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sábado, 15 de julio de 2023

Michael Shellenberger (10 de marzo de 2023) El "Complejo Industrial de la Censura" utiliza el poder gubernamental para amenazar la democracia

 


https://nypost.com/2023/03/10/censorship-industrial-complex-uses-power-to-threaten-democracy/

En su discurso de despedida de 1961, el presidente Dwight Eisenhower hizo una famosa advertencia sobre un creciente "complejo militar-industrial", refiriéndose a una política pública "cautiva de una élite científico-tecnológica".

Sin embargo hoy en día los contribuyentes estadounidenses están financiando sin saberlo el crecimiento y el poder de un Complejo Industrial de la Censura dirigido por la élite científica y tecnológica de Estados Unidos, que pone en peligro nuestras libertades y nuestra democracia.

Los Archivos de Twitter, las demandas de los fiscales generales de los Estados y los reporteros de investigación han revelado una amplia y creciente red de organismos gubernamentales, instituciones académicas y grupos privados que censuran activamente a los ciudadanos estadounidenses, a menudo sin su conocimiento, sobre temas como los orígenes del COVID, las vacunas COVID, los negocios de Hunter Biden, el cambio climático y muchas otras cuestiones.

La ley permite a Facebook y Twitter y a otras empresas privadas moderar el contenido de sus plataformas y yo apoyo el derecho de los gobiernos a comunicarse con el público, incluso para rebatir información inexacta y engañosa.

Pero los funcionarios del gobierno han sido sorprendidos en repetidas ocasiones

1) exigiendo a las plataformas de medios sociales la censura de usuarios y contenidos criminalizados,

2) a menudo amenazando la base jurídica de la existencia de las empresas, la Sección 230, y

3) financiando a otros para que hagan lo mismo en su nombre.

"Si los funcionarios del Gobierno dirigen o facilitan esa censura", señala el profesor de Derecho de la Universidad George Washington Jonathan Turley, "se plantean graves cuestiones relacionadas con la Primera Enmienda. Es axiomático que el gobierno no puede hacer indirectamente lo que tiene prohibido hacer directamente."

Y en efecto, el gobierno de EEUU ha estado financiando a otros para "hacer indirectamente lo que tiene prohibido hacer directamente".

Los cerebros del complejo residen en cuatro organizaciones: el Observatorio de Internet de Stanford, la Universidad de Washington, el Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council y Graphika, con turbios vínculos con el Departamento de Defensa, la CIA y otras agencias de inteligencia.

Parece que están trabajando con múltiples agencias gubernamentales estadounidenses para institucionalizar la investigación y la defensa de la censura en docenas de otras universidades y grupos de reflexión.

Estos grupos no contrastan públicamente con sus oponentes.

No están pidiendo un debate nacional sobre los límites de la Primera Enmienda.

Más bien están creando listas negras de personas criminalizadas y exigiendo que las plataformas de medios sociales las censuren, las oculten e incluso las prohíban.

Los censores son un una clase de gente conocida.

Confiados en su capacidad para discernir la verdad de la falsedad, la buena intención de la mala intención, el instinto de estos vigilantes de pasillo es quejarse al profesor.

Este enfoque puede funcionar en la enseñanza media y en un buen número de universidades de élite, pero es anatema para la libertad de expresión, la democracia y el estilo de vida estadounidense.

Estas organizaciones y otras también llevan a cabo sus propias operaciones de influencia, a las que suelen llamar "verificación de hechos" cuando las hacen ellos y "desinformación" cuando las hacen sus oponentes.

En el inmediato pasado las operaciones de influencia han consistido en convencer a periodistas y ejecutivos de medios sociales de que la información veraz es desinformación, que las hipótesis válidas son teorías conspirativas y que una mayor autocensura se traduce en una información más veraz.

Los censores se mueven por el temor a que Internet y las plataformas de medios sociales empoderen a líderes y políticas populistas, que consideran desestabilizadores.

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Por esa razón en pocos años, los funcionarios, agencias y contratistas del gobierno federal han pasado de luchar contra los reclutadores del ISIS y los bots rusos a censurar y deplorar a los estadounidenses de a pie y a las figuras públicas criminalizadas.

Y los censores han intensificado sus esfuerzos para influir e incluso controlar las organizaciones convencionales de medios de comunicación.

En 2020 dos influyentes organizaciones (el Aspen Institute y el Stanford's Cyber Policy Center) intentaron socavar el principio ético establecido en 1974 por The Washington Post y The New York Times, cuando ambos periódicos publicaron documentos clasificados del Pentágono, a pesar de que habían sido robados.

Los censores justifican con frecuencia sus demandas como prevención de daños en el mundo real, pero han definido el "daño" de forma tan amplia que han justificado que Facebook censure información veraz sobre las vacunas COVID, por ejemplo, para prevenir la "indecisión ante las vacunas".

Y cada vez más los censores dicen que su objetivo es restringir la información que "deslegitima" a las organizaciones gubernamentales, de seguridad nacional e industriales, un mandato tan amplio que podría utilizarse fácilmente para censurar las críticas a los líderes electos.

Pero también corresponde al pueblo estadounidense despertar ante la amenaza de lo que quizá sea lo más antiamericano del mundo, la censura gubernamental.

"Sólo una ciudadanía alerta y bien informada", señaló Eisenhower, "puede obligar a engranar adecuadamente la enorme maquinaria industrial y militar de la defensa con nuestros métodos y objetivos pacíficos, para que la seguridad y la libertad puedan prosperar juntas".

Adaptado del testimonio del periodista Michael Shellengberger el 9 de marzo ante el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre la Militarización del Gobierno Federal.

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