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lunes, 23 de enero de 2023

(III) Pat Walsh: Cómo planificó el establishment británico la Primera Guerra Mundial (23 de enero de 2015)

 


Guerra económica

Hasta 1905 el deber de los comandantes de la Royal Navy había sido vigilar a las flotas de los enemigos de Gran Bretaña, obligarlas a la acción si salían de puerto y tomar las medidas que considerasen más adecuadas para ello. La culminación de esa labor sería una batalla naval grande y decisiva, en la que por supuesto triunfaría la superior Royal Navy.

Ese objetivo no se abandonó en 1914, pero antes de 1906 y de la planificación de la guerra contra Alemania no había ninguna sugerencia en las órdenes del Almirantazgo de que la flota se utilizaría ahora en gran medida como instrumento de guerra económica.

Ese criterio es una de las pruebas más contundentes del esfuerzo sustancial y minucioso que se dedicó al innovador tipo de guerra que Gran Bretaña se propuso librar contra Alemania.

En la "Official History of the Blockade", A. C. Bell señala que en 1906, "... el Almirantazgo aseguró formalmente al Comité de Defensa Imperial, que tenían la intención de bloquear las costas alemanas si podían. Añadieron sin embargo, que no podían comprometerse a hacerlo tan pronto como comenzara la guerra. El bloqueo de Alemania fue, por lo tanto, contemplado como un objetivo subsidiario de la guerra naval, que se llevaría a cabo cuando el tablero de ajedrez estratégico estuviera despejado. No parece que el Almirantazgo hubiera calculado, en esa fecha, cuáles serían las consecuencias de este bloqueo (…) Poco después de que se emitieran estas órdenes se produjeron dos cambios importantes en el servicio naval, que alteraron en gran medida tanto la forma como el fondo de todas las órdenes de guerra emitidas posteriormente. En primer lugar el Almirantazgo fundó una escuela de guerra para promover el estudio científico de la guerra y la estrategia; en segundo lugar se reunió en Whitehall un comité de planes de guerra y el presidente de la escuela de guerra fue nombrado miembro del mismo. Estas dos adiciones a la administración naval se hicieron en reconocimiento de una creciente convicción en la marina, de que la práctica tradicional de dar al comandante en jefe manos libres era insuficiente y que las instrucciones anticuadas, entonces en vigor, tendrían que ser complementadas por planes detallados, preparados después de que todos los puntos débiles del enemigo hubieran sido científicamente considerados. Fue en todo caso durante los años 1905 a 1907, cuando se prepararon planes de guerra según un modelo completamente nuevo."

"En julio de 1908 se completó el primero de estos planes. El gran cambio fue que, en adelante, el Almirantazgo y no el comandante en jefe, era responsable de la conducción estratégica de la guerra y de la distribución de la flota. En segundo lugar sólo se preveía la guerra contra Alemania y el Almirantazgo declaró que la esencia de su plan consistía en mantener una fuerza preponderante en las proximidades del Mar del Norte. Por lo tanto se tomaron disposiciones muy detalladas para concentrar las escuadras asignadas al Mar del Norte y al Canal de la Mancha; además dos grupos de destructores debían estacionarse permanentemente frente a la costa alemana, de modo que se habría impuesto algo parecido a un bloqueo del litoral alemán, si el plan se hubiera ejecutado con éxito. Además se ordenó específicamente al comandante en jefe que detuviera todo el comercio enemigo en el mar del Norte; de este modo se introdujo por primera vez un objetivo económico en las órdenes de guerra, que se añadió a las antiguas obligaciones militares" (The Blockade of Germany, p. 28).

