VITIUM CONSENSUS
[CONSENTIMIENTO VICIADO]
Intervención en la Catholic Identity
Conference
Pittsburgh (Estados Unidos) – 1 Octubre 2023
A fructibus eorum cognoscetis eos.
Numquid colligunt de spinis uvas aut de tribulis ficus?
Sic omnis arbor bona fructus bonos facit; mala autem arbor fructus
malos facit.
Non potest arbor bona fructus malos facere, neque arbor mala
fructus bonos facere.
Omnis arbor quæ non facit fructum bonum exciditur et in ignem
mittitur.
Igitur ex fructibus eorum cognoscetis eos.
[Los conoceréis por sus frutos.
¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
Asimismo todo árbol bueno da frutos sanos, y todo árbol malo da
frutos malos.
Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo
frutos buenos.
Todo árbol que no produce buen fruto, es cortado y echado al fuego.
De modo que por sus frutos los conoceréis]
Mt 7, 16-20
Permítanme dirigir un saludo y un agradecimiento a los organizadores
del Catholic Identity Conference y a todos los que
participan en él. En un momento de gran confusión es importante
poner claridad sobre lo que está sucediendo, incluso discutiendo
diferentes posiciones. Por eso agradezco a mi amigo Michael Matt por
darme la oportunidad de compartir algunas consideraciones con
ustedes.
En esta intervención mía no intentaré dar respuestas, sino
plantear una pregunta que no puede posponerse más, para que
nosotros, los Obispos, el Clero y los fieles, podamos mirar la
gravísima apostasía presente como un hecho completamente nuevo que
no puede encontrar una solución, en mi opinión, si se recurre a las
categorías ordinarias de juicio y acción.
La evidencia del “problema bergoglio”
La multiplicación de declaraciones y
comportamientos completamente ajenos a lo que se espera de un Papa y
en contraposición a la Fe y a la Moral de las que el Papado es
guardiana, ha llevado a muchos fieles y a un número cada vez mayor
de Obispos a tomar nota de algo que hasta hace algún tiempo parecía
inaudito: el Trono de Pedro está ocupado por un personaje que abusa
de su poder con el fin contrario a aquél para el cual Nuestro Señor
lo instituyó.
Algunos consideran a Jorge Mario Bergoglio claramente herético en
materia doctrinal, otros tiránico en cuestiones de
gobierno, otros consideran inválida su elección debido
a las múltiples anomalías de la renuncia de Benedicto XVI y de la
elección de quien ocupó su lugar. Estas opiniones -más o menos
respaldadas por pruebas o por el resultado de especulaciones no
siempre compartibles-, confirman sin embargo una realidad ahora
indiscutible. Y es esta realidad, en mi opinión, la que constituye
un punto de partida común para intentar remediar la presencia
desconcertante y escandalosa de un Papa que se presenta con ostentosa
arrogancia como inimicus Ecclesiæ, y que actúa y habla
como tal. Un enemigo que, precisamente porque ocupa la Sede de Pedro
y abusa de la autoridad papal, está en condiciones de asestar un
golpe terrible y desastroso, como ningún enemigo externo ha podido
asestar jamás en toda la historia de la Iglesia. Los peores
perseguidores de los cristianos; los más feroces seguidores de las
Logias Masónicas; los heresiarcas más salvajes no habían logrado,
en tan poco tiempo y con tanta eficacia, devastar la Viña del Señor,
escandalizar a los fieles, disgustar a sus Ministros, desacreditar su
autoridad e integridad ante el mundo, demoler el Magisterio, la Fe,
la Moral, la Liturgia y la disciplina.
Inimicus Ecclesiæ,
no sólo respecto de los miembros del Cuerpo Místico -a los que
desprecia, ridiculiza (contra los cuales no cesa de lanzar epítetos
venenosos), persigue y golpea-, sino también con respecto a la
Cabeza del Cuerpo Místico, Jesucristo, cuya autoridad ya no es
ejercida por Bergoglio en una función vicaria y, por tanto, en
necesaria y debida coherencia con el Depositum
Fidei, sino de manera autorreferencial
y, por tanto, tiránica. La autoridad del Romano Pontífice deriva,
en efecto, de la autoridad suprema de Cristo, de la que participa
dentro de los límites y en el ámbito de los fines que el divino
Fundador ha establecido de una vez para siempre, y que ningún poder
humano puede modificar.
