¿De
qué iba la primera guerra mundial? ¿Cómo comenzó? ¿Quién ganó?
¿Y qué ganaron? Ahora, 100 años después de que sonaran esos
disparos finales, estas preguntas aún desconciertan a historiadores
y legos por igual. Pero, como veremos, esta confusión no es una
casualidad de la historia, sino la venda que nos han puesto sobre los
ojos para impedirnos ver lo que fue realmente la Primera Guerra
Mundial. Esta es la historia de la Primera Guerra Mundial que usted
no leyó en los libros de historia. Esta es La Conspiración de
la Primera Guerra Mundial.
PRIMERA PARTE - PARA
EMPEZAR UNA GUERRA
28 de junio de 1914.
El
archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro, y
su esposa Sofía se encuentran en Sarajevo para una inspección
militar. En retrospectiva es una provocación arriesgada, como
arrojar una cerilla a un barril de pólvora. El nacionalismo serbio
va en aumento, los Balcanes están sumidos en un tumulto de crisis
diplomáticas y guerras regionales y las tensiones entre el reino de
Serbia y el Imperio Austrohúngaro están a punto de
desbordarse.
Pero a pesar de las advertencias y los malos
presagios, la seguridad de la pareja real es extremadamente laxa.
Suben a bordo de un coche deportivo descapotable y avanzan en una
caravana de seis coches por una ruta anunciada de antemano. Tras una
inspección de los cuarteles militares, se dirigen al Ayuntamiento
para una recepción programada por el alcalde. La visita se
desarrolla exactamente según lo previsto.
Y entonces
estalla la bomba.
Como ahora sabemos, la caravana era una
trampa mortal. Seis asesinos se alinearon en la ruta de la pareja
real esa mañana, armados con bombas y pistolas. Los dos primeros no
actuaron, pero el tercero, Nedeljko Čabrinović, entró en
pánico y lanzó su bomba sobre la cubierta trasera plegada del
descapotable del Archiduque. Rebotó en la calle y explotó bajo el
siguiente coche del convoy. Francisco Fernando y su esposa,
ilesos, fueron conducidos a toda prisa hacia el Ayuntamiento, pasando
ante los demás asesinos apostados por el camino, demasiado rápido
para que pudieran actuar.
Tras escapar por los pelos de la
muerte, el Archiduque suspendió el resto de su itinerario previsto,
para visitar a los heridos del atentado en el hospital. Por un
notable giro del destino, el conductor llevó a la pareja por una
ruta equivocada y, cuando se le ordenó dar marcha atrás, detuvo el
coche justo delante de la tienda de delicatessen a la que había
acudido el presunto asesino Gavrilo Princip, tras fracasar en
su misión en el camino de la caravana. Allí, un metro y medio
delante de Princip, estaban el Archiduque y su esposa. Disparó dos
veces, matándolos a ambos.
Sí, incluso los libros de
historia oficiales (los libros escritos y publicados por los
"vencedores") registran que la Primera Guerra Mundial
comenzó como resultado de una conspiración. Al fin y al cabo, fue
(como se enseña a todos los estudiantes de historia de primer año)
la conspiración para asesinar al archiduque Francisco Fernando lo
que provocó el estallido de la guerra.
Esa historia, la
historia oficial de los orígenes de la Primera Guerra Mundial, ya es
bastante conocida: En 1914 Europa era un engranaje de alianzas y
planes de movilización militar que, una vez puesto en marcha,
avanzaba inevitablemente hacia una guerra total. El asesinato del
Archiduque no fue más que la excusa para poner en marcha ese
engranaje y la consiguiente "crisis de julio", con las
escaladas diplomáticas y militares, condujo con perfecta
previsibilidad a la guerra continental y, finalmente, mundial. En
esta versión cuidadosamente expurgada de la historia, la Primera
Guerra Mundial comienza en Sarajevo, el 28 de junio de 1914.
Pero
esta historia oficial omite tanto de la historia real sobre la
preparación de la guerra que equivale a una mentira. Sin embargo hay
algo en lo que acierta: La Primera Guerra Mundial fue el resultado de
una conspiración.
