En 2006 me obligaron a abandonar la Universidad de Wisconsin por investigar el 11 de septiembre y sacar conclusiones políticamente incorrectas. Irónicamente el lema no oficial de la Universidad es “cribar y seleccionar sin miedo”. Esa expresión proviene de una famosa placa en Bascom Hill: “Cualesquiera que sean las limitaciones que obstaculizan la investigación en otras partes, creemos que la gran Universidad estatal de Wisconsin debería alentar siempre esa selección y ese análisis continuos y valientes, que son los únicos medios por los cuales se puede encontrar la verdad”.
Vamos a desglosar ese lema.
“Ser valiente” significa superar el miedo a encontrar verdades que no te van a gustar y que pueden incluso dañar tu carrera y reputación. Siempre es mejor dejar de lado las emociones partidistas y buscar la verdad desapasionadamente y luego dejar que esa verdad forme la base de tu reacción emocional, en lugar de dejar que tu reacción emocional dicte lo que crees que es la verdad. Como dice la Escritura, siempre “establecer la verdad”.
“Separar y cribar” implica examinar toda la evidencia y el contexto en busca de los elementos más relevantes, descartar los que resulten débiles y destacar lo que es importante. Es una metáfora arcaica de “separar el trigo de la paja” de una época en la que la mayoría de la gente estaba familiarizada con el trabajo agrícola. Hoy, una búsqueda honesta y desapasionada de la verdad puede ser tan obsoleta como cribar y seleccionar el grano a mano. Pero como soy un ludita epistemológico, sigo haciéndolo de esa manera. Las suscripciones que pagas a este Substack lo hacen posible.
El “tiroteo de Trump” del 13 de julio es, obviamente, el tipo de acontecimiento que requiere una criba y selección valientes. La historia oficial está resumida brillantemente por el inimitable James Corbett en “A 9/11 Conspiracy Theory Explained in 5 Minutes” (https://www.youtube.com/watch?v=WBHPR8bPOHc ):
El 13 de julio de 2024, el expresidente estadounidense Donald Trump estaba dando un discurso en un mitin de campaña electoral cerca de Butler, Pensilvania, cuando un joven de 20 años que había sido expulsado del club de tiro de su escuela secundaria por ser un tirador peligrosamente malo se subió al techo completamente desprotegido de un edificio, que se usaba como zona de reagrupamiento policial, a 150 metros del expresidente. Antes de disparar, ese hombre pasó minutos buscando a tientas en el techo mientras los espectadores preocupados intentaban desesperadamente advertir a los agentes de la ley de un hombre con un arma. Los francotiradores del mitin, encaramados en un techo inclinado detrás del presidente, localizaron al hombre (que ya había sido visto por la policía e incluso confrontado por un oficial) en el techo (un techo que no se podía proteger porque estaba inclinado) y esperaron hasta que disparó con éxito contra Trump antes de dispararle a él. El potencial asesino murió, al igual que un jefe de bomberos de 50 años entre la multitud. Trump, que solo recibió un roce en la oreja, se puso de pie con valentía justo a tiempo para una maniobra publicitaria perfecta. Luego gritó: “¡Lucha! ¡Lucha! ¡Lucha!” antes de que su valiente equipo del Servicio Secreto lo sacara del escenario.
Esa es la historia oficial del intento de asesinato de Trump y si usted cuestiona cualquier parte de ella, entonces... felicitaciones. Usted es un conspiranoico realista que tiene la cabeza bien puesta y que sabe un poco sobre la historia real.
Como la historia oficial obviamente se encuentra en algún punto entre lo tremendamente improbable y una completa broma, necesitamos empezar a cribar y seleccionar sin miedo, empezando por hacer la pregunta del millón: ¿cui bono? ¿Quién gana? Como sabemos que la oligarquía estadounidense incluye facciones tanto pro-Trump como anti-Trump, las posibilidades obvias son (1) un intento de asesinato fallido por parte de la facción anti-Trump o (2) un falso intento de asesinato por parte de la facción pro-Trump. Como saben mis lectores habituales, creo que la preponderancia de la evidencia favorece la alternativa n° 2.
Pero eso no significa que toda la evidencia que sustenta esa hipótesis sea lo que parece. Dos elementos de la evidencia que he citado en artículos anteriores han resultado ser débiles.
En primer lugar y lo más importante, la afirmación de un “experto (anónimo) en balística del Servicio Secreto”, reportada por la AP (de que una bala real de 5,56 probablemente habría arrancado la oreja de Trump y causado una gran conmoción cerebral) resultó ser falsa o al menos exagerada. ¿Hasta qué punto exagerada? ¿Pueden los lectores expertos en armas ayudarme a aclarar esto? El experto de la AP sugirió que incluso una bala de pistola más pequeña y menos potente, que hubiera cortado una oreja, probablemente causaría una conmoción cerebral grave debido a su onda expansiva y que una bala de rifle de asalto de mucha más energía, como la 5,56 que supuestamente golpeó la oreja de Trump, presumiblemente causaría una aún peor. Sin embargo no hay evidencia de que Trump haya sufrido una conmoción cerebral. Me pregunto si mis lectores expertos en armas podrán convencerme de que el “experto en balística del Servicio Secreto” estaba totalmente equivocado y de que las balas pueden rozar la cabeza de una persona sin que su onda expansiva le produzca daño alguno. ¿Se ofrecería usted, querido lector, a que una bala de pistola pasara zumbando a menos de dos centímetros y medio de su cabeza sin esperar sufrir ninguna conmoción cerebral? Si es así ¿se ofrecería también a hacer el mismo experimento con una bala de 5,56 de un AR-15 a 120 metros de distancia? (suponiendo, por supuesto, que pudiera estar seguro de que la bala pasaría a dos centímetros y medio de su cráneo, pero no lo alcanzaría). Son preguntas reales y honestas. No sé la respuesta ni estoy dando nada por sentado. La bala que una vez pasó zumbando cerca de mi cabeza no pasó lo suficientemente cerca como para resolver la cuestión por experiencia personal.
Otra prueba aparentemente condenatoria, pero engañosa, es el vídeo que parece mostrar a un francotirador del Servicio Secreto disparando los tres primeros tiros, el segundo de los cuales supuestamente impactó en la oreja de Trump. Varios comentaristas astutos me han convencido de que el francotirador del Servicio Secreto probablemente está reaccionando a los disparos, no iniciándolos. Si me equivoco, dejen un comentario explicando por qué.
Y hablando de comentarios astutos, aquí hay uno que ofrece un escenario aparentemente plausible que explica lo que realmente sucedió en Butler. Depende de un aspecto del evento sobre el que aún no he escrito: la evidencia de un segundo tirador en la torre de agua. ¿Es plausible este escenario? ¿Por qué sí o por qué no? Si puede encontrar evidencia convincente a favor o en contra, deje los enlaces en la sección de comentarios.
Otra cuestión que no abordé en artículos anteriores es la aparente mentira de Trump de que “mi mano estaba cubierta de sangre ”. ¿Es esto relevante? ¿Por qué sí o por qué no?
¿Y qué decir del “perro que no ladró” del Servicio Secreto? Permitir que un aficionado autista de 20 años, torpe y con problemas, explore el lugar con un dron, lleve un arma y una escalera y pase al menos unos minutos poniéndose en posición de disparar, a plena vista de testigos que no paraban de señalas y gritar al Servicio Secreto “¡hay un tipo con una pistola en ese tejado!” parece un poco extraño. Aún más extraño es que el Servicio Secreto permitiera que Trump se hiciera una foto con el puño en alto, lo que expuso al expresidente a más disparos potenciales. Entonces, ¿quiénes están locos: la gente que lo justifica como incompetencia o aquellos que dudan de que Trump o cualquier otro protegido del Servicio Secreto todavía estuviera vivo, si el principal equipo de protección del mundo fuera realmente Keystone Cops (https://en.wikipedia.org/wiki/Keystone_Cops )?
Y luego está la cuestión de la “bala mágica” supuestamente fotografiada por Doug Mills. ¿Las probabilidades de que Mills consiguiera esta foto icónica, que valió millones en publicidad y aún más como “prueba” de la historia oficial, eran realmente de una entre un millón ? Si no, ¿cuáles eran las probabilidades aproximadas reales? ¿Y la trayectoria de la bala en la foto no se alinea con la oreja de Trump?
Sin duda, hay más preguntas sobre el espectacular y escandolosamente dudoso suceso del 13 de julio que merecen ser analizadas y desmenuzadas. ¿Cuáles son, en su opinión, las más importantes?
Concluiré con las palabras de Barrie Zwicker, un periodista canadiense de la corriente dominante que quedó marginado después del 11 de septiembre, debido a su excelente trabajo exponiendo lo absurdo de aquella historia oficial. Busqué la opinión de Barrie gracias a otro de mis muchos y astutos comentaristas. Barrie respondió a mi correo electrónico:
“Al igual que Kevin, mi mente escéptica tardó apenas unos minutos en detectar las señales de una operación de falsa bandera en el supuesto intento de asesinato de Trump. Además de las múltiples probabilidades de uno en un millón de que Trump fuera “alcanzado en la oreja” por una bala de un AR15, ¿qué hay del momento? Demasiado conveniente. Una gran señal de alerta. El supuesto tirador fue despachado rápidamente. Así que no puede testificar, no es broma. El puño en alto. La bandera estadounidense como telón de fondo, al estilo de Iwo Jima. “Dios me salvó”, declara uno de los pecadores más abandonados por Dios que la historia haya producido. Trump incluso sonaba como si estuviera guionizado y sabemos que odia los teleprompters. Odia que cualquiera le diga que haga algo. Pero a regañadientes se une a los conspiradores y desempeña su papel en los detalles teatrales. Es un actor después de todo. Un mal actor en todos los sentidos. Luego está la pregunta clave y central: cui bono, ¿quién se beneficia? Y la respuesta obvia: Trump y su engañoso movimiento de extrema derecha son los beneficiarios. Fue una operación psicológica, sí, aunque, como señala Kevin, ya hay tanta gente que ha perdido la cabeza que eso también constituye una acumulación de información. Tengo la débil esperanza de que este engaño en particular se exponga y aún más débil de que, si se expone, sea a tiempo para señalas a los conspiradores. Mis esperanzas están en contra de la historia: las operaciones de bandera falsa siempre quedan sin investigar.
¿El desagrado que siente Barrie por Trump lo está engañando? ¿O, en este caso, le está resultando beneficioso, como su desagrado por Bush y Cheney lo ayudó a entender rápidamente lo que sucedió el 11 de septiembre? Cuéntenme qué piensan.
Antes de que me incluyeran en la lista negra por mi trabajo sobre el 11-S, nunca me rechazaron para ninguno de los muchos puestos de profesor temporal que solicité en la Universidad de Wisconsin-Madison. Mi difunto amigo y mentor de “estudios literarios e islámicos”, Muhammad Umar Memon, fue miembro del primer comité de contratación de la Universidad de Wisconsin-Madison que me rechazó. Ese puesto fue el de la clase de primavera de 2007 “Islam: religión y cultura”. El Dr. Memon dijo en privado que la administración de la universidad les dijo a él y a otros miembros del comité de contratación que no debían contratarme, debido a mi notoriedad por el 11-S. Mientras tanto otro informante, el decano de Humanidades de la Universidad de Wisconsin-Whitewater, Howard Ross, declaró públicamente que ya me habían seleccionado para un puesto de profesor titular en Islam y Humanidades, financiado con fondos federales en la Universidad de Wisconsin-Whitewater, cuando un miembro del comité de contratación con conexiones con la administración obligó al comité a retirar la oferta “porque Barrett tiene opiniones disparatadas sobre el 11-S”. Ross me alertó de la situación con un correo electrónico cuyo encabezado decía: “Usted fue objeto de discriminación” (por desgracia la discriminación basada en opiniones políticas es legal en Wisconsin). En lugar de contratarme, la universidad devolvió el dinero a los federales y eliminó el puesto. Se reabrió unos años después y un amigo mío menos controvertido acabó consiguiendolo.
En febrero de 2021 estaba practicando esquí de fondo en el bosque, entre Long Lake y el río Wisconsin, cuando sentí la onda expansiva de una bala en el mismo instante en que una gruesa rama de un árbol, a un metro y medio de mi cabeza, se partió con un tremendo estruendo, seguido de otro estruendo atronador de un disparo a lo lejos. Con la esperanza de que fuera un error de algún lunático que cazaba fuera de temporada, grité varias veces a todo pulmón: "¡No disparen!". Luego esquié hasta casa y llamé a la policía. Pasaron varias horas haciendo una investigación que consistió en tocar las puertas de los vecinos y charlar. A última hora de la noche volvieron a mi casa diciendo que habían identificado al probable tirador como uno de mis vecinos. Dijeron que el tiroteo fue un error imprudente, que habían metido el miedo de Dios en el tipo y que casi con toda seguridad no lo volvería a hacer, pero que si quería presentar cargos podían volver al día siguiente para buscar la bala y armar un caso. Como yo conocía la probable identidad del tirador (un vecino exmilitar con trastorno de estrés postraumático, que ocasionalmente molestaba a otros vecinos disparando armas pesadas en su patio) y como mi esposa y mi hijo, que lo conocían a él y a su familia, me habían dicho que era un buen tipo e incluso que apoyaba mis “teorías conspirativas”, me negué a presentar cargos. Más tarde me hice amigo de K***, que resultó ser un buen tipo que, confío, habrá aprendido lo suficiente de la experiencia como para dejar de disparar sin cuidado a las sombras en el bosque.
La evidencia forense de audio debería arrojar luz sobre la cuestión de cuántos disparos vinieron de dónde y cuándo.
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