El objetivo de dañar el comercio alemán fue objeto de estudios y cálculos más detallados durante los cinco años siguientes a 1908. En mayo de ese año el almirante Slade pidió que se iniciara una investigación científica. Su informe al Almirantazgo decía:

"Siendo hoy en día un hecho aceptado la vulnerabilidad de Alemania a través de sus suministros de ultramar, se considera deseable obtener respuestas a las preguntas adjuntas para calibrar su dependencia real de estos suministros de ultramar. Las respuestas a estas preguntas pueden indicar, de una manera útil, hasta qué punto Alemania depende de los suministros de ultramar y hasta qué punto estos suministros de ultramar pueden ser desviados de sus canales normales a otros nuevos en tiempo de guerra… Suponiendo que el comercio de importación y exportación de Alemania por sus puertos nacionales se paralizara en tiempo de guerra ¿en qué medida podría abastecerse:

"(a) de productos alimenticios (b) de materias primas

" de los países vecinos y de ultramar a través de puertos neutrales, por medio de comunicaciones ferroviarias y fluviales? ¿Hasta qué punto podría exportar mercancías al extranjero a través de puertos neutrales?

"Suponiendo que Alemania pudiera obtener suficiente materia prima para dar empleo a sus centros de producción en tiempo de guerra por los medios mencionados anteriormente ¿aumentarían los gastos adicionales de transporte el coste de sus manufacturas hasta el punto de dificultar su competencia en los mercados extranjeros?

"Rusia produce en la actualidad un excedente de trigo suficiente para abastecer a Alemania de todas sus necesidades de importación… ¿podría transportarse dicho excedente a Alemania por vías navegables interiores y por ferrocarril? ¿En qué medida aumentaría dicho transporte el coste del trigo transportado?

"Amberes y Rotterdam, siendo los dos grandes puertos neutrales más cercanos a los distritos manufactureros de Alemania ¿hasta qué punto podrían, en tiempo de guerra, dar cabida al transporte marítimo neutral con destino a Alemania? es decir ¿hasta qué punto podrían dar cabida al tonelaje normal desplazado en los puertos nacionales alemanes?

"Suponiendo que en tiempos de guerra los puertos alemanes del norte estén cerrados al comercio, excepto Emden (https://es.wikipedia.org/wiki/Emden ) ¿existe suficiente material rodante y buques de carga para atender las necesidades alemanas a través del Ems y el Rin, suponiendo que el comercio pueda ser atendido en los muelles?

"¿Pasa una gran cantidad del comercio exterior alemán por puertos neutrales que no sean los de Bélgica y Holanda?

"Suponiendo que en tiempo de guerra el Báltico se cerrara en gran medida al comercio británico ¿en qué medida se beneficiaría Alemania al hacerse cargo del comercio que Gran Bretaña perdería?" (The Blockade of Germany, p. 25).

El Foreign Office transmitió esta pregunta a Sir William Ward, Cónsul General en Hamburgo, a Sir Cecil Hertslet, Cónsul General en Amberes, a Mr. Churchill, Cónsul en Amsterdam y a Sir Francis Oppenheimer, Cónsul General en Frankfort-on-Main, en Alemania. Estos diplomáticos respondieron después de haber realizado sus propios estudios exhaustivos de las estadísticas alemanas durante un período de un año.

Oppenheimer era un caso curioso. Procedía de una acaudalada familia judía alemana y estudió en Balliol. Envió informes voluminosos y meticulosamente compilados sobre la economía alemana y su suministro de alimentos a Eyre Crowe, del Ministerio de Asuntos Exteriores británico. Estos informes ayudaron a convencer a Crowe y a su superior, Edward Grey, de que los alemanes podían superar un bloqueo naval y que éste sería demasiado lento para derrotarlos por sí solo. Esto ayudó a reforzar la idea de que se necesitarían grandes fuerzas militares (en gran parte francesas y rusas) para acabar con Alemania.

Por su excelente labor de espionaje, Oppenheimer se convirtió en el único judío que obtuvo rango diplomático en el Servicio Exterior (en Gran Bretaña se pensaba generalmente que los judíos eran agentes alemanes y un peligroso elemento no confiable en los asuntos internacionales).

Mientras los cónsules británicos estudiaban el asunto, el Almirantazgo inició su propia investigación independiente. Esta investigación fue hecha ante la insistencia del Comite de Defensa Imperial.

A. C. Bell señala:

"En noviembre de 1908 el Ministerio de Asuntos Exteriores insistió en que había llegado el momento de considerar qué obligaciones militares imponían al país los tratados de garantía de los que Gran Bretaña era parte. La más formidable y apremiante de estas obligaciones era la obligación de prestar asistencia armada a Bélgica si era atacada por Alemania. La comisión convocada consideró, sin embargo, que no podía limitarse a una investigación tan estricta y su informe versó principalmente sobre la ayuda que podría prestarse a Francia si Alemania la atacaba. Para ayudar a esta investigación, el Almirantazgo preparó un documento en el que estimaba las consecuencias económicas de una guerra puramente naval entre Gran Bretaña y Alemania" (The Blockade of Germany, p. 26).

Lo que llama la atención aquí es que la guerra británica contra Alemania no dependía de una agresión alemana contra Bélgica. Eso sería útil a efectos políticos en relación con los imperialistas liberales que dirigieron un Gobierno y un Gabinete unidos a la guerra, en 1914, en lugar de librarla en coalición con los unionistas. Pero en realidad la Guerra se planeó sin que esa eventualidad fuera necesaria, como una intervención británica en una guerra europea que se convertiría en una Guerra Mundial.

Bell continuó:

"El punto de partida de la investigación del Almirantazgo era que los puertos alemanes del Mar del Norte serían bloqueados en caso de guerra y el informe era sustancialmente un informe sobre las consecuencias, en la medida en que podían preverse. El Almirantazgo se mostró cauteloso, pero confiaba en que este bloqueo, por imperfecto que fuera, repercutiría mucho en Alemania. En primer lugar no creían que los puertos neutrales de Holanda y los pequeños puertos bálticos de Alemania pudieran hacer frente al gran volumen de comercio adicional, que sería desviado hacia ellos; en segundo lugar consideraban que las autoridades británicas podrían disminuir seriamente el comercio indirecto (desviado a puertos neutrales) de Alemania, utilizando su control del mercado de seguros marítimos como motor de coerción. El principal argumento del Almirantazgo era, de hecho, que este bloqueo parcial sería formidable por sus consecuencias indirectas, secundarias. En ningún momento sugirieron que estas consecuencias serían decisivas, pero estaban convencidos de que serían graves" (The Blockade of Germany, p. 26).

El informe de la comisión llegó a la siguiente conclusión:

"Se ejercería una gran presión financiera sobre Alemania mediante el bloqueo de sus puertos. El comercio de estos puertos no podría desviarse por completo o incluso, tal vez, en gran medida, a los puertos neutrales de Bélgica y Holanda, ya que estos últimos no podrían aumentar repentinamente su capacidad para manejar un gran incremento del tráfico normal. Los ingresos de Alemania, derivados en gran parte de los derechos de importación, se verían seriamente disminuidos por el bloqueo de sus puertos. Su capital, también implicado, como lo está en gran medida, en las industrias nacionales, se reduciría debido a que esas industrias se verían privadas de las materias primas de las que dependen. El cierre de muchas de estas fábricas coincidiría con un aumento de los precios y se produciría una gran angustia debido a que la población no combatiente quedaría sin trabajo (…) A partir de las pruebas de que disponemos opinamos que se crearía una grave situación en Alemania debido al bloqueo de sus puertos y que, cuanto más durase la guerra, más grave sería la situación..." (The Blockade of Germany, p. 26).

Esto representaba una forma de guerra naval mucho más desarrollada que el simple bloqueo. Se trataba de una estrategia de guerra económica extensiva contra Alemania, que requería una meticulosa recopilación de estadísticas, su elaboración y un análisis exhaustivo de los datos económicos y que implicaba una planificación de nuevo tipo.

El Comité de Defensa Imperial

En la serie de conferencias pronunciadas por Hankey en 1945 en el Trinity College de Cambridge dijo que "el Comité de Defensa Imperial ha sido el principal instrumento de control gubernamental, tanto para la preparación de la guerra en tiempos de paz como para el mando superior en tiempos de guerra, aunque en este último caso bajo un título diferente y con los ajustes adecuados." (Government Control in War, p. 23).

El Comité de Defensa Imperial fue creado por Arthur Balfour, Primer Ministro del Partido Liberal Unionista, tras las presiones de los imperialistas liberales por la ineficacia del Imperio tras la guerra de los Boers. El CID fue defendido por una tendencia imperialista liberal, el Movimiento de Eficiencia Nacional, que hacía campaña a favor de que los "especialistas" dirigieran la política y formaran parte del gobierno, en lugar de políticos elegidos democráticamente que sabían poco sobre las cosas que se les encargaban por caprichos del electorado. El argumento era que los Almirantes debían ser Primeros Lores, los Mariscales de Campo, Ministros de Guerra y los Procónsules Imperiales, Secretarios Coloniales, con el fin de dotar de conocimientos especializados al Estado y dar más continuidad a la política.

Balfour convirtió el Comité de Defensa Imperial en un Departamento de Estado ordinario, con una secretaría permanente compuesta por representantes del Ejército y la Marina, que podían hacer cumplir la continuidad de una única política. La idea inicial era proteger al gobierno de futuros ministros liberales, que quisieran desviarlo de su trabajo o degradarlo.

Pero Balfour no tenía por qué preocuparse, ya que el nuevo Primer Ministro liberal, Campbell-Bannerman, concedió a los imperialistas liberales, Haldane y Grey, los ministerios clave de Guerra y Asuntos Exteriores en el nuevo Gabinete de 1906, como precio por la unidad del partido.

Aunque fue Balfour quien facilitó la reorientación estratégica de Inglaterra, fueron los imperialistas liberales quienes la llevaron adelante y la administración liberal la que dio contenido al final de la tradicional alianza inglesa con Prusia y al establecimiento de una asociación con los viejos enemigos, Francia y Rusia.

En última instancia,el CID se convirtió en el organizador de la futura guerra contra Alemania. Pero en el momento en que se creó se consideró que el principal rival de Gran Bretaña en Europa era Francia y tuvo que ser reorientado para considerar a Alemania como el enemigo.

Hankey dice esto sobre el papel de Balfour en el establecimiento del Comité: "Nadie ha discutido nunca seriamente que Balfour fuera el fundador del Comité de Defensa Imperial. Otros hicieron valiosas contribuciones y sugerencias, pero fue Balfour, entonces Primer Ministro, quien en 1904 tomó la iniciativa y la responsabilidad, a pesar de mucha oposición, de crear el Comité. Y quien, en el cargo y fuera del cargo, en la paz y en la guerra, veló por sus destinos durante unos treinta años... Si no hubiera sido por la iniciativa previsora de Balfour en 1904, nuestros preparativos defensivos no habrían alcanzado el nivel que alcanzaron en 1914 y es probable que la maquinaria gubernamental para la difícil tarea de controlar nuestro esfuerzo bélico nunca hubiera alcanzado un nivel razonablemente eficiente. Por eso se menciona a Balfour en primer lugar, entre los tres Comandantes Supremos a los que se dedica esta obra" (The Supreme Command, p. 45).

El primer informe del CID de enero de 1904, redactado a la luz de las experiencias de la guerra contra los bóers, exigía que en el futuro "se pueda formular una política de guerra definida, basada en datos sólidos" (p. 46).

El CID debía tener al Primer Ministro como Presidente, con "absoluta discreción en la selección y sucesión de sus miembros". Debía haber un Secretariado Permanente. Asistirían los principales ministros de Estado, entre ellos el Canciller, el Ministro de Asuntos Exteriores, el Ministro de la Guerra, el Primer Lord del Mar, la Inteligencia Naval, el Jefe del Estado Mayor Imperial, etc. A pesar de haber existido en estado embrionario durante un año y medio, empezó a existir formalmente el 4 de mayo de 1904. Hankey aspiró inmediatamente a ser su Secretario cuando leyó sobre él en los periódicos matutinos.

Más tarde influyentes partidarios ayudaron a Hankey a convertirse en Secretario del CID y él recreó el cargo hasta convertirlo en algo nunca imaginado por sus predecesores. Hankey utilizó el hecho de que el conocimiento es poder y se dedicó a producir los conocimientos necesarios para librar la Guerra, de modo que era indispensable en la situación que sabía que se produciría. Y formó un importante eje con el almirante Fisher y lord Esher para impulsar tanto sus ideas como su carrera.

