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lunes, 13 de junio de 2022

(I) Whitney Webb y Diego (9 de abril de 2020) Una empresa asesina: cómo una de las empresas más corruptas de la gran industria farmacéutica planea acaparar el mercado de los remedios contra el virus del Covid-19

 


Una de las empresas de vacunas más conectadas políticamente y plagadas de escándalos, de los Estados Unidos, con inquietantes vínculos con los ataques con ántrax de 2001 y la crisis de los opioides, está dispuesta a sacar un gran provecho de la actual crisis del Coronavirus.

En agosto de 2001 la empresa biofarmacéutica BioPort (https://en.wikipedia.org/wiki/Emergent_BioSolutions ) se enfrentó a un desastre inminente. Una serie de escándalos en la empresa, controvertidos rescates federales y graves reacciones sanitarias adversas entre las tropas estadounidenses estaban haciendo que tanto el Congreso como el Pentágono reconsideraran su multimillonario contrato para suministrar al ejército una vacuna contra el ántrax.

Creada con el único propósito de adquirir una empresa pública de Michigan que tenía la licencia exclusiva para fabricar la única vacuna contra el ántrax aprobada por la FDA en Estados Unidos, BioPort trató de ampliar rápidamente su tamaño y el alcance de sus contratos con el ejército estadounidense. Esta estrategia fue posible gracias al antiguo jefe del Estado Mayor Conjunto, el almirante William Crowe, que resultaría muy útil para la consolidación del monopolio de las vacunas de BioPort y su posterior y agresiva contratación de antiguos funcionarios del gobierno como grupos de presión.

Sin embargo poco después de conseguir estos contratos multimillonarios y de asegurarse el monopolio de las vacunas contra el ántrax, BioPort afirmó que se encontraba en dificultades financieras y posteriormente fue rescatada con 24 millones de dólares a petición del Pentágono, que citó como justificación "cuestiones de seguridad nacional".

Sin embargo los auditores del Pentágono descubrieron que gran parte del dinero concedido a BioPort estaba en paradero desconocido y que el dinero que pudieron rastrear no se había destinado a la renovación de sus instalaciones de producción de vacunas, que habían perdido su licencia hasta que no se arreglaran numerosos problemas sanitarios (y de otro tipo). Mientras tanto, decenas de soldados que habían sufrido los efectos nocivos de la vacuna contra el ántrax de BioPort, algunos discapacitados de por vida, comenzaron a hablar, poniendo el producto más crítico de BioPort y su principal fuente de ingresos bajo un escrutinio no deseado.

Mientras que BioPort parecía enfrentarse a la ruina inminente por estos y otros escándalos en agosto de 2001, los ataques con ántrax de 2001 que se produjeron un mes después llegaron en el momento justo para la empresa, ya que la demanda de su vacuna contra el ántrax pronto se disparó, lo que dio lugar a nuevos y lucrativos contratos con el gobierno. Además su licencia fue rápidamente renovada gracias a la intervención del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), a pesar de que muchos de los problemas con sus instalaciones de producción persistían.

Aunque fueron convenientemente rescatados por los desafortunados sucesos de 2001, BioPort pronto presionaría para conseguir contratos más grandes que nunca, pidiendo un aumento masivo de las compras gubernamentales de su controvertida vacuna contra el ántrax. Aprovechando el miedo causado por los ataques con ántrax de 2001, presionaron para que el gobierno almacenara vacunas contra el ántrax, no sólo para los militares, sino para los civiles, los trabajadores de correos, la policía y muchos más que podrían estar en peligro si los ataques con ántrax se repitieran.

Uno de sus mayores defensores de la expansión de los contratos de BioPort trabajaba para el HHS en ese momento (Jerome Hauer, un hombre que no sólo tenía conocimiento de los ataques con ántrax, sino que también había participado en la simulación Dark Winter, que también predijo esos mismos ataques sólo meses antes). Hauer sería, meses más tarde, nombrado para un puesto de nueva creación en el HHS, uno que supervisaba la nueva reserva de biodefensa de la que BioPort sería uno de los principales beneficiarios.

