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viernes, 27 de enero de 2023

(V) Pat Walsh: Cómo planificó el establishment británico la Primera Guerra Mundial (23 de enero de 2015)

 


La oposición de Hankey

Hankey estaba de acuerdo con Bowles en que el bloqueo no podía ser efectivo sin detener barcos neutrales y capturar su carga. El almirante Ottley defendió su postura basándose en que una declaración de guerra económica total contra una población civil sería imposible para Grey con su circunscripción liberal. Aseguró a Hankey que, una vez que la navegación alemana fuera expulsada del mar, la declaración podría ser descartada e Inglaterra podría hacer lo que quisiera.
También hay algunas anotaciones en el diario del mayor Adrian Grant Duffs relativas a lo que Hankey le contó sobre una importante conversación que mantuvo con Reginald McKenna, Primer Lord del Almirantazgo en 1911, que reveló las verdaderas intenciones británicas con respecto a la Declaración de Londres: "22 de febrero de 1911: La 'preocupación por la Declaración de Londres' aún continúa y Hankey se ha vuelto ahora contra ella y la ha denunciado como equivalente no poder emplear nuestro brazo derecho en una guerra con Alemania… Al parecer Fisher permitió que se negociara,con la intención deliberada de no respetarla en caso de guerra. Característico… 24 de febrero: El punto de vista de McKenna parece muy parecido (los alemanes seguro que la infringen en los primeros días de la guerra, entonces 'con gran pesar' la infringimos nosotros). Si no la infringen debemos inventar una infracción" (Offer Avner, The First World War: An Agrarian Interpretation, p. 280).
La firma de la Declaración de Londres por parte de los británicos fue característica de todo el proceso para engañar a los alemanes (y a los diputados liberales en Inglaterra) en cuanto a las honestas intenciones de Gran Bretaña, mientras se ocultaban planes totalmente diferentes con claros objetivos. El Gobierno Liberal siguió adelante con la Declaración para producir una falsa confianza en Alemania. Así el derecho internacional fue poco a poco manipulado por Gran Bretaña cuando se decidió la contienda.
A. C. Bell, del CID, tiene una sección sobre Hankey y la controversia de la Declaración de Londres en "El bloqueo de Alemania". Bell señala que muchos de los argumentos de Hankey contra la Declaración no pudieron influir en el debate público que estaba dirigiendo Bowles, porque necesariamente sólo se expresaban en privado. Sin embargo eran argumentos muy significativos, porque Hankey sabía que no se podía sacar a la luz pública la naturaleza de la nueva guerra que se estaba planeando contra Alemania, un plan que estaba haciendo que estos acuerdos internacionales fueran irrelevantes en muchos sentidos, salvo por ser un inconveniente que había que sortear cuando se activaran los planes de guerra: "Hankey se dio cuenta de que ningún código de leyes elaborado en Londres podría haber tenido en cuenta los cambios que él preveía. La declaración de Londres no podía, en las circunstancias que se dieron, haber sido otra cosa que un código de derecho consuetudinario, es decir, un cuerpo de costumbres y precedentes ordenados. Las costumbres y precedentes que la Declaración sistematizó tenían un siglo de antigüedad y estaban desfasados" (The Blockade of Germany, pp. 20-2).
Bell discrepa de la opinión de que la Declaración fue un apaciguamiento peligroso e innecesario de las potencias continentales por parte de Gran Bretaña, que era un país a punto de iniciar una guerra contra Alemania, en la que las restricciones a las actividades de la Royal Navy eran muy mal recibidas. Bell argumenta su posición basándose en que Hankey estaba planeando una guerra contra Alemania mucho más extensa que la que la Royal Navy había llevado a cabo en el pasado mediante meros bloqueos: "La verdad es que la marina británica nunca había ejercido una presión económica decisiva contra Francia ni contra ningún otro enemigo, que los sistemas comerciales de nuestro enemigo hacían imposible hacerlo y que los estadistas británicos, que habían dirigido las grandes guerras del siglo XVIII, nunca habían esperado que se pudiera llegar a un acuerdo con un enemigo continental deteniendo su comercio. Después de todo ellos fueron jueces más competentes que el Sr. Gibson Bowles o el Capitán Mahan… Los verdaderos puntos débiles de la Declaración nunca fueron debidamente expuestos por sus críticos, que sostenían que la declaración era una declaración de derecho poco sólida y una adopción al por mayor de doctrinas continentales. No era ni lo uno ni lo otro: era simplemente un cuerpo de reglas para regular las operaciones navales contra sistemas comerciales que habían desaparecido… El capitán M.P.A. Hankey, en particular, percibía con cierta vaguedad, pero en lo esencial con razón, que la guerra económica sería una operación gigantesca de la que no teníamos conocimiento ni experiencia anteriores y que el cuerpo de reglas de la declaración no tenía en cuenta los cambios en la conducción de la guerra naval, que alterarían nuestras concepciones elementales del bloqueo y el contrabando. Esta fue una previsión exacta de lo que realmente ocurrió… En primer lugar, en cuanto al bloqueo, el capitán Hankey supuso que la flota británica derrotaría a la alemana y posteriormente bloquearía las costas alemanas. Eso era demasiado optimista. Pero el Capitán Hankey previó que el bloqueo impuesto no sería un bloqueo con un patrón conocido, sino que, por el contrario, sería una operación totalmente novedosa".
