Vistas de página en el último mes

miércoles, 8 de noviembre de 2023

El 2 de marzo de 2007, General Wesley Clark, general del ejército de los EEUU, en una entrevista televisada, comentaba: vamos a tomar a 7 países en 5 años: empezaremos con Irak, y después seguiremos con Siria, Líbano, Libia, Sudán, Somalia y terminaremos con Irán"

 El 2 de marzo de 2007, Wesley Clark, general del ejército de los EEUU, en una entrevista televisada, comentaba: "En ese momento estábamos bombardeando Afganistán. Y me dijo mi compañero, oye ¿sabes que vamos a empezar una guerra contra Irak?, y yo le pregunté: '¿por qué?'; y él me contestó:' ¡No lo sé!'. Unos días más tarde lo volví a ver y le volví a preguntar: entonces, '¿vamos a la guerra con Irak?', y él me contestó: '¡Es mucho peor que eso! Cogió un folio y me dijo: ' Acabo de recibir esto" de arriba" y me dicen que vamos a tomar a 7 países en 5 años: empezaremos con Irak, y después seguiremos con Siria, Líbano, Libia, Sudán, Somalia y terminaremos con Irán".

viernes, 3 de noviembre de 2023

Bergoglio “Inimicus Ecclesiae”. Importante declaracion de monseñor Carlo Maria Viganò 2 Ottobre 2023 Pubblicato da Marco Tosatti

 


VITIUM CONSENSUS

[CONSENTIMIENTO VICIADO]

Intervención en la Catholic Identity Conference

Pittsburgh (Estados Unidos) – 1 Octubre 2023

 

A fructibus eorum cognoscetis eos.

Numquid colligunt de spinis uvas aut de tribulis ficus?

Sic omnis arbor bona fructus bonos facit; mala autem arbor fructus malos facit.

Non potest arbor bona fructus malos facere, neque arbor mala fructus bonos facere.

Omnis arbor quæ non facit fructum bonum exciditur et in ignem mittitur.

Igitur ex fructibus eorum cognoscetis eos.

[Los conoceréis por sus frutos.

¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?

Asimismo todo árbol bueno da frutos sanos, y todo árbol malo da frutos malos.

Un árbol bueno no puede llevar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.

Todo árbol que no produce buen fruto, es cortado y echado al fuego.

De modo que por sus frutos los conoceréis]

Mt 7, 16-20

 

Permítanme dirigir un saludo y un agradecimiento a los organizadores del Catholic Identity Conference y a todos los que participan en él. En un momento de gran confusión es importante poner claridad sobre lo que está sucediendo, incluso discutiendo diferentes posiciones. Por eso agradezco a mi amigo Michael Matt por darme la oportunidad de compartir algunas consideraciones con ustedes.

En esta intervención mía no intentaré dar respuestas, sino plantear una pregunta que no puede posponerse más, para que nosotros, los Obispos, el Clero y los fieles, podamos mirar la gravísima apostasía presente como un hecho completamente nuevo que no puede encontrar una solución, en mi opinión, si se recurre a las categorías ordinarias de juicio y acción.

 

La evidencia del “problema bergoglio”

La multiplicación de declaraciones y comportamientos completamente ajenos a lo que se espera de un Papa y en contraposición a la Fe y a la Moral de las que el Papado es guardiana, ha llevado a muchos fieles y a un número cada vez mayor de Obispos a tomar nota de algo que hasta hace algún tiempo parecía inaudito: el Trono de Pedro está ocupado por un personaje que abusa de su poder con el fin contrario a aquél para el cual Nuestro Señor lo instituyó.

Algunos consideran a Jorge Mario Bergoglio claramente herético en materia doctrinal, otros tiránico en cuestiones de gobierno, otros consideran inválida su elección debido a las múltiples anomalías de la renuncia de Benedicto XVI y de la elección de quien ocupó su lugar. Estas opiniones -más o menos respaldadas por pruebas o por el resultado de especulaciones no siempre compartibles-, confirman sin embargo una realidad ahora indiscutible. Y es esta realidad, en mi opinión, la que constituye un punto de partida común para intentar remediar la presencia desconcertante y escandalosa de un Papa que se presenta con ostentosa arrogancia como inimicus Ecclesiæ, y que actúa y habla como tal. Un enemigo que, precisamente porque ocupa la Sede de Pedro y abusa de la autoridad papal, está en condiciones de asestar un golpe terrible y desastroso, como ningún enemigo externo ha podido asestar jamás en toda la historia de la Iglesia. Los peores perseguidores de los cristianos; los más feroces seguidores de las Logias Masónicas; los heresiarcas más salvajes no habían logrado, en tan poco tiempo y con tanta eficacia, devastar la Viña del Señor, escandalizar a los fieles, disgustar a sus Ministros, desacreditar su autoridad e integridad ante el mundo, demoler el Magisterio, la Fe, la Moral, la Liturgia y la disciplina.

Inimicus Ecclesiæ, no sólo respecto de los miembros del Cuerpo Místico -a los que desprecia, ridiculiza (contra los cuales no cesa de lanzar epítetos venenosos), persigue y golpea-, sino también con respecto a la Cabeza del Cuerpo Místico, Jesucristo, cuya autoridad ya no es ejercida por Bergoglio en una función vicaria y, por tanto, en necesaria y debida coherencia con el Depositum Fidei, sino de manera autorreferencial y, por tanto, tiránica. La autoridad del Romano Pontífice deriva, en efecto, de la autoridad suprema de Cristo, de la que participa dentro de los límites y en el ámbito de los fines que el divino Fundador ha establecido de una vez para siempre, y que ningún poder humano puede modificar.

La evidencia del alejamiento de Bergoglio del cargo que ocupa es ciertamente un hecho doloroso y muy grave; pero tomar conciencia de esta realidad es la premisa indispensable para remediar una situación insostenible y desastrosa.

 

El obrar se sigue del ser

En estos diez años de “pontificado” hemos visto a Bergoglio hacer todo lo que nunca se hubiera esperado de un Papa, y viceversa, todo lo que haría un heresiarca o un apóstata. Ha habido ocasiones en las que estas acciones parecían claramente provocativas, como si con sus declaraciones o con ciertos actos de gobierno quisiera deliberadamente suscitar la indignación del cuerpo eclesial y empujar a sacerdotes y fieles a reaccionar dándoles el pretexto para declararlos cismáticos. Pero esta estrategia típica del peor jesuitismo ahora queda expuesta, porque toda la operación se llevó a cabo con demasiada arrogancia y en ámbitos en los que ni siquiera los católicos moderados están dispuestos a transigir.

Los escándalos sexuales del Clero, y en particular la respuesta de la Santa Sede a la plaga de corrupción moral de cardenales y obispos, han puesto de manifiesto una vergonzosa disparidad de trato entre quienes pertenecen al llamado “círculo mágico” de Bergoglio y quienes en cambio considera adversarios. El reciente caso de Rupnik es la prueba de una gestión del poder similar a la de un déspota, legibus solutus [libre de ataduras legales] y que se considera libre de actuar sin tener que rendir cuentas a nadie de sus acciones. Sucede a menudo que las consecuencias de las decisiones tomadas personalmente por el Argentino se transmiten luego a sus subordinados, quienes se ven acusados y desacreditados por decisiones que no les corresponden. Pienso en el caso del inmueble londinense en el que estuvieron implicados funcionarios de la Secretaría de Estado, mientras que el contrato de compra lleva la augusta firma autógrafa. Pienso en la vergonzosa gestión del caso Rupnik, que además de haber rehabilitado a un criminal responsable de crímenes horrendos, despreciando a las numerosas víctimas, también ha desprestigiado al ex Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ladaria. Pienso en el caso McCarrick, que con la farsa de un procedimiento administrativo secreto fue liquidado apresuradamente sin ningún resarcimiento para las víctimas y declarado cosa juzgada inapelable. Y la lista podría continuar al infinito. Queda claro que los desafortunados que colaboran voluntaria o involuntariamente con Bergoglio se ven arrojados al mar tan pronto como la prensa descubre los escándalos vaticanos. Muchos están tomando conciencia de este cínico comportamiento utilitario y, de hecho, están rechazando nombramientos y ascensos precisamente para evitar verse en el incómodo rol de chivos expiatorios.

 

Se rompe el muro del silencio

El silencio del Episcopado frente a las atrocidades de Bergoglio confirma que el autoritarismo autorreferencial del jesuita Bergoglio encontró obediencia servil en casi todos los obispos, aterrados ante la idea de ser objeto de las represalias del vengativo y despótico sátrapa de Santa Marta. Algunos obispos diocesanos empiezan a no tolerar más su acción devastadora, que socava la autoridad y la integridad de toda la Iglesia. El Obispo Joseph Edward Strickland, por ejemplo, reiteró loablemente verdades doctrinales inmutables que el Sínodo sobre la Sinodalidad se está preparando para demoler en los próximos meses. Y el cardenal Gerard Ludwig Müller recordó con razón que el Señor no ha dado poder al Papa para “intimidar” a los buenos obispos.

Algo comienza entonces a cambiar: los bandos van tomando forma y vemos, por un lado, a la “iglesia sinodal” de Bergoglio -que emblemáticamente llama “nuestra”- y, por el otro, lo que queda de la Iglesia Católica, hacia la que no deja de reiterar la propia extrañeza absoluta.

 

La sanatio in radice de las irregularidades en el conclave

Monseñor Athanasius Schneider sostiene que las eventuales irregularidades verificadas en el cónclave de 2013 quedarían fundamentalmente sanadas de raíz por el hecho de que el elegido Jorge Mario Bergoglio fue reconocido como Papa por los cardenales electores, por el episcopado y por la mayoría de los fieles. En la práctica, independientemente de los acontecimientos que hayan podido conducir a la elección de un Papa – con o sin intervenciones externas – la Iglesia se da un plazo más allá del cual no sería posible impugnar una elección, si el nombre de la persona elegido es aceptado por el pueblo cristiano. Pero esta tesis esta cuestionada por un precedente histórico.

En la época de Urbano VI -estamos en 1378 d. C.- la mayoría de los Cardenales, Prelados, Soberanos Católicos y el pueblo reconocieron Clemente VII como Papa, en realidad un antipapa. Trece cardenales de un total de dieciséis cuestionaron la validez de la elección del papa Urbano, debido a la amenaza de violencia del pueblo romano contra el Sacro Colegio, e incluso los pocos partidarios de Urbano pronto se arrepintieron de haberlo elegido, convocando un cónclave en Fondi del cual resultó electo el antipapa Clemente VII. También san Vicente Ferrer estaba convencido de que el verdadero Papa era Clemente, mientras que Santa Catalina de Siena se puso del lado de Urbano. Si el consenso universal hubiera sido un argumento irrevocablemente válido, se debería haber considerado Papa a Clemente y no a Urbano. El antipapa Clemente, derrotado por el ejército de Urbano VI en la batalla de Marino en 1379, trasladó la sede a Aviñón, dando lugar al Cisma de Occidente que duró treinta y nueve años. Vemos entonces que el consenso universal es un argumento que no resiste la prueba de la historia.

 

La via tutior de monseñor Schneider

El obispo Athanasius Schneider nos recuerda que la via tutior [camino más seguro] consiste en no obedecer a un Papa hereje, sin necesariamente tener que considerarlo como si hubiera caducado ipso facto de su cargo al estar separado de la Iglesia y, por lo tanto, ya no capaz de ser su cabeza, como por el contrario lo considera San Roberto Belarmino. Pero también esta solución -que al menos reconoce que Bergoglio es un hereje- no me parece decisiva, ya que la obediencia que los fieles pueden negarle es sólo marginal en comparación con todos los actos de gobierno y enseñanza que ha llevado a cabo y continúa haciendo, sin que sus súbditos puedan hacer algo. Por supuesto, se puede organizar la celebración clandestina de la Misa católica, ¿pero qué pueden hacer un sacerdote o un laico cuando un grupo subversivo de obispos manipulados por Bergoglio se prepara para introducir cambios doctrinales inaceptables con el Sínodo sobre la Sinodalidad? ¿Y qué podrán hacer cuando en sus parroquias una diaconisa bendiga la “boda” de dos sodomitas?

Ciertamente la desobediencia a órdenes ilegítimas de un Superior herético o apóstata es un deber sub gravi, ya que la obediencia a Dios precede a la obediencia a los hombres, y porque la virtud de la Obediencia está jerárquicamente subordinada a la virtud teologal de la Fe. Pero el daño resultante al cuerpo eclesial no puede evitarse con una acción de simple resistencia: la cuestión debe resolverse desde la raíz.

 

El consentimiento viciado en la asunción del papado

Por lo tanto, habiendo reconocido que Bergoglio es un hereje -bastarían para demostrarlo Amoris Lætitia o la declaración de la inmoralidad intrínseca de la pena capital- debemos preguntarnos si la elección de 2013 se vio invalidada de alguna manera por un consentimiento viciado, es decir, si el elegido quería ser Papa de la Iglesia católica o más bien jefe de lo que él llama “nuestra Iglesia sinodal”, que nada tiene que ver con la Iglesia de Cristo precisamente porque se presenta como otra respecto a ella. En mi opinión, este consentimiento viciado se evidencia también en el comportamiento de Bergoglio, ostentosamente anticatólico y heterogéneo respecto de la esencia misma del Papado. No hay acción de este hombre que no suene claramente a una ruptura respecto a la práctica y al Magisterio de la Iglesia, y a esto se agregan las posiciones que son todo menos inclusivas hacia los fieles que no pretenden aceptar innovaciones arbitrarias o cosas peores, herejías en toda la regla.

La cuestión fundamental se centra en comprender el plan subversivo de la Iglesia profunda, que con los métodos denunciados en su momento por San Pío X en referencia a los Modernistas se organizó para llevar a cabo un golpe de Estado en el seno de la Iglesia, para llevar al Trono de Pedro al profeta del Anticristo. La mens rea para infiltrarse en la Jerarquía y ascender en sus filas es evidente, como es evidente que los planes de la facción ultra progresista no podían detenerse frente a Benedicto XVI, al que consideraban demasiado conservador y sobre todo muy odiado por haberse atrevido a promulgar el Motu Proprio Summorum Pontificum. Y así Benedicto XVI fue presionado para que dimitiera, y de inmediato estuvo listo ese desconocido arzobispo de Buenos Aires que el 11 de octubre de 2013, en una conferencia en la Universidad de Villanova (aquí), el entonces cardenal McCarrick, su amigo de larga data, reveló que era fuertemente deseado por un “very influential Italian gentleman” [caballero italiano muy influyente], emisario del Estado profundo en la Iglesia profunda: quienes trabajan en la Curia saben bien quién es llamado “gentleman” [caballero] por excelencia y cuáles son sus vínculos con el poder de aquí y de más allá del Tíber, y también conocen las tendencias embarazosas que explican la contigüidad con el lobby homosexual del Vaticano. Es significativo también que McCarrick diga convencido de que Bergoglio “cambiará el Papado dentro de cuatro años”, confirmando la maliciosa intención de manipular la institución divina e irreformable de la Iglesia.

Ver a Bergoglio participar en un acto de la Fundación Clinton, después de otros respaldos no menos escandalosos de la elite globalista, confirma su rol de liquidador de quiebras de la Iglesia, de cara a la instauración de esa Religión de la Humanidad que deberá servir de sirvienta de la Sinarquía del Nuevo Orden Mundial. El ecumenismo, el ecologismo, el inmigracionismo, la ideología LGBTQ+, el género y otras instancias de la religión globalista son hechos suyos por Bergoglio no sólo a través de una acción de apoyo ostentoso y orgulloso a los partidarios de la Agenda 2030, sino también con un trabajo de demolición sistemática de todo lo que se le opone en el Magisterio y de persecución despiadada de quienes expresan incluso perplejidades prudentes.

En consecuencia: Bergoglio es un hereje y claramente hostil a la Iglesia de Cristo. Para llevar a cabo la tarea que le asignó la Iglesia profunda, disimuló sus posiciones más extremas, con el fin de encontrar un número suficiente de votos en el Cónclave. Para garantizar una obediencia total, quienquiera que ideara el plan se aseguró de que fuera ampliamente chantajeable, como siempre sucede. Y una vez elegido, Bergoglio pudo mostrarse tal como es y comenzar la demolición de la Iglesia y del Papado.

¿Pero puede un Papa destruir el Papado que encarna y representa? ¿Puede un Papa devastar la Iglesia que el Señor le ha confiado defender? Y más todavía: si la participación de un Cardenal en el Cónclave tiene como finalidad una acción maliciosa, un acto subversivo contra la Iglesia; si el objetivo es cometer un delito, aunque aparentemente se respetan los procedimientos y las reglas de la elección, existe indiscutiblemente una mens rea. Y esta intención criminal surge de la astucia con la que se llevó a cabo un engaño a los electores en su buena fe, con la colaboración de aquellos cómplices. Entonces me pregunto: ¿no estamos en presencia de un consentimiento viciado que invalida la validez de la elección? Sin decir que la misma copresencia de un Papa renunciante y de un Papa reinante es ya en sí misma un elemento que lleva a creer que tenían un concepto falso de la esencia del Papado, considerado como un rol que puede compartirse con otros. No olvidemos que la distinción entre munus y ministerium es arbitraria y que no puede haber un Papa que se dedique al “ministerio orante” y otro que gobierne. Cristo es uno, la Iglesia es una, sólo uno es el Sucesor de Pedro: un cuerpo con dos cabezas es un monstruo que repugna a la naturaleza incluso antes de la constitución divina de la Iglesia.