En 2004 BioPort sería rebautizada y reempaquetada como Emergent Biosolutions. A continuación, contrató a más grupos de presión con buenas conexiones y añadió varios nombres importantes del gobierno y del sector privado a su consejo de administración. Uno de estos "grandes nombres" no era otro que Jerome Hauer, que se incorporó al consejo de Emergent poco después de dejar el HHS. Hauer sigue siendo director de la empresa y forma parte de tres de sus comités de gobierno corporativo.

Emergent Biosolutions no sólo se benefició de los temores nacionales al ántrax, sino que también sacó provecho de los pánicos pandémicos posteriores y más tarde recibió un importante respaldo de la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations (CEPI, Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias), respaldada por Bill Gates. A continuación se centrarían en la crisis de adicción y sobredosis de opiáceos, que aún sigue vigente, comprando los derechos del único medicamento aprobado para tratar las sobredosis de opiáceos en el lugar de los hechos y demandando a todos los productores genéricos de este tratamiento crucial que salva vidas.

Dada su historia, no debería sorprender que Emergent Biosolutions esté dispuesta a beneficiarse de la crisis del Coronavirus (Covid-19). Están especialmente preparados para obtener beneficios récord con el Covid-19, ya que están respaldando no una, sino dos vacunas candidatas, así como un tratamiento experimental con plasma sanguíneo que ya ha sido aprobado para su ensayo en el estado de Nueva York, gracias en parte al antiguo jefe de Jerome Hauer, el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo. Como se señaló en un artículo anterior para The Last American Vagabond, las otras principales empresas que desarrollan vacunas contra el Covid-19 en Estados Unidos son socios estratégicos de la controvertida agencia de investigación del Pentágono DARPA, que se ha alineado cada vez más con el HHS en los últimos años gracias a otro participante de Dark Winter, Robert Kadlec.

En esta segunda entrega de la serie ("Engineering Contagion: Amerithrax, Coronavirus and the Rise of the Biotech-Industrial Complex"), se explorará el ascenso de Emergent Biosolution a la preeminencia, hecho posible gracias a actos de corrupción flagrante y a la puerta giratoria público-privada. El claro nexo entre las grandes farmacéuticas, el gobierno y los "centros de bioseguridad" dependientes de las universidades ofrece una perspectiva sorprendente del complejo biotecnológico-industrial que ha dominado durante mucho tiempo la política de biodefensa de Estados Unidos y que ahora está guiando gran parte de la respuesta del gobierno estadounidense a la crisis del coronavirus.

Nace una amenaza biológica

Durante medio siglo Vladimir Pasechnik había sido un ciudadano soviético modelo y sus proezas científicas en el campo de las armas biológicas le valieron el rango honorífico de general. Sin embargo la concesión de tal título no pareció inspirarle mucha lealtad, porque hizo una llamada a la embajada británica desde una cabina telefónica en Francia, en 1989. El afamado microbiólogo desertó posteriormente a Inglaterra, una decisión que precedió a la caída del Muro de Berlín en cuestión de meses. Sin embargo pocos podrían haber proporcionado una visión más fascinante detrás del Telón de Acero que Pasechnik, que deleitó a Whitehall con historias impactantes de patógenos monstruosos diseñados como parte del Biopreparat, el programa de armas biológicas de alto secreto de la Rusia comunista.

Christopher Davis, el encargado de Pasechnik por el MI6, compartió toda la información recopilada con sus homólogos en Estados Unidos, incluyendo las afirmaciones de que los programas del Biopreparat habían desarrollado cepas de ántrax, tularemia y toxina botulínica resistentes a los antibióticos. Según Davis también se habían modificado enfermedades antiguas, como la peste. Cuando las historias se agotaron, Pasechnik recibió un puesto de trabajo en las propias instalaciones de biodefensa británicas en Porton Down, donde permanecería durante otra década, antes de independizarse y crear su propia empresa de biotecnología.

Sin embargo, la clase dirigente geopolítica occidental no perdió tiempo en cimentar una nueva narrativa de amenazas inminentes de armas biológicas, a nivel mundial, tras el colapso de la Unión Soviética. La dimisión de Gorbachov en 1991 hizo caer bruscamente el mercado de la retórica de la Guerra Fría en Occidente y el enorme complejo militar-industrial que se había beneficiado de esas tensiones siguió en marcha, aunque sin su hombre del saco.

Pasechnik fue sólo uno de los varios ex alumnos de Biopreparat que desertaron a países occidentales, siendo otro ejemplo conocido Ken Alibek (nacido Kanatjan Alibekov), que desertó a Estados Unidos en lugar de al Reino Unido. Muchas de las sensacionales afirmaciones de Alibek y sus funestas advertencias sobre el programa soviético de armas biológicas en la década de 1990 se demostrarían más tarde como falsedades imaginativas. A pesar de ello Alibek mantuvo su influencia en la industria de la biotecnología y en Washington, donde la capacidad de vender el miedo suele ser un rasgo codiciado.

Pasechnik, sin embargo, no tuvo tanta suerte y murió de un presunto ataque al corazón en noviembre de 2001. Fue uno de los 11 microbiólogos más importantes del mundo que murieron en circunstancias misteriosas entre noviembre de 2001 y marzo de 2002.

A la luz de las afirmaciones hechas por Pasechnik, Alibek y otros en la década de 1990, un grupo relativamente pequeño de individuos bien conectados (muchos de los cuales participarían más tarde en el simulacro de Dark Winter de junio de 2001) afirmaron que el Biopreparat presentaba una amenaza duradera, con la hipótesis de que los desertores del programa podrían no volverse hacia Occidente, sino hacia regímenes rivales como el Irak de Saddam Hussein.

El ántrax fue rápidamente considerado como una de las principales amenazas por estos agoreros de las armas biológicas y entonces, apenas unos meses después del colapso de la Unión Soviética, el Departamento de Defensa de EEUU publicó una licitación para la producción de 6,3 millones de dosis de la vacuna contra el ántrax. En comparación su contrato anterior, sólo un año antes, había pedido sólo 700.000 dosis.

Problemas de abastecimiento

El Instituto de Productos Biológicos de Michigan (MBPI) fue fundado en 1926 por el Estado para atender las necesidades de vacunación de su población, mayoritariamente rural, una gran parte de la cual trabajaba en granjas y necesitaban la inoculación contra las esporas de ántrax y la rabia que se producen de forma natural. En la década de 1980, el Instituto era el único fabricante de vacunas contra el ántrax de Estados Unidos, después de que las normas de la década de 1970 expulsaran a la mayoría de los fabricantes privados de vacunas. La vacuna contra el ántrax del MBPI se conocía como Anthrax Vaccine Adsorbed (AVA) o BioThrax.

Alineándose con las recomendaciones políticas emitidas por el Centro Mackinac para Políticas Públicas (una fachada de los controvertidos hermanos Koch), el gobernador de Michigan, John Engler, citó las pérdidas financieras endémicas de la MBPI para justificar la puesta en venta del único fabricante de vacunas contra el ántrax con licencia en el país, en 1996. Sin embargo, tras un examen más detallado, la verdadera razón detrás de la decisión tenía más que ver con un repentino aumento de la demanda por parte del único cliente del laboratorio (el gobierno de EEUU) y la incapacidad del MBPI para satisfacerla.

Las instalaciones de Michigan debían ser objeto de enormes renovaciones si querían satisfacer las necesidades de un sistema de seguridad nacional que había llegado a reconstituirse en torno a la amenaza de las armas de destrucción masiva y la guerra biológica, una amenaza fabricada en gran medida por las historias de los desertores soviéticos. El Pentágono se ofreció a aportar 1,8 millones de dólares para las renovaciones necesarias, pero no hubo interesados… al menos ninguno con pasaporte estadounidense.

Ese mismo año, el eterno contratista de defensa estadounidense, Dyncorp, se asoció con un oscuro grupo de empresarios biotecnológicos del otro lado del charco, formando la DynPort Vaccine Company LLC, una combinación del nombre de DynCorp con el de su socio británico, Porton International Inc. El presidente de esta última empresa, Zsolt Harsanyi, también dirigiría DynPort cuando la empresa británica comenzó a sentar las bases para su segundo intento de asegurar un monopolio crucial dentro del espacio biotecnológico estadounidense.

