http://marcangenot.com/.../Le_siecle_des_religions_politiques.pdf
La
edad de las ideologías
¿Qué
convicciones están en las fuentes del horror del siglo XX y qué nombre utilizar
para designarlas? Hay un viejo neologismo, tomado por Karl Marx de Destutt
de Tracy y de los “ideólogos” de los tiempos del
Imperio, que podría servir para ponerle un nombre a la cosa. “Siglo de las
ideologías” escriben tanto el francés Jean-Pierre
Faye como el alemán Karl D.
Bracher.11 El siglo XX fue, para desgracia de los hombres, la
“Edad de las ideologías”. Incluso es el axioma de Solzhenitsyn al principio de “El archipiélago Gulag”:
“fue la ideología la que produjo en el siglo XX una maldad a escala
millonaria”. 12 Lenin
y el bolchevismo están involucrados, pero la acusación de Solzhenitsyn abarca más; Solzhenitsyn razona a partir de un contraste: los criminales
de Shakespeare quedan
satisfechos con una docena de cadáveres; para acumular millones hace falta otra
forma de crueldad e inhumanidad inspiradas y es esta cosa moderna, desconocida
por el dramaturgo inglés e impensable en su siglo, lo que el escritor ruso
designa con el nombre de “ideología”. La cuestión planteada es un cambio de
escala en la perversidad del siglo XX, cambio que nace del encuentro entre
medios técnicos y delirios escatológicos. Todas las ideologías totales del
siglo pasado, de izquierda y de derecha, han llegado a crear “vidas inútiles”,
han legitimado el asesinato de desgraciados por millares, han concebido y
justificado el terror de masas, han practicado con convicción la aniquilación
de poblaciones enteras. En tales contextos, “ideología” toma el sentido de
sistema total, de sistema de ideas que se supone viene a explicar por completo
la condición y la historia humanas, de Weltanschauung
como decían los nazis; tales sistemas son los que ocupan efectivamente en la
modernidad secular el espacio de las religiones reveladas. Desde los tiempos
románticos el “Sistema” ha sido la manifestación suprema de la ideología. Hemos
olvidado a muchos de los inventores de sistemas totales, como Hyacinthe Azaïs que sintetiza en
1844, en “Le Precurseur Philosophique de L'Explication Universelle”, su
doctrina definitiva.13 Esta primera modernidad fue hegeliana sin
saberlo siempre, “la verdad es el todo, sólo el todo es real”. 14
Sin embargo ¿qué es un “sistema” ideológico que se supone explica el pasado, el
presente y el futuro, que se adueña de las masas, produce entregas
extraordinarias y fanatismos ciegos reclamando la más alta legitimación para
sostener doctrinas inexpugnables e intangibles? Una sola palabra parece poder
aplicarse a este conjunto de caracteres: una nueva “religión”, y es la palabra
que acompaña toda la historia del socialismo desde sus orígenes románticos. Un
discurso “holomorfo”, completo, que dice la verdad del hombre, revela su
destino, diagnostica el mal social, encuentra su causa, formula el remedio,
indica la misión de los justos en la historia, un sistema que se da por mandato
“la búsqueda incesante de las condiciones de la verdad integral, de la justicia
impecable”, 15 no disponía en efecto en los albores de la modernidad
más que de dos grandes estatutos legitimadores posibles, estatutos cuyo
conflicto atraviesa el siglo XIX: proclamarse una nueva religión o proclamarse
como una ciencia naciente. Ahora bien, estas dos formas de legitimación
antagónicas fueron percibidas, en un primer momento, como perfectamente
componibles y complementarias: las “religiones de la humanidad”, bajo cuyos
ropajes se presentan los primeros sistemas totales, se presentarán como “religiones
científicas” o “racionales”, religiones que integran y sacralizan una “ciencia
social” recién “descubierta”. Que la religión cristiana no estuviera de acuerdo
con el “progreso” de las ideas positivas y que los espíritus modernos la
rechazaran cada vez más no demostraba que los “lazos religiosos” no fueran
necesarios para la vida en sociedad. “La teología no proporciona la menor
iluminación sobre el camino a seguir para mejorar nuestra condición social”,
constata Émile Littré, discípulo de Comte. 16 Es lo que la condena.
Pero entonces una doctrina que ilumine plenamente este “camino a seguir” será
la sucesora legítima de esa teología superada. “El dogma antiguo pierde crédito
cada día” –el correlato podría ser: proclamemos entonces un “nuevo dogma”.17
Saint-Simon será el primero en dar una expresión doctrinal a este fatal
derrumbamiento de las religiones reveladas, que no se trataba de impedir, que
hubiera sido inútil querer retrasar, sin que por eso fuera obligado contemplar
pasivamente su caída sin poner en su lugar alguna cosa nueva, es decir moderna,
para llenar el vacío inmenso que dejaban. Ahora bien, esta primera legitimación
romántica de los Grandes relatos de la historia como “religión científica”, que
el socialismo, después de haberla utilizado con Enfantin, Leroux, Comte y
Colins, abandonó avergonzado hacia 1850, será retomada y reanimada por un gran
número de pensadores del siglo XX, de variadas obediencias, que tienen en común
un fuerte recelo con respecto a la modernidad secular y su pretendido progreso
hacia la racionalidad. El siglo XX, que iba a ver la consumación del “final de
las religiones” (Auguste Dide18), que iba a acabar disolviendo la fe
ancestral en una “irreligión” y una “anomia” generales (Jean-Marie Guyau19)
parece hoy a un gran número de pensadores e historiadores haber sido, de hecho,
esencialmente religioso y continuamente engañoso a sí mismo al negar, en el
campo progresista (¡mucho menos en el fascista!), serlo en absoluto. Habría
sido un siglo de masacres y carnicerías, de guerras y genocidios precisamente
por ser un siglo de nuevas religiones enfrentadas, luchando encarnizadamente
por su recíproca destrucción no menos que por la destrucción del mundo antiguo.
Los
dioses tienen sed: el título que puso el escéptico Anatole France a su
novela sobre la Revolución y el Terror, sugiere ya eso. De manera que el
concepto de “religiones políticas”, aparecido para caracterizar sistemas
humanitarios románticos, se transforma en una herramienta explicativa del
horror del siglo XX. Las religiones políticas, roja, negra o parda, habrían
sido, como las religiones reveladas lo fueron en otra época, responsables de
masacres y de crímenes, como siempre cometidos en nombre del Soberano bien.
Notas
11 Karl
Dietrich Bracher, Zeit der Ideologien: eine Geschichte politischen
Denkens im 20. Jh. Stuttgart: Deutsche Verlagsanstalt, 1998. –
Jean-Pierre Faye. Le siècle des
idéologies. Paris: Colin, 1996.
12 L’Archipel du Goulag, I, 132.
13 Azaïs,
Pierre-Hyacinthe, Explication universelle. Paris: L’Auteur, 1828.
2 vol. Voir aussi son Précis du système universel. Paris: Eymery, 1825. Et
sa Question philosophique de première importance: Quelle
est, dans l’univers, la destinée du genre humain? Paris: L’Auteur, 1841.
14
Dans la Préface à la Phénoménologie
de l’Esprit.
15 La Rénovation, revue fouriériste, 24.
4.1890, 217.
16 Conservation, révolution et positivisme, Paris: Ladrange, 1852,
xxiv.
17
Ibid., xxvii.
18 La fin des religions.
Paris: Flammarion, 1902.
19 L’irréligion
de l’avenir, étude sociologique. Paris: Alcan, 1890.
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