Bell cita a continuación un informe de Hankey al CID, que era muy hostil a la aceptación de la Declaración de Londres: "Aunque la declaración de Londres sigue permitiendo el bloqueo, lo ha rodeado de reglas y restricciones que, en conjunción con los recientes avances de las armas navales, lo convierten en un instrumento ineficaz y fácil de eludir.
"Los negociadores de la declaración de Londres parecen haber olvidado el hecho de que el torpedero, el submarino y la mina han hecho del bloqueo y especialmente del bloqueo adyacente, un asunto mucho más difícil en el futuro que en el pasado. Esta dificultad se acentúa en el caso de los puertos situados en mares estrechos. Por ejemplo, después de haber establecido un control definitivo y general del mar sería extremadamente difícil bloquear puertos en el Báltico o el Adriático, porque en mares tan estrechos los torpederos y sobre todo los submarinos, incluso de un enemigo derrotado, infligirían terribles pérdidas a una flota de bloqueo. Por lo tanto, en opinión de muchos oficiales navales, un bloqueo estricto de los puertos, en aguas tan estrechas, es una pura imposibilidad.
"Siendo ese el caso, es necesario considerar qué sustituto se puede encontrar para un bloqueo adyacente. En las condiciones actuales se pueden pensar muchos medios, no para detener por completo el comercio del enemigo, ya que esto es imposible en el caso de una potencia continental, sino para restringirlo y obstaculizarlo de tal manera que aumente el precio de todos los productos importados o materias primas y así causar un gran sufrimiento a la población. Sin embargo, si la declaración de Londres es ratificada, es difícil ver cómo nuestro poder marítimo puede ser utilizado como un arma eficaz.
"Supongamos la guerra con Alemania. La flota principal alemana derrotada, la bandera mercante alemana expulsada de alta mar y un bloqueo establecido en la costa del mar del Norte de Alemania… un bloqueo de la costa alemana del Báltico es una operación de guerra extremadamente peligrosa y con toda probabilidad imposible. Bajo las condiciones existentes (antes de la Declaración de Londres) se pueden pensar varios substitutivos para un bloqueo cercano de la costa alemana del Báltico.
"Por ejemplo, se podría declarar un bloqueo de los puertos alemanes, pero haciéndolo efectivo a la entrada del Báltico… Los que tuvieran como destino o contuvieran carga consignada a puertos alemanes serían devueltos. Aquellos con destino a puertos neutrales, como Copenhague o Riga, serían advertidos de que, en caso de dirigirse a un puerto alemán, se consideraría que habían roto el bloqueo y podrían ser capturados al abandonar el Báltico. Sería necesario, por supuesto, colocar agentes británicos en todos los principales puertos neutrales para dar aviso si dichos barcos, ignorando la advertencia, navegaban hacia puertos alemanes. Los recientes desarrollos de la telegrafía sin hilos y lo exhaustivo de las comunicaciones por cable hacen que tal cosa sea muy fácil de llevar a cabo, aunque no se puede citar ningún precedente preciso de un procedimiento similar en guerras pasadas, ya que sin estas invenciones modernas no habría sido practicable."
Bell concluye: "El principal argumento del capitán Hankey estaba bien razonado: nos veíamos obligados a imponer un bloqueo mediante escuadras estacionadas como nunca antes se habían estacionado fuerzas de bloqueo y estábamos obligados a complementar nuestro control naval del mar del Norte con una vasta red de puestos de vigilancia en puertos neutrales.
"Una vez más el argumento abstracto del capitán Hankey de que la antigua operación de bloqueo se estaba fusionando con las mayores operaciones de la guerra económica, era bastante sólido".
Bell cita de nuevo a Hankey: "No hay ningún ejemplo, en la historia moderna, de una guerra en la que el comercio haya desempeñado un papel de vital importancia, debido al hecho de que las guerras recientes no se han librado entre naciones susceptibles de ser atacadas a través de su comercio (como Gran Bretaña y Alemania) y no hay datos sobre los que calcular qué medios será necesario adoptar en una guerra de este tipo. Las dificultades del bloqueo, debidas a los inventos modernos, sugieren que en el futuro puede ser necesaria una amplitud aún mayor que en el pasado. Los negociadores de la declaración de Londres han cometido el error fatal de basar su acuerdo, no en la experiencia de guerras pasadas (porque en las guerras napoleónicas y en todas las guerras anteriores, cuando el comercio era una consideración importante, se reclamó y ejerció la mayor amplitud) y no en una apreciación científica de posibles guerras futuras, sino que se han apoyado en la experiencia de unas pocas guerras muy recientes, en las que el arma del dominio del mar, como medio de ejercer presión sobre el poder naval inferior, no tuvo margen de maniobra."

Bell comentó: "El capitán Hankey observó, contra Mahan y Bowles, que la presión económica no había sido decisiva en el pasado contra Francia, pero podría serlo en el futuro contra Alemania, si era ejercida por más de un medio de presión. Esto resultó cierto y sobre la cuestión del contrabando Hankey también previó, que en la medida en que la guerra económica era inevitable, así, el contrabando sería inevitablemente ampliado a todas las sustancias que son esenciales para las industrias modernas".

Bell volvió a citar a Hankey: "Se demostrará ahora que las severas limitaciones impuestas por la declaración de Londres, a los artículos que pueden ser declarados de contrabando, tendrán un efecto importantísimo para contrarrestar los resultados de nuestros esfuerzos para producir una presión económica sobre Alemania por medios navales. Los artículos incluidos en la lista de contrabando condicional y en la lista libre comprenden a todos los efectos la totalidad del comercio marítimo de Alemania. Es decir, todos estos artículos pueden ser transportados durante la guerra hacia o desde cualquier puerto alemán en cargamentos neutrales, a menos que hayamos declarado un bloqueo de ese puerto. El único remedio es establecer un bloqueo de toda la costa alemana. En lo que respecta a los puertos del Mar del Norte, eso no debería presentar ninguna dificultad insuperable. En el caso de los puertos del Báltico es muy diferente

"¿Cómo ejercer entonces presión económica? ¿Qué pasa con la paralización de los ingresos de Alemania derivados de los derechos de importación? ¿Cómo se va a llevar a cabo la reducción de capital, el cierre de fábricas y la simultánea subida de precios, cuando todo el comercio de Alemania puede ser transportado por buques neutrales… que entran en Hamburgo "por la puerta trasera", es decir, por el canal de Kiel, por no hablar de los puertos del Báltico?

"De lo anterior parece desprenderse que los críticos de la declaración de Londres, que afirman que la declaración nos ata el brazo derecho, tienen buenas razones para su afirmación.

"Ahora examinemos cuál sería la posición si la declaración no existiera. Obviamente en ese caso tendríamos que declarar un bloqueo de los puertos del Mar del Norte tan pronto como la situación naval lo permitiera y simultáneamente hacer una declaración general de lo que es contrabando, incluyendo todas las principales materias primas de las que dependen las manufacturas alemanas, así como sus principales artículos de exportación. Los buques neutrales serían rigurosamente retenidos y examinados fuera del Cattegat, se aplicaría rigurosamente la doctrina del viaje sin escalas, un sistema de agentes en los puertos suecos, daneses y rusos nos informaría de cómo se estaba llevando a cabo el transbordo y se tomarían medidas para tratar con los infractores, estas medidas se complementarían probablemente con incursiones de destructores y naves ligeras en las proximidades de los puertos bálticos, con los que se sabía que continuaba el comercio. Estas medidas no detendrían absolutamente el comercio del mundo exterior con los puertos alemanes del Báltico (incluso en las guerras napoleónicas el comercio con el continente nunca cesó del todo) pero el comercio se vería disminuido y acosado, como lo fue el comercio de Francia en las guerras de hace un siglo" (pp. 22- 7).

La nueva estrategia naval

Y así el Almirantazgo abandonó sus planes de un bloqueo cercano de Alemania por uno lejano: "Como el nuevo alto mando consideraba que, si se intentaba ejecutar el plan de guerra existente, la flota sufriría graves e incluso peligrosas pérdidas durante las primeras semanas de la guerra, era natural que no perdieran tiempo en cancelarlo y sustituirlo por otro. De hecho prepararon un nuevo proyecto muy rápidamente, ya que el primer borrador estaba listo en mayo de 1912 y ese borrador, después de muchas alteraciones en puntos de detalle, pero pocas o ninguna en cuanto a los principios, se convirtió en las órdenes bajo las cuales la flota tomó sus posiciones de guerra en agosto de 1914.

"La gran novedad de estas órdenes es que, en adelante, no se vigilaría la Bahía Alemana y no se intentaría ninguna operación costera, hasta que la flota alemana hubiera sido batida y derrotada. La flota y las escuadras de cruceros fueron, por lo tanto, retiradas completamente a los límites exteriores del Mar del Norte y frecuentes barridos en aguas alemanas fueron sustituidos por el patrullaje permanente de los proyectos anteriores. En esas órdenes, por lo tanto, se abandonó específicamente el bloqueo de la costa alemana. El almirante Troubridge, que era entonces jefe del Estado Mayor, parece haber esperado que las fuerzas de vigilancia, ahora estacionadas en las entradas al mar del Norte, pudieran ser investidas con los derechos de una fuerza de bloqueo si la declaración de Londres no era ratificada. Sin embargo esto era totalmente insostenible. No era la declaración de Londres, sino la declaración de París, la que lo hacía imposible.

"El proyecto de bloquear las costas alemanas, que había sido examinado tan minuciosamente durante los cuatro años anteriores, fue así abandonado en mayo de 1912. A partir de esa fecha el objetivo económico de la Royal Navy fue detener todo el comercio que se realizara bajo bandera alemana y confiscar todo el contrabando que se dirigiera al enemigo" (El bloqueo de Alemania, p. 30).

Bell describe el nuevo plan: "La idea general sobre la que se basará la fase inicial de las operaciones es utilizar nuestra posición geográfica para eliminar a todos los navíos alemanes del comercio oceánico. La situación ofrecerá un paralelismo con la que prevaleció en las guerras anglo-holandesas y se aplicará la misma estrategia. Las investigaciones han demostrado que tal procedimiento infligiría un grado de perjuicio a los intereses industriales alemanes, que probablemente produciría graves resultados en el bienestar económico de todo el Estado. Un estrecho bloqueo comercial es innecesario para este propósito, siempre que se cierren las entradas al mar del Norte desde occidente" (El bloqueo de Alemania, p. 30).

Se iba a colocar una línea de 70.000 minas desde la base de la Royal Navy en Scapa Flow hasta la costa de Noruega. Junto esta línea se situaron escuadrones de cruceros británicos, que cerraban el paso. Esto selló la ruta marítima hacia y desde Alemania por el norte. En el sur el Canal de la Mancha estaba sellado por la Patrulla de Dover, junto a una doble línea de minas y redes.

Esto no era un bloqueo como sería reconocido por el derecho internacional. Los bloqueos desde lejos eran ilegales. La Declaración de Londres sólo reafirmaba la posición establecida de que un bloqueo no debía extenderse más allá de los puertos y costas de un enemigo y tenía que ser efectivo para ser vinculante. Una flota que acordonara el Mar del Norte y el Canal de la Mancha no constituía un bloqueo del enemigo y, por lo tanto, no tenía derecho a apoderarse del botín naval, más allá de lo que constituía "contrabando".

El Almirantazgo británico era consciente de ello y del hecho de que tendría que hacer un esfuerzo para cumplir el derecho marítimo internacional reconocido, partularmente lo referido a las consideraciones necesarias para satisfacer a América. Por lo tanto, en ausencia de un bloqueo legal habría que instituir la máxima extensión del 'contrabando', a pesar de la Declaración de Londres, para hacer efectivas las operaciones de la Royal Navy contra el comercio alemán.

En consecuencia la Orden del Consejo de 20 de agosto de 1914 suprimió la diferencia entre "contrabando absoluto" (material de guerra reconocible, que podía ser incautado de camino a cualquier destino) y "contrabando condicional" (material que no tenía una aplicación específicamente militar y que sólo podía ser incautado si iba destinado a un enemigo, pero no si tenía como destino un puerto neutral).

Recientemente ha aparecido un libro que sugiere que hubo otra estrategia británica paralela a la que se desarrolló y puso en práctica. El libro es "Planning Armageddon" de Nicholas Lambert. Lambert afirma que Gran Bretaña pretendía lanzar otra forma de guerra económica y comercial para destruir rápidamente la economía alemana interrumpiendo su crédito, la provisión de seguros y la infraestructura comercial. Se trataba de un tipo de cataclismo económico, que con la ayuda de la City londinense, se pensaba que funcionaría mucho más rápido que el tradicional bloqueo de la Marina para llevar a Alemania al colapso.

Lambert muestra que se hizo un intento de aplicarlo, pero al ponerlo en práctica amenazó con hundir todo el sistema financiero, poniendo en peligro a la propia City y fue abandonado rápidamente. Se recurrió a los planes preexistentes, desarrollados durante una década por la Marina y el CID.

El bloqueo naval era la forma tradicional de guerra para Inglaterra por razones históricas. Era una forma de guerra inmensamente flexible, porque podía aflojarse o apretarse según se considerara oportuno en función de las necesidades. En la Gran Guerra Inglaterra permitió que ciertos productos, como el carbón y el algodón, llegaran al enemigo a través de países neutrales en las fases iniciales. Más tarde el bloqueo se intensificó cuando el comercio alemán fue detenido. La entrada de EEUU en la guerra, en abril de 1917, eliminó el principal factor de neutralidad y la situación realmente abandonó cualquier contención.

Las guerras británicas eran mecanismos de acción lenta, porque su objetivo era aplastar a los oponentes continentales y apoderarse de su comercio de la forma más destructiva posible. Estaban diseñadas para hacer polvo al adversario, de forma que causaran la máxima impresión en él y en otros que pudieran verse tentados por ponerse en su lugar. Las guerras cortas libradas por ejércitos terrestres eran eficaces para derrotar militarmente a un enemigo, pero no eran adecuadas para los propósitos británicos en el mundo. Eran más bien para el estilo de los continentales, que no concebían la guerra una forma normal de vida y que querían acabar con ella cuanto antes para poder reanudar la vida normal. La guerra, mientras se mantuviera en esta forma de responsabilidad limitada, era la vida normal para Inglaterra.