Monopoly de gérmenes

Porton International había surgido como resultado de la revolución thatcheriana, que balcanizó los activos del sector público británico y los distribuyó entre intereses privados, que a menudo mantenían estrechos y acogedores vínculos con funcionarios de la era Thatcher y otros políticos del Reino Unido. Entre estos activos estaba el Centro de Microbiología e Investigación Aplicada (CAMR), una rama de biotecnología del infame Defence Science and Technology Laboratory (Laboratorio de Ciencia y Tecnología de Defensa, https://www.dark-places.org.uk/site/dstl-porton-down/index.html ) del Reino Unido, comúnmente conocido como Porton Down, que también albergaba el programa de vacunas contra el ántrax del Reino Unido.

Porton International comenzó a operar en 1982, cuando el financiero londinense Wensley Haydon-Baillie fundó la empresa para desarrollar un medicamento contra el herpes inventado por el Dr. Gordon Skinner, que se había estancado durante los ensayos clínicos y nunca llegó a salir al mercado. En 1985, Haydon-Baillie se aseguró los derechos exclusivos para comercializar los fármacos desarrollados por el CAMR, un trato de favor del gobierno de Thatcher que atrajo grandes inversiones de British Telecom y Lloyds Bank entre otros, por un total de 76 millones de libras. Haydon-Ballie se benefició mucho de la empresa, cobrando dividendos anuales de medio millón de libras y vendiendo algunas de sus acciones por 24 millones de libras en 1986.

En 1989 Porton International adquirió Sera-lab y Hazleton Biologics Inc. lo que le proporcionó una red de distribución ya establecida. Al año siguiente la oferta de compra del laboratorio CAMR, con 650 empleados, sería aceptada por el Secretario de Sanidad británico, Kenneth Clark, a pesar de la oposición del personal, que había votado en contra de la adquisición.

La casa de Fuad

Cuando se cerró la venta, Haydon-Ballie (que llegó a ser el 50º hombre más rico de Inglaterra) estaba a punto de verse obligado a abandonar Porton International por acusaciones de enriquecimiento ilícito. Al mismo tiempo la vacuna contra el ántrax iba a entrar en un mercado alcista y Porton International estaba ahora en una posición privilegiada para cosechar todos los beneficios.

Un año antes, en 1989, Ibrahim El-Hibri, un ciudadano venezolano que había hecho una fortuna trabajando para empresas de telecomunicaciones estadounidenses, se había convertido en socio discreto de Porton International. Su hijo, Fuad El-Hibri, fue nombrado director de Porton Products Ltd, una filial de Porton International, que era el conducto por el que la familia El-Hibri se había hecho con la venta de vacunas contra el ántrax a Arabia Saudí y otros estados del Golfo, a un precio de entre 300 y 500 dólares la dosis. Fuad El-Hibri había sido anteriormente un contratista de inteligencia para Booz Allen Hamilton (https://en.wikipedia.org/wiki/Booz_Allen_Hamilton ) y un ejecutivo del gigante de Wall Street CitiGroup.

El mayor de los El-Hibri tenía un don para los negocios que se remonta a los años 70, cuando vivía en Qatar, donde entabló amistad con el entonces jefe del Mando Central de Estados Unidos, el almirante William Crowe. El militar de carrera se mantuvo en contacto con El-Hibri a lo largo de los años y quizá incluso le dio algunas pistas de negocio en una época en la que Crowe también formaba parte del consejo del gigante farmacéutico Pfizer. Más tarde, a finales de 1997, Crowe cogería el teléfono (al menos oficialmente, pero probablemente mucho antes) para hacer una propuesta a su viejo amigo.

En 1997, el entonces Secretario de Defensa de los Estados Unidos, William S. Cohen, anunció un plan para vacunar a todos los miembros de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos contra el ántrax, que finalmente se tradujo en la vacunación de aproximadamente 2,4 millones de tropas en 2003. El almirante Crowe, que en ese momento ejercía de embajador de Estados Unidos en el Reino Unido, se puso rápidamente en contacto con El-Hibri para hablar del mercado de vacunas contra el ántrax del gobierno estadounidense, a la luz de esta nueva política del Pentágono.

El único obstáculo era conseguir que su hijo, Fuad El-Hibri, obtuviera un pasaporte estadounidense para poder dirigir el negocio en Estados Unidos. Para eludir fácil y rápidamente este problema, el almirante, con sus profundos vínculos en el Pentágono, fue nombrado director de BioPort y recibió el 10% de las acciones de la empresa, a pesar de no haber invertido un solo céntimo en ella.

El escenario estaba preparado para que Porton International entrara en el negocio de los contratos gubernamentales exclusivos en Estados Unidos como BioPort Inc. La suerte quiso que el presidente de Porton International, Zsolt Harsanyi, acabara de recibir un contrato de diez años del Departamento de Defensa, por un valor aproximado de 322 millones de dólares, a través de DynPort Vaccine Company LLC, y (gracias al gobernador de Michigan) la única planta de fabricación de vacunas contra el ántrax con licencia en el país estaba de nuevo en subasta.

Un robo y una estafa

En septiembre de 1998, BioPort adquirió las instalaciones de MBPI mediante un paquete de 25 millones de dólares en préstamos, dinero en efectivo y la promesa de pagar al estado de Michigan más por la empresa en el futuro, promesas que luego se incumplieron. Más tarde se reveló que El-Hibri y otros socios de BioPort sólo habían puesto 4,5 millones de dólares de su propio dinero en este paquete.

Como se mencionó anteriormente, la planta de MBPI (Michigan Biologic Products Institute) en Lansing, MI (Michigan), había tenido problemas y había sido cerrada para renovaciones seis meses antes de su compra por BioPort. Sin embargo, la MBPI había recibido millones del Pentágono para solucionar los problemas identificados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) que habían afectado a la "estabilidad, potencia y pureza" de la vacuna.

Junto con estos problemas, BioPort también había heredado contratos militares por valor de casi 8 millones de dólares para vacunas contra el ántrax. Rápidamente se aseguraron otro contrato para esas vacunas por un total de más de 45 millones de dólares, con 16 millones de dólares adicionales en efectivo para suministros inmediatos, un acuerdo considerable que probablemente se deba a la agresiva contratación por parte de BioPort de antiguos funcionarios federales y del Pentágono como grupos de presión, además de los profundos vínculos del propio Crowe con el Pentágono.

A pesar de la enorme afluencia de dinero, BioPort no gastó el dinero en la renovación de la planta y sus problemas sanitarios, probablemente debido al hecho de que el acuerdo requería que el Pentágono comprara vacunas contra el ántrax a BioPort, incluso si la planta y las vacunas que había producido carecían de una licencia de la FDA.

Con el Pentágono obligado a comprar la vacuna, sin importar si era utilizable, BioPort gastó millones en renovar las oficinas de sus ejecutivos en lugar de la fábrica de vacunas y millones más en bonificaciones para la "alta dirección". Los auditores del Pentágono descubrirían más tarde que aún faltaban millones y que el personal de BioPort desconocía el coste de producción de una sola dosis de la vacuna.

A pesar de la clara mala gestión y la corrupción, BioPort exigió ser rescatada por el Pentágono, solicitando aún más dinero para reemplazar lo que habían perdido y despilfarrado. Aunque los auditores del Pentágono argumentaron que la empresa debía ser abandonada, los altos mandos militares citaron la "seguridad nacional" y concedieron a BioPort 24,1 millones de dólares más. También aumentaron el precio a pagar por cada dosis de la vacuna contra el ántrax, que sólo tiene una vida útil de 3 años, de 4,36 a 10,64 dólares.

El Congreso celebró audiencias sobre el rescate, audiencias que no llegaron a ninguna parte. Durante una de esas audiencias, el entonces diputado Walter Jones (R-NC, republicano por Carolina del Norte) declararía lo siguiente:

"El mensaje parece claro: Si una empresa quiere ganar millones sin proporcionar un producto o servicio, firma un contrato de monopólico con el Departamento de Defensa para producir vacunas. BioPort parece tener al gobierno en un puño".

No es de extrañar que éste sea sólo el primero de los rescates federales de BioPort.

La fortuna favorece a los corruptos

Como BioPort era muy consciente de su posición de poder desde el principio, se demoró en conseguir que su fábrica obtuviera una nueva licencia y se ajustara a las normas federales. Mientras tanto, debido a la naturaleza del contrato el Pentágono seguía comprando grandes cantidades de vacunas que eran inutilizables y posiblemente inseguras, mientras seguía pagando a BioPort por el almacenamiento del producto inútil.

