"La COVID es fundamental porque es lo que convence a la gente de aceptar y legitimar la vigilancia biométrica total" (Yuval Noah Harari, Foro Económico Mundial)
Introducción
Utilizando
la falsa narrativa del "virus COVID" como tapadera,
los parásitos privilegiados y locos por el poder,
que acaparan la riqueza mundial,
han acelerado bruscamente su antiguo plan de crear un único imperio
global que esté completamente bajo su mando. Este imperio global
único empleará en última instancia los servicios de todas las
instituciones transnacionales del planeta para regular y controlar
todos los aspectos de la vida humana.
Se trata de un
imperio global dirigido por un club exclusivo,
de entre 8.000 y 10.000 miembros,
que no juran lealtad a ninguna bandera nacional,
que se consideran a sí mismos superiores a sus compatriotas y que
son indiferentes a la ideología política siempre que puedan
controlar la estructura política desde dentro. Pretenden borrar
todas las fronteras nacionales y van camino de destrozar las
constituciones de todos los Estados-nación. Es un imperio global
que,
a diferencia de antaño,
no necesita un ejército permanente para librar una guerra en un
campo de batalla contra un imperio contrario. Porque,
en esta era del imperio global único,
el enemigo al que se somete es cada uno de nosotros. Esa misión se
está llevando a cabo a través de una sofisticada campaña de guerra
de la información,
que está diseñada para vigilar y manipular cada uno de nuestros
pensamientos,
palabras y actos.
Y lo que es más importante,
este ataque contra nosotros pretende suprimir y erradicar la libertad
en todos los aspectos de nuestras vidas: la libertad económica; la
libertad política (en particular,
la libertad de impartir y recibir información y de aceptar o
rechazar información); la libertad de movimiento físico; la
libertad de decisión en materia de atención sanitaria y,
sobre todo,
la independencia para pensar por nosotros mismos… lo que podría
llamarse libertad mental.
Antes de exponer con más
detalle este imperio global,
me gustaría compartir con usted,
querido lector,
una historia sobre mis padres. Sirve para contrastar la versión de
la década de 1950 de la vigilancia masiva y las duras restricciones
a las libertades individuales en ciertas partes del mundo con la
versión de la represión de la década de 2020,
en la que toda la humanidad (independientemente de dónde se viva)
está siendo constante y subrepticiamente atrapada en una red de
control totalitario omnipresente.
En 1955,
mis padres,
Maida y Janko,
lo arriesgaron todo al abandonar su patria,
la República Federativa Socialista de Yugoslavia. No fue una
decisión que tomaran a la ligera,
pues significaba perderlo todo (posiblemente incluso la vida) si las
autoridades yugoslavas descubrían que mis padres no tenían
intención de regresar después de visitar la vecina Austria,
para lo que,
según dijeron a los guardias fronterizos,
era simplemente una divertida excursión de fin de semana.
Desde
el final de la Segunda Guerra Mundial,
Yugoslavia había estado gobernada por los comunistas bajo el
liderazgo de Josip Broz Tito. Aunque el gobierno de Tito intentó
mejorar el nivel de vida del ciudadano medio,
el gobierno autoritario de sus apparatchiks dejaba mucho que desear.
Por ejemplo,
un gran impedimento para el progreso era la corrupción arraigada en
todos los niveles del gobierno yugoslavo. Los miembros del Partido
Comunista recibían privilegios y favores,
mientras todos los demás esperaban meses y meses para cubrir
necesidades básicas,
como alimentos y vivienda. Entre los miembros del partido,
los sobornos eran moneda corriente. El ascenso social y político se
basaba en la lealtad al partido y en los contactos,
no en los méritos.
Otro gran inconveniente bajo el
reinado de Tito fue el recorte de las libertades individuales. Mis
padres habían sido testigos directos de la erosión de sus derechos
básicos: el derecho a reunirse,
el derecho a hablar libremente,
el derecho a viajar y el derecho a tener un negocio. Si alguien se
manifestaba valientemente en público o en privado contra estas
injusticias,
el Estado vigilaba y rastreaba todos sus movimientos. Uno podía
incluso ser vigilado por un vecino entrometido,
que bien podía estar trabajando como soplón para el gobierno.
