https://www.globalresearch.ca/shanghai-lockdown-china-ukraine/5777872
Este artículo fue publicado originalmente en Circles and Squares (https://circlesandsquares.asia/2022/04/17/is-the-shanghai-lockdown-chinas-ukraine/ el 15 de abril de 2022) y luego en Global Research el 19 de abril de 2022
Wikipedia: un brote de COVID-19 en la ciudad de Shanghái, China, comenzó el 28 de febrero de 2022 y terminó el 7 de agosto de 2022 (el ejército ruso entró en Ucrania el 24 de febrero de 2022)
Cabe señalar que el director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de China, Dr. George Fu Gao, estuvo entre los participantes del Evento 201 (simulación de mesa de una pandemia de coronavirus) en octubre de 2019. Los CDC de China, dirigidos por el Dr. George Fu Gao, desempeñaron un papel central y clave en la supervisión del brote de Covid-19 en Wuhan, en diciembre de 2019, actuando en estrecha colaboración con los CDC de EEUU, la Fundación Gates, la OMS, John Hopkins y demás. George Fu Gao es un graduado de Oxford que tiene vínculos con las grandes compañías farmacéuticas. También fue miembro del Wellcome Trust durante varios años. El CDC de China es una agencia líder del gobierno chino en el control y prevención de enfermedades. “El Centro de Emergencias de Salud Pública (PHEC) del CDC de China se encarga de las actividades nacionales de preparación y respuesta ante emergencias de salud pública”. Bajo su mandato se esperaría que el director del CDC de China, George Gao Fu, desempeñara un papel clave en la emergencia del cierre de Shanghai de marzo y abril. Las autoridades sanitarias chinas han confirmado que “las pruebas de ácido nucleico [denominadas PCR] son fundamentales para su estrategia”. Esa prueba carece totalmente de fiabilidad. Las cifras citadas a continuación no justifican en ningún caso las medidas drásticas adoptadas por los CDC y la Comisión Nacional de Salud de China.
A continuación, un análisis incisivo de Emmanuel Pastreich
Michel Chossudovsky, Global Research, 19 de abril de 2022
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Los periódicos corporativos y las redes sociales se han inundado de imágenes horribles del confinamiento de Shanghai durante la última semana, una medida masiva que ha confinado a millones de chinos en sus hogares durante semanas y ha dado lugar en la implementación de severas restricciones en el acceso a suministros básicos. Imágenes de ciudadanos gritando desde sus apartamentos en señal de desesperación o gritando angustiadas protestas en conmovedores soliloquios y vídeos de drones y robots patrullando las calles vacías de Shanghai, nos presentan una visión aterradora del régimen totalitario mediante la tecnología que muchos habían predicho. El mensaje emitido es que China es la fuente de esta pesadilla.
La historia oficial difundida por la ciudad de Shanghai (de más de 24 millones de habitantes) y no desmentida por el Partido Comunista Chino, es tan extrema que parece ridícula. Una nueva política de “tolerancia cero” para el COVID-19, que ante todo es una enfermedad falsa e inexistente, se impuso a todos los ciudadanos de Shanghai, primero en el lado este del río Huangpu a partir del 28 de marzo y luego en toda la ciudad a partir del 1 de abril . Se supone que todos los ciudadanos serán sometidos a pruebas de detección de COVID-19. Según informes de los medios de comunicación sólo se han detectado 26.087 nuevos casos de COVID-19 y, de ellos, solo 914 presentaban síntomas (y no había fotografías de cadáveres en el suelo, como ocurrió en Wuhan a finales de 2019). Es decir, las justificaciones del confinamiento son tan absurdas que hacen de todo el proceso una farsa, quizá una acción destinada a mostrar a los ciudadanos que deben hacer exactamente lo que se les dice, por ridículas e infundadas que sean las premisas.
Los medios corporativos occidentales tenían una respuesta preparada para lo que estaba sucediendo: el Partido Comunista Chino, siguiendo sus “ideas socialistas antidemocráticas”, está violando los derechos fundamentales de los ciudadanos que los occidentales respetamos. El estadounidense Jack Posobiec, que se define a sí mismo como un “oficial veterano de inteligencia de la Marina”, publicó extensamente en Twitter sobre ese confinamiento, culpando al comunismo e haciendo declaraciones como “Esto es lo que el PCCh está haciendo a los 26 millones de personas de Shanghai”. Human Rights Watch (perteneciente a la red de George Soros) se apresuró a condenar a China por sus violaciones de los derechos humanos en Shanghái, declarando el 6 de abril que “el gobierno chino debe respetar el derecho a la salud y otros derechos básicos en su respuesta al aumento de Covid-19 en el país”, pero lo hizo sin ninguna referencia a políticas similares o peores que se están llevando a cabo en todo el mundo. El problema es que, aunque se atribuye este confinamiento al comunismo, no hay precedentes del cierre de una gran ciudad en la tradición comunista china. No hay precedentes en las políticas de Mao Zedong y Zhou Enlai, orientadas a la lucha de clases y la resistencia al imperialismo, de imposiciones de un tecnofascismo sanitario.
El modelo del confinamiento en Shanghái es, al parecer, el del confinamiento en Boston tras el atentado con bombas en la maratón del 15 de abril de 2013, hace exactamente nueve años. En esa ocasión el gobierno federal de los Estados Unidos, en concreto el FBI, utilizó una poco clara acusación de ataque terrorista (sobre la que subsisten serias dudas) como excusa para cerrar grandes sectores de la ciudad de Boston y confinar a los ciudadanos en sus casas mientras, la policía militarizada patrullaba las calles.
La pregunta que deberíamos hacernos es si lo que está sucediendo en Shanghái lo están organizando las mismas personas que organizaron el confinamiento de Boston y otros confinamientos similares en todo el mundo durante los dos últimos años y no el Partido Comunista Chino (o no principalmente el Partido Comunista Chino). También circularon ampliamente vídeos horribles de chinos suicidándose saltando de sus ventanas y puede que fueran reales, pero no hay razón para suponer que algo sea cierto sólo porque circularon ampliamente.
Otro video popular mostraba a un robot con forma de perro (que se parece a un SpotMini de Boston Dynamics) patrullando las calles con un micrófono en la espalda, que le decía a la gente de Shanghai que se quedara en casa. Cualquiera que mirara el video con ojos críticos tenía que dudar. El altavoz estaba atado descuidadamente a la parte posterior del robot con cinta de barricada en lo que parece ser un truco descuidado y ciertamente no era representativo de la política del gobierno.
Pero lo que delató que este confinamiento tiene socios ocultos, que no tienen nada que ver con la burocracia del PCCh, fue la constante insistencia de los medios occidentales en el sufrimiento de los animales en Shanghái. Imágenes de gatos vivos acorralados y metidos en bolsas para su eliminación se difundieron por toda Internet, junto con el vídeo de un hombre chino sujetando cruelmente a un perro dolorido con un dispositivo y luego arrojándolo a un contenedor con otros perros heridos. Aunque el vídeo era ciertamente perturbador, sugiero a los estadounidenses horrorizados que vean el vídeo de un matadero industrial en los Estados Unidos, aunque sea durante unos minutos. El énfasis en la crueldad hacia los animales es un estándar de la operación para demonizar a Rusia en Ucrania. Por ejemplo, un llamamiento del “cofundador de la Soi Dog Foundation (https://en.wikipedia.org/wiki/Soi_Dog_Foundation ), John Dalley” para ayudar a rescatar a los perros y gatos de Ucrania ha circulado ampliamente en los Estados Unidos.
Hay numerosos indicios de que el confinamiento de Shanghái se está promocionando ante el público occidental como el equivalente a la invasión rusa de Ucrania. La narrativa presentada es la de un cruel gobierno comunista totalitario chino, que oprime a los ciudadanos pobres de Shanghái que anhelan liberarse de estas restricciones irrazonables de “covid cero” (pero no se ofrece ninguna sugerencia de que las restricciones del covid en sí mismas sean incorrectas).
MSN informó: “hay videos de residentes encerrados gritando ‘queremos comida’ y ‘queremos libertad’. En un video se ve a ciudadanos saliendo a sus balcones y protestando por la falta de suministros”. Pero los vídeos y los informes son demasiado perfectos, demasiado cuidadosamente elaborados.
El confinamiento de Shanghái como “guerra por otros medios”
No tengo acceso a los detalles de las acciones de los agentes estadounidenses, en colaboración con funcionarios chinos corruptos, para planificar y llevar a cabo este confinamiento en Shanghái. Sin embargo, aunque hoy en día se practica un periodismo, que es totalmente especulativo y a menudo manifiestamente erróneo, espero que se me perdone si deduzco, basándome en la amplia evidencia que he leído en inglés y chino, lo que puede estar sucediendo entre bastidores.
El confinamiento de Shanghai debe considerarse primero desde una perspectiva geopolítica adecuada. China ha estado sujeta a una fuerte presión desde Washington DC durante los últimos dos meses en un esfuerzo por frustrar cualquier posible cooperación con la Federación Rusa, a partir de la entrada de las tropas rusas en Ucrania.
Consideremos los acontecimientos críticos que condujeron al confinamiento.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, advirtió a la República Popular China el 18 de marzo, en una conversación con el presidente Xi Jinping, que habría graves consecuencias para China si ofreciera cualquier apoyo a Rusia, económico o, especialmente, militar. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, explicó: “Dejó en claro cuáles serían las implicaciones y consecuencias si China brinda apoyo material a Rusia mientras lleva a cabo ataques brutales contra ciudades y civiles ucranianos”. No sabemos qué dijo Biden, pero apenas tres días después, el 21 de marzo, el vuelo 5735 de China Eastern Airlines se dirigía a un aterrizaje normal en el Aeropuerto Internacional de Guangzhou cuando, de repente, inexplicablemente, se precipitó en picado. La causa del accidente aún no se ha explicado, incluso pasadas tres semanas.
Muchos chinos creen en los argumentos que se esgrimieron en los vídeos publicados en Weibo (https://es.wikipedia.org/wiki/Sina_Weibo ) y otros sitios web poco después del accidente, según los cuales fue el resultado de un secuestro remoto (similar a los accidentes del 11 de septiembre), probablemente llevado a cabo por Estados Unidos. La historia fue confirmada por el blog de investigación de inteligencia estadounidense State of the Nation. Además la llamativa decisión de incluir a un equipo de siete estadounidenses, en la investigación formal de este accidente doméstico, sugiere algo inusual. Luego, el 28 de marzo, el Gobierno Popular Municipal de Shanghai, no el gobierno central de Beijing que había estado flexibilizando las restricciones, lanzó repentinamente una política radical de “tolerancia cero” frente al COVID-19. Si los agentes de inteligencia de Estados Unidos buscaban darle a China su propia “Ucrania” y encontrar un nuevo campo para los disturbios, que anteriormente financiaron en Hong Kong, Shanghai era la opción lógica. Shanghái está plagada de intereses financieros globales, ya que allí se encuentran las sedes centrales (o, al menos, las sucursales más importantes) de todos los grandes bancos de inversión y corporaciones multinacionales. Su impacto en la economía china sigue siendo inmenso. Shanghái tiene una historia de más de cien años como centro del capital global, con una relación parasitaria con el resto de la nación. Después de todo fue Shanghái la que ofreció extraterritorialidad a los ciudadanos de las potencias imperialistas hasta la década de 1940.
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Siguiendo esa tradición, Shanghai tiene hoy las políticas de zona económica especial más extremas de cualquier ciudad de China, políticas que permiten a las corporaciones extranjeras participar en una amplia gama de actividades sin la autorización del gobierno. Como parte de su esfuerzo por satisfacer las demandas de las corporaciones multinacionales, el gobierno de Shanghái ha privatizado servicios y promovido soluciones tecnológicas para prácticamente todo. Shanghái ha adoptado con tanto entusiasmo redes inteligentes, 5G, gobernanza en línea y automatización que este año obtuvo el primer puesto a nivel mundial como ciudad inteligente, otorgado por Juniper Research. Shanghai ha desplegado la alfombra roja para las finanzas globales, otorgando privilegios especiales a inversores institucionales selectos, abriéndose a casi cualquier inversión offshore, expandiendo los mercados de derivados y permitiendo a los bancos de inversión crear sus propias “empresas conjuntas de gestión de patrimonio”.
¿Quién podría estar involucrado en el lado chino de este confinamiento de Shanghai?
Hay muchos multimillonarios activos en Shanghai, con estrechos vínculos con las finanzas globales, que podrían sentirse tentados a desempeñar el papel de un Igor Kolomoisky, el multimillonario que creó al actual presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en respuesta a los planes estadounidenses.
Por ejemplo, sabemos que el multimillonario Ma Yun (Jack Ma), que recibió enormes cantidades de financiación de Goldman Sachs y otros bancos de inversión estadounidenses cuando creó Alibaba como un gigante global de marketing y distribución, que rivalizaba con Amazon, estaba muy descontento con las políticas chinas. Ma es una figura popular entre los globalistas y es (fue) miembro del consejo directivo del Foro Económico Mundial. Aunque los detalles son oscuros, el impulso de Ma a la agenda globalista en China chocó con los planificadores estatales de Beijing, incluido Xi Jinping, hace dos años. Ma fundó el Grupo Ant, una institución financiera destinada a revolucionar las finanzas creando un sistema bancario no regulado. Se cuenta que el 24 de octubre de 2020 pronunció un discurso en el que pidió cambios radicales en el sistema bancario. Como resultado el gobierno central tomó medidas enérgicas contra sus actividades y desde entonces rara vez se lo ha visto en público. Alibaba tiene su sede en Hangzhou, cerca de Shanghai, y su mayor presencia es en Shanghai.
También hay multimillonarios estadounidenses interesados en utilizar Shanghái para abrir China al capital extranjero. Por ejemplo Stephen Schwarzman, director ejecutivo de la firma de capital privado Blackstone, ha comprado a muchos intelectuales y funcionarios gubernamentales del Partido Comunista Chino, especialmente con los más de 100 millones de dólares que donó para establecer, entre otras cosas, el prestigioso programa “Schwarzman Scholars” de la Universidad Tsinghua.
Otro multimillonario estadounidense que ha invertido mucho en China es John Thornton, fundador del John L. Thornton China Center de la Brookings Institution. Thornton es miembro del Consejo Asesor Internacional de la Corporación de Inversiones de China (el fondo soberano de China) y está constantemente presionando para aumentar la influencia extranjera sobre la política financiera de China.
El confinamiento en Shanghái y la desorganización de la economía mundial
Los medios corporativos ya están atribuyendo a la disrupción económica causada por el confinamiento de Shanghái la causa de los retrasos en la producción y entrega de productos electrónicos, automóviles y otros artículos para el hogar que se producen, se envían o dependen de piezas fabricadas en Shanghái. Si bien esta disrupción es cierta, hay motivos para creer que tal situación será explotada y exagerada para justificar los esfuerzos de los superricos por destruir aún más la economía global y empobrecer a los ciudadanos de la Tierra. La combinación de una crisis en Ucrania, que justifica una escasez repentina de productos agrícolas, materias primas, gas natural y productos manufacturados, con una crisis en Shanghai, que paraliza el comercio global, ofrece a los globalistas una oportunidad de explicar casi cualquier perturbación. Ya hay planes para adoptar políticas de tolerancia cero similares en la ciudad de Guangzhou, otro importante centro manufacturero y financiero. Las desaceleraciones económicas resultantes, las interrupciones en las cadenas de suministro, la creciente inflación y la escasez serán justo lo que el médico recetó.