Durante este tiempo las dosis de vacunas contra el ántrax fabricadas antes de estas renovaciones se utilizaron en las tropas estadounidenses y muchos de esos soldados afirmaron que la vacuna producida en las instalaciones en cuestión les había provocado dolores de cabeza permanentes, dolor en las articulaciones, pérdida de memoria y otros síntomas más graves. Algunos incluso quedaron discapacitados de por vida. El Congreso volvió a celebrar audiencias, pero se llenaron de empleados de BioPort que se hicieron pasar por "expertos", así como de otras personas que apoyaban el contrato del Pentágono con la empresa.

Sin embargo, en el año 2000 el Pentágono finalmente perdió la paciencia y exigió que BioPort dejara de fabricar BioThrax. BioPort accedió, pero siguió recibiendo dinero del gobierno para mantenerse a flote. En agosto de 2001 la planta de Lansing seguía sin licencia y BioPort seguía exigiendo dinero del gobierno para no quebrar. Ese mes el Congreso y el Pentágono comenzaron a discutir públicamente el abandono de BioPort. El Pentágono comenzó a preparar un informe, que debía publicarse en septiembre de 2001, en el que se detallaría un plan para alejarse de BioPort.

Afortunadamente para BioPort, pero desgraciadamente para la nación, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y los posteriores ataques con ántrax provocaron un gran aumento del miedo… y el pánico a que los ataques con ántrax se convirtieran en una pesadilla recurrente para el público estadounidense y a que los grupos terroristas radicales y las naciones rivales trataran de atacar con ántrax, no sólo a los soldados estadounidenses, sino también a los civiles del país.

El terror consiguiente hizo que el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) interviniera, devolviendo a BioPort su licencia en enero de 2002, a pesar de los persistentes problemas de seguridad en sus instalaciones de producción de vacunas. Sin embargo BioPort no se contentó con ver restaurados sus contratos anteriores con el Pentágono, ya que comenzó a presionar fuertemente para obtener nuevos contratos de vacunas contra el ántrax destinados a civiles estadounidenses, trabajadores de correos y otros. Los conseguirían en gran parte gracias al entonces asesor antiterrorista del HHS y pronto nuevo subsecretario del HHS: Jerome Hauer.

El curioso pasado de Jerome Hauer

Mientras BioPort se aseguraba como único productor autorizado de vacunas contra el ántrax del país en 1998, el gestor de crisis de emergencia y experto en bioterrorismo de Nueva York, Jerome Hauer, estaba ocupado trabajando y elaborando planes de contingencia para el día del juicio final desde su "búnker" en la planta 23 del edificio 7 del World Trade Center.

En 1996 el entonces alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, le encargó la gestión de emergencias a nivel mundial para el gigante tecnológico IBM. También fue asesor del Departamento de Justicia, había informado al presidente Clinton sobre amenazas bioterroristas y era conocido por "consultar regularmente con Scotland Yard y el ejército israelí". Al parecer fue idea de Hauer ubicar la oficina de gestión de emergencias de la ciudad en el Edificio 7, a pesar de que su colocación allí se consideró controvertida en su momento debido a los atentados del World Trade Center de 1993, atentados que más tarde se reveló que tenían inquietantes vínculos con el FBI.

En 1999 el New York Times describiría el trabajo de Hauer como "sentarse todo el día a pensar en formas horripilantes de destruir cosas y de que la gente muera". También señalaba que Hauer describía su experiencia en situaciones de emergencia específicas de la siguiente manera: "accidente de helicóptero, incendio en el metro, rotura de la red de agua, tormenta de hielo, ola de calor, apagón, colapso de edificios, colapso de edificios, colapso de edificios". Su obsesión por los derrumbamientos de edificios le llevó incluso a albergar "trofeos" de los derrumbes de edificios que había supervisado y de los que se había ocupado. Resulta extraño, pues, que el propio "búnker" multimillonario de Hauer fuera más tarde víctima del derrumbe de un edificio, cayendo sobre su propia base en 7 segundos, el 11 de septiembre de 2001.

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