La
red de vigilancia tendida sobre la sociedad yugoslava y las
restricciones impuestas a las libertades civiles se agravaron a
medida que se intensificaban las desavenencias entre Belgrado y Moscú
a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta. A
partir de 1948 los soviéticos intentaron interferir activamente en
los asuntos políticos internos de Yugoslavia. Incluso intentaron
derrocar al gobierno yugoslavo,
ya que Moscú desaprobaba el deseo de Tito de trazar un camino
independiente,
separado del Bloque Oriental dominado por los soviéticos. En junio
de 1948,
por ejemplo,
los soviéticos se dirigieron al pueblo yugoslavo con un llamamiento
a derrocar a su gobierno. Sin embargo,
a pesar de que la sombra de Moscú impregnaba todos los niveles de
los asuntos políticos internos de Yugoslavia,
los comunistas de Tito consiguieron conservar el poder. Sin embargo
la URSS y sus aliados de Europa del Este se negaron a renunciar a sus
pretensiones. Seguían amenazando con invadir el país con cualquier
pretexto.
A instancias de
Stalin,
los soviéticos intentaron asesinar a Tito en varias ocasiones.
Mientras tanto vecinos antes amistosos como Hungría y Rumania,
ahora en manos de la URSS,
bloqueaban las fronteras de Yugoslavia y disparaban (y a veces
mataban) a los guardias fronterizos yugoslavos.
En este
contexto mis padres tomaron la fatídica decisión de abandonar su
patria. Llevaban años oyendo hablar de la "tierra prometida":
el continente norteamericano. Una tierra donde la economía de
posguerra estaba en auge. Una tierra de infinitas posibilidades e
innumerables oportunidades. Una tierra donde,
si uno estaba dispuesto a trabajar duro,
se podía conseguir cualquier cosa. Era hora de
mudarse.
Afortunadamente mi madre se había mantenido en
contacto con Franc Kopitar,
amigo íntimo de su familia desde la infancia. Franc,
tras haber servido con los partisanos de Tito (su nombre en clave
partisano era Silvo) durante la Segunda Guerra Mundial,
se había incorporado a la agencia estatal yugoslava de turismo y
transporte Putnik. Más tarde,
la agencia pasó a llamarse Kompas,
nombre que conserva hasta hoy. Aunque Franc era un patriota,
dispuesto a hacer lo que fuera necesario para defender a su nación
de una fuerza militar invasora,
desconfiaba profundamente de los comunistas. Por eso estaba dispuesto
a ayudar en secreto a mis padres a escapar del puño de hierro de
Tito para buscar una vida mejor. En 1955,
gracias a sus contactos en el gobierno,
Franc consiguió el visado y los documentos de viaje necesarios para
que mis padres pudieran visitar Graz (Austria) con un "pase
temporal de fin de semana". Los documentos eran auténticos:
llevaban los preceptivos sellos de autorización y otras marcas que
harían creer a las autoridades que mis padres regresarían tras su
estancia de fin de semana en la vecina Austria.
Franc
había dado instrucciones a mis padres para que amueblaran
completamente su apartamento con muebles recién comprados antes de
marcharse. Sabía que así engañaría a cualquiera que pudiera
husmear en los planes de viaje de mis padres. Después de todo ¿por
qué iba alguien a gastarse todos sus escasos ingresos en comprar
muebles nuevos para su apartamento si pensaba abandonar el país para
siempre? Con la engañosa escena de las habitaciones decoradas y su
engañoso plan puesto en marcha,
mis padres,
ya prácticamente sin dinero,
metieron todo lo que atesoraban en dos pequeñas maletas y partieron
hacia la estación de tren de Liubliana en una fría tarde de enero
de 1955. Llenos de esperanza e inquietud,
subieron al tren que los llevaría a la frontera entre Yugoslavia y
Austria. Sin saber cómo acabaría aquel día trascendental,
tres preguntas pesaban en sus mentes:
¿Quién y qué les
esperaba en la frontera?
Si sus papeles no estaban en
regla ¿los llevarían a la cárcel y los interrogarían durante
días? Peor aún,
si sus papeles no estaban en regla o su comportamiento parecía
sospechoso ¿los bajarían del tren,
los escoltarían hasta un bosque cercano y nunca más se los volvería
a ver? Sabían que ese trágico final había ocurrido a muchos
desafortunados que habían intentado escapar del reinado de Tito.
El
tren llegó a la frontera con Austria al anochecer. Austria estaba
entonces dividida en cuatro zonas de ocupación aliadas: Británica,
Americana,
Francesa y Soviética. Antes de que se le permitiera cruzar a la zona
de ocupación británica,
las autoridades militares yugoslavas subieron a bordo en busca de
cualquiera que pareciera remotamente sospechoso de viajar sin
autorización.
Mis padres habían recibido instrucciones
de Franc de mirar a los soldados directamente a los ojos y sonreír
cuando les pidieran que presentaran sus documentos para inspección.
Era imperativo mantener el contacto visual. Si te veían esquivando
la mirada directa de las autoridades o parecías nervioso,
te ordenaban inmediatamente que descendieras. Pero establecer
contacto visual era más fácil de decir que de hacer. Mis padres
observaron impotentes cómo un pasajero interrogado delante de ellos
era sacado del vagón y arrastrado al bosque adyacente. En cuestión
de segundos,
oyeron el eco de los disparos. Años después,
mis padres me contaron que fue uno de los momentos más difíciles
que tuvieron que soportar. Recordaban que sentían un miedo y un
temor mórbidos mientras se obligaban a sentarse tranquilamente y a
no sudar,
mientras sus entrañas se revolvían con la angustia.
Para su enorme
alivio cuando llegó el momento de examinar sus documentos,
todo estaba en orden. Nada en sus papeles,
su semblante o sus acciones delataba su secreto. Así que les
permitieron seguir en el tren y entrar en Austria. Cuando llegaron a
la estación de Graz,
no sabían qué hacer ni adónde ir. Así que se quedaron en el andén
hasta que un hombre con gabardina gris se acercó y les preguntó,
en perfecto croata (aunque con acento británico): "¿Están de
visita o escapan?". Tras escuchar su respuesta,
el hombre los acompañó a un centro de procesamiento,
donde la agencia católica de ayuda Caritas Internationalis
les proporcionó comida y agua. Desde allí fueron trasladados en
autobús,
junto con otros refugiados,
a un campo de personas desplazadas (DP Camp Nr. 1001) situado en
Wels,
Austria,
en la zona de ocupación estadounidense. Allí mis padres fueron
interrogados e investigados por funcionarios estadounidenses y luego
conducidos a sus alojamientos,
estrechos pero benditamente limpios,
en el abarrotado campo.
Aunque el campo estaba abarrotado
de refugiados de toda Europa del Este,
todo el mundo se esforzaba por llevarse bien. Durante su estancia en
el campo mis padres conocieron a gente maravillosa de todas las
nacionalidades (húngara,
ucraniana,
eslovena,
serbia,
croata y bosnia) y de todas las condiciones sociales. Por las noches,
todos jugaban a las cartas y compartían historias (siempre llenas de
intriga y a menudo patéticas) sobre su angustioso viaje desde Europa
del Este.
Después de pasar tres meses en el campo de
refugiados,
mis padres fueron invitados a vivir con una maravillosa familia
austriaca como parte del programa de patrocinio de refugiados del
gobierno austriaco,
coordinado por el Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados (ACNUR). El objetivo del programa era ayudar a los
refugiados a aprender alemán y proporcionarles un oficio para que
pudieran integrarse y contribuir mejor a la sociedad austriaca. Por
término medio,
alrededor del diez por ciento de todos los refugiados acabaría
quedándose permanentemente en Austria,
mientras que el resto se trasladaría al extranjero. A pesar de haber
forjado un duradero vínculo de amistad durante los dieciséis meses
de alojamiento con la familia austriaca,
tomaron la audaz decisión de cruzar el Atlántico Norte hasta el
puerto de Montreal (Canadá) en 1957.
Y el resto,
como suele decirse,
es historia.
Últimamente me he preguntado: Si mis padres
vivieran hoy en el territorio conocido como la antigua Yugoslavia y
quisieran trasladarse a un país que les prometiera la oportunidad de
mejorar su suerte ¿adónde irían? Si buscaran un lugar en el que el
gobierno respetara los derechos inherentes e inalienables de los
ciudadanos ¿podrían encontrarlo en algún continente? ¿Seguirían
viajando a un país de la Commonwealth como Canadá? ¿Se
aventurarían hasta las dos naciones más meridionales de la
Commonwealth,
Nueva Zelanda y Australia? ¿Huirían a los Estados Unidos,
aparentemente libres? ¿O a un país de la Unión Europea controlado
por Estados Unidos? ¿Y si se trasladaran a uno de los países BRIC,
como Brasil,
Rusia o la India? (No… probablemente no les tentaría China).
Una
forma de responder a estas preguntas es analizar las actuales
condiciones políticas y económicas de los países mencionados y
determinar el "factor libertad" (o la falta de él) en cada
uno de ellos. De país en país,
examinaremos las acciones de sus gobiernos en los últimos tres años
y llegaremos a una conclusión en nombre de mis padres.
Empecemos por
el país que adoptaron y en el que nací y crecí yo: Canadá.
Una
mirada a Canadá en 2023
Cuando mis
padres emigraron a Canadá en 1957 era sin duda una tierra de
oportunidades y de abundancia. Era posible para una familia de clase
media,
con un solo ingreso y dos hijos,
poseer una casa,
un par de vehículos y tal vez una casa de veraneo.
Mis
padres sólo habían cursado sexto de primaria,
pero estaban dispuestos a trabajar duro. En dos años ganaron y
ahorraron lo suficiente para montar su propio negocio: un salón de
belleza. En 1963 pudieron comprar su primera casa unifamiliar por
10.000 dólares,
con un pago inicial de 5.000 dólares. Cinco años más tarde
consiguieron pagar la hipoteca con los modestos ingresos que
obtenían. Echando la vista atrás su determinación y su capacidad
de ahorro me parecen increíbles.
Ahora imaginemos
cómo sería ese mismo escenario en la actualidad. El precio medio de
venta de una vivienda unifamiliar canadiense en enero de 2023 era de
612.204 dólares. Si aplicamos lo que hicieron mis padres,
dar la mitad del precio,
desembolsaríamos la friolera de 306.000 $ por adelantado y luego
pagaríamos los 306.000 $ restantes en los cinco años
siguientes.
Eso equivale a unos 61.200 dólares anuales de
hipoteca,
sin incluir los intereses. Si calculamos el coste de la comida,
la ropa y el combustible (otros 40.000 dólares al año para una
familia media de cuatro personas),
tendríamos que ganar unos 100.000 dólares al año más otros
100.000 dólares aproximadamente para cubrir los impuestos sobre la
propiedad y la renta y los intereses de la hipoteca.
Así
pues,
tendríamos que ganar unos 200.000 dólares anuales antes de
impuestos para llevar un estilo de vida bastante moderado,
pagar la hipoteca,
los impuestos y los gastos básicos de la vida,
todo ello para conseguir lo que mis padres pudieron hacer a
principios de los años sesenta con unos ingresos mucho más modestos
en aquel momento. ¿Parece hoy algo remotamente posible? Yo creo que
no.
La verdad es que en Canadá,
como en la mayor parte del mundo,
el coste de la vida se ha disparado. La amplia clase media que
existió en Canadá y en la mayor parte del mundo occidental desde
los años cincuenta hasta los ochenta,
tres décadas en las que el trabajador medio podía ser propietario
de su vivienda,
está desapareciendo. La rápida inflación ha mermado el poder
adquisitivo de los dólares canadienses y estadounidenses,
al tiempo que el coste de la vivienda ha subido como la espuma. Para
empeorar las cosas,
el aumento de los precios de la energía,
los alimentos,
los bienes domésticos y la asistencia sanitaria han contribuido a la
espiral inflacionista,
que está agravando un descenso ya grave de los salarios reales.
En
la escena política la conducta actual del gobierno canadiense es
prácticamente irreconocible,
comparada con la conducta de su gobierno predecesor en la década de
1950. El régimen actual de Canadá,
como la mayoría de las llamadas "democracias liberales
occidentales",
ha mostrado desdén por la verdad y por la libertad individual desde
que la pseudopandemia se desató en el mundo en marzo de 2020. Al
igual que la mayoría de los países,
los gobiernos federales y provinciales de Canadá implementaron
medidas COVID rechazables (encierros,
distanciamiento físico,
enmascaramiento,
cuarentenas,
códigos QR y mandatos experimentales de terapia génica de ARNm)
para combatir el supuesto "virus mortal COVID."
Cuando
canadienses de todas las clases sociales se rebelaron pacíficamente
contra el asalto a sus derechos inalienables y constitucionales,
formando y participando en el Convoy por la Libertad de los
Camioneros,
el régimen tomó represalias. Lleno de rencor el matón Trudeau
encontró una forma extrema de eliminar el derecho de los
manifestantes a reunirse pacíficamente. El 14 de febrero de 2022
invocó la Ley de Emergencias,
la primera vez que se ejecutaba en la historia de Canadá.
La
invocación de la Ley de Emergencias permitió a la policía de
Ottawa y a la Real Policía Montada de Canadá (RCMP por sus siglas
en inglés) desmantelar por la fuerza la manifestación pacífica de
cuatro semanas de duración y miles de personas en la capital del
país. A pesar de ser ordenados,
respetuosos y no violentos,
estos ciudadanos desarmados fueron golpeados por brutales agentes
armados con fusiles. Dos manifestantes ancianos fueron pisoteados por
caballos de la policía y los periodistas fueron rociados con gas
pimienta y recibieron disparos.
Con el pretexto de la Ley
de Emergencias el gobierno federal llegó incluso a congelar las
cuentas bancarias de algunos canadienses que habían organizado o
apoyado económicamente el convoy.
Luego,
el 27 de abril de 2023 (más de un año después de que se disolviera
la protesta) se convirtió en ley el proyecto de ley C-11,
conocido oficialmente como Online Streaming Act (Ley de Transmisión
en Línea). Los cobardes senadores canadienses votaron a favor,
a pesar de que todas las enmiendas que habían propuesto
anteriormente habían fracasado. La nueva ley impondrá una amplia
legislación de censura en Internet que silencia a los canadienses de
a pie en las plataformas de medios sociales.
En resumen,
Canadá ha perdido por completo su sentido de la humanidad. La
compasión y la bondad por las que se conoce a los canadienses en
todo el mundo siguen existiendo,
pero están siendo suprimidas y enterradas bajo una montaña de
mentiras propagadas por el gobierno y sus manipuladores,
que son parte integrante de la dictadura global
establecida.
CONCLUSIÓN
Maida y Janko no
encontrarían libertad económica,
libertad política,
libertad física,
libertad sanitaria ni libertad mental en el Canadá actual.
…
Ahora echaremos un
vistazo a otros tres países de la Commonwealth de
Naciones.
Australia,
Nueva Zelanda y el Reino Unido en 2023
Los
gobernantes de las otras cincuenta y cinco naciones de la
Commonwealth no pudieron urdir una excusa para unirse a la
congelación de cuentas bancarias de Canadá,
pero algunas de ellas adoptaron medidas especialmente salvajes para
erradicar una supuesta nueva enfermedad llamada COVID-19.
El
gobierno australiano no sólo ordenó toques de queda,
enmascaramiento,
distanciamiento físico y la paralización de la economía mediante
confinamientos,
sino que ordenó al ejército patrullar las calles de las ciudades
durante esos cierres patronales. En los Territorios del Norte los
soldados sacaron por la fuerza a los residentes sospechosos de
padecer la temida enfermedad y los trasladaron a campos de
cuarentena.
En dos grandes ciudades australianas,
las marionetas políticas controladas por los oligarcas globales
puede que no hayan congelado las cuentas bancarias de los
manifestantes contra el bloqueo,
pero sí ordenaron a la policía antidisturbios atacar a los que
protestaban en Melbourne y Sydney,
donde dispararon balas de goma a personas desarmadas que huían y
rociaron con gas pimienta la cara de una mujer de 70 años que se
había caído y yacía indefensa en la calle.
Nueva
Zelanda por su parte se convirtió en un estado policial en toda
regla,
aplicando detenciones domiciliarias y zonas de cuarentena en toda
ciudad. Cualquiera que incumpliera las draconianas órdenes de
confinamiento del gobierno se enfrentaba a arrestos e incluso a penas
de prisión. En marzo de 2023,
por ejemplo,
el pastor Billy Te Kahika y su colega Vincent Eastwood
fueron condenados a cuatro y tres meses de prisión respectivamente
por organizar y asistir ilegalmente a una protesta frente a TVNZ
(Television New Zealand). Además de aplicar despiadadas medidas
COVID similares a las de Australia,
la primera ministra neozelandesa,
Jacinda Ardern,
ordenó arbitrariamente la "vacunación" de funcionarios de
salud pública,
farmacéuticos,
barberos,
profesores y empleados de servicios de apoyo a la comunidad.
El
gobierno británico,
aunque no tan duro como sus homólogos australiano o neozelandés,
se comportó de forma represiva y censurable en sus esfuerzos contra
la COVID. Se ordenó a la policía que impusiera un límite a las
reuniones de no más de seis personas en pubs,
restaurantes,
cines y espacios al aire libre. Al igual que sus socios de la
Commonwealth,
Gran Bretaña no se privó de utilizar tácticas dudosas para
manipular a un subconjunto de su población. Su "unidad
de empujones",
creada por la Oficina del Gabinete en 2010,
ha estado aplicando los principios de la ciencia del comportamiento
(es decir,
la presión de la propaganda) para orientar las políticas públicas
en todos los ámbitos,
desde el pago de impuestos hasta el aislamiento de las viviendas.
Durante la pandemia/estafa,
esta "unidad nudge (unidad
de empujones)" irresponsable y carente de ética asustó,
avergonzó y convirtió en chivo expiatorio al público para que
aceptara el pinchazo de la COVID. No debemos olvidar que el Reino
Unido es el hogar de uno de los principales tecnócratas del mundo,
el recién coronado rey Carlos III. En enero de 2020 el
entonces príncipe Carlos regresó a Davos
por primera vez en treinta años para hablar en una
reunión anual del Foro Económico Mundial,
que celebraba su 50 aniversario. ¿Y qué tema abordó este
pseudoambientalista? Pues,
por supuesto,
su pasión por adoptar la descarbonización y otras iniciativas de
desarrollo sostenible,
que él tenía que saber que estaban diseñadas para empobrecer aún
más a los pobres y enriquecer aún más
a Su Alteza Real y a sus
avariciosos compinches de
todo el mundo.
CONCLUSIÓN
Maida y Janko
no encontrarían libertad económica,
libertad política,
libertad física,
libertad sanitaria ni libertad mental en los actuales países de la
Mancomunidad de Naciones.
…
Nos detendremos
aquí para preguntar: ¿quiénes son los actores que leen el texto
del mismo guion
planetario
e interpretan papeles idénticos
como ejecutores del gobierno mundial emergente?
En Canadá
los actores más notables del reparto son el Primer Ministro Justin
Trudeau y la Viceprimera Ministra Chrystia Freeland. Ambos
son lacayos de Klaus Schwab y graduados de su academia de
Young Global Leaders
(YGL),
la rama de adoctrinamiento del Foro
Económico Mundial (FEM).
Otros personajes
de este drama son la dictatorial ex primera ministra de Nueva
Zelanda,
convertida en becaria de Harvard,
Jacinda Ardern; el igualmente despótico presidente de
Francia,
Emmanuel Macron; el que fuera primer ministro de Rusia y ahora
presidente del Estado desde 1999,
Vladimir Putin,
y los tiranos de las tecnológicas Bill Gates y Mark
Zuckerberg. Según una fuente,
hay aproximadamente 3.800 young
global
leaders
y siguen llegando más.
La principal razón
de ser de los young
global
leaders
es,
al
parecer,
llevar adelante las iniciativas del Gran
Reajuste/Cuarta Revolución Industrial del FEM. La
agenda del FEM cuenta con la ayuda y la complicidad del secreto Grupo
Bilderberg,
de los despobladores maltusianos del
eugenésico Club de Roma
y,
sobre todo,
de la organización mundial que dio origen al FEM: las Naciones
Unidas.