Para entender esta conspiración no
debemos dirigirnos a Sarajevo y al cónclave de nacionalistas serbios
que tramaban el asesinato en el verano de 1914, sino a un frío salón
de Londres en el invierno de 1891. Allí tres de los hombres más
importantes de la época (hombres cuyos nombres apenas se recuerdan
hoy) dan los primeros pasos concretos hacia la formación de una
sociedad secreta que llevan años discutiendo entre ellos. El grupo
que surge de esta reunión aprovechará la riqueza y el poder de sus
miembros para dar forma al curso de la historia y, 23 años más
tarde, llevará al mundo a la primera guerra verdaderamente global.
Su
plan parece una extravagante ficción histórica. Formarán una
organización secreta dedicada a la "extensión del dominio
británico por todo el mundo" y "la recuperación
definitiva de los Estados Unidos de América como parte integrante de
un Imperio Británico". El grupo se estructurará siguiendo
las líneas de una hermandad religiosa (la
orden de los jesuitas se invoca repetidamente como modelo)
dividida en dos círculos: un círculo interior, llamado "La
Sociedad de los Elegidos", que dirigirá la
actividad del círculo exterior más amplio, apodado "La
Asociación de Ayudantes", que
no debe conocer la existencia del círculo interior.
"Dominio
británico", "círculos internos" y "sociedades
secretas". Si hoy se les presentara este plan, muchos dirían
que es obra de un imaginativo guionista de cómics. Pero los tres
hombres que se reunieron en Londres aquella tarde de invierno de 1891
no eran simples escritores de historietas; se contaban entre los
hombres más ricos e influyentes de la sociedad británica y tenían
acceso a los recursos y los contactos para hacer realidad ese
sueño.
Presentes en la reunión de aquel día William
T. Stead, famoso editor de periódicos cuya Pall Mall
Gazette fue pionera del periodismo sensacionalista y cuya
Review of Reviews tuvo una enorme influencia en todo el
mundo de habla inglesa; Reginald Brett, más tarde conocido
como Lord Esher, historiador y político que se convirtió en
amigo, confidente y consejero de la reina Victoria, el
rey Eduardo VII y el rey Jorge V, y que
era conocido como uno de los principales
poderes detrás del trono de su época y Cecil Rhodes,
el magnate del diamante enormemente rico, cuyas hazañas en Sudáfrica
y ambición por transformar el continente africano le valdrían el
apodo de "Coloso" por parte de los satíricos de la
época.
Pero la ambición de Rhodes no era cosa de risa.
Si alguien en el mundo tenía el poder y la capacidad para formar un
grupo semejante en aquella época, ése era Cecil Rhodes.
Richard
Grove, investigador histórico y autor, TragedyAndHope.com
(https://tragedyandhope.com/
).
RICHARD GROVE: Cecil Rhodes también era de
Gran Bretaña. Fue educado en Oxford, pero sólo fue a Oxford después
de ir a Sudáfrica. Tenía un hermano mayor que residía en
Sudáfrica. El hermano mayor estaba trabajando en las minas de
diamantes y para cuando Rhodes llega allí ya tenía todo listo y su
hermano dice "¡Voy a ir a cavar en las minas de oro. Acaban de
encontrar oro!" Y así deja a Cecil Rhodes, su hermano menor
(que tiene unos 20 años)
con toda esa operación minera de diamantes. Rhodes entonces fue
a Oxford, volvió a Sudáfrica con la ayuda de Lord
Rothschild, que tenía intereses financieros
detrás de De Beers (https://en.wikipedia.org/wiki/De_Beers
), y aprovechó esa situación. A
partir de ahí empezó a utilizar lo que no se
puede llamar de otra forma que "mano de obra esclava",
que luego llegó a ser la política de apartheid de
Sudáfrica.
GERRY DOCHERTY: Bueno, Rhodes
fue particularmente importante porque en muchos sentidos, a finales
del siglo XIX, personificó seriamente dónde estaba el capitalismo
[y] dónde estaba realmente la riqueza.
Gerry
Docherty, estudioso de la Primera Guerra Mundial y coautor de
Hidden History: The Secret Origins of the First World War
(Historia oculta: los orígenes secretos de la Primera Guerra
Mundial).
DOCHERTY: Rhodes tenía el dinero y
los contactos. Era un gran personaje al servicio de
Rothschild y su riqueza minera era literalmente incalculable.
Quería asociarse con Oxford porque Oxford le daba el prestigio de la
universidad, del conocimiento, de ese tipo de poder… Y de hecho eso
se situaba en un reducto muy secreto,
llamado "All Souls College".
Todavía se encuentran muchas referencias a All Souls College, "gente
detrás de la escena" y frases como "poder
detrás de del trono". Rhodes tuvo una importancia
fundamental a la hora de poner dinero, para empezar a reunir a
personas de ideas afines y de gran influencia.
Rhodes
no era tímido en cuanto a sus ambiciones y sus intenciones de formar
tal grupo eran conocidas por muchos. A lo largo de su corta vida,
Rhodes habló abiertamente de sus intenciones con muchos de sus
socios, que como era de esperar se contaban entre las figuras más
influyentes de la sociedad británica de la época.
Y lo
que es más sorprendente, esta sociedad secreta (que iba a ejercer su
poder detrás del trono) no era en absoluto un secreto. El New
York Times incluso publicó un artículo sobre la fundación
del grupo en su edición del 9 de abril
de 1902, poco después de la muerte de Rhodes.
El
artículo, titulado "El ideal de grandeza anglosajona del
Sr. Rhodes" y con el notable subtítulo "Creía
que una rica sociedad secreta debía trabajar para asegurar la paz
del mundo y una federación británico-estadounidense",
resumía este sensacional plan señalando que la "idea de
Rhodes para el desarrollo de la raza de habla inglesa, era la
fundación de 'una sociedad copiada, en cuanto a organización, de
los jesuitas'". Señalando que su visión implicaba unir "el
Congreso de los Estados Unidos y la Cámara de
los Comunes para lograr 'la paz del mundo'"… el artículo
cita a Rhodes diciendo: "Lo único factible para llevar a
cabo esta idea es una sociedad secreta que absorba gradualmente la
riqueza del mundo".
Esta idea está plasmada en
blanco sobre negro en una serie de testamentos que Rhodes escribió a
lo largo de su vida, testamentos que no sólo exponían su plan para
crear dicha sociedad y proporcionaban los fondos para ello, sino que,
lo que es aún más notable, fueron recopilados en un volumen
publicado tras su muerte por el co-conspirador William T.
Stead.
GROVE: Rhodes también dejó su
enorme fortuna (no tuvo hijos, no
se casó y murió a una edad temprana)
en un testamento muy conocido, del que hubo varias ediciones
diferentes, en las que se designó a diferentes
beneficiarios… se nombró a diferentes
albaceas. Así que en 1902 muere Cecil Rhodes. Se publica un libro
que contiene su última voluntad y testamento. El tipo que escribió
el libro, William T. Stead, estaba a cargo de una publicación
británica llamada The Review of Reviews.
Formaba parte del grupo de la Mesa
Redonda de Rhodes. En un momento dado fue albacea
testamentario… En ese testamento Rhodes dice que
lamenta la pérdida de América para el Imperio
Británico y que deberían formar una sociedad secreta
con el objetivo específico de devolver América al Imperio. Luego
nombra todos los países que necesitan incluir en esa
lista, para alcanzar la dominación mundial, para
conseguir una unión de habla inglesa, para imponer
a la raza británica y su cultura sobre
todos los países del mundo. El testamento establece un
objetivo. El objetivo es perfilado a lo largo de los años y
utilizado para ganar apoyo. Entonces, en el momento de
su muerte, en 1902, hay financiación, hay un plan, hay una agenda,
hay grupos de trabajo y todo se pone en marcha y se consolida.
No mucho tiempo después se producen la Primera Guerra
Mundial, la Segunda Guerra Mundial y un siglo de control y esclavitud
que podría haberse evitado.
Cuando, en el momento de
la muerte de Rhodes en 1902, esta sociedad "secreta"
decidió hacerse pública parcialmente, lo hizo bajo el manto de la
paz. Sólo porque deseaban la paz mundial,
insistían, habían creado su grupo en un principio y sólo
por la más noble de las razones pretendían "absorber
gradualmente la riqueza del mundo."
Pero
contrariamente a esta imagen pública pacífica, desde sus inicios el
grupo estuvo interesado principalmente en la guerra. De hecho, una de
las primeras medidas adoptadas por esta "Mesa
Redonda" de Rhodes
(como era conocida por algunos) fue maniobrar para que el Imperio
Británico entrara en guerra en Sudáfrica. Esta "Guerra
de los Bóers" de 1899-1902 serviría a un doble
propósito: uniría las dispares repúblicas y colonias de Sudáfrica
en una sola unidad bajo el control imperial británico y, no por
casualidad, pondría los ricos yacimientos de oro de la República de
Transvaal, en la órbita de la Compañía Británica de Sudáfrica,
controlada por Rothschild y Rhodes.
La
guerra fue, según admite el propio grupo, enteramente obra suya. El
hombre clave de la operación fue Sir Alfred Milner, estrecho
colaborador de Rhodes y miembro del círculo interno de la sociedad
secreta, que era entonces gobernador de la colonia británica del
Cabo. Aunque en gran parte olvidado hoy en día, Alfred Milner (más
tarde 1er Vizconde Milner) fue quizás la figura individual más
importante de Gran Bretaña en los albores del siglo XX. Desde la
muerte de Rhodes en 1902, se convirtió en el jefe
oficioso del grupo de la mesa redonda y dirigió sus
operaciones, aprovechando la enorme riqueza e influencia de los
exclusivos miembros del grupo para sus propios fines.
Con
Milner, no había escrúpulos
ni reparos morales en los métodos utilizados para
alcanzar esos fines. En una carta a lord Roberts, Milner
confesaba despreocupadamente haber urdido la guerra de los Boers:
"Precipité la crisis, que era inevitable, antes de que fuera
demasiado tarde. No es muy agradable y a ojos de
muchos no es un recurso muy loable, haberse
servido en gran parte de la provocación de una
guerra para hacer negocios".
Cuando
el co-conspirador de Rhodes y miembro del círculo interno de la
sociedad secreta, William Stead, se opuso a la guerra en Sudáfrica,
Rhodes le dijo: "Apoyarás a Milner en cualquier medida que
pueda tomar sin llegar a la guerra. Yo no hago tal limitación. Apoyo
a Milner absolutamente sin reservas. Si dice paz, digo paz; si dice
guerra, digo guerra. Pase lo que pase, yo digo lo mismo
que Milner".
La guerra de los
bóers, que supuso una brutalidad inimaginable [incluida
la muerte de 26.000 mujeres y niños en los primeros campos de
concentración -británicos- de la historia],
terminó como Rhodes y sus socios pretendían: con la unión de las
partes de Sudáfrica, antes separadas, bajo control británico. Tal
vez aún más importante desde la perspectiva de la sociedad secreta,
dejó a Alfred Milner como Alto Comisionado del nuevo Servicio Civil
Sudafricano, una posición desde la que formaría un equipo de
hombres brillantes, jóvenes, en gran parte educados en Oxford, que
pasarían a servir al grupo y sus fines.
Y
desde el final de la Guerra de los Boers en adelante, esos fines se
centraron cada vez más en la tarea de eliminar lo que Milner y la
Mesa Redonda percibían como la
mayor amenaza para el Imperio Británico:
Alemania.
DOCHERTY: Así que al
principio fue la influencia (la gente que
podía influir en la política, la gente que tenía el dinero para
influir en los estadistas) y la ambición.
La ambición de aplastar a Alemania. Esa fue una
mentalidad básica del grupo cuando empezó a
actuar.
Alemania. En 1871 los estados anteriormente
separados de la actual Alemania se unieron en un solo imperio, bajo
el gobierno de Guillermo I. La consolidación e industrialización de
una Alemania unida había cambiado fundamentalmente el equilibrio de
poder en Europa. En los albores del siglo XX el Imperio Británico no
se enfrentaba a sus tradicionales enemigos franceses o a sus antiguos
rivales rusos por la supremacía en Europa, sino al advenedizo
Imperio Alemán. Desde el punto de vista económico, tecnológico e
incluso militar, si las tendencias continuaban, no pasaría mucho
tiempo antes de que Alemania empezara a rivalizar con el Imperio
Británico e incluso a superarlo.
