https://nypost.com/2023/03/10/censorship-industrial-complex-uses-power-to-threaten-democracy/
En su discurso de despedida de 1961, el presidente Dwight
Eisenhower hizo una famosa advertencia sobre un creciente
"complejo militar-industrial", refiriéndose a una política
pública "cautiva de una élite
científico-tecnológica".
Sin embargo hoy
en día los contribuyentes estadounidenses están financiando sin
saberlo el crecimiento y el poder de un Complejo Industrial de la
Censura dirigido por la élite científica y tecnológica de Estados
Unidos, que pone en peligro nuestras libertades y nuestra
democracia.
Los Archivos de Twitter,
las demandas de los fiscales generales de
los Estados y los reporteros
de investigación han revelado una amplia y creciente
red de organismos gubernamentales,
instituciones académicas
y grupos privados
que censuran activamente a los ciudadanos estadounidenses, a menudo
sin su conocimiento, sobre temas como los orígenes
del COVID, las vacunas
COVID, los negocios
de Hunter Biden, el cambio
climático y muchas otras cuestiones.
La
ley permite a Facebook y
Twitter y a otras empresas
privadas moderar el contenido de sus plataformas y yo apoyo el
derecho de los gobiernos a comunicarse con el público, incluso para
rebatir información inexacta y engañosa.
Pero los
funcionarios del gobierno han sido sorprendidos en repetidas
ocasiones
1) exigiendo a las plataformas de medios sociales la censura de usuarios y contenidos criminalizados,
2) a menudo amenazando la base jurídica de la existencia de las empresas, la Sección 230, y
3) financiando a
otros para que hagan lo mismo en su nombre.
"Si
los funcionarios del Gobierno dirigen o facilitan esa censura",
señala el profesor de Derecho de la Universidad George Washington
Jonathan Turley, "se plantean
graves cuestiones relacionadas con la Primera
Enmienda. Es axiomático que
el gobierno no puede hacer indirectamente lo que tiene prohibido
hacer directamente."
Y en efecto, el
gobierno de EEUU ha estado financiando a otros para "hacer
indirectamente lo que tiene prohibido hacer directamente".
Los
cerebros del complejo residen en cuatro organizaciones: el
Observatorio de Internet de Stanford,
la Universidad de Washington,
el Laboratorio de Investigación
Forense Digital del Atlantic Council y Graphika,
con turbios vínculos con el Departamento
de Defensa, la CIA
y otras agencias de inteligencia.
Parece que están
trabajando con múltiples
agencias gubernamentales
estadounidenses para institucionalizar
la investigación y la defensa
de la censura en
docenas de otras
universidades y grupos de reflexión.
Estos
grupos no contrastan públicamente con sus oponentes.
No
están pidiendo un debate nacional sobre los límites de la Primera
Enmienda.
Más bien están creando listas
negras de personas criminalizadas y exigiendo
que las plataformas de medios sociales las censuren, las oculten e
incluso las prohíban.
Los censores son un una
clase de gente conocida.
Confiados en su capacidad para
discernir la verdad de la falsedad, la buena intención de la mala
intención, el instinto de estos vigilantes de pasillo es quejarse al
profesor.
Este enfoque puede funcionar en la enseñanza
media y en un buen número de universidades de élite, pero es
anatema para la libertad de expresión, la democracia y el estilo de
vida estadounidense.
Estas organizaciones y
otras también llevan a cabo sus propias
operaciones de influencia, a las que suelen llamar
"verificación de hechos"
cuando las hacen ellos y "desinformación"
cuando las hacen sus oponentes.
En el inmediato pasado las
operaciones de influencia han consistido en convencer a periodistas y
ejecutivos de medios sociales de que la
información veraz es desinformación, que las
hipótesis válidas son teorías conspirativas y que
una mayor autocensura se traduce en una
información más veraz.
Los censores se
mueven por el temor a que Internet y las plataformas de medios
sociales empoderen a líderes y políticas populistas, que consideran
desestabilizadores.
=
Por esa razón en
pocos años, los funcionarios, agencias y contratistas del gobierno
federal han pasado de luchar contra los reclutadores del ISIS y los
bots rusos a censurar y deplorar a los estadounidenses de a pie y a
las figuras públicas criminalizadas.
Y los censores han
intensificado sus esfuerzos para influir e incluso controlar las
organizaciones convencionales de medios de comunicación.
En
2020 dos influyentes organizaciones (el Aspen
Institute y el Stanford's
Cyber Policy Center) intentaron socavar el principio
ético establecido en 1974 por The Washington Post y
The New York Times, cuando ambos periódicos publicaron
documentos clasificados del Pentágono, a pesar de que habían sido
robados.
Los censores justifican con frecuencia sus
demandas como prevención de daños en el mundo real, pero han
definido el "daño" de forma tan amplia que han justificado
que Facebook censure
información veraz sobre las vacunas COVID, por ejemplo, para
prevenir la "indecisión ante las vacunas".
Y
cada vez más los censores dicen que su objetivo es restringir la
información que "deslegitima" a las organizaciones
gubernamentales, de seguridad nacional e industriales, un mandato tan
amplio que podría utilizarse fácilmente para censurar las críticas
a los líderes electos.
Pero también corresponde al
pueblo estadounidense despertar ante la amenaza de lo que quizá sea
lo más antiamericano del mundo, la
censura gubernamental.
"Sólo una
ciudadanía alerta y bien informada", señaló Eisenhower,
"puede obligar a engranar adecuadamente la enorme maquinaria
industrial y militar de la defensa con nuestros métodos y objetivos
pacíficos, para que la seguridad y la libertad puedan prosperar
juntas".
Adaptado del testimonio del periodista
Michael Shellengberger el 9 de marzo ante el Comité Selecto de la
Cámara de Representantes sobre la Militarización del Gobierno
Federal.
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