La evidencia del alejamiento de Bergoglio del cargo que ocupa es
ciertamente un hecho doloroso y muy grave; pero tomar conciencia de
esta realidad es la premisa indispensable para remediar una situación
insostenible y desastrosa.
El obrar se sigue del ser
En estos diez años de “pontificado” hemos visto a Bergoglio
hacer todo lo que nunca se hubiera esperado de un Papa, y viceversa,
todo lo que haría un heresiarca o un apóstata. Ha habido ocasiones
en las que estas acciones parecían claramente provocativas, como si
con sus declaraciones o con ciertos actos de gobierno quisiera
deliberadamente suscitar la indignación del cuerpo eclesial y
empujar a sacerdotes y fieles a reaccionar dándoles el pretexto para
declararlos cismáticos. Pero esta estrategia típica del peor
jesuitismo ahora queda expuesta, porque toda la operación se llevó
a cabo con demasiada arrogancia y en ámbitos en los que ni siquiera
los católicos moderados están dispuestos a transigir.
Los escándalos sexuales del Clero, y en particular la respuesta de
la Santa Sede a la plaga de corrupción moral de cardenales y
obispos, han puesto de manifiesto una vergonzosa disparidad de trato
entre quienes pertenecen al llamado “círculo mágico” de
Bergoglio y quienes en cambio considera adversarios. El reciente caso
de Rupnik es la prueba de una gestión del poder similar a la de un
déspota, legibus solutus [libre de ataduras
legales] y que se considera libre de actuar sin tener que rendir
cuentas a nadie de sus acciones. Sucede a menudo que las
consecuencias de las decisiones tomadas personalmente por el
Argentino se transmiten luego a sus subordinados, quienes se ven
acusados y desacreditados por decisiones que no les corresponden.
Pienso en el caso del inmueble londinense en el que estuvieron
implicados funcionarios de la Secretaría de Estado, mientras que el
contrato de compra lleva la augusta firma autógrafa. Pienso en la
vergonzosa gestión del caso Rupnik, que además de haber
rehabilitado a un criminal responsable de crímenes horrendos,
despreciando a las numerosas víctimas, también ha desprestigiado al
ex Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el
cardenal Ladaria. Pienso en el caso McCarrick, que con la farsa de un
procedimiento administrativo secreto fue liquidado apresuradamente
sin ningún resarcimiento para las víctimas y declarado cosa
juzgada inapelable. Y la lista podría continuar al
infinito. Queda claro que los desafortunados que colaboran voluntaria
o involuntariamente con Bergoglio se ven arrojados al mar tan pronto
como la prensa descubre los escándalos vaticanos. Muchos están
tomando conciencia de este cínico comportamiento utilitario y, de
hecho, están rechazando nombramientos y ascensos precisamente para
evitar verse en el incómodo rol de chivos expiatorios.
Se rompe el muro del silencio
El silencio del Episcopado frente a las atrocidades de Bergoglio
confirma que el autoritarismo autorreferencial del jesuita Bergoglio
encontró obediencia servil en casi todos los obispos, aterrados ante
la idea de ser objeto de las represalias del vengativo y despótico
sátrapa de Santa Marta. Algunos obispos diocesanos empiezan a no
tolerar más su acción devastadora, que socava la autoridad y la
integridad de toda la Iglesia. El Obispo Joseph Edward Strickland,
por ejemplo, reiteró loablemente verdades doctrinales inmutables que
el Sínodo sobre la Sinodalidad se está preparando para demoler en
los próximos meses. Y el cardenal Gerard Ludwig Müller recordó con
razón que el Señor no ha dado poder al Papa para “intimidar” a
los buenos obispos.
Algo comienza entonces a cambiar: los bandos van tomando forma y
vemos, por un lado, a la “iglesia sinodal” de Bergoglio -que
emblemáticamente llama “nuestra”- y, por el otro, lo que queda
de la Iglesia Católica, hacia la que no deja de reiterar la propia
extrañeza absoluta.
La sanatio in radice de las irregularidades en el
conclave
Monseñor Athanasius Schneider sostiene que las eventuales
irregularidades verificadas en el cónclave de 2013 quedarían
fundamentalmente sanadas de raíz por el hecho de
que el elegido Jorge Mario Bergoglio fue reconocido como Papa por los
cardenales electores, por el episcopado y por la mayoría de los
fieles. En la práctica, independientemente de los acontecimientos
que hayan podido conducir a la elección de un Papa – con o sin
intervenciones externas – la Iglesia se da un plazo más allá del
cual no sería posible impugnar una elección, si el nombre de la
persona elegido es aceptado por el pueblo cristiano. Pero esta tesis
esta cuestionada por un precedente histórico.
