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miércoles, 9 de agosto de 2023

Prof Denis Rancourt (Global Research, 26 de julio de 2023) No hubo pandemia.

 https://www.globalresearch.ca/there-was-no-pandemic-dr-denis-rancourt/5824976


El artículo se basa en mi testimonio del 17 de mayo de 2023 para la Investigación Ciudadana Nacional (NCI) en Ottawa, Canadá y mi libro de 894 páginas de pruebas en apoyo de ese testimonio. Nuestra investigación continúa.

Soy científico, físico interdisciplinar y antiguo profesor titular de física y lead scientist, originalmente en la Universidad de Ottawa.

He escrito más de 30 informes científicos relevantes sobre el COVID a partir del 18 de abril de 2020 para la Asociación de Libertades Civiles de Ontario (ocla.ca/covid) y recientemente para una nueva organización sin ánimo de lucro (correlation-canada.org/research). Actualmente todo mi trabajo y entrevistas sobre el COVID están documentados en mi sitio web, creado para sortear el aluvión de censura (denisrancourt.ca).

Además de las revisiones críticas de la ciencia publicada, los principales datos que analizamos mis colaboradores y yo son la mortalidad por todas las causas. La mortalidad por todas las causas en función del tiempo (día, semana, mes, año, periodo), de la jurisdicción (país, estado, provincia, condado) y de las características individuales del fallecido (edad, sexo, raza, domicilio) es el dato más fiable para detectar y caracterizar epidemiológicamente los sucesos que causan la muerte y para calibrar el impacto a nivel de población de cualquier aumento o disminución de las muertes por cualquier causa.

Estos datos no son susceptibles de sesgo de notificación ni de sesgo en la atribución de las causas de muerte. Los hemos utilizado para detectar y caracterizar la estacionalidad, las olas de calor, los terremotos, los colapsos económicos, las guerras, el envejecimiento de la población, el desarrollo social a largo plazo y las agresiones sociales, como las ocurridas en el periodo del COVID en muchos países de todo el mundo y a lo largo de la historia reciente, desde 1900 hasta la actualidad.

Curiosamente, ninguna de las pandemias de enfermedades respiratorias víricas (1957-58, "H2N2"; 1968, "H3N2"; 2009, "H1N1 de nuevo") promovidas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) después de la Segunda Guerra Mundial puede detectarse en la mortalidad por todas las causas de ningún país. A diferencia de todas las demás causas de muerte que se sabe que afectan a la mortalidad, estas denominadas pandemias no provocaron ningún aumento detectable de la mortalidad en ningún lugar.

La gran mortandad de 1918, que se consideró una pandemia viral respiratoria de manual ("H1N1"), se produjo antes de que se inventaran los antibióticos y el microscopio electrónico, en unas condiciones de salubridad pública y estrés económico terribles, durante la primera posguerra mundial. La histopatología del tejido pulmonar conservado ha demostrado que las muertes de 1918 fueron causadas por una neumonía bacteriana. Así lo demuestran varios estudios independientes y no controvertidos publicados.

Mi primer informe analizando la mortalidad por todas las causas fue publicado el 2 de junio de 2020, en Research Gate, que estaba siendo atacado por la censura, y se titulaba "All-cause mortality during COVID-19 - No plague and a likely signature of mass homicide by government response" (Mortalidad por todas las causas durante el COVID-19: no hay plaga y un probable homicidio masivo por las medidas del gobierno). Demostró que los puntos calientes de los aumentos repentinos en la mortalidad por todas las causas se produjeron sólo en lugares específicos, en el hemisferio norte del mundo occidental y estaban sincronizados con la declaración del 11 de marzo de 2020 de una pandemia. Esta sincronía es imposible en el supuesto marco de una enfermedad respiratoria vírica en expansión, con o sin viajes por avión, porque el tiempo calculado desde la siembra hasta el aumento de la mortalidad depende en gran medida de las circunstancias sociales locales, y debe situarse entre varios meses y años. Atribuí el exceso de muertes a las medidas agresivas y a los protocolos de tratamiento hospitalario, que se sabía que se habían aplicado repentinamente en ese momento y en esos lugares.

El trabajo se siguió profundizando, con ayuda de colaboradores, durante varios años y continúa. Hemos demostrado repetidamente que el exceso de mortalidad se negaba la mayoría de las veces a cruzar las fronteras nacionales y las líneas interestatales. El virus invisible se dirigía a los pobres y discapacitados y llevaba pasaporte. Además nunca mata hasta que los gobiernos imponen cambios socioeconómicos y de las estructuras asistenciales a los grupos vulnerables de la población nacional.

Éstas son mis conclusiones, extraídas de nuestros estudios detallados de la mortalidad por todas las causas en el periodo del COVID, en combinación con datos socioeconómicos y de difusión de las vacunas:

  • Si no hubiera habido propaganda o coacción pandémica y los gobiernos y la clase médica hubieran seguido como si nada, no habría habido exceso de mortalidad

  • No hubo pandemia que causara un exceso de mortalidad

  • Las medidas gubernamentales causaron un exceso de mortalidad

  • La vacunación COVID-19 causó un exceso de mortalidad

En lo que respecta a las vacunas, cuantificamos muchos casos en los que el rápido despliegue de una dosis del calendario vacunal impuesto coincidió con un pico inesperado de mortalidad por todas las causas, en momentos del ciclo estacional y de magnitudes que no se habían visto antes en el registro histórico de mortalidad.

De este modo demostramos que la campaña de vacunación en la India causó la muerte de 3,7 millones de residentes frágiles. En los países occidentales, cuantificamos que la tasa media de mortalidad en todas las edades era de 1 muerte por cada 2.000 inyecciones, que aumentaba exponencialmente con la edad (duplicándose cada 5 años adicionales de edad) y que llegaba a 1 muerte por cada 100 inyecciones para los mayores de 80 años. Calculamos que las vacunas habían matado a 13 millones de personas en todo el mundo.

Si se aceptan mis conclusiones anteriores y los análisis que hemos realizado, entonces hay varias implicaciones sobre cómo se percibe la realidad con respecto a lo que realmente ocurrió y lo que no.

En primer lugar, mientras que las epidemias de infecciones mortales son muy reales en residencias de ancianos, en hospitales y con condiciones de vida degeneradas, el riesgo de pandemia respiratoria vírica promovido por la industria de la "respuesta pandémica" liderada por Estados Unidos no existe. Lo más probable es que se fabrique y se mantenga por motivos ocultos, distintos de salvar a la humanidad.

En segundo lugar, además de los sucesos naturales (olas de calor, terremotos, sequías prolongadas a gran escala), los sucesos significativos que afectan negativamente a la mortalidad son los grandes ataques contra poblaciones nacionales, que afectan a los residentes vulnerables, como por ejemplo

  • la guerra (incluida la reestructuración de las clases sociales),

  • la ocupación y explotación imperial o económica (incluido el uso de la tierra con fines de explotación a gran escala), y

  • las bien documentadas medidas y destrucciones aplicadas durante el periodo COVID.

Por lo demás, en una sociedad estable, la mortalidad es extremadamente robusta y no está sujeta a grandes cambios rápidos. No existen pruebas empíricas de que la aparición repentina de nuevos patógenos pueda inducir grandes cambios en la mortalidad. En la era contemporánea de la especie humana, la humanidad es su peor enemigo, no la naturaleza.

En tercer lugar, las medidas coercitivas impuestas para reducir el riesgo de transmisión (como el distanciamiento, los indicadores de dirección, los confinamientos, el aislamiento, las cuarentenas, las barreras de plexiglás, los protectores faciales y las mascarillas, los codazos, etc.) son palpablemente acientíficas y la propia preocupación subyacente en relación con la "propagación" nunca estuvo justificada y es irracional, ya que no hay pruebas en los datos fiables de mortalidad de que alguna vez existiera un patógeno especialmente virulento.

De hecho la propia noción de "propagación" durante el periodo COVID queda rigurosamente refutada por las variaciones temporales y espaciales del exceso de mortalidad por todas las causas, en todos los lugares en los que está suficientemente cuantificada y en todo el mundo. Por ejemplo, el presunto virus que mató a 1,3 millones de residentes pobres y discapacitados de EEUU no cruzó la frontera terrestre de más de mil kilómetros con Canadá, a pesar de los continuos e intensos intercambios económicos. Del mismo modo, el presunto virus que causó focos sincrónicos de mortalidad en marzo-abril-mayo de 2020 (como en Nueva York, la Comunidad de Madrid, Londres, Estocolmo y el norte de Italia) no se propagó más allá de esos focos.

Curiosamente, a este respecto, las variaciones estacionales históricas (periodo de 12 meses) de la mortalidad por todas las causas, conocidas desde hace más de 100 años, se invierten en los hemisferios norte y sur del planeta y no muestran indicio alguno de "propagación". Por el contrario, estos patrones, en un hemisferio dado, muestran aumentos y disminuciones sincrónicos de la mortalidad en todo el hemisferio. ¿Acaso el agente o agentes causales que se "propagan" tardan siempre exactamente 6 meses en cruzar al otro hemisferio, donde vuelven a provocar cambios de mortalidad sincrónicos en todo el hemisferio? Hace tiempo que muchos epidemiólogos llegaron a la conclusión de que la propagación de enfermedades respiratorias por "contacto" de persona a persona no puede explicar los patrones estacionales de mortalidad por todas las causas y queda refutada por ellos. Este científico no entiende por qué no se ridiculiza sistemáticamente a los CDC et al. en este sentido.


En su lugar, fuera de las condiciones de vida extremadamente pobres, deberíamos fijarnos en el conjunto de trabajos realizados por el profesor Sheldon Cohen y sus coautores (EEUU), quienes establecieron que dos factores dominantes controlan si los estudiantes universitarios que se enfrentan a un reto intencionado se infectan y la gravedad de la enfermedad respiratoria cuando se infectan:

  • el grado de estrés psicológico experimentado

  • el grado de aislamiento social

El impacto negativo del estrés psicológico experimentado en el sistema inmunitario es un área de estudio científico actual consolidada, ignorada obedientemente por los intereses de los fabricantes de vacunas, y ahora sabemos que dicho impacto es mucho mayor en las personas mayores, donde la nutrición (ecología del bioma intestinal) es un cofactor importante.

Por supuesto, no quiero decir que no existan agentes causales, como las bacterias, que puedan causar neumonía; ni que no haya peligrosas concentraciones ambientales de dichos agentes causales en las proximidades de individuos frágiles, como en los hospitales y en las manos de los médicos, como es notorio.

En cuarto lugar, dado que nuestra conclusión es que no hay pruebas de que hubiera ningún patógeno especialmente virulento que causara un exceso de mortalidad, el debate sobre la investigación de la ganancia de función y un arma biológica escapada de un laboratorio es irrelevante.

No quiero decir que el Departamento de Defensa (DoD) no financie la investigación sobre la ganancia de función y las armas biológicas (en el extranjero, en particular), no quiero decir que no haya muchas patentes estadounidenses de organismos microbianos modificados genéticamente con posibles aplicaciones militares y no quiero decir que no haya habido anteriormente escapes o liberaciones impactantes de vectores y patógenos de armas biológicas. Por ejemplo, la controversia sobre la enfermedad de Lyme en Estados Unidos puede ser un ejemplo de fuga de armas biológicas (véase el libro de Kris Newby de 2019 Bitten: The Secret History of Lyme Disease and Biological Weapons "Picadura: La historia secreta de la enfermedad de Lyme y las armas biológicas" https://www.amazon.com/Bitten-History-Disease-Biological-Weapons/dp/006289627X ).

Generalmente, por razones obvias, cualquier patógeno que sea extremadamente virulento no será también extremadamente contagioso. Hay miles de millones de años de presiones evolutivas acumulativas contra la existencia de cualquier patógeno de este tipo y ese resultado estará profundamente codificado en todas las formas de vida.

Además sería suicida para cualquier régimen tratar vehementemente de crear un agente patógeno de este tipo. Las armas biológicas están pensadas para ser lanzadas a zonas diana específicas, excepto en la ciencia ficción, en la que la inmunidad de un arma biológica, que es a la vez extremadamente virulenta y extremadamente contagiosa, puede ser entregada de forma fiable a la propia población y los soldados.

En mi opinión, si algo acerca el COVID a ser un arma biológica, es la capacidad militar para desplegar masiva y repetidamente inyecciones individuales, que son vectores físicos de cualquier sustancia que el régimen desee inyectar selectivamente en las poblaciones elegidas, al tiempo que impone el cumplimiento total hasta en el propio cuerpo, bajo el pretexto de proteger la salud pública.

Se trata del mismo régimen que practica guerras de destrucción total de naciones y aniquilación social, bajo la tapadera de difundir la democracia y los derechos de las mujeres. Y no me refiero a China.

En quinto lugar, una vez más, dado que nuestra conclusión es que no hay pruebas de que hubiera ningún patógeno especialmente virulento, que causara un exceso de mortalidad, no había necesidad de ningún protocolo de tratamiento especial, más allá de los diagnósticos reflexivos habituales, caso por caso, seguidos del mejor tratamiento elegido por el clínico.

En su lugar nuevos protocolos despiadados mataron a pacientes, en los lugares críticos que aplicaron esos protocolos en los primeros meses de la pandemia declarada.


A esto le siguieron en muchos Estados medidas sociales coercitivas impuestas, contrarias a la salud individual: miedo, pánico, paranoia, estrés psicológico inducido, aislamiento social, autovictimización, pérdida de actividad laboral y voluntaria, pérdida de estatus social, pérdida de empleo, quiebra de empresas, pérdida de utilidades, pérdida de cuidadores, pérdida de lugares y movilidad, supresión de la libertad de expresión, etc.

Sólo a la clase profesional le fue mejor, trabajando cómodamente desde casa, cerca de la familia, mientras era atendida por un ejército de servicios especializados a domicilio.

Por desgracia la clase médica no se limitó a agredir y aislar a los pacientes vulnerables en los hospitales y centros de atención. También retiró sistemáticamente los cuidados habituales y atacó a los médicos que se negaban a convertirse en cómplices.

En prácticamente todo el mundo occidental las prescripciones de antibióticos se redujeron y se mantuvieron bajas en aproximadamente un 50% de las tasas anteriores a COVID. Esto habría tuvo efectos devastadores en los EEUU en particular, donde:

  • las propias estadísticas de los CDC, basadas en los certificados de defunción, indican que aproximadamente el 50% del millón de muertes asociadas al COVID tenían neumonía bacteriana como comorbilidad (hubo una epidemia masiva de neumonía bacteriana en los EEUU, de la que nadie habló)

  • los estados pobres del sur tienen históricamente tasas mucho más altas de prescripción de antibióticos (esto implica una alta susceptibilidad a la neumonía bacteriana)

  • el exceso de mortalidad durante el periodo del COVID está muy fuertemente correlacionado (r = +0,86… de hecho proporcional) a la pobreza a nivel estatal

En sexto lugar, dado que nuestra conclusión es que no hay pruebas de que hubiera ningún patógeno especialmente virulento que causara un exceso de mortalidad, no había ninguna razón de salud pública para desarrollar y desplegar vacunas; ni siquiera si se aceptara la tenue proposición de que alguna vacuna ha sido alguna vez eficaz contra una supuesta enfermedad respiratoria vírica.

Si a esto añadimos que todas las vacunas son intrínsecamente peligrosas y nuestras cuantificaciones de la tasa de letalidad por dosis de vacuna descritas anteriormente, debemos reconocer que las vacunas contribuyeron significativamente al exceso de mortalidad en todos los lugares en los que se impusieron.

En conclusión, el exceso de mortalidad no fue causado por ningún nuevo patógeno particularmente virulento. La llamada respuesta COVID fue en efecto un ataque estatal masivo e iatrogénico contra las poblaciones y contra las estructuras de apoyo de la sociedad, que causó todo el exceso de mortalidad, en todas las jurisdicciones.

Ahora es natural preguntarse "¿quién impulsó esto?", "¿quién se benefició?" y "¿qué grupos sufrieron desventajas estructurales permanentes?".

En mi opinión el asalto del COVID sólo puede entenderse en los contextos simbióticos de la geopolítica y las transformaciones de clase social a gran escala. La dominación y la explotación son los motores. La fracasada hegemonía mundial centrada en EEUU y sus maquinaciones crean condiciones peligrosas para prácticamente todo el mundo.

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https://www.globalresearch.ca/there-was-no-pandemic-dr-denis-rancourt/5824976

Prof. Denis Rancourt, Ontario Civil Liberties Association (ocla.ca), denis.rancourt@alumni.utoronto.ca

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