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martes, 23 de julio de 2024

Colin Todhunter (Global Research, 20 de julio de 2024) Qué fue realmente la COVID-19

 


Colin Todhunter (Global Research, 20 de julio de 2024) Qué fue realmente la COVID-19

https://www.globalresearch.ca/covid-capitalism-friedrich-boris/5785964

La Covid-19 esencadenó una crisis de deuda global multimillonaria al servicio de la estrategia imperialista

El FMI y el Banco Mundial han impulsado durante décadas una agenda política basada en recortes a los servicios públicos, aumentos de los impuestos que pagan los más pobres y medidas para socavar los derechos y protecciones laborales. Las políticas de "ajuste estructural" del FMI han provocado que el 52% de los africanos carezcan de acceso a la atención sanitaria y que el 83% no cuenten con redes de seguridad a las que recurrir si pierden su trabajo o se enferman. Incluso el FMI ha mostrado que las políticas neoliberales alimentan la pobreza y la desigualdad. En 2021, un análisis de Oxfam sobre los préstamos del FMI para la COVID-19, mostró que se alentó a 33 países africanos a aplicar políticas de austeridad. Los países más pobres del mundo deben pagar 43.000 millones de dólares de deuda en 2022, que de otro modo podrían cubrir los costos de sus importaciones de alimentos. Oxfam y Development Finance International (DFI) también han revelado que 43 de los 55 estados miembros de la Unión Africana enfrentan recortes del gasto público por un total de 183 mil millones de dólares en los próximos cinco años. Según el profesor Michel Chossudovsky, del Centro de Investigación sobre la Globalización, los confinamientos y el consiguiente cierre de la economía mundial, que el 11 de marzo de 2020 se impuso a más de 190 países, ha desencadenado un proceso de endeudamiento global sin precedentes. Los gobiernos están ahora bajo el control de los acreedores globales en la era post COVID. Lo que estamos viendo es una privatización de facto del Estado, a medida que los gobiernos capitulan ante las necesidades de las instituciones financieras occidentales. Además, estas deudas están denominadas en gran medida en dólares, lo que contribuye a fortalecer el dólar estadounidense y la influencia de Estados Unidos sobre los países.

Se plantea la pregunta: ¿de qué se trató realmente el COVID?

Millones de personas se han hecho esa pregunta desde que comenzaron los confinamientos y las restricciones a principios de 2020. Si realmente se trataba de una cuestión de salud pública, ¿por qué cerrar la mayor parte de los servicios de salud y la economía mundial, sabiendo perfectamente cuáles serían las enormes consecuencias para la salud, la economía y la deuda? ¿Por qué montar una campaña de propaganda de estilo militar para censurar a científicos de renombre mundial, aterrorizar a poblaciones enteras y utilizar toda la fuerza y ​​brutalidad de la policía para garantizar el cumplimiento de los encierros? Estas acciones fueron completamente desproporcionadas en relación con cualquier riesgo que hubiera para la salud pública, especialmente si se considera la forma en que a menudo se manipularon las definiciones y los datos de "muerte por COVID" y cómo se utilizaron incorrectamente las pruebas de PCR para asustar a las poblaciones y lograr su sometimiento. El profesor Fabio Vighi , de la Universidad de Cardiff, sugiere que deberíamos haber sospechado desde el principio, cuando las élites gobernantes, habitualmente inescrupulosas, paralizaron la economía global ante un patógeno que ataca casi exclusivamente a los improductivos (los mayores de 80 años). La COVID fue una crisis del capitalismo disfrazada de emergencia de salud pública.

Capitalismo

El capitalismo necesita seguir expandiéndose hacia nuevos mercados o creando otros nuevos para asegurar la acumulación de capital que compense la tendencia decreciente de la tasa general de ganancia. El capitalista necesita acumular capital (riqueza) para poder reinvertirlo y obtener más ganancias. Al ejercer presión a la baja sobre los salarios de los trabajadores, el capitalista extrae suficiente plusvalía para poder hacerlo. Pero cuando el capitalista no puede reinvertir lo suficiente (debido a la disminución de la demanda de materias primas, a la falta de oportunidades de inversión y de mercados, etc.), la riqueza (el capital) se acumula en exceso, se devalúa y el sistema entra en crisis. Para evitar la crisis, el capitalismo requiere un crecimiento constante, mercados y una demanda suficiente. Según el escritor Ted Reese, la tasa de ganancia capitalista ha tendido a disminuir desde un estimado del 43% en la década de 1870 al 17% en la década de 2000. Aunque se han recortado los salarios y los impuestos corporativos, la explotación del trabajo era cada vez más insuficiente para satisfacer las demandas de la acumulación de capital. A finales de 2019, muchas empresas no conseguían generar suficientes beneficios: la facturación se reducía, los flujos de caja eran limitados y los balances estaban muy apalancados. El crecimiento económico se estaba debilitando en el período previo al desplome masivo del mercado de valores en febrero de 2020, cuando se inyectaron billones más al sistema bajo la apariencia de "alivio del COVID".

Hata aquel momento se habían empleado diversas tácticas para evitar la crisis.

  • Los mercados de crédito se expandieron y la deuda personal aumentó para mantener la demanda de los consumidores mientras, se reducían los salarios de los trabajadores.

  • Se produjo una desregulación financiera y se permitió que el capital especulativo explotara nuevas áreas y oportunidades de inversión.

  • Al mismo tiempo, las recompras de acciones, la economía de la deuda estudiantil, la flexibilización cuantitativa, los rescates y subsidios masivos y una expansión del militarismo ayudaron a mantener el crecimiento económico.

  • También se ha intensificó una estrategia imperialista que ha visto a los sistemas de producción autóctonos en el extranjero ser desplazados por corporaciones globales.

  • Además los Estados fueron presionados para que se retiraran de áreas de actividad económica, dejando a los actores transnacionales ocupar el espacio que quedaba libre.

Si bien estas estrategias produjeron burbujas especulativas y condujeron a una sobrevaluación de los activos y a un aumento de la deuda personal y gubernamental, ayudaron a seguir consiguiendo ganancias y retornos viables sobre la inversión. Pero en 2019, el ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, advirtió que el mundo caminaba sonámbulo hacia una nueva crisis económica y financiera que tendría consecuencias devastadoras. Sostuvo que la economía mundial estaba atrapada en una trampa de bajo crecimiento y que la recuperación de la crisis de 2008 era más débil que la posterior a la Gran Depresión. King concluyó que era hora de que la Reserva Federal y otros bancos centrales iniciaran conversaciones a puertas cerradas con los políticos. Y eso fue precisamente lo que sucedió cuando los actores clave, incluido BlackRock, el fondo de inversión más poderoso del mundo, se reunieron para elaborar una estrategia para el futuro. Esto ocurrió en el período previo a la pandemia de COVID-19.

Además de profundizar la dependencia de los países más pobres del capital occidental, Fabio Vighi afirma que los confinamientos y la suspensión global de las transacciones económicas permitieron a la Reserva Federal de Estados Unidos inundar los mercados financieros en crisis (con el pretexto de la COVID) con dinero recién creado, mientras cerraba la economía real para evitar la hiperinflación. Los confinamientos suspendieron las transacciones comerciales, lo que redujo la demanda de crédito y detuvo el contagio financiero. La COVID-19 proporcionó la cobertura para un rescate multimillonario de la economía capitalista, que ya se encontraba en crisis antes de la pandemia. A pesar de una década o más de "flexibilización cuantitativa", este nuevo rescate llegó en forma de billones de dólares inyectados a los mercados financieros por la Reserva Federal de Estados Unidos (en los meses anteriores a marzo de 2020) y el posterior "alivio de la COVID".

El FMI, el Banco Mundial y los líderes mundiales sabían muy bien cuál sería el impacto sobre los pobres del mundo si se cerrara la economía mundial mediante confinamientos relacionados con el COVID. Sin embargo lo aprobaron y ahora existe la perspectiva de que más de 250 millones de personas más en todo el mundo caigan en niveles extremos de pobreza solo en el año 2022.

En abril de 2020, el Wall Street Journal afirmó que el FMI y el Banco Mundial enfrentaban una avalancha de solicitudes de ayuda de decenas de países pobres, que buscaban rescates y préstamos de instituciones financieras por 1,2 billones de dólares. Además de ayudar a reactivar el sistema financiero, el cierre de la economía global profundizó deliberadamente la dependencia de los países más pobres de los conglomerados globales y los intereses financieros occidentales. Los confinamientos también ayudaron a acelerar la reestructuración del capitalismo, que implica que empresas más pequeñas sean llevadas a la quiebra o compradas por monopolios y cadenas globales, asegurando así ganancias viables continuas para las grandes tecnológicas, los gigantes de los pagos digitales y corporaciones globales en línea como Meta y Amazon, además de la destrucción de millones de puestos de trabajo.

Aunque no se pueden ignorar los efectos del conflicto en Ucrania, ahora que la economía mundial se ha vuelto a abrir, la inflación está aumentando y está provocando una crisis del "costo de vida". Con una economía endeudada hay un margen limitado para aumentar los tipos de interés para controlar la inflación. La inflación actual no sólo es inducida por la liquidez inyectada al sistema financiero, sino que también está siendo alimentada por la especulación en los mercados de materias primas alimentarias y la codicia corporativa, a medida que las corporaciones de energía y alimentos continúan obteniendo enormes ganancias a expensas de la gente común.

“La COVID ha sido una cortina de humo para que los ricos y poderosos de este país reduzcan los salarios lo máximo que puedan”.

La estrategia de desmantelar y privatizar totalmente los servicios de salud y bienestar parece cada vez más probable dada la necesidad de controlar la deuda pública (relacionada con el COVID) y la implantación de la inteligencia artificial, la automatización del lugar de trabajo y el desempleo.

Si ya no se considera necesaria una fuerza de trabajo masiva, entonces no hay necesidad de una educación masiva, de un sistema de bienestar y de atención sanitaria, que tradicionalmente ha servido para reproducir y mantener la mano de obra requerida por la actividad económica de las corporaciones transnacionales.

En 2019 Philip Alston, relator de la ONU sobre la pobreza extrema, acusó a los ministros del gobierno británico del “empobrecimiento sistemático de una parte significativa de la población británica”, en la década posterior a la crisis financiera de 2008. Alston afirmó: “Como observó hace mucho tiempo Thomas Hobbes, este enfoque condena a los menos favorecidos a una vida “solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”. A medida que el contrato social británico se evapora lentamente, la predicción de Hobbes corre el riesgo de convertirse en la nueva realidad”. Después del COVID las palabras de Alston tienen aún más peso.

A punto de concluir este artículo, se conoce la dimisión de Boris Johnson como primer ministro. Un primer ministro notable, aunque sólo sea por su criminalidad, su falta de fundamento ético y su doble moral, que también se aplica a muchos de sus compinches en el gobierno.

Con esto en mente, terminemos donde empezamos. Nunca he visto una clase tan profundamente desmoralizada, tan incurablemente degradada por el egoísmo, tan corroída por dentro, tan incapaz de progresar, como la burguesía inglesa. Para ella nada existe en este mundo excepto el dinero. No conoce más dicha que la de una ganancia rápida ni más dolor que el de perder el oro. En presencia de esta avaricia y afán de lucro no es posible que un solo sentimiento humano permanezca intacto.

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