En la época de Urbano VI -estamos en 1378 d. C.- la mayoría de los
Cardenales, Prelados, Soberanos Católicos y el pueblo reconocieron
Clemente VII como Papa, en realidad un antipapa. Trece cardenales de
un total de dieciséis cuestionaron la validez de la elección del
papa Urbano, debido a la amenaza de violencia del pueblo romano
contra el Sacro Colegio, e incluso los pocos partidarios de Urbano
pronto se arrepintieron de haberlo elegido, convocando un cónclave
en Fondi del cual resultó electo el antipapa Clemente VII. También
san Vicente Ferrer estaba convencido de que el verdadero Papa era
Clemente, mientras que Santa Catalina de Siena se puso del lado de
Urbano. Si el consenso universal hubiera sido un argumento
irrevocablemente válido, se debería haber considerado Papa a
Clemente y no a Urbano. El antipapa Clemente, derrotado por el
ejército de Urbano VI en la batalla de Marino en 1379, trasladó la
sede a Aviñón, dando lugar al Cisma de Occidente que duró treinta
y nueve años. Vemos entonces que el consenso universal es un
argumento que no resiste la prueba de la historia.
La via tutior de monseñor Schneider
El obispo Athanasius Schneider nos recuerda que la via
tutior [camino más seguro] consiste en no obedecer a un
Papa hereje, sin necesariamente tener que considerarlo como si
hubiera caducado ipso facto de su cargo al estar
separado de la Iglesia y, por lo tanto, ya no capaz de ser su cabeza,
como por el contrario lo considera San Roberto Belarmino. Pero
también esta solución -que al menos reconoce que Bergoglio es un
hereje- no me parece decisiva, ya que la obediencia que los fieles
pueden negarle es sólo marginal en comparación con todos los actos
de gobierno y enseñanza que ha llevado a cabo y continúa haciendo,
sin que sus súbditos puedan hacer algo. Por supuesto, se puede
organizar la celebración clandestina de la Misa católica, ¿pero
qué pueden hacer un sacerdote o un laico cuando un grupo subversivo
de obispos manipulados por Bergoglio se prepara para introducir
cambios doctrinales inaceptables con el Sínodo sobre la Sinodalidad?
¿Y qué podrán hacer cuando en sus parroquias una diaconisa bendiga
la “boda” de dos sodomitas?
Ciertamente la desobediencia a órdenes ilegítimas de un Superior
herético o apóstata es un deber sub gravi, ya que la
obediencia a Dios precede a la obediencia a los hombres, y porque la
virtud de la Obediencia está jerárquicamente subordinada a la
virtud teologal de la Fe. Pero el daño resultante al cuerpo eclesial
no puede evitarse con una acción de simple resistencia: la cuestión
debe resolverse desde la raíz.
El consentimiento viciado en la asunción del papado
Por lo tanto, habiendo reconocido que Bergoglio es un hereje
-bastarían para demostrarlo Amoris Lætitia o la
declaración de la inmoralidad intrínseca de la pena capital-
debemos preguntarnos si la elección de 2013 se vio invalidada de
alguna manera por un consentimiento viciado, es decir, si el elegido
quería ser Papa de la Iglesia católica o más bien jefe de lo que
él llama “nuestra Iglesia sinodal”, que nada tiene que
ver con la Iglesia de Cristo precisamente porque se presenta
como otra respecto a ella. En mi opinión, este
consentimiento viciado se evidencia también en el comportamiento de
Bergoglio, ostentosamente anticatólico y heterogéneo respecto de la
esencia misma del Papado. No hay acción de este hombre que no suene
claramente a una ruptura respecto a la práctica y al Magisterio de
la Iglesia, y a esto se agregan las posiciones que son todo menos
inclusivas hacia los fieles que no pretenden aceptar innovaciones
arbitrarias o cosas peores, herejías en toda la regla.
La
cuestión fundamental se centra en comprender el plan subversivo de
la Iglesia
profunda,
que con los métodos denunciados en su momento por San Pío X en
referencia a los Modernistas se organizó para llevar a cabo un golpe
de Estado en el seno de la Iglesia, para llevar al Trono de Pedro al
profeta del Anticristo. La mens
rea para
infiltrarse en la Jerarquía y ascender en sus filas es evidente,
como es evidente que los planes de la facción ultra progresista no
podían detenerse frente a Benedicto XVI, al que consideraban
demasiado conservador y sobre todo muy odiado por haberse atrevido a
promulgar el Motu Proprio Summorum
Pontificum.