La crisis económica provocada por el confinamiento en Shanghái también se ha utilizado, como era previsible, como argumento para incrementar las vacunaciones en China y para introducir las primeras vacunas de ARNm contra la COVID-19 fabricadas en China, según el Centro Nacional para el Control y la Prevención de Enfermedades de China.
Diferencias entre Rusia y China
Existen claras diferencias en la naturaleza del ataque a Rusia a través de Ucrania y a China a través de Shanghái. Aunque hablar de guerra entre Estados Unidos y China se ha convertido en un tema constante durante la última década, también son economías altamente integradas, que implican una cooperación profunda, incluso en medio de un teatro político enfrentado. Además China se ha negado a responder a los esfuerzos por incitarla a una acción militar en Taiwán, Hong Kong o el Mar de la China Meridional. Por lo tanto el ataque habría tenido que lanzarse de manera encubierta y oscura, para que pareciera que el Partido Comunista Chino era la fuente del problema porque está abusando del pueblo de Shanghái. Hasta el momento no hay rastro alguno de mano estadounidense en ningún punto del discurso público.
En cambio Rusia nunca tuvo el acercamiento con Estados Unidos que tuvo China después de la reunión del presidente Richard Nixon con el presidente Mao Zedong en 1972, ni las economías de Estados Unidos y Rusia están tan integradas. Hubo rusos que estudiaron en Estados Unidos, pero estudiar en Estados Unidos no tuvo el mismo atractivo para los rusos que para los chinos durante los últimos treinta años.
Así, aunque hay inversiones estadounidenses en Rusia y hay interferencia estadounidense en Rusia, Rusia no está tan profundamente integrada en la cadena logística y de suministro estadounidense y los bancos de inversión estadounidenses tienen menos vínculos y menos intereses financieros.
¿Qué habría que hacer?
Los chinos han sido objeto de su parte del Gran Reinicio, sirviendo como conejillos de indias para sistemas de crédito social que permiten la vigilancia constante y la evaluación de los ciudadanos mediante inteligencia artificial y para el uso obligatorio de sistemas de pago digitales. Lo más probable es que los globalistas tuvieran a China en la mira para estos experimentos, antes de que se aplicaran más ampliamente en el mundo, porque el énfasis en el desarrollo tecnológico en la sociedad china y la ingenuidad china sobre el impacto negativo de la innovación tecnológica en la sociedad humana hicieron que los chinos fueran víctimas fáciles.
Estas políticas tecnofascistas son promovidas por muchos burócratas del Partido Comunista Chino, pero no se originaron en China. Son sólo parte de una estrategia global para el control de la economía mundial por parte de las élites financieras, hombres astutos que adulan a los chinos sobre la eficacia de su respuesta al COVID-19 y su potencial para ser líderes de innovación a través de la inteligencia artificial.
Lo que se necesita desesperadamente en respuesta al esfuerzo actual de los globalistas por inducir conflictos innecesarios entre estados nacionales y dentro de las naciones mediante operaciones como el cierre de Shanghai es una alianza de ciudadanos de China, Rusia, Estados Unidos y otros países contra las depredaciones de los bancos y corporaciones de inversión multinacionales, una alianza que se asemeje a los movimientos antifascistas internacionalistas de la década de 1930.
El confinamiento en Shanghái se diseñó para aumentar el aislamiento del individuo en una prisión tecnológica y, al mismo tiempo, crear una mayor distancia entre los estadounidenses (occidentales) y los chinos, que deberían cooperar para responder a la amenaza del tecnofascismo. Es hora de que todos nos unamos para responder a esta amenaza.
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Emanuel Pastreich fue presidente del Asia Institute, un centro de estudios con oficinas en Washington DC, Seúl, Tokio y Hanoi. Pastreich también es director general del Institute for Future Urban Environments. Pastreich declaró su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos como independiente en febrero de 2020. Es colaborador habitual de Global Research
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