sé que el Gran cáncer será derrotado. Será doloroso, pero la humanidad sobrevivirá y saldrá de ahí más fuerte y mejor. En cuanto a cada uno de nosotros, la cuestión no es tanto si sobreviviremos o no. Sabemos que todos moriremos tarde o temprano. ¿Qué hay de malo en eso? Si los materialistas tienen razón, entonces es trágico y deberíamos luchar contra nuestra propia muerte, incluso a costa de las vidas de otros y así convertirnos en el cáncer. Si el Principio del Bien y el mundo espiritual existen, entonces la pregunta ya no es si moriremos o no, sino más bien: ¿cómo viví? ¿cómo permití que otros vivieran?
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