La
sacralización de la política, producto la propia secularización
La
manera de construir el concepto es, por tanto, inseparable de la forma en que
nos acercamos al gran paradigma acerca de la "lógica" evolucionista de
la civilización occidental y los orígenes de la modernidad, paradigma en el que
se enfrentan concepciones diferentes de la secularización
y la desacralización. Dentro del
dominio francófono habrá que volver al final de este ensayo a la síntesis de Marcel Gauchet, El
desencantamiento del mundo: una historia política de la religión, historia
de las metamorfosis de los divino cristiano en la «Era de las ideologías» y
confrontarla con las tesis en sentido contrario de Régis Debray, que sostiene la ecuación LO POLÍTICO = LO RELIGIOSO,
que recupera el paradigma de la Religio perennis, de la perennidad transhistórica del hecho religioso
y de una antropología de la «incompletitud» humana. La idea de “religión
secular” o “religión política” está en el corazón de una tesis típicamente
antimoderna, que fue sostenida primero y principalmente por pensadores
cristianos, recelosos respecto a la descristianización en curso y sus «efectos
perversos». La tesis afirma que una sociedad que rechaza la trascendencia está
condenada a elaborar religiones seculares que conducen al totalitarismo y el
terror. El filósofo Waldemar
Gurian, judío ruso convertido al catolicismo, procede
en los años 1930 a teorizar esta noción de “totalitarismo”, colocando en el
centro de este nuevo sistema de dominación a un grupo de ideólogos poseídos de
una fe absoluta, la “religión totalitaria”: el Estado todopoderoso no sería un
fin, sino un medio de realizar un proyecto quimérico, inhumano e inviable.26
Gurian no tuvo que ir
demasiado lejos en busca de inspiración. Hay que recordar que esa fue ya la
tesis de Dostoievski. En Los
endemoniados Chatov y Piotr Verjovenski se postran a los pies de Stavroguin,
el Hombre nuevo: el ateísmo conduce a la idolatría y la servidumbre voluntaria.
La tesis de la aparición de religiones políticas que dinamizan la tiranía
totalitaria ha facilitado a continuación el acercamiento
entre las ideologías totalitarias en conflicto durante los años 1930; ha
permitido a estos pensadores “espiritualistas” –en oposición frontal con el maniqueísmo
“antifascista” de la izquierda– una aproximación sistemática entre la URSS y la
Alemania nazi. No obstante la contigüidad ha inspirado también a pensadores
liberales. Franz Borkenau en El
enemigo totalitario27 presenta al comunismo y el nazismo
como dos formas, aparentemente en conflicto pero fundamentalmente semejantes,
de creencia escatológica y milenarista. Frederick
Voigt, periodista del Manchester Guardian, publica en 1838 un ensayo de actualidad
titulado Unto Caesar que
se inicia con las palabras siguientes: «Nos hemos referido al marxismo y el nacionalsocialismo
como religiones seculares. No son doctrinas opuestas sino fundamentalmente semejantes,
tanto en sentido religioso como secular».28 Eric Voegelin en su
Las
religiones políticas, de 1939 –obra de la que se hablará a continuación
más extensamente, puesto que desempeña un papel fundamental– considera esencialmente idénticos al nazismo
y el bolchevismo, tanto en sus doctrinas como en sus prácticas despóticas e inhumanas.
Así pues no son sólo pensadores espiritualistas los que convergen en este
concepto emergente e intentan convertirlo en un instrumento interpretativo,
sino también demócratas racionalista. Así la idea de las religiones políticas
como causa de la desgracia de los tiempos no podía dejar de seducir a un
filósofo antirreligioso como Bertrand
Russell: lo confirmaba en la tesis del carácter pernicioso de toda
religión. «Creo que las grandes religiones del mundo
-budismo, hinduismo, cristianismo, Islam y comunismo – son tan falsas como
dañinas.» «Lo considero
[al hecho religioso] como una enfermedad
nacida del miedo y una fuente de profundo sufrimiento para la raza humana.»29
Desde 1920 Bertrand Russell apuntaba a la semejanza entre el bolchevismo y el
Islam.30 (Ya anteriormente Alexis
de Tocqueville había descubierto un parecido semejante entre el
jacobinismo y el Islam). «El bolchevismo
no es meramente una doctrina política; también es una religión con dogmas
elaborados y escrituras inspiradas».31 Y extraía la conclusión
de que si los comunistas se convertían todos en fanáticos religiosos, como se
estaba viendo en aquel momento, mientras que los defensores del capitalismo
seguían siendo racionales y escépticos, la victoria del bolchevismo serían
inevitable.32 Russell no fue el único entre los racionalistas que
dijo estas cosas. John M. Keynes
escribió en 1925: «Como en el caso de las otras
religiones nacientes el leninismo no deriva su poder de las multitudes, sino de
un pequeño número de conversos entusiastas cuyo celo e intolerancia proporcionan
a cada uno la fuerza de un centenar de indiferentes... Decir que el leninismo
es la fe de una minoría de fanáticos perseguidos que se multiplican, dirigidos
por hipócritas, es ni más ni menos que decir que se trata de una religión... Al
igual que otras religiones nuevas, persiguen sin justicia ni piedad a los que
se les resisten activamente.»33
En Francia Julien
Benda denuncia en 1929 a estos “intelectuales/clérigos” del siglo que se
han puesto al servicio de absolutos terrestres34: “El Estado, la Patria, la Clase son hoy
francamente Dios; incluso se puede decir que para muchos (y bastantes se
vanaglorian de ello) estos son el único Dios. La Humanidad, por su práctica
actual de las pasiones políticas, pone de manifiesto que se vuelve más realista,
más exclusivamente y más religiosamente realista de lo que jamás ha sido”.
Así finaliza el capítulo segundo de La traición de los intelectuales.
Notas
26 Gurian distingue radicalement
les mouvements et régimes totalitaires des régimes autoritaires ou tyrannies «classiques»
comme ceux de Franco ou de Mussolini: ceux-ci n’ont précisément pas essayé de
remplacer le christianisme par «une religion nouvelle».
27 London: Faber, 1939.
28 Frederick
A. Voigt, Unto Caesar. London: Constable, 1938. Trad. Rendez à César. Paris: Calmann-Lévy, 1939, 37.
29 Bertrand
Russell, Why I am not
a Christian.[Causerie du 6 mars
1927] — And Other
Essays on Religion and Related Subjects. Ed. with an Appendix on the Bertrand Russell Case by Paul Edwards. London: Allen & Unwin, 1957, xi
et 18.
30 Russell,
The Practice
and Theory of Bolshevism. London: Allen &
Unwin, 1920. Rééd. New York: Simon & Schuster, 1964
31 ibid., 8.
32 Ibid.
33 Écrit de 1925 repris dans Essays in Persuasion, New York, 1965, 4.
34 La trahison
des clercs. Paris: Grasset, 1927.
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