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domingo, 5 de febrero de 2023

(I) Dr. Russell L. Blaylock (22 April 2022) La pandemia de COVID y la vacuna de ARNm: ¿Cuál es la verdad?

 


La pandemia de COVID-19 es uno de los eventos de enfermedades infecciosas más manipulados de la historia, caracterizado por un flujo interminable de mentiras oficiales orquestado por las burocracias gubernamentales, las asociaciones médicas, las juntas médicas, los medios de comunicación y las agencias internacionales [3,6,57]. Hemos sido testigos de una larga lista de intrusiones sin precedentes en la práctica médica, incluyendo ataques a expertos médicos, destrucción de carreras médicas entre los facultativos que se niegan a participar en el asesinato de sus pacientes y una reglamentación masiva de la atención