Y así Benedicto XVI fue presionado para que dimitiera, y de
inmediato estuvo listo ese desconocido arzobispo de Buenos Aires que
el 11 de octubre de 2013, en una conferencia en la Universidad de
Villanova (aquí),
el entonces cardenal McCarrick, su amigo de larga data, reveló que
era fuertemente deseado por un “very
influential Italian gentleman”
[caballero italiano muy influyente], emisario
del Estado
profundo en
la Iglesia
profunda:
quienes trabajan en la Curia saben bien quién es llamado “gentleman”
[caballero] por excelencia y cuáles son sus vínculos con el poder
de aquí y de más allá del Tíber, y también conocen
las tendencias embarazosas
que explican la contigüidad con el lobby homosexual del Vaticano. Es
significativo también que McCarrick diga convencido de que Bergoglio
“cambiará el Papado dentro de cuatro años”, confirmando la
maliciosa intención de manipular la institución divina e
irreformable de la Iglesia.
Ver a Bergoglio participar en un acto de la Fundación
Clinton, después de otros respaldos no menos
escandalosos de la elite globalista, confirma su rol de liquidador de
quiebras de la Iglesia, de cara a la instauración de esa Religión
de la Humanidad que deberá servir de sirvienta de la Sinarquía del
Nuevo Orden Mundial. El ecumenismo, el ecologismo, el
inmigracionismo, la ideología LGBTQ+, el género y
otras instancias de la religión globalista son hechos suyos por
Bergoglio no sólo a través de una acción de apoyo ostentoso y
orgulloso a los partidarios de la Agenda 2030, sino también con un
trabajo de demolición sistemática de todo lo que se le opone en el
Magisterio y de persecución despiadada de quienes expresan incluso
perplejidades prudentes.
En consecuencia: Bergoglio es un hereje y claramente hostil a la
Iglesia de Cristo. Para llevar a cabo la tarea que le asignó
la Iglesia profunda, disimuló sus posiciones más
extremas, con el fin de encontrar un número suficiente de votos en
el Cónclave. Para garantizar una obediencia total, quienquiera que
ideara el plan se aseguró de que fuera ampliamente chantajeable,
como siempre sucede. Y una vez elegido, Bergoglio pudo mostrarse tal
como es y comenzar la demolición de la Iglesia y del Papado.
¿Pero puede un Papa destruir el Papado que encarna y representa?
¿Puede un Papa devastar la Iglesia que el Señor le ha confiado
defender? Y más todavía: si la participación de un Cardenal en el
Cónclave tiene como finalidad una acción maliciosa, un acto
subversivo contra la Iglesia; si el objetivo es cometer un delito,
aunque aparentemente se respetan los procedimientos y las reglas de
la elección, existe indiscutiblemente una mens rea. Y
esta intención criminal surge de la astucia con la que se llevó a
cabo un engaño a los electores en su buena fe, con la colaboración
de aquellos cómplices. Entonces me pregunto: ¿no estamos en
presencia de un consentimiento viciado que invalida
la validez de la elección? Sin decir que la misma copresencia de un
Papa renunciante y de un Papa reinante es ya en sí misma un elemento
que lleva a creer que tenían un concepto falso de la esencia del
Papado, considerado como un rol que puede compartirse con otros. No
olvidemos que la distinción entre munus y ministerium es
arbitraria y que no puede haber un Papa que se dedique al “ministerio
orante” y otro que gobierne. Cristo es uno, la Iglesia es una, sólo
uno es el Sucesor de Pedro: un cuerpo con dos cabezas es
un monstruo que repugna a la naturaleza incluso
antes de la constitución divina de la Iglesia.
Posibles objeciones
Alguien puede objetar: Pero incluso si Bergoglio actuó con
malicia, aceptó lo que los cardenales le ofrecieron: la elección
como obispo de Roma y, por tanto, como Pontífice romano. Por lo
tanto asumió el cargo y debe ser considerado Papa. Creo en
cambio que la aceptación del Papado esta viciada porque considera el
Papado algo distinto de lo que es, como el cónyuge
que se casa por la iglesia excluyendo las finalidades especificas del
Matrimonio y por lo tanto hace nulo el Matrimonio por consentimiento
viciado. No sólo eso: ¿qué conspirador que actúa maliciosamente
para ascender a un cargo sería tan ingenuo como para explicar a
quienes deben elegirlo que pretende convertirse en Papa para cumplir
las órdenes de los enemigos de Dios y de la Iglesia? Buen
día. Soy Jorge Mario Bergoglio y pretendo
destruir la Iglesia haciéndome elegir Papa, ¿me das tu
voto? La mens rea radica precisamente en el
uso del engaño, el disimulo, la mentira, la deslegitimación de los
adversarios molestos y la eliminación de los peligrosos. Y tenemos
ante nuestros ojos a quería llevar a cabo el plan criminal de la
élite globalista: todos los deseos de los correos
electrónicos de John Podesta, la mano derecha de Hillary Clinton,
han sido o están siendo implementados, desde la adopción de la
igualdad de género como premisa del sacerdocio femenino a la
inclusión LGBTQ+, de la aceptación de la teoría de
género a la participación en la Agenda 2030 sobre cambio
climático, de la acusación de “proselitismo” a la exaltación
del inmigracionismo como método de reemplazo étnico. Y
paralelamente, se elimina y condena a la otra Iglesia, la
“preconciliar”, formada por gente rígida e intolerante a partir
de Nuestro Señor, como escribió blasfemamente Antonio Spadaro. Y
con la cultura de la cancelación aplicada a la Fe y
a la Moral, también la eliminación de la Misa que intrínsecamente
pertenece a esa Iglesia, y que Bergoglio considera en conflicto con
la “nueva eclesiología”, hasta el punto de prohibirla por
incompatible con la “Iglesia sinodal”.
He aquí entonces arrojada la piedra en el estanque. Me gustaría que
tomáramos en serio, muy en serio, la posibilidad de que Bergoglio
haya querido obtener la elección mediante fraude, y que pretendiera
abusar de la autoridad del Romano Pontífice para hacer exactamente
lo contrario de lo que Jesucristo mandó hacer a san Pedro y a sus
Sucesores: confirmar a los fieles en la Fe Católica, pastorear y
gobernar el Rebaño del Señor, predicar el Evangelio a los pueblos.
Todas las acciones de gobierno y de magisterio de Bergoglio, desde su
primera aparición en la Logia Vaticana presentándose con aquel
ominoso “Buenas tardes”, se han desarrollado en una dirección
diametralmente opuesta al mandato petrino: ha adulterado y sigue
adulterando el Depositum Fidei, ha creado confusión y ha
engañado a los fieles, ha dispersado al Rebaño, ha declarado que
considera la evangelización de los pueblos “un solemne tontería”
y abusa sistemáticamente del poder de las Santas Llaves para desatar
lo que no se puede desatar y atar lo que no se puede atar.
Esta situación es humanamente incurable, porque las fuerzas en juego
son enormes y porque la corrupción de la Autoridad no puede ser
remediada por quienes están sometidos a ella. Debemos señalar que
la metástasis de este “pontificado” tiene su origen en el cáncer
conciliar, en ese Vaticano II que creó las bases ideológicas,
doctrinales y disciplinarias que inevitablemente conducirían hasta
aquí. ¿Pero cuántos de mis Hermanos, que también reconocen la
gravedad de la crisis actual, tienen la capacidad de reconocer este
vínculo causal entre la revolución conciliar y sus consecuencias
extremas con Bergoglio?
Conclusión
Si esta passio Ecclesiæ preludia el fin de los
tiempos, es nuestro deber prepararnos espiritualmente para momentos
de gran tribulación y de verdadera persecución. Pero será
precisamente recorriendo el doloroso caminode la Cruz
como el cuerpo eclesial podrá purificarse de la inmundicia que lo
desfigura y merecer las ayudas sobrenaturales que la Providencia
reserva a la Iglesia en los tiempos de prueba: donde abunda el
pecado, sobreabunda la Gracia.
Por último, permítanme recordarles que la asociación Exsurge
Domine que fundé tiene como objetivo dar ayuda espiritual y
material a los sacerdotes, religiosos y religiosas perseguidos por
la iglesia bergogliana a causa de su fidelidad a la
Tradición. Si quieren contribuir con una donación a la realización
de nuestros proyectos, pueden hacerlo desde la página web de la
asociación o enviando un mensaje de texto al número que ven más
abajo.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo