http://marcangenot.com/.../Le_siecle_des_religions_politiques.pdf
Los sociólogos de la “Belle époque”
En la naciente sociología, atenta a legitimarse
dando razón de los nuevos fenómenos de la era de las masas, la tesis del
socialismo como moderna religión que llegaba a sustituir a las viejas creencias, fue unánime en el cambio de siglo
—aunque los análisis de unos y otros son considerablemente diferentes en el
detalle. Hacia 1900 y mientras que la Internacional progresa continuamente en
Europa, la ecuación socialismo = religión concita la unanimidad de los
sociólogos alemanes y franceses. Permite ironías polémicas dirigidas contra
sistemas que se pretenden ateos y anticlericales: «El socialismo es una
religión. Eso es lo que le proporciona su grandeza y su poder de atraer a las
masas. Es también su debilidad. (…) La religión socialista, como las demás,
tiene su paraíso, que podemos describir con exactitud a partir de la fe de los
que sueñan en él», escribe Henri
Monnier. «Estamos de acuerdo,
propone por su parte el filósofo Alfred
Fouillée, en Le socialisme et la sociologie
réformiste (Alcan, 1909), en que el socialismo actual en lugar de ser
una 'ciencia' es una 'religión' y tiene sus elementos de verdad, en parte
afortunados y en parte desdichados». Hábil maniobra de descalificación, los
adversarios “burgueses” del socialismo lo deslegitiman mostrando una especie de
amplitud de miras de la que extraen ventajas: impostura en tanto que “ciencia”,
el socialismo podía ser apreciado o al menos comprendido como una poderosa
creencia colectiva y su éxito, se especulaba, permitía comprender el éxito del
cristianismo en otras épocas. Vilfredo
Pareto consagra también en el cambio de siglo dos gruesos volúmenes a
denunciar las irracionalidades, los “dogmas” indemostrables y los sofismas que
detectaba en los diversos Systèmes
socialistes (Giard & Brière, 1902-1903). Formula la presuposición que terminó por
imponerse en esa época: si el socialismo reemplaza a la creencia religiosa, eso
no lo reduce a no ser más que una impostura cripto-clerical superada: una forma de religión sigue siendo indispensable
a las sociedades, hoy tanto como en los tiempos pasados. El socialismo, como nueva
religión parcialmente secularizada llega entonces, de alguna manera con razón o
al menos inevitablemente, a sustituir a las revelaciones obsoletas y a las
leyes dadas por Dios a los guías del pueblo en el Sinaí. El sociólogo que
constata esta permanente función transhistórica, va a establecer un paralelo
entre los antiguos panteones y las modernas ideologías y a legitimar altaneramente
las ideologías-religiones como imposturas útiles. «La
religión», concluía Pareto, «es
muy ciertamente el cemento indispensable de toda sociedad. Poco importa por lo
demás que los sacrificios se hagan a deidades como Juppiter
Optimus Maximus o que se
reemplace a tales dioses por abstracciones tales como la "Humanidad" o el "Progreso socialista"».43
Gustave Le Bon, el “psicólogo
de las masas”, para quien la eterna credulidad de estas era un artículo de fe
cientificista, escribía por su parte: «Los viejos credos religiosos que mantenían en otro tiempo a la multitud bajo
servidumbre son reemplazados por credos
socialistas o anarquistas tan imperiosos
e igualmente tan irracionales, pero que no dominan menos las almas».44
Los socialistas que reniegan de los dogmas y desprecian los ritos cristianos
creyéndose a mil leguas de ellos no son por ello espíritus menos fundamentalmente
religiosos a los ojos del famoso “psicólogo”. No fue ya simplemente en nombre
de la Revelación apostatada, sino en el de la racionalidad científica ultrajada,
que los modernos universitarios rechazaron las nuevas creencias irracionales,
el sometimiento crédulo de las multitudes. El primer sociólogo de los partidos
políticos, analista del “culto” a los jefes socialistas, Robert (Roberto) Michels, en su clásica obra de principios
del siglo XX sobre la dinámica oligárquica de los movimientos democráticos, Zur Soziologie der Parteiwesens
(tardíamente traducida con el título Les Partis politiques,
Flammarion, 1971) llama la atención sobre el fenómeno, procedente a
su juicio de la misma democracia de masas, del “culto a la personalidad” en los
partidos de extrema izquierda, citando como ejemplo clave «la idolatría de la
que es objeto en el Norte la persona del profeta marxista Jules Guesde [fundador del Partido Obrero francés]».45
Estos sociólogos recogían, inconscientemente, la que era desde siempre la tesis
de los católicos frente al socialismo, muy pronto identificado por ellos como
una religión que competía con la suya, y transponían o adaptaban los
presupuestos católicos: el hombre no puede vivir sin religión, sobre las ruinas
de las religiones reveladas nacen pues las religiones políticas. Por la misma
época Dom Martial Besse,
monje de vanguardia y analista de las religiones laicas, convertía
la idea en su axioma y haciéndolo
transmitía, modernizándola gracias al contacto con la sociología, la larga tradición
polémica de las gentes de la iglesia contra las ideas del siglo: «No es posible
suprimir radicalmente el instinto religioso en el hombre. Reprimido por un
lado, resurge por otro.»46
Notas
43 V. Pareto, Systèmes socialistes: cours professé
à l'université de Lausane. Paris: V. Giard & E.
Brière, 1902-1903, vol. I, 302.
44 Henri Monnier, Le paradis socialiste
et le ciel, 1907, 5-6 et Gustave Le Bon, Les
opinions et les croyances, Flammarion, 1911, 8. Ou
encore chez Paul Leroy-Beaulieu,
dans La question
ouvrière au XIXe siècle. 2e éd. rev.,
Paris: Charpentier, 1881, 16 [1ère éd.: 1872]: «...ce caractère pour ainsi dire religieux des croyances socialistes».
45 R.
Michels, Les Partis politiques. Paris: Flammarion,
1971, 61.
46 Dom Besse,
Les religions laïques, un romantisme
religieux, Paris: Nouvelle Librairie nationale, 1913, 2.
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