https://www.globalresearch.ca/there-was-no-pandemic-dr-denis-rancourt/5824976
El artículo se basa en mi testimonio del 17 de mayo de 2023 para la
Investigación Ciudadana Nacional (NCI) en Ottawa,
Canadá y mi libro de 894 páginas de
pruebas en apoyo de ese testimonio. Nuestra investigación
continúa.
Soy científico, físico interdisciplinar y
antiguo profesor titular de física y lead scientist,
originalmente en la Universidad de
Ottawa.
He escrito más de 30 informes científicos
relevantes sobre el COVID a partir del 18 de abril de 2020 para la
Asociación de Libertades Civiles de
Ontario (ocla.ca/covid) y recientemente
para una nueva organización sin ánimo de lucro
(correlation-canada.org/research). Actualmente todo mi
trabajo y entrevistas sobre el COVID están documentados en mi sitio
web,
creado para sortear el aluvión de
censura (denisrancourt.ca).
Además de las
revisiones críticas de la ciencia publicada,
los principales datos que analizamos mis
colaboradores y yo son la mortalidad por todas las causas. La
mortalidad por todas las causas en función del tiempo (día,
semana,
mes,
año,
periodo),
de la jurisdicción (país,
estado,
provincia,
condado) y de las características
individuales del fallecido (edad,
sexo,
raza,
domicilio) es el dato más fiable para
detectar y caracterizar epidemiológicamente los sucesos que causan
la muerte y para calibrar el impacto a nivel de población de
cualquier aumento o disminución de las muertes por cualquier
causa.
Estos datos no son susceptibles de sesgo
de notificación ni de sesgo
en la atribución de las causas de muerte. Los hemos
utilizado para detectar y caracterizar la
estacionalidad,
las olas de
calor,
los
terremotos,
los colapsos
económicos,
las guerras,
el
envejecimiento de la población,
el desarrollo
social a largo plazo y las agresiones sociales,
como las ocurridas en el periodo del
COVID en muchos países de todo el mundo y a lo largo de la historia
reciente,
desde 1900 hasta la
actualidad.
Curiosamente,
ninguna de las pandemias de enfermedades
respiratorias víricas (1957-58,
"H2N2";
1968,
"H3N2";
2009,
"H1N1 de
nuevo") promovidas por los Centros
para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)
después de la Segunda Guerra Mundial puede detectarse en la
mortalidad por todas las causas de ningún país. A diferencia de
todas las demás causas de muerte que se sabe que afectan a la
mortalidad,
estas
denominadas pandemias no provocaron ningún aumento detectable de la
mortalidad en ningún lugar.
La gran
mortandad de 1918,
que se consideró una pandemia viral
respiratoria de manual ("H1N1"),
se produjo antes
de que se inventaran los antibióticos
y el microscopio
electrónico,
en unas
condiciones de salubridad
pública y estrés
económico terribles,
durante la primera posguerra mundial. La
histopatología del tejido pulmonar conservado ha demostrado que las
muertes de 1918 fueron causadas por una neumonía
bacteriana. Así lo demuestran varios estudios
independientes y no controvertidos publicados.
Mi primer
informe analizando la mortalidad por todas las causas fue publicado
el 2 de junio de 2020,
en Research Gate,
que estaba siendo atacado por la censura,
y se titulaba "All-cause
mortality during COVID-19 - No plague and a likely signature of mass
homicide by government response" (Mortalidad por
todas las causas durante el COVID-19: no hay
plaga y sí un probable homicidio masivo
por las medidas del gobierno). Demostró que los
puntos calientes de los aumentos repentinos en la mortalidad por
todas las causas se produjeron sólo en lugares
específicos,
en el hemisferio
norte del mundo occidental y estaban sincronizados
con la declaración del 11 de marzo de 2020 de una pandemia.
Esta sincronía es imposible en el
supuesto marco de una enfermedad respiratoria vírica en expansión,
con o sin viajes por avión,
porque el tiempo calculado desde la
siembra hasta el aumento de la mortalidad depende en gran medida de
las circunstancias sociales locales,
y debe situarse entre varios meses y
años. Atribuí el exceso de muertes a las
medidas agresivas y a los protocolos de tratamiento hospitalario,
que se sabía que se habían aplicado
repentinamente en ese momento y en esos lugares.
El
trabajo se siguió profundizando,
con ayuda de colaboradores,
durante varios años y continúa. Hemos
demostrado repetidamente que el exceso de
mortalidad se negaba la mayoría de las veces a cruzar las fronteras
nacionales y las líneas interestatales. El virus
invisible se dirigía a los pobres y discapacitados y llevaba
pasaporte. Además nunca mata hasta que los
gobiernos imponen cambios
socioeconómicos y de las
estructuras asistenciales a los grupos vulnerables de la población
nacional.
Éstas son mis conclusiones, extraídas de nuestros estudios detallados de la mortalidad por todas las causas en el periodo del COVID, en combinación con datos socioeconómicos y de difusión de las vacunas:
Si no hubiera habido propaganda o coacción pandémica y los gobiernos y la clase médica hubieran seguido como si nada, no habría habido exceso de mortalidad
No hubo pandemia que causara un exceso de mortalidad
Las medidas gubernamentales causaron un exceso de mortalidad
La vacunación COVID-19 causó un exceso de mortalidad
En lo que respecta a
las vacunas,
cuantificamos muchos casos en los que el
rápido despliegue de una dosis del calendario vacunal impuesto
coincidió con un pico inesperado de mortalidad por todas las causas,
en momentos del ciclo estacional y de
magnitudes que no se habían visto antes en el registro histórico de
mortalidad.
De este modo demostramos que la
campaña de vacunación en la India causó la muerte de 3,7 millones
de residentes frágiles. En los países occidentales,
cuantificamos que la tasa media de
mortalidad en todas las edades era de 1 muerte por cada 2.000
inyecciones,
que aumentaba exponencialmente con la
edad (duplicándose cada 5 años adicionales de edad) y que llegaba a
1 muerte por cada 100 inyecciones para los mayores de 80 años.
Calculamos que las vacunas habían matado a
13 millones de personas en todo el mundo.
Si se
aceptan mis conclusiones anteriores y los análisis que hemos
realizado,
entonces hay varias implicaciones sobre
cómo se percibe la realidad con respecto a lo que realmente ocurrió
y lo que no.
En primer
lugar,
mientras que las epidemias de infecciones
mortales son muy reales en residencias de ancianos,
en hospitales y con condiciones de vida
degeneradas,
el riesgo de pandemia respiratoria vírica
promovido por la industria de la "respuesta
pandémica" liderada por Estados Unidos no existe. Lo
más probable es que se fabrique y se mantenga por motivos ocultos,
distintos de
salvar a la humanidad.
En
segundo lugar,
además de los sucesos naturales (olas de
calor,
terremotos,
sequías prolongadas a gran escala),
los sucesos significativos que afectan
negativamente a la mortalidad son los grandes ataques contra
poblaciones nacionales,
que afectan a los residentes vulnerables,
como por ejemplo
deterioro económico súbito y devastador: la Gran Depresión, el Dust Bowl (Cuenco de Polvo https://es.wikipedia.org/wiki/Dust_Bowl ), la disolución de la Unión Soviética)
la guerra (incluida la reestructuración de las clases sociales),
la ocupación y explotación imperial o económica (incluido el uso de la tierra con fines de explotación a gran escala), y
las bien documentadas medidas y destrucciones aplicadas durante el periodo COVID.
Por lo demás, en una sociedad estable, la mortalidad es extremadamente robusta y no está sujeta a grandes cambios rápidos. No existen pruebas empíricas de que la aparición repentina de nuevos patógenos pueda inducir grandes cambios en la mortalidad. En la era contemporánea de la especie humana, la humanidad es su peor enemigo, no la naturaleza.
En
tercer lugar,
las medidas coercitivas impuestas para
reducir el riesgo de transmisión (como el distanciamiento,
los indicadores de dirección,
los confinamientos,
el aislamiento,
las cuarentenas,
las barreras de plexiglás,
los protectores faciales y las
mascarillas,
los codazos,
etc.) son palpablemente acientíficas y
la propia preocupación subyacente en relación con la "propagación"
nunca estuvo justificada y es irracional,
ya que no hay pruebas en los datos
fiables de mortalidad de que alguna vez existiera un patógeno
especialmente virulento.
De hecho la propia noción de
"propagación" durante el periodo COVID queda rigurosamente
refutada por las variaciones temporales y espaciales del exceso de
mortalidad por todas las causas,
en todos los lugares en los que está
suficientemente cuantificada y en todo el mundo. Por ejemplo,
el presunto
virus que mató a 1,3 millones de residentes pobres y discapacitados
de EEUU no cruzó la frontera terrestre de más de mil
kilómetros con Canadá,
a pesar de los continuos e intensos
intercambios económicos. Del mismo modo,
el presunto virus que causó focos
sincrónicos de mortalidad en marzo-abril-mayo de 2020 (como en Nueva
York,
la Comunidad de Madrid,
Londres,
Estocolmo y el norte de Italia) no se
propagó más allá de esos focos.
Curiosamente, a este respecto, las variaciones estacionales históricas (periodo de 12 meses) de la mortalidad por todas las causas, conocidas desde hace más de 100 años, se invierten en los hemisferios norte y sur del planeta y no muestran indicio alguno de "propagación". Por el contrario, estos patrones, en un hemisferio dado, muestran aumentos y disminuciones sincrónicos de la mortalidad en todo el hemisferio. ¿Acaso el agente o agentes causales que se "propagan" tardan siempre exactamente 6 meses en cruzar al otro hemisferio, donde vuelven a provocar cambios de mortalidad sincrónicos en todo el hemisferio? Hace tiempo que muchos epidemiólogos llegaron a la conclusión de que la propagación de enfermedades respiratorias por "contacto" de persona a persona no puede explicar los patrones estacionales de mortalidad por todas las causas y queda refutada por ellos. Este científico no entiende por qué no se ridiculiza sistemáticamente a los CDC et al. en este sentido.
En su lugar,
fuera de las condiciones de vida
extremadamente pobres,
deberíamos fijarnos en el conjunto de
trabajos realizados por el profesor Sheldon Cohen y sus
coautores (EEUU),
quienes establecieron que dos factores
dominantes controlan si los estudiantes universitarios que se
enfrentan a un reto intencionado se infectan y la gravedad de la
enfermedad respiratoria cuando se infectan:
el grado de estrés psicológico experimentado
el grado de aislamiento social
El impacto negativo
del estrés psicológico experimentado en el sistema inmunitario es
un área de estudio científico actual consolidada,
ignorada obedientemente por los intereses
de los fabricantes de vacunas,
y ahora sabemos que dicho impacto es
mucho mayor en las personas mayores,
donde la nutrición (ecología
del bioma intestinal) es un cofactor importante.
Por
supuesto,
no quiero decir que no existan agentes
causales,
como las bacterias,
que puedan causar neumonía; ni que no
haya peligrosas concentraciones ambientales de dichos agentes
causales en las proximidades de individuos frágiles,
como en los hospitales y en las manos de
los médicos,
como es notorio.
En
cuarto lugar,
dado que nuestra conclusión es que no
hay pruebas de que hubiera ningún patógeno especialmente virulento
que causara un exceso de mortalidad,
el debate sobre
la investigación de la
ganancia de función y un
arma biológica escapada de un
laboratorio es
irrelevante.
No quiero decir que el
Departamento de Defensa (DoD) no financie la investigación sobre la
ganancia de función y las armas biológicas (en el extranjero,
en particular),
no quiero decir que no haya muchas
patentes estadounidenses de organismos microbianos modificados
genéticamente con posibles aplicaciones militares y no quiero decir
que no haya habido anteriormente escapes o liberaciones impactantes
de vectores y patógenos de armas biológicas. Por ejemplo,
la controversia
sobre la enfermedad de Lyme en Estados Unidos puede ser un
ejemplo de fuga de armas biológicas (véase el libro de Kris
Newby de 2019 Bitten: The Secret History of Lyme Disease
and Biological Weapons "Picadura: La historia
secreta de la enfermedad de Lyme y las armas biológicas"
https://www.amazon.com/Bitten-History-Disease-Biological-Weapons/dp/006289627X
).
Generalmente,
por razones
obvias,
cualquier
patógeno que sea extremadamente virulento no será también
extremadamente contagioso. Hay
miles de millones de años de presiones evolutivas acumulativas
contra la existencia de cualquier patógeno de este tipo
y ese resultado estará profundamente codificado en todas las formas
de vida.
Además sería suicida para cualquier régimen
tratar vehementemente de crear un agente patógeno de este tipo. Las
armas biológicas están pensadas para ser lanzadas a zonas diana
específicas,
excepto en la ciencia ficción,
en la que la inmunidad de un arma
biológica,
que es a la vez extremadamente virulenta
y extremadamente contagiosa,
puede ser entregada de forma fiable a la
propia población y los soldados.
En mi opinión,
si algo acerca el COVID a ser un arma
biológica,
es la capacidad
militar para desplegar masiva
y repetidamente inyecciones individuales,
que son vectores
físicos de cualquier sustancia que el régimen desee inyectar
selectivamente en las poblaciones elegidas,
al tiempo que impone el cumplimiento
total hasta en el propio cuerpo,
bajo el pretexto de proteger la salud
pública.
Se trata del mismo régimen
que practica guerras de destrucción total de naciones y aniquilación
social,
bajo la
tapadera de difundir la democracia
y los derechos de las mujeres. Y no me refiero a
China.
En quinto lugar,
una vez más,
dado que nuestra conclusión es que no
hay pruebas de que hubiera ningún patógeno especialmente virulento,
que causara un exceso de mortalidad,
no había necesidad de ningún protocolo
de tratamiento especial,
más allá de los diagnósticos
reflexivos habituales,
caso por caso,
seguidos del mejor tratamiento elegido
por el clínico.
En su lugar nuevos protocolos despiadados mataron a pacientes, en los lugares críticos que aplicaron esos protocolos en los primeros meses de la pandemia declarada.
A
esto le siguieron en muchos Estados medidas sociales
coercitivas impuestas,
contrarias a
la salud individual: miedo,
pánico,
paranoia,
estrés
psicológico inducido,
aislamiento
social,
autovictimización,
pérdida
de actividad laboral y voluntaria,
pérdida
de estatus social,
pérdida
de empleo,
quiebra de
empresas,
pérdida
de utilidades,
pérdida
de cuidadores,
pérdida
de lugares y movilidad,
supresión
de la libertad de expresión,
etc.
Sólo
a la clase profesional le fue mejor,
trabajando cómodamente desde casa,
cerca de la familia,
mientras era atendida por un ejército de
servicios especializados a domicilio.
Por desgracia
la clase
médica no se limitó a agredir y aislar a los pacientes vulnerables
en los hospitales y centros de atención. También
retiró sistemáticamente los cuidados
habituales
y atacó a los médicos que se negaban
a convertirse en
cómplices.
En prácticamente todo el
mundo occidental
las prescripciones de antibióticos se
redujeron y se mantuvieron bajas en aproximadamente un 50% de las
tasas anteriores a COVID. Esto habría tuvo efectos devastadores en
los EEUU
en particular,
donde:
las propias estadísticas de los CDC, basadas en los certificados de defunción, indican que aproximadamente el 50% del millón de muertes asociadas al COVID tenían neumonía bacteriana como comorbilidad (hubo una epidemia masiva de neumonía bacteriana en los EEUU, de la que nadie habló)
los estados pobres del sur tienen históricamente tasas mucho más altas de prescripción de antibióticos (esto implica una alta susceptibilidad a la neumonía bacteriana)
el exceso de mortalidad durante el periodo del COVID está muy fuertemente correlacionado (r = +0,86… de hecho proporcional) a la pobreza a nivel estatal
En
sexto lugar,
dado que nuestra conclusión es que no
hay pruebas de que hubiera ningún patógeno especialmente virulento
que causara un exceso de mortalidad,
no había
ninguna razón de salud pública para desarrollar y desplegar
vacunas; ni siquiera si se aceptara la tenue proposición
de que alguna vacuna ha sido alguna vez eficaz contra una supuesta
enfermedad respiratoria vírica.
Si a esto añadimos que
todas las vacunas son intrínsecamente peligrosas y nuestras
cuantificaciones de la tasa de letalidad por dosis de vacuna
descritas anteriormente,
debemos reconocer que las
vacunas contribuyeron significativamente al exceso de mortalidad en
todos los lugares en los que se impusieron.
En
conclusión,
el exceso de mortalidad no fue causado
por ningún nuevo patógeno particularmente virulento. La
llamada respuesta COVID fue en efecto un ataque
estatal masivo e iatrogénico
contra las poblaciones
y contra las
estructuras de apoyo de la sociedad,
que causó todo el exceso de mortalidad,
en todas las jurisdicciones.
Ahora
es natural preguntarse "¿quién impulsó esto?",
"¿quién se benefició?" y
"¿qué grupos sufrieron desventajas estructurales
permanentes?".
En mi opinión
el asalto del COVID sólo puede
entenderse en los contextos simbióticos de
la geopolítica y las transformaciones de clase social a gran escala.
La dominación y la explotación son los motores. La fracasada
hegemonía mundial centrada en EEUU y sus maquinaciones crean
condiciones peligrosas para prácticamente todo el mundo.
*
https://www.globalresearch.ca/there-was-no-pandemic-dr-denis-rancourt/5824976
Prof. Denis Rancourt, Ontario Civil Liberties Association (ocla.ca), denis.rancourt@alumni.utoronto.ca
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