El CID se reunió 60 veces en sus 2 primeros años de funcionamiento. Era un órgano asesor y consultivo y se suponía que estaba subordinado al Gabinete. Lo que eso significaba era que, en teoría, estaba subordinado al Gabinete y al Parlamento. Sin embargo, llevó a cabo su trabajo sin consultar al Gabinete durante muchos años y al Parlamento solo en la hora decisiva de agosto de 1914.

El CID no tenía poderes ejecutivos en sí mismo, pero sus miembros poseían mucho poder ejecutivo en el Estado. Fue la reunión de figuras de tan alto nivel de las ramas más importantes del Estado británico lo que le dio su gran importancia. Cuando Gran Bretaña entró en guerra, en agosto de 1914, fueron los planes del CID, que combinaban y coordinaban los esfuerzos de todas las ramas militares, los que se pusieron en práctica al pie de la letra.

Las conversaciones secretas

Hankey relata que en diciembre de 1905 "un pequeño grupo de oficiales navales y militares comenzó a reunirse informalmente en el número dos de Whitehall Gardens, para estudiar la utilización adecuada de las fuerzas del Reino Unido en caso de que nos viéramos envueltos, junto a Francia, en una guerra con Alemania" (The Supreme Command, p. 62).

Esto fue justo después de la Entente Cordiale, algo que se declaró públicamente que tenía la naturaleza de un simple entendimiento alcanzado con un antiguo enemigo.

En diciembre de 1905, cuando el Gobierno liberal estaba en proceso de formación, el coronel Repington, que ya había iniciado conversaciones con el comandante Huguet, agregado militar francés, informó al nuevo ministro de Asuntos Exteriores, sir Edward Grey, de que lo que Francia requería de Inglaterra no eran palabras sino hechos, para mostrar su compromiso con la alianza contra la Alemania, cuyo nombre no se atrevía a pronunciar. El 18 de noviembre, el comandante Huguet comunicó a París el tamaño, la composición y la velocidad de movilización de una posible fuerza expedicionaria británica (David Owen, The Hidden Perspective, The Military Conversations 1906-1914, p. 30).

Una de las primeras decisiones tomadas por Grey fue formalizar las conversaciones militares que habían comenzado de manera informal a través de Lord Lansdowne en el Ministerio Unionista. Sin embargo se dejó claro a los franceses que el Gabinete británico no sería informado de las mismas ni se daría ninguna promesa de ir a la guerra, debido a la posibilidad de que llegara a conocimiento del Parlamento, lo que provocaría la caída del Gobierno.

Grey aprovechó la dispersión de sus colegas en el transcurso de las Elecciones Generales para dar el visto bueno por iniciativa propia, sin ningún consentimiento del Gobierno en formación.

Hankey señala que se produjo una pequeña crisis en la planificación de la guerra cuando Campbell-Bannerman, el liberal gladstoniano, se convirtió en Primer Ministro a principios de 1906. Campbell-Bannerman desconfiaba del CID y se inclinaba por clausurarlo, pero Haldane, a quien nombró ministro de Guerra, le convenció para que lo tolerara y le concediera una prórroga. El Primer Ministro estaba cada vez más preocupado por el curso de las conversaciones militares, pero permitió que siguieran adelante, presumiblemente porque temía la ruptura de su administración por una salida de los liberales imperialistas si presionaba sobre el asunto en el Gabinete.

El Comité de Defensa Imperial debatió las conversaciones militares en tres reuniones durante enero de 1906. Sin embargo, entre 1906 y abril de 1908 (cuando murió Campbell-Bannerman), el CID estaba en horas bajas y la planificación de la guerra se llevaba a cabo en otros lugares: en el Departamento de Inteligencia Naval del almirante Fisher y en el Ministerio de Guerra de Haldane. Aquí, al mismo tiempo que los preparativos navales, se produjo una reorganización paralela del Ejército y la creación de una Fuerza Expedicionaria Británica con fines continentales, junto con las conversaciones militares con Francia, dirigidas por el coronel Repington y el general Henry Wilson.

Haldane reformó el Ejército Británico y creó una Fuerza Expedicionaria Británica de 160.000 efectivos, que podía ser transportada en dos días al ala izquierda de las líneas francesas para entrar en guerra con Alemania. Esto supuso un cambio revolucionario en los asuntos militares británicos.

Como señala Hankey, el Ejército británico había sido tradicionalmente una fuerza pequeña, transportada a diversas partes del globo por la Armada. Inglaterra había sido inexpugnable en su isla tras su Armada y no tenía necesidad de un gran ejército permanente, como los que tenían los países del Continente con sus extensas fronteras terrestres. Al inicio de la Guerra de Sucesión Española, en 1701, la primera guerra de Equilibrio de Poderes que emprendió Inglaterra, el Parlamento votó a favor de un ejército de 40.000 soldados, de los que sólo 18.000 serían británicos y el resto extranjeros a sueldo de los ingleses. En aquella época el ejército permanente inglés sólo contaba con 7.000 hombres.

El mayor ejército que Gran Bretaña puso en el continente fue en las Guerras Peninsulares y en Waterloo, en 1815 (uno de 30.000 hombres). Medio siglo más tarde, en la guerra de Crimea, el ejército británico contaba con 28.000 hombres. Hacía tiempo que no se enviaban grandes cantidades de soldados al continente, sino que la mayor parte de los combates los llevaban a cabo los aliados.

Haldane cambió esta situación aumentando el tamaño del ejército y comprometiéndose a emplearlo en el continente. También militarizó la sociedad británica mediante la promoción de clubes de armas, el desarrollo de las fuerzas territoriales y conferencias militares populares.

Según Hankey la fuerza Expedicionaria parece haber sido concebida inicialmente como un ejército expedicionario para la India, más que para Europa. Sin embargo, al mismo tiempo que Haldane estaba construyendo esta fuerza de 160.000 hombres, se estaban llevando a cabo conversaciones militares en Francia, en las que participaban el coronel Repington y el general Wilson, con el Estado Mayor francés, que implicaban el desembarco de este nuevo ejército allí para una futura guerra terrestre con Alemania. Así que lo más probable es que la historia de la India fuera una treta para despistar a los liberales interesados en lo que estaba ocurriendo.

El almirante Fisher retiró a su representante naval del CID cuando se enteró de que planeaba un compromiso continental. Fisher se oponía totalmente a la guerra en el continente y deseaba mantener el papel primordial la Royal Navy en la guerra británica.

Edward Grey, Ministro de Asuntos Exteriores, y Haldane, Ministro de Guerra, no solicitaron la aprobación del Gabinete para estas conversaciones militares entre los oficiales del Estado Mayor británico y los francés, justificando este secretismo al sugerir que estas conversaciones no implicaban un compromiso sólido real de luchar en cualquier guerra que pudiera producirse y por lo tanto los demás no necesitaban conocerlas.

Y así, como señala Hankey, "tuvieron lugar en el mayor secreto" (p. 62). Como explica: "No se informó al respecto ni al Gabinete ni al Comité de Defensa Imperial. Los planes elaborados por el Estado Mayor como resultado de estas conversaciones secretas se comunicaron al Comité de Defensa Imperial, pero nunca se aludió a las conversaciones en sí. No fue hasta seis años más tarde y después de que se hubieran celebrado dos elecciones generales, cuando Grey, en 1912, se dirigió al Gabinete en relación con este asunto" (p. 63).

Hankey señala que: "Grey y Haldane, en sus memorias, presentan un sólido argumento técnico a favor de estas conversaciones, sin las cuales la cooperación militar en el Continente sólo podría haber tenido lugar de forma improvisada y con una desastrosa pérdida de tiempo. Pero cuanto mejor se hicieran las cosas, más fácil sería empujar al Gabinete en una dirección. Así las cosas, aparecieron muchas sospechas entre los miembros del Gabinete que no estaban 'al corriente' y algunas de ellas se dirigieron contra el Comité de Defensa Imperial, que era completamente inocente en el asunto. Morley me interrogó frecuentemente sobre el tema pero, como yo no tenía conocimientos precisos, no pude informarle" (p. 63).

Asquith, Grey y Haldane negaron todo conocimiento al Parlamento de los arreglos que se estaban haciendo, utilizando un lenguaje muy cuidadoso que transmitía la impresión de que no se estaba haciendo nada que comprometiera a Inglaterra en la guerra contra Alemania, conjuntamente con Francia y Rusia.

John Dillon (del Partido Irlandés) y algunos diputados liberales sometieron a Grey y Asquith a un escrutinio sobre el asunto en los Comunes, pero el Home Rule Movement (https://en.wikipedia.org/wiki/Irish_Home_Rule_movement ) animó a Dillon y a los diputados liberales que albergaban sospechas a abandonarlas después de haber sido desairados.

A pesar del secretismo Hankey revela que en 1908 ya se había emprendido una considerable labor de planificación y preparación para la guerra con Alemania, aunque de forma independiente, con el Almirantazgo y la Oficina de Guerra trabajando en sus propios proyectos rivales paralelos, sin referencia alguna entre sí.

Hankey concluye: "Estamos ahora en condiciones de resumir la situación general de nuestra preparación para la guerra a principios de 1908, cuando el Mando Supremo, trabajando a través del Comité de Defensa Imperial, comenzó a formular su política para la contingencia de una guerra con Alemania. La Marina había sido reorganizada; la redistribución de la flota había avanzado mucho; la reorganización de sus bases y estaciones de aprovisionamiento había sido aprobada y estaba en marcha, junto con las defensas necesarias. Los planes de guerra naval habían sido elaborados y enviados a los Comandantes en Jefe navales interesados, para sus que hicieran sus observaciones, pero ni el Gabinete ni el Comité de Defensa Imperial ni la Oficina de Guerra conocían su existencia. El Ejército había sido reorganizado... Los planes técnicos para el envío de una Fuerza Expedicionaria a Francia, en caso de guerra con Alemania, habían sido discutidos entre los Estados Mayores británico y francés, pero sin el conocimiento del Gabinete o del Comité de Defensa Imperial" (p. 64).

Hankey señala que el problema, tal y como él lo veía, era que "ningún organismo central estaba al corriente de ambos planes y era capaz de orientarlos. El Comité de Defensa Imperial había realizado un valioso trabajo preparatorio, pero aún estaba lejos de cumplir la tarea que se le había encomendado…" (p. 64).

Hankey sabía todo lo que había que saber sobre la guerra naval planeada contra Alemania, pero aparentemente poco en ese momento sobre los arreglos militares que se estaban haciendo con Francia en el "mayor secreto".

La intervención de Balfour

Después de que Asquith, el imperialista liberal, sustituyera a Campbell-Bannerman, el gladstoniano, como Primer Ministro, las cosas empezaron a cambiar y pudo llevarse a cabo la coordinación que Hankey consideraba necesaria. Fue entonces cuando el Comité de Defensa Imperial empezó a cobrar sentido.

Balfour, fundador del CID y líder de la oposición unionista, pidió que se realizara una investigación sobre la posibilidad de una invasión alemana. Esto hizo que el CID empezara por fin a cumplir el objetivo para el que Balfour lo había creado, en relación con la planificación coordinada de la guerra.

Hankey relata lo que hizo esta investigación: "Se elaboraron comparaciones de las respectivas flotas durante un largo período de años; se explicaron los posibles movimientos y contramovimientos en el mar; se destacó la importancia de un importante sistema de inteligencia; se examinaron las posibilidades de la movilización rápida y secreta de una fuerza expedicionaria por parte de Alemania y sus consecuencias en sus puertos; se elaboraron detalladas tablas para mostrar la cantidad de buques mercantes que podrían estar disponibles en los puertos alemanes en un momento determinado; se investigó la capacidad de los puertos alemanes en cuestiones tales como instalaciones ferroviarias y muelles y las limitaciones para el paso de un gran número de buques fuera de las esclusas y por los ríos de mareas; se sopesaron debidamente las dificultades de reunir y escoltar flotas de buques mercantes, no acostumbrados a mantenerse agrupados en un convoy…"(El Mando Supremo, p. 67).

Esto era mucho más que una simple investigación sobre la posibilidad de una invasión alemana (que Fisher llamó el "fantasma de la invasión") y en ese sentido, como señala Hankey, "nunca hubo serias dudas de que la posibilidad de una invasión alemana podía descartarse totalmente.

Sin embargo esa cuestión, para la que se estableció la investigación, no parece haber sido el verdadero objetivo del ejercicio: "La Investigación de una Invasión, de 1908, centró la atención de nuestros estadistas y de las autoridades navales en uno de los problemas más importantes a los que tendrían que enfrentarse en caso de guerra con Alemania. Definió las responsabilidades respectivas del Almirantazgo y de la Oficina de Guerra y estableció las líneas generales de la política en la que tendrían que basarse sus planes… Puso a nuestros estadistas y a nuestros principales marinos y soldados en íntimo contacto personal, para beneficio mutuo. La decisión de Asquith de enviar todas las pruebas a Balfour, líder de la oposición, y escuchar sus opiniones antes de aprobar el informe, sacó todo el asunto de la esfera de la política partidista" (pp. 68-9).

En marzo de 1914, Balfour, mientras discutía enérgicamente la cuestión de la autonomía con Asquith, se sentó con el Primer Ministro en el Comité de Defensa Imperial, que coordinaba los planes finales para la guerra contra Alemania. En noviembre de 1914, cuando Asquith formó su Gabinete de Guerra, dio el inusual paso de incluir en él a Balfour, que estaba en los bancos de la oposición. Como señaló Hankey, no se trataba de un "paso sin precedentes", dada la labor de Balfour en la creación del CID y el trabajo formal que había relaizado en su seno durante 1907-8 y 1913-14 (Government Control in War, p. 36).

Esta información debe destacarse debido a una observación que se hizo en un reciente debate sobre los orígenes de la Gran Guerra en el Cork Evening Echo [https://en.wikipedia.org/wiki/The_Echo_(Cork_newspaper) ]. El debate se produjo en relación con una conversación de 1910 entre Arthur Balfour y Henry White, embajador de Estados Unidos en Londres, que se incluye en un libro sobre las experiencias de White escrito en 1930:

"Balfour: Muy torpes tendremos que ser si no encontramos una razón para declarar la guerra a Alemania antes de que construya demasiados barcos y nos quite nuestro comercio.

"White: Usted es un hombre muy noble en su vida privada. ¿Cómo es posible que contemple algo tan políticamente inmoral como provocar una guerra contra una nación inofensiva, que tiene tanto derecho a tener una armada como usted? Si desea competir con el comercio alemán, trabaje más duro.

"Balfour: Eso significaría que nuestro nivel de vida descendería. Tal vez sería más sencillo para nosotros ir a la guerra.

"White: Me sorprende que usted, entre todos los hombres, sostenga tales ideas.

"Balfour: ¿Le parece una un asunto entre el bien y el mal? Tal vez sea sólo una cuestión de mantener nuestra supremacía (Henry White y Allan Nevins, Thirty Years Of American Diplomacy, p. 257).

Un ingenuo defensor irlandés de la participación británica en la Gran Guerra sugirió que Balfour era para entonces intrascendente, en relación con lo que el Estado británico estaba haciendo respecto a su planificación bélica. Nada más lejos de la realidad. Balfour sabía más de lo que estaba ocurriendo desde la primera bancada de la Oposición que la mayor parte del Gobierno liberal y, desde luego, que la inmensa mayoría de los diputados liberales en los bancos del Gobierno o del Parlamento británico en su conjunto. A pesar de estar formalmente en la oposición en ese momento, trabajó en el Comité de Defensa Imperial en 1907-8 y 1913-4 y fue el único invitado de la oposición a formar parte del Gabinete de Guerra de Asquith en 1914. Parece que solo durante un año (1912) Balfour no fue miembro del CID y durante ese año Winston Churchill le mantuvo informado de sus actividades. Y todo esto mientras los dos partes del Estado se dirigían hacia una nueva guerra civil inglesa a causa de la autonomía irlandesa.

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