 

Posibles objeciones

Alguien puede objetar: Pero incluso si Bergoglio actuó con malicia, aceptó lo que los cardenales le ofrecieron: la elección como obispo de Roma y, por tanto, como Pontífice romano. Por lo tanto asumió el cargo y debe ser considerado Papa. Creo en cambio que la aceptación del Papado esta viciada porque considera el Papado algo distinto de lo que es, como el cónyuge que se casa por la iglesia excluyendo las finalidades especificas del Matrimonio y por lo tanto hace nulo el Matrimonio por consentimiento viciado. No sólo eso: ¿qué conspirador que actúa maliciosamente para ascender a un cargo sería tan ingenuo como para explicar a quienes deben elegirlo que pretende convertirse en Papa para cumplir las órdenes de los enemigos de Dios y de la Iglesia? Buen día. Soy Jorge Mario Bergoglio y pretendo destruir la Iglesia haciéndome elegir Papa, ¿me das tu voto? La mens rea radica precisamente en el uso del engaño, el disimulo, la mentira, la deslegitimación de los adversarios molestos y la eliminación de los peligrosos. Y tenemos ante nuestros ojos a quería llevar a cabo el plan criminal de la élite globalista: todos los deseos de los correos electrónicos de John Podesta, la mano derecha de Hillary Clinton, han sido o están siendo implementados, desde la adopción de la igualdad de género como premisa del sacerdocio femenino a la inclusión LGBTQ+, de la aceptación de la teoría de género a la participación en la Agenda 2030 sobre cambio climático, de la acusación de “proselitismo” a la exaltación del inmigracionismo como método de reemplazo étnico. Y paralelamente, se elimina y condena a la otra Iglesia, la “preconciliar”, formada por gente rígida e intolerante a partir de Nuestro Señor, como escribió blasfemamente Antonio Spadaro. Y con la cultura de la cancelación aplicada a la Fe y a la Moral, también la eliminación de la Misa que intrínsecamente pertenece a esa Iglesia, y que Bergoglio considera en conflicto con la “nueva eclesiología”, hasta el punto de prohibirla por incompatible con la “Iglesia sinodal”.

He aquí entonces arrojada la piedra en el estanque. Me gustaría que tomáramos en serio, muy en serio, la posibilidad de que Bergoglio haya querido obtener la elección mediante fraude, y que pretendiera abusar de la autoridad del Romano Pontífice para hacer exactamente lo contrario de lo que Jesucristo mandó hacer a san Pedro y a sus Sucesores: confirmar a los fieles en la Fe Católica, pastorear y gobernar el Rebaño del Señor, predicar el Evangelio a los pueblos. Todas las acciones de gobierno y de magisterio de Bergoglio, desde su primera aparición en la Logia Vaticana presentándose con aquel ominoso “Buenas tardes”, se han desarrollado en una dirección diametralmente opuesta al mandato petrino: ha adulterado y sigue adulterando el Depositum Fidei, ha creado confusión y ha engañado a los fieles, ha dispersado al Rebaño, ha declarado que considera la evangelización de los pueblos “un solemne tontería” y abusa sistemáticamente del poder de las Santas Llaves para desatar lo que no se puede desatar y atar lo que no se puede atar.

Esta situación es humanamente incurable, porque las fuerzas en juego son enormes y porque la corrupción de la Autoridad no puede ser remediada por quienes están sometidos a ella. Debemos señalar que la metástasis de este “pontificado” tiene su origen en el cáncer conciliar, en ese Vaticano II que creó las bases ideológicas, doctrinales y disciplinarias que inevitablemente conducirían hasta aquí. ¿Pero cuántos de mis Hermanos, que también reconocen la gravedad de la crisis actual, tienen la capacidad de reconocer este vínculo causal entre la revolución conciliar y sus consecuencias extremas con Bergoglio?

 

Conclusión

Si esta passio Ecclesiæ preludia el fin de los tiempos, es nuestro deber prepararnos espiritualmente para momentos de gran tribulación y de verdadera persecución. Pero será precisamente recorriendo el doloroso caminode la Cruz como el cuerpo eclesial podrá purificarse de la inmundicia que lo desfigura y merecer las ayudas sobrenaturales que la Providencia reserva a la Iglesia en los tiempos de prueba: donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia.

Por último, permítanme recordarles que la asociación Exsurge Domine que fundé tiene como objetivo dar ayuda espiritual y material a los sacerdotes, religiosos y religiosas perseguidos por la iglesia bergogliana a causa de su fidelidad a la Tradición. Si quieren contribuir con una donación a la realización de nuestros proyectos, pueden hacerlo desde la página web de la asociación o enviando un mensaje de texto al número que ven más abajo.

 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo