Introducción: La nominación de Merrick Garland a la Corte Suprema
por parte de Obama, marca una continuación y una profundización de
la representación étnico-religiosa desequilibrada en el sistema
judicial estadounidense. Si se nombra a Garland, los jueces judíos
comprenderán el 45% de la Corte,
aunque representen menos del 2% de la
población total.
Los católicos romanos
comprenden el otro 55% de la Corte, aunque representan
aproximadamente el 30% de la población. Los protestantes
(históricamente los autores y firmantes de los documentos
fundacionales del país y el mayor grupo confesional) están
totalmente ausentes de este augusto cuerpo
de juristas.
Igualmente importante, se está
acelerando el creciente poder de los jueces judíos en la Corte
Suprema: contando a Garland, dos de los últimos tres nombramientos
(67%) han sido judíos.
En la primera mitad del siglo XX
en los EEUU, los judíos progresistas y los defensores de las
libertades civiles denunciaron lo que llamaron exclusividad,
privilegio y discriminación de WASP (protestante anglosajón
blanco), citando su dominio de la Corte Suprema y su
"sobrerrepresentación" en todo los los centros de poder de
la élite. Habiendo desplazado y reemplazado totalmente a los temidos
WASPS, no se escucha ni una palabra de la plétora de grupos
de derechos civiles y organizaciones judías que afirman
estar preocupados por los problemas de discriminación y exclusión.
Quizás la población WASP marginada carece de juristas calificados
entre sus decenas de millones, una degeneración
etnocultural única en la historia de los EEUU, o quizás
los últimos WASP designados para la Corte Suprema resultaron estar
entre los defensores más ardientes e independientes de los derechos
de los ciudadanos, para disgusto de las sucesivas
administraciones.
Sin embargo, si un individuo raro se
atreve a plantear la cuestión del nepotismo y el ejercicio de
consideraciones políticas estrechas en la elección de los
candidatos a la Corte Suprema, la respuesta de los mainstream media
es que “es cuestión de méritos”. Es decir, entre los miles de
graduados WASP de las mejores facultades de derecho, con premios
académicos y publicaciones en revistas prestigiosas, no se puede
encontrar ningún candidato calificado para reparar esta falta de
representación.
Pero la erudición y la originalidad
pueden no tener mucho mérito: una breve lectura de las publicaciones
legales de Elena Kagan y Merrick Garland revela
artículos y monografías escasos, mediocres y pedestres. En el caso
de Kagan, su ascenso al poder se vio facilitado por su relación con
el ex presidente de Harvard, Larry Summers, quien la nombró
decano de la Facultad de Derecho a pesar de su falta de publicaciones
de calidad. Summers, como presidente de Harvard, lideró
una campaña escandalosa y de
intimidación contra cualquier crítico académico de las políticas
israelíes durante su
abruptamente abreviada permanencia en el cargo.
Claramente
el problema del nepotismo étnico-religioso no se limita a los
judíos. Fue un abuso practicado por las élites WASP y otros antes
que ellos. Tal nepotismo tampoco beneficia a los judíos empleados y
asalariados, que tienen que luchar codo con codo con sus compatriotas
gentiles para ganarse la vida y ejercer sus derechos.
Sin
embargo el nepotismo o el favoritismo étnico-religioso se ha
convertido en un problema agudo, ahora que el control exclusivo de la
Corte Suprema agrava los crecientes problemas de abuso en otras
esferas de la estructura de poder: política,
económica y de comunicación de masas. Este desequilibrio
tiene profundas repercusiones en todo, desde las guerras de agresión
de EEUU en el extranjero hasta la lucha diaria de los
estadounidenses, que enfrentan desigualdades cada vez más profundas
y la destrucción del contrato social.
Históricamente y
en particular entre los críticos progresistas e izquierdistas, lo
que se conoce como el "problema judío" fue un tema
multifacético que giraba en torno a la persecución de los judíos
residentes en regímenes antisemitas y dentro de las culturas
mayoritarias cristianas. Varias soluciones incluyeron la concesión
de derechos de ciudadanía después de la Revolución Francesa, la
asimilación sociocultural, el desarrollo del socialismo o la
separación y reasentamiento en Palestina a través del movimiento
sionista. Hoy en día el problema principal se ha convertido en un
'problema estadounidense': cómo una poderosa élite étnico-religiosa
puede usar su poder multifacético para asegurar
(y crear) posiciones estratégicas en el estado, mientras excluye a
los contendientes, reprime a los críticos y promueve activamente
políticas en interés de un estado extranjero, Israel.
No todos los judíos
designados y funcionarios electos siguen explícitamente la posición
extremista de las organizaciones sionistas más agresivas,
especialmente los autodenominados "presidentes
de las principales organizaciones judías estadounidenses
(sic)"… pero… ni se oponen abiertamente a las actividades de
Israel-First ni tratan de
bloquearlas, por temor al que ostracismo y las represalias, con la
calumnia de el "judío que se odia a sí
mismo" obstaculicen la carrera o la vida social de
uno.
Pueblo elegido: el mito de la meritocracia y la
práctica de la mediocracia
Para lidiar con el
ascenso de los individuos de Israel Primero a posiciones de poder en
los EEUU, es esencial analizar las afirmaciones omnipresentes de la
meritocracia, el argumento de que su
influencia se basa en sus logros, inteligencia y superioridad
'universalmente aclamados', más allá de sus rivales de
élite. El argumento del “mérito
único” se mezcla suavemente con la creencia
talmúdica tradicional y chovinista israelí contemporánea de que
los judíos son “el Pueblo Elegido de
Dios”, destinados a prevalecer sobre los “otros”
inferiores.
El argumento meritocrático se basa en parte
en argumentos circulares, que afirman que el
número desproporcionado de multimillonarios judíos significa que
son más brillantes en los negocios; que el dominio
pro-Israel dentro de los medios de comunicación corporativos
estadounidenses demuestra que los magnates de los medios judíos son
más inteligentes e Israel es un estado justo… y el ascenso de
Israel-Firsters en el gobierno,
la academia y las finanzas refleja su mayor inteligencia, ética de
trabajo superior y logros.
Es con esto último con lo que
tenemos que lidiar, porque la importancia de las calificaciones más
altas, los diplomas de universidades prestigiosas y montones de
premios académicos debe demostrarse sobre el terreno. No es
simplemente el logro de altas posiciones individuales y una gran
riqueza lo que importa, sino cómo las
políticas formuladas y las prácticas seguidas por estos individuos
de élite han afectado las vidas de 330 millones de estadounidenses,
la nación, su prestigio, bienestar y autoridad moral.
Si
usamos estos criterios alternativos 'basados en evidencia',
encontramos una gran disparidad entre los altos niveles de
rendimiento académico y el desempeño
desastroso cuando se está en un cargo público.
Podemos
citar las políticas de desregulación del presidente de la Reserva
Federal, Alan Greenspan, que condujeron a la mayor crisis
financiera desde la Gran Depresión… y su sucesor, Benjamin
Bernanke, quien presidió el rescate de los bancos de Wall Street
por un billón de dólares
mientras millones de estadounidenses perdían sus hogares… Ambos
asistieron a instituciones de élite, ambos obtuvieron numerosos
premios de prestigio… y ambos impusieron
políticas desastrosas
sobre la nación y el pueblo estadounidense, con
total impunidad por sus
errores monumentales, mientras los trabajadores estadounidenses
continúan sufriendo.
Departamento de
Tesorería
Stuart Levey fue el primer
subsecretario de Terrorismo e Inteligencia Financiera dentro del
Departamento del Tesoro de EEUU (un puesto creado por el American
Israel Public Affairs Committee y diseñado
específicamente para Levey). Se graduó de la Universidad de Harvard
summa cum laude y magna cum laude.
Mientras Levey corría por los EEUU y el resto del mundo haciendo
cumplir las sanciones económicas contra Irán (que él creó de
acuerdo con las directivas israelíes), los narcoterroristas de
México, América Central, Colombia y Perú lavaban libremente
cientos de miles de millones de dólares al año en bancos
estadounidenses. Mientras tanto, los funcionarios de Arabia Saudita
que financiaron a los terroristas yihadistas nunca fueron procesados
ni sancionados, incluso después de los ataques dentro de los
EEUU.
El sucesor de Levey, David Cohen (¡quién
más!) siguió la misma política. Los
bancos y corporaciones multinacionales que habían corrompido a los
funcionarios, estafado a los inversores, evadido impuestos y lavado
de fondos ilícitos nunca fueron investigados, y mucho
menos acusados. Cohen dedicó su tiempo y esfuerzo, a instancias de
Israel, a imponer sanciones contra Irán y a esforzarse por sabotear
cualquier negociación nuclear entre Estados Unidos e Irán.
Política
exterior
Desde la era Clinton hasta los
regímenes de George W. Bush y Obama, Estados Unidos se
involucró en una serie de guerras contra gobiernos predominantemente
laicos de países musulmanes, que se habían opuesto a la brutal
ocupación israelí de Palestina.
Los
responsables políticos clave en el diseño y ejecución de la
política bélica estadounidense fueron judíos prominentes
cargados de diplomas de las universidades más prestigiosas.
Estos
"eruditos", la "flor y nata" del mundo académico
estadounidense, falsificaron descaradamente
los pretextos para la desastrosa guerra estadounidense de trece años
(y contando) en Iraq, la guerra perdida (más de 15 años)
en Afganistán, la invasión y
destrucción de Libia y Siria.
Sus brillantes planes han conducido directamente al auge
del ISIS en toda la región y al desplazamiento
de decenas de millones de civiles en Oriente Medio, Asia Occidental y
el norte de África.
Hay que dar el debido
crédito a las parteras de las guerras de conquista extranjera y
decadencia interna del siglo XXI: Entre los principales arquitectos
de estos desastres de política exterior destaca Elliott Abrams,
licenciado y doctor en Jurisprudencia por la Universidad de Harvard.
Abrams había sido oficialmente censurado por mentir directamente al
Congreso estadounidense sobre su papel en el escándalo Irán-Contra,
bajo la presidencia de Ronald Reagan, en la década de 1980. Durante
esa administración, Elliot dirigió el apoyo oficial estadounidense
a los regímenes dictatoriales de Nicaragua, Guatemala, El Salvador y
Honduras, donde fueron masacrados más de
250.000 civiles centroamericanos. El nuevo milenio hizo
borrón y cuenta nueva de sus crímenes contra la humanidad y fue
nombrado uno de los principales asesores de Seguridad Nacional del
Presidente George W. Bush en el periodo 2002-2009. En este cargo
fabricó "pruebas" que vinculaban al gobierno laico de Irak
con la fundamentalista Al Qaeda y sirvió de correa de transmisión,
canalizando la falsa "inteligencia" israelí de que Irak
poseía armas prohibidas de destrucción masiva. Nunca se encontraron
armas, un "mero detalle de la historia", según su socio
Paul Wolfowitz. Estas flagrantes
mentiras empujaron a la Administración Bush a invadir y destruir
Irak.
Mientras Elliot Abrams estaba
estratégicamente situado en la Casa Blanca de Bush/Cheney, sus
socios en el engaño, Paul Wolfowitz y Douglas Feith,
controlaban la política de Oriente Medio en el Pentágono. Este
dream team de Abrams, Wolfowitz y
Feith formó la poderosa Troika Israel-Primero
responsable de las políticas militares que destruyeron
sistemáticamente el aparato estatal iraquí, diezmando su sociedad
civil, fragmentando el país y precipitando espantosas guerras
etnorreligiosas y el surgimiento del ISIS. Nunca se ha
responsabilizado a esta "Troika" de la muerte
de más de un millón de iraquíes.
El Dr.
Paul Wolfowitz se licenció en Cornell y se doctoró en la
Universidad de Chicago. En la década de 1980, al principio de su
carrera gubernamental, perdió temporalmente la autorización de
seguridad por haber pasado documentos
confidenciales a agentes israelíes. A pesar de esta
"indiscreción juvenil" (o acto de traición), Wolfowitz se
convirtió en Subsecretario de Defensa del Presidente George W. Bush
(2001-2005). En este puesto fue uno de los primeros y más enérgicos
defensores de las intervenciones militares
contra Irak, Siria, Irán, Líbano y Libia. Convenció al
Congreso estadounidense y a la Administración Bush de que las
invasiones de Afganistán e Irak serían cortas y se
autofinanciarían. Predijo elogiosamente que las guerras "se
pagarían solas", en términos de recursos naturales saqueados y
contratos de "reconstrucción". De hecho las guerras de
Irak y Afganistán han costado decenas de miles de bajas
militares estadounidenses, más de un billón de
dólares en gastos militares y continúan durante 13 años
(Irak) y 15 años (Afganistán) sin final a la vista, pero con
sociedades completamente devastadas que arrojan millones de
refugiados y miles de terroristas.
Igualmente luminoso en
credenciales académicas, el tercero de la "Troika
Israel-Primero", Douglas Feith se licenció en Harvard (magna
cum laude) y se doctoró en Derecho (magna cum laude). Trabajó en
estrecha colaboración con funcionarios de los servicios de
inteligencia israelíes, fabricando de la nada el mito de la búsqueda
por Sadam de uranio "yellowcake"
(https://en.wikipedia.org/wiki/Yellowcake
), para construir armas nucleares iraquíes de destrucción masiva,
empujando a Estados Unidos a la guerra contra Iraq.
Feith estableció un
acogedor nido en el Pentágono, la "Oficina
de Planes Especiales" (OSP), que sirvió de base
de operaciones para los operativos israelíes. Un ex funcionario del
Pentágono totalmente disgustado describió el flujo de funcionarios
israelíes que entraban y salían de la OSP como algo parecido a "un
burdel los sábados por la noche".
Uno de
los mayores logros de Feith fue la destrucción
del partido Baath iraquí y del aparato administrativo, que incluía
la totalidad de las fuerzas policiales, el ejército y la
administración pública, la educación e incluso el enorme sistema
de sanidad pública. Prácticamente todos los funcionarios
iraquíes cualificados fueron despedidos
o "desaparecieron". El resultado fue el
colapso total de los servicios esenciales, el saqueo del patrimonio
nacional e histórico y la ruina de la sociedad civil y laica iraquí.
Incluso los más fabulosos tesoros
arqueológicos de Mesopotamia fueron destruidos o saqueados para
coleccionistas estadounidenses y europeos. El nivel de
intromisión y las desastrosas políticas de Feith llevaron al
pintoresco general estadounidense Tommy Franks a describir al
"JD" de Harvard como "el tío más tonto del
planeta".
En la periferia de la "Troika"
estaba el "misterioso" y veterano manipulador Richard
Perle. Con su licenciatura por la Universidad del Sur de
California y su máster por Princeton (y sin experiencia militar),
Perle estaba cualificado para impulsar guerras estadounidenses en
serie en nombre de Israel, empezando por Iraq y siguiendo por todos
los demás países que tradicionalmente habían apoyado los derechos
del pueblo palestino. Fue un miembro clave del Consejo
de Política de Defensa de EEUU bajo la Administración
Bush y el ideólogo principal de la invasión de Iraq. Su segundo
"trabajo" fue el de asesor estratégico de los primeros
ministros israelíes Ariel Sharon y Benyamin Netanyahu.
Perle presionó a favor de la intervención militar estadounidense
para llevar a cabo un "cambio de régimen" en Siria e Irán,
así como en Libia.
Más allá de la "troika"
guerrera y del tenebroso Sr. Perle, está el Dr. Dennis Ross,
que se licenció y doctoró en la UCLA y enseñó en la Kennedy
School of Government de Harvard. Ross y su compañero
sionista, Martin Indyk, fundaron el Comité
Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), el grupo de
presión más influyente en la política de Oriente Próximo y un
virtual "hacedor de reyes" en Washington. Fue el
"coordinador para Oriente Próximo" del presidente Bill
Clinton, garantizando que las apropiaciones de tierras por parte de
Israel en los territorios ocupados no se vieran obstaculizadas y, de
hecho, estuvieran justificadas y financiadas por el contribuyente
estadounidense. Su notoriedad en la promoción de la brutal e ilegal
confiscación de propiedades palestinas le valió el título de
"abogado de Israel", incluso entre sus colegas más
proisraelíes.
Ross se aseguró de que Israel no quedara
vinculado a los acuerdos de Camp David, incluso cuando el presidente
Clinton reivindicó las negociaciones como su logro histórico en
diplomacia. El AIPAC, bajo la dirección de Ross e Indyk, presionó
largo y tendido a favor de la invasión estadounidense de Irak;
respaldó la invasión israelí del Líbano
y justificó la expansión de asentamientos coloniales de estilo
apartheid "sólo para judíos" en la Cisjordania palestina
ocupada.
Durante la presidencia de Obama, Ross fue asesor
especial para el Golfo Pérsico y el Suroeste Asiático de la
secretaria de Estado Hilary Clinton. En calidad de tal se
opuso activamente a las negociaciones diplomáticas con el gobierno
de Irán o con los talibanes en Afganistán.
Martin Indyk,
socio de Ross, se doctoró en la Universidad Nacional de Australia y
fue director adjunto de Investigación y cofundador del AIPAC
(1982-85). Este, el lobby más poderoso de Washington, sirve
exclusivamente como quinta columna política
para el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí. Indyk
fue director fundador del Washington
Institute of Near East Policy (WINEP), un corral de
propagandistas ideológicos de Israel. Cuando el presidente Clinton
nombró a "Marty" Indyk (ciudadano australiano, israelí y
estadounidense) embajador de Estados Unidos en Israel, surgieron
serias dudas sobre sus transferencias de
documentos confidenciales a Israel. Se convirtió así en
el primer embajador despojado de su
habilitación de seguridad. Las presiones del lobby
israelí hicieron que se restableciera la autorización de seguridad
de Indyk, que posteriormente fue nombrado Subsecretario de Estado
para Asuntos de Oriente Próximo. Como portavoz de los intereses de
Israel, Indyk ha presionado para "contener" a Irak
(mediante bombardeos) y a Irán (mediante sanciones económicas).
https://www.unz.com/jpetras/the-rise-of-the-jewish-policy-elite-meritocracy-myth-and-power/
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