Para Alfred Milner y el
grupo que había formado a su alrededor a partir de la antigua
sociedad de la Mesa Redonda de Rhodes, era obvio lo que había que
hacer: convertir a Francia y Rusia de enemigos en amigos, como forma
de aislar y finalmente aplastar a Alemania.
Peter Hof,
autor de The Two Edwards: How King Edward VII and Foreign
Secretary Sir Edward Grey Fomented the First World War (Los
dos Edwards: Cómo el Rey Eduardo VII y el Secretario de Asuntos
Exteriores Sir Edward Grey fomentaron la Primera Guerra
Mundial).
PETER HOF: Sí, bueno, desde la
perspectiva británica Alemania, después de su unificación en 1871,
se hizo muy fuerte y muy rápidamente. Y con el tiempo
esto preocupó a los británicos cada vez más y comenzaron a pensar
que Alemania representaba un desafío a su hegemonía mundial. Y de
forma lenta pero segura, llegaron a la decisión de que había que
hacer frente a Alemania, al igual que habían llegado a la misma
decisión con respecto a otros países: España y Portugal y, sobre
todo, Francia y ahora Alemania. Los productos acabados alemanes eran
ligeramente mejores que los británicos, construían
barcos que eran algo mejores que los británicos y todo
eso. La élite británica llegó muy lentamente a la decisión de que
había que enfrentarse a Alemania mientras fuera posible hacerlo.
Podría no ser posible hacerlo si esperaban demasiado tiempo. Y así
es como cristalizó la decisión. Creo que Gran Bretaña podría
haber aceptado el ascenso alemán, pero tenían algo que estaba
disponible y que era la Alianza Franco-Rusa. Y pensaron
que si podían unirse a esa alianza, entonces tenían
la posibilidad de derrotar a Alemania rápidamente y sin demasiados
problemas. Y eso es básicamente lo que intentaron.
Pero
crear una alianza con dos de los mayores rivales de Gran Bretaña y
poner a la opinión pública en contra de uno de sus amigos
continentales predilectos no era una tarea fácil. Para ello era
necesario nada menos que Milner y su grupo
se hicieran con el control
de la prensa,
el ejército
y toda la maquinaria
diplomática del Imperio
Británico. Y eso es exactamente lo que hicieron.
El
primer gran golpe ocurrió en 1899, mientras Milner estaba todavía
en Sudáfrica ejecutando la Guerra contra los Boers. Ese año el
Grupo Milner desplazó a Donald Mackenzie Wallace, director
del departamento exterior de The Times, e instaló a su
hombre, Ignatius Valentine Chirol. Chirol, un antiguo empleado
del Foreign Office, con acceso interno a los funcionarios del mismo,
no sólo ayudó a garantizar que uno de los órganos de prensa más
influyentes del Imperio daría la vuelta a todos los acontecimientos
internacionales en beneficio de la sociedad secreta, sino que ayudó
a preparar a su íntimo amigo personal, Charles Hardinge, para
asumir el crucial puesto de embajador en Rusia en 1904 y, en 1906, el
puesto aún más importante de subsecretario permanente del Foreign
Office.
Con
Hardinge el Grupo de Milner tenía un pie en el Ministerio de Asuntos
Exteriores británico. Pero necesitaban algo más que el pie en esa
puerta si querían llevar a cabo su guerra con Alemania. Para
culminar el golpe necesitaban instalar a uno de los suyos como
Ministro de Asuntos Exteriores. Y con el nombramiento de Edward Grey
como Ministro de Asuntos Exteriores, en diciembre de 1905, eso es
precisamente lo que ocurrió.
Sir Edward Grey era un
aliado valioso y de confianza del Grupo Milner. Compartía su
sentimiento antialemán y, en su importante cargo de Ministro de
Asuntos Exteriores, no mostró ningún reparo en utilizar acuerdos
secretos y alianzas no reconocidas para preparar aún más el
escenario de la guerra con Alemania.
HOF: Se
convirtió en secretario de Asuntos Exteriores en 1905, creo, y el
secretario de Asuntos Exteriores en Francia era, por supuesto,
Delcassé. Delcassé era muy antialemán y estaba empeñado en
la recuperación de Alsacia-Lorena, por lo que él y el rey
congeniaron muy bien. Edward Grey compartía este sentimiento
antialemán con el rey -en mi libro explico cómo llegó a tener esa
actitud respecto a Alemania-. Pero en cualquier caso tenía la misma
actitud que el rey. Trabajaron muy bien juntos. Edward
Grey reconoció libremente el importante papel que el rey desempeñaba
en la política exterior británica y dijo que eso no era un
problema, porque él y el rey estaban de acuerdo en la mayoría de
las cuestiones y por eso trabajaban muy bien juntos.
Las
piezas ya empezaban a encajar para Milner y sus socios. Con Edward
Grey como secretario de Asuntos Exteriores, Hardinge como
subsecretario con una influencia inusual, Lord Esher, co-conspirador
de Rhodes, instalado como vicegobernador del castillo de Windsor,
donde tenía acceso directo al rey, y el propio rey (cuyo enfoque
inusual y práctico de la diplomacia exterior y el odio de su propia
esposa hacia los alemanes, encajaban perfectamente con los objetivos
del grupo), el escenario diplomático estaba preparado para la
formación de la Triple Entente entre Francia, Rusia y Gran Bretaña.
Con Francia al oeste y Rusia al este, la diplomacia secreta de
Inglaterra había forjado la pinza que aplastaría a Alemania.
Todo
lo que se necesitaba era un acontecimiento que el grupo pudiera hacer
girar a su favor y conseguir preparar a la población para la guerra
contra sus antiguos aliados alemanes. Una y otra vez, a lo largo de
la década que precedió a la "Gran Guerra", los
influyentes agentes del grupo en la prensa británica trataron de
convertir cada incidente internacional en otro ejemplo de la
hostilidad alemana.
Cuando estalló la guerra
ruso-japonesa, en Londres corrió el rumor de que habían sido los
alemanes quienes habían provocado las hostilidades. La teoría era
que Alemania (en un intento de encender el conflicto entre Rusia e
Inglaterra, que recientemente había concluido una alianza con los
japoneses) había avivado las llamas de la guerra entre Rusia y
Japón. La verdad, por supuesto, era casi exactamente lo contrario.
Lord Lansdowne había mantenido negociaciones secretas con
Japón antes de firmar un tratado formal en enero de 1902. Habiendo
agotado sus reservas en la construcción de su ejército, Japón
recurrió a Lord Nathan Rothschild, co-conspirador de Cecil
Rhodes, para financiar su guerra. Negando a la armada rusa el acceso
al Canal de Suez y al carbón de alta calidad, que sí proporcionaron
a los japoneses, los británicos hicieron todo lo posible para
asegurarse de que los japoneses aplastaran a la flota rusa,
eliminando de hecho a su principal competidor europeo por el control
del Lejano Oriente. La armada japonesa se construyó incluso en Gran
Bretaña, pero estos hechos no llegaron a la prensa controlada por
Milner.
Cuando los rusos dispararon "accidentalmente"
contra barcos pesqueros británicos en el Mar del Norte, en 1904,
matando a tres pescadores e hiriendo a varios más, la opinión
pública británica se indignó. Sin embargo, en lugar de exacerbar
la indignación, The Times y otros portavoces de la
sociedad secreta trataron de ocultar el incidente. Por su parte, el
Ministerio de Asuntos Exteriores británico trató de culpar a los
alemanes del incidente, lo que desencadenó una amarga guerra de
prensa entre Gran Bretaña y Alemania.
Las provocaciones
más peligrosas del periodo se centraron en Marruecos, cuando Francia
(envalentonada por las garantías militares secretas de los
británicos y respaldada por la prensa británica) se involucró en
una serie de provocaciones, rompiendo repetidamente las garantías
dadas a Alemania de que Marruecos permanecería libre y abierto al
comercio alemán. A cada paso, los acólitos de Milner, tanto en el
gobierno como en la prensa británica, vitoreaban a los franceses y
demonizaban cualquier respuesta de los alemanes, real o imaginaria.
DOCHERTY:
Dado que estábamos en un mundo de expansión territorial, hubo un
incidente inventado sobre Marruecos y la alegación de que Alemania
estaba intentando en secreto hacerse con la influencia
británica/francesa en Marruecos. Eso era literalmente una tontería,
pero se convirtió en un incidente y se dijo a la gente: "¡Preparaos!
Será mejor que os preparéis para la posibilidad de una guerra
porque no nos va a dictar nada ese Kaiser de Berlín".
Uno de los incidentes (al que tendría que buscar para no equivocarme
de fecha) se refería a una amenaza… bueno, se presentó como una
amenaza. No era más amenaza de lo que lo sería una mosca si entrara
en tu habitación en este momento: un cañonero frente a la costa de
África. Y se pretendía que esto era una señal de que, de hecho,
Alemania iba a tener un puerto de aguas profundas y que iban a
utilizarlo como trampolín para interrumpir la navegación británica.
Cuando lo investigamos, Jim y yo descubrimos que el tamaño de esa
supuesta cañonera era físicamente más pequeño que el yate real
del rey de Inglaterra. Pero la historia lo ha retratado como una
enorme amenaza para el Imperio Británico y su "masculinidad",
si se quiere, porque así es como se veían a sí mismos.
Al
final las crisis marroquíes pasaron sin ocasionar la guerra porque,
a pesar de los esfuerzos de Milner y sus socios, prevalecieron las
cabezas frías. Del mismo modo los Balcanes fueron a la guerra en los
años anteriores a 1914, pero Europa en su conjunto no se unió a
ellos. Pero como bien sabemos, los miembros
de la Mesa Redonda en el gobierno
británico, en la prensa,
en el ejército,
en las finanzas,
en la industria
y en otras posiciones de poder
e influencia finalmente consiguieron su deseo:
Francisco Fernando fue asesinado y en menos de un mes saltó la
trampa de las alianzas diplomáticas y los pactos militares secretos,
que tan cuidadosamente se había tendido. Europa estaba en
guerra.
En retrospectiva las maquinaciones que condujeron
a la guerra son una clase magistral sobre cómo funciona realmente el
poder en la sociedad. Los pactos militares que comprometieron a Gran
Bretaña (y en última instancia al mundo) con la guerra no tenían
nada que ver
con los parlamentos
elegidos ni con la democracia
representativa. Cuando el Primer Ministro conservador
Arthur Balfour dimitió en 1905, hábiles manipulaciones
políticas aseguraron que los miembros de la Mesa Redonda, incluidos
Herbert Henry Asquith, Edward Grey y Richard Haldane
(tres hombres a los que el líder liberal Henry Campbell-Bannerman
acusó en privado de "adorar a Milner") se
deslizaran sin problemas a puestos clave del nuevo gobierno liberal y
continuaran la estrategia de cerco a Alemania sin perder un
instante.
De hecho los detalles de los compromisos
militares de Gran Bretaña con Rusia y Francia e incluso las propias
negociaciones, se mantuvieron deliberadamente
ocultos a los miembros del Parlamento e incluso a los miembros del
gabinete que no formaban parte de la sociedad secreta. No
fue hasta noviembre de 1911, seis años después de iniciadas las
negociaciones, que el gabinete del Primer Ministro Herbert Henry
Asquith empezó a conocer los detalles de estos acuerdos, acuerdos
que habían sido repetida y oficialmente negados en la prensa y en el
Parlamento.
Así funcionaba la camarilla: con eficacia, en
silencio y convencidos de la rectitud de su causa, despreocupándose
por completo de cómo lograban sus fines. Es a esta camarilla y no a
las acciones de ninguna conspiración en Sarajevo, a la que podemos
atribuir los verdaderos orígenes de la Primera Guerra Mundial, con
los nueve millones de soldados masacrados y los siete millones de
civiles muertos que se amontonaron a su paso.
Pero para
esta cábala, 1914 era sólo el principio de la historia. De acuerdo
con su visión final de un orden mundial angloamericano unido, la
joya de la corona del Grupo Milner era involucrar a Estados Unidos en
la guerra; unir a Gran Bretaña y América en su lucha contra el
enemigo alemán.
Al otro lado del Atlántico, el siguiente
capítulo de esta historia oculta acababa de comenzar.
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