A través de su engañoso Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
(IPCC) y su siniestra Agenda 2030
(esta última cargada de Objetivos de Desarrollo Sostenible,
ODS,
que suenan admirables,
pero en realidad diseñan una prisión),
la ONU ha puesto en marcha un sistema diseñado para subyugar a toda
la población del planeta,
transformando a cada ser humano en un siervo feudal,
un esclavo tecnocrático y un transhumano devorador de bichos y carne
sintética… ¡o tal vez tierra vegetal!
Mientras escribo
esto,
los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 están
siendo instituidos en todo el mundo a través del Great Reset del FEM
y su transhumanista Cuarta Revolución Industrial. Y,
mientras escribo esto,
el establecimiento de esos ODS está siendo apoyada por numerosos
bancos centrales,
en particular el Banco de Inglaterra,
el Banco de
Canadá,
el Banco
Central Europeo
(BCE),
el Banco
Popular de China
(BPC),
el Banco
Central de la Federación Rusa
(BCR) y la Reserva
Federal de EEUU (la Fed). Estos y otros bancos
centrales están coordinando sus esfuerzos con lo que el autor de
Tragedy and Hope,
Carroll Quigley,
denominó el "vértice" de la red de bancos
centrales,
el Banco de Pagos Internacionales
(BPI),
con sede en Basilea (Suiza).
Los banqueros centrales
pretenden desencadenar finalmente,
en todas las naciones de la Tierra,
el mecanismo de control social más extenso y opresivo jamás ideado:
la Moneda Digital de los Bancos Centrales
(CBDC por sus siglas en inglés). Al principio,
cada país tendrá su propia CBDC,
pero tiene sentido que en última instancia se fusionen en una única
moneda digital global. La implantación de las CBDC,
combinada con el despliegue de un sistema de identificación digital
país por país,
supondrá el fin de la libertad humana. Tanto las CBDC como las
identificaciones digitales serán vendidos por los bancos centrales
al público desprevenido como una salvaguarda para proteger el
anonimato y los datos del usuario. Sin embargo ese argumento será un
engaño diseñado para ocultar la intención maliciosa y la
inclinación dictatorial de esta monumental red de control. De las
208 naciones con bancos centrales,
119 de ellas están desarrollando actualmente su propia forma de
moneda digital. Y eso nos lleva a los Estados Unidos de América,
su Banco de la Reserva Federal que todo lo ve,
todo lo sabe,
todo lo controla y sus otras formas de encarcelamiento y
esclavitud.
Una
mirada a EEUU en 2023
Además del
despliegue previsto de las CBDC emitidas por la Reserva Federal,
hay un movimiento en marcha para lanzar un documento de identidad
digital a escala nacional en Estados Unidos. Las senadoras
estadounidenses Kyrsten Sinema,
de Arizona,
y Cynthia Lummis,
de Wyoming,
han presentado el proyecto de ley 884 del Senado,
también conocido como "Ley de Mejora
de la Identidad Digital de 2023". Si este proyecto se
aprueba en ambas cámaras y se convierte en ley,
obligará a todos los estadounidenses a tener una identificación
digital válida si quieren conectarse a
Internet,
abrir y mantener una
cuenta bancaria,
obtener un pasaporte
y acceder a la atención
médica. En esencia imitará el sistema de puntuación
de crédito social que el gobierno de China utiliza para rastrear y
controlar a sus ciudadanos. Es el mismo vehículo que el FEM está
tan ansioso por desplegar en el resto del mundo. La ley SB 884 es la
prueba más reciente,
más evidente y más preocupante de la actual asociación
público-privada del gobierno estadounidense con las grandes empresas
tecnológicas. Señala la intención del gobierno,
controlado por las empresas,
altamente centralizado y preocupado por la seguridad,
de vigilar los movimientos de toda la población estadounidense.
Por
supuesto,
el panóptico creado por la Ley de Mejora de la Identidad
Digital permitirá a las agencias federales y estatales
estadounidenses no sólo vigilar las acciones de todo el mundo,
sino también bloquear,
silenciar y marginar a los disidentes que no estén de acuerdo con la
narrativa oficial. Todos los niveles de gobierno podrán censurar
abierta,
activa y legalmente a los ciudadanos e ignorar sus derechos
codificados en las constituciones de Estados Unidos y de sus 50
estados. Esto es exactamente lo que Google y su YouTube,
Meta y su Facebook,
Twitter y otras plataformas de medios sociales han estado haciendo a
sus usuarios,
en sus intentos de silenciar a cualquiera que presente hechos
inconvenientes sobre la COVID o cualquier otra agenda políticamente
sensible.
Para aquellos de ustedes que piensan que el
Estado de Florida es un brillante ejemplo de preservación de la
libertad y los derechos humanos,
piensen de nuevo. El gobernador Ron DeSantis acaba de dejar de
lado el Proyecto de Ley 222 del Senado de Florida,
el Proyecto de Ley de Protección de la Libertad Médica. El
SB 222 habría puesto fin a toda discriminación contra los no
vacunados,
habría puesto fin a todos los mandatos de vacunas existentes y
futuros y habría puesto fin a todos los pasaportes de vacunas
existentes y futuros para todos los afincados en Florida,
independientemente de las vacunas que sean obligatorias por el
gobierno federal o por los eugenistas de la Organización
Mundial de la Salud (OMS),
que al igual que la FEM está aliada con la ONU.
En su lugar el
gobernador DeSantis está promoviendo el SB 252,
que pondría fin a los mandatos de vacunas y pasaportes sólo
para las actuales "vacunas COVID-19". Bajo
el SB 252 los ciudadanos de Florida no estarían protegidos de
futuras "pandemias",
futuros mandatos de vacunas o futuros requisitos de pasaportes de
vacunas.
Por lo tanto,
en el futuro,
cuando el director (léase: dictador) de la OMS declare una nueva
pandemia en virtud de los vagos requisitos estipulados en el próximo
nuevo "Tratado de Pandemia" mundial (sin
siquiera una pizca de evidencia de la existencia de una enfermedad
contagiosa) los floridanos tendrían que renunciar a su autonomía
corporal bajo un conjunto completamente nuevo de mandatos
draconianos.
En cierto modo Estados Unidos es el peor del
mundo cuando se trata de despojar a los ciudadanos del derecho a
tomar sus propias decisiones sanitarias y salvaguardar su soberanía
mental y física. Porque además de trabajar íntimamente con los
ideólogos transhumanistas de la OMS,
la Fundación Rockefeller,
el FEM y otras agencias de la ONU durante varios años,
el gobierno federal estadounidense ha estado en el epicentro del
desarrollo,
las pruebas y el despliegue de las "contramedidas"
experimentales de terapia génica con ARNm. Esta investigación y los
productos resultantes han afectado negativamente a las vidas no sólo
de los estadounidenses,
sino de personas de todo el mundo. Mirando hacia atrás,
recordamos que a principios de 2020 el gobierno de EEUU,
como parte de la Operación Warp Speed
(OWS),
trabajó mano a mano con el Departamento
de Defensa (DoD) y su rama US
Army Contracting Command
(https://en.wikipedia.org/wiki/Army_Contracting_Command
),
además del Consejo de Seguridad Nacional
(NSC) y la Autoridad de Investigación y
Desarrollo Biomédico Avanzado (BARDA),
para adjudicar contratos de desarrollo clínico y fabricación a cada
uno de los fabricantes de "vacunas" -Pfizer,
Moderna,
Novavax,
AstraZeneca,
GlaxoSmithKline y
Janssen,
incluso antes de que se pudiera proceder al despliegue de las
peligrosas terapias genéticas experimentales COVID-19 en los 50
estados y en el resto del mundo. El Departamento de Defensa llegó
incluso a diseñar,
supervisar y organizar los ensayos clínicos altamente sensibles de
estos productos experimentales. Esos pasos suelen darlos los propios
fabricantes de vacunas. Tradicionalmente tardan años y años en
completarse,
en comparación con las pocas semanas en las que aparentemente se
llevaron a cabo los ensayos de COVID-19.
CONCLUSIÓN
Maida y Janko
no encontrarían libertad económica,
libertad política,
libertad física,
libertad sanitaria ni libertad mental en los actuales Estados Unidos
de América.
https://iaindavis.com/global-empire-unipolar-prison/
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