La duración de la Gran Guerra estuvo determinada por la inesperada capacidad de resistencia de los alemanes. Pero también se vio afectada por los objetivos de la Gran Guerra por parte de Gran Bretaña. Los liberales e irlandeses que la apoyaron imaginaron que la Guerra sería rápida, porque se convencieron de que sólo se trataba de la derrota del Mal. Se negaron a aceptarla como una guerra comercial de Equilibrio de Poderes, que necesitaba más tiempo para seguir su curso y alcanzar sus objetivos. Los que comprendieron su verdadero carácter y entendieron los pretextos morales como un adorno sencillamente necesario, la entendieron como un proyecto de desgaste. Y cuando los liberales que iniciaron la guerra se mostraron poco dispuestos a llevarla adelante plenamente, fueron sustituidos por quienes sí lo estaban.

Pero ni ellos esperaban que fuera tan destructiva. Estaba concebida como un bloqueo naval británico, mientras Rusia y Francia, apoyadas por una pequeña fuerza expedicionaria británica, luchaban y morían. Pero Inglaterra tuvo que asumir una parte más grande de la que habían imaginado en la lucha y la muerte. El voluntariado fue sorprendentemente exitoso con la propaganda moral y luego, además, estaba la conscripción. Y así Inglaterra gastó mucha más sangre y riquezas en ganar su guerra de lo que le convenía a ella o al Imperio y menoscabó su posición en el mundo.

Hankey lo revela todo

En 1912 todos los elementos de la Gran Guerra de Gran Bretaña contra Alemania se estaban uniendo. Hankey los describió abiertamente en El Mando Supremo: "Hay que reconocerle el mérito de que, una vez tomada su decisión y adoptada una política clara y definida, el Gobierno la elaboró con todo detalle, de modo que... el país estaba en muchos aspectos bien preparado... Los planes navales estaban totalmente elaborados y el Almirantazgo tenía listos planes alternativos para hacer frente a la evolución de la situación. Las disposiciones de los diversos elementos de la flota estaban predeterminadas. Los puntos de encuentro de la flota estaban decididos... La rápida movilización estaba asegurada. El ejército estaba igualmente preparado. Todos los detalles habían sido elaborados para la movilización del Ejército Regular y su transporte a un lugar de concentración en Francia, previamente acordado con el Estado Mayor francés. Los preparativos ferroviarios, marítimos y de embarque estaban completos. Además de los preparativos navales y militares, el Comité de Defensa Imperial había hecho mucho para organizar los recursos de la nación. Se había previsto el máximo secreto de los movimientos navales y militares mediante diversos medios de censura... Se habían tomado medidas para cortar los cables del enemigo. En todas partes del Imperio Británico se habían elaborado planes para apresar y detener barcos enemigos en nuestros puertos al estallar la guerra y para interceptar los que se encontraban en alta mar. Había sido decidida una política comercial, basada en las viejas directrices contra el comercio con el enemigo y diseñada para aumentar la presión del bloqueo sobre él y a la vez preservar nuestros propios suministros esenciales... Las líneas generales de nuestra política en todas estas cuestiones eran conocidas por los Gobiernos de los Dominios y los acuerdos correspondientes se habían hecho en todo el Imperio Británico. Se habían estudiado todos los detalles y previsto todas las garantías posibles para asegurar que, una vez decididas, estas disposiciones se pusieran en práctica rápidamente y sin tropiezos. La responsabilidad de todas las acciones estaba fijada y no había colisión ni solapamiento entre los departamentos. Los instrumentos necesarios (leyes, decretos, proclamas e instrucciones) se redactan, se mecanografían y se ponen en manos de quienes deben aplicarlos. Desde el Rey hasta el impresor, todos sabían lo que tenían que hacer" (El Mando Supremo, pp. 137-9).

La flota fue movilizada a sus posiciones de combate antes de la declaración de guerra a Alemania, el 4 de agosto de 1914. Los británicos y los franceses se habían repartido los teatros de operaciones contra los alemanes, con la Royal Navy ocupando la posición principal en el Mar del Norte y la Armada francesa el Mediterráneo.

En marzo de 1914 se había decidido situar todos los buques de guerra disponibles de la Royal Navy en aguas nacionales y ponerlos en pie de guerra durante el mes de julio. Se recurrió a las reservas de 30.000 hombres. El 29 de julio, seis días antes de la declaración de guerra a Alemania, una fuerza de 150 acorazados, cruceros y destructores, acompañados por una gran fuerza de buques auxiliares, salieron de sus puertos para tomar posiciones de batalla para la acción contra Alemania y comenzaron a eliminar de los mares el comercio alemán.

La Fuerza Expedicionaria Británica desembarcó en Francia en menos de 48 horas después de que Asquith diera la orden. La planificación de esta operación se había llevado a cabo durante ocho años.

La Royal Navy cortó los cables submarinos alemanes el primer día de la guerra, haciendo que los alemanes dependieran de los cables británicos para comunicarse a través del Atlántico y con otras partes del mundo.

El trabajo de Hankey en el Comité de Defensa Imperial se hizo efectivo en una serie de Proclamas Reales al día siguiente de declararse la Guerra: Los propietarios de buques mercantes británicos fueron advertidos de que sus barcos serían confiscados si transportaban "contrabando" entre puertos extranjeros (siendo el Almirantazgo quien definía qué era "contrabando"); los exportadores fueron advertidos de que no vendieran "contrabando" a ningún comprador extranjero.

Esto fue el resultado de una investigación clave sobre la cuestión del "comercio con el enemigo" y la forma de contrarrestarlo a través de la ley y del uso de sanciones severas contra cualquiera que comerciara después de haber sido declarado ilegal. La investigación sobre el "comercio con el enemigo" de 1911-12 elaboró un informe de 500 páginas, basado en la cantidad de comercio que se podía tolerar con Alemania en tiempos de guerra, pero que abordaba el bloqueo en su totalidad. Su conclusión fue que, a pesar de la pérdida de negocios, la guerra tendría que ser total y no tolerar el comercio con el enemigo.

La Sala de Guerra, que había estado vigilando y trazando la posición de todos los buques y grandes mercantes alemanes a intervalos de ocho horas desde 1907, comunicó su información a la Royal Navy. En una semana todo el comercio marítimo alemán fue expulsado de los mares (véase Nicholas Lambert, Planning Armageddon, p. 211-2).

Otra previsión del Comité de Defensa Imperial se puso en marcha cuando Lloyds, de Londres, emitió una orden para que todos los barcos se dirigieran al puerto británico más cercano o perderían la cobertura del seguro. Todos los que transportaban alimentos y se dirigían al este fueron incautados y sus cargas confiscadas y declaradas "presas". Todos los barcos de propiedad alemana fueron declarados "premio". A los barcos neutrales se les impidió salir de los puertos británicos a menos que entregaran sus cargamentos.

Se inició el bloqueo de Alemania y Europa.

"Los aliados coloniales de Gran Bretaña, que habían sido informados por Grey de la Guerra contra Alemania en los años anteriores a su declaración y que habían participado en la planificación del asunto como partes de la Guerra, pusieron sus fuerzas a disposición del Imperio. Pocas semanas después de la declaración de guerra británica, las tropas sudafricanas se movilizaron contra las posesiones alemanas en Togo y el suroeste de África. Los ejércitos australiano y neozelandés ocuparon bases alemanas en el Pacífico, por ejemplo Samoa. El ejército indio se dirigió a Mesopotamia incluso antes de la declaración de guerra a los otomanos, en noviembre de 1914. Eso se debatió durante un tiempo, pero dada la escala que deliberadamente habíamos decidido adoptar, no cabe duda de que la maquinaria para poner nuestras fuerzas en acción se había planificado de forma tan exhaustiva en cada detalle, que no tiene parangón en nuestra historia" (Government Control in War, p. 28).

A las pocas semanas el Gobierno británico empezó a ignorar la Declaración de Londres, confiscando cargamentos con destino a Alemania independientemente de la bandera que enarbolara. Todos los cargamentos fueron tratados como contrabando, después de que el Gobierno alemán nacionalizara su producción de alimentos como mecanismo de defensa frente al Bloqueo.

El trabajo de Hankey en el Comité de Defensa Imperial empezó a dar sus frutos.

En sus conferencias en Cambridge, de 1945, Hankey citó a Sir Julian Corbett por su "Official History. Naval Operations' (p.18), diciendo que "resumía los hechos de forma muy precisa". Así escribió:

"Entre las muchas falsas impresiones que prevalecieron, cuando después del lapso de un siglo nos vimos envueltos en una gran guerra, no fue la menos errónea la creencia de que no estábamos preparados para ella. Si la escala en la que nos preparamos fue tan grande como los signos de los tiempos requerían, si hicimos bien en aferrarnos a nuestro sistema, largamente probado, de un Ejército pequeño y una Armada grande, son cuestiones que se debatirán durante mucho tiempo; pero dada la escala que deliberadamente elegimos adoptar, no hay duda de que la maquinaria para poner nuestras fuerzas en acción había alcanzado una ordenada exhaustividad en los detalles que no tiene paralelo en nuestra historia." (El control gubernamental en la guerra, p.28)

El famoso discurso de Edward Grey, del 3 de agosto, se había referido tres veces al sacrificio de Inglaterra al entrar en la guerra como un sacrificio principalmente económico y como si hubiera sido lo mismo si hubiera decidido no participar. Se anunciaba, por tanto, el bloqueo y además una pequeña fuerza expedicionaria para la guerra de Gran Bretaña contra Alemania. Pretendía ser una mezcla de estrategias continentales y atlantistas: el bloqueo de Hankey y la fuerza expedicionaria británica de Haldane. No había ninguna intención liberal de librar una gran guerra terrestre extensa ni ningún plan para ello, aunque otros en el Estado británico, que ahora tomaban el mando de la Oficina de Guerra, tenían todo el deseo y la intención de hacerlo.

Grey presentó la guerra que había planeado Hankey como una opción fácil para Inglaterra, una especie de apuesta segura. Y él mismo se lo creía totalmente.

El Primer Ministro Asquith nombró a Lord Kitchener para la Oficina de Guerra y éste comenzó a hacer contingencias para grandes ejércitos de voluntarios casi de inmediato. Los temores de Hankey y del almirante Fisher de que era inevitable una escalada del compromiso resultaron ser correctos, aunque la atribución de una gran dimensión moral a la guerra, por parte de los liberales e irlandeses convertidos al belicismo, que condujo al voluntariado a gran escala, evitó el reclutamiento durante dos años.

Hankey escribió en El Mando Supremo:

"En la noche del 4 al 5 de agosto, una vez enviado el telegrama de guerra, nada de lo que yo pudiera hacer podía influir en la situación. No sentía gran ansiedad por el resultado final de la guerra. Años de saturación en el tema me habían llevado a la convicción de que, a la larga, la fuerza del mar nos daría la victoria. Mi creencia en el poder marítimo era casi una religión. Los alemanes, como Napoleón, podrían invadir el continente; eso podría prolongar la guerra, pero no afectaría a la cuestión final, que vendría determinada por la presión económica. Por eso, en aquella noche llena de acontecimientos, me fui a la cama excitado pero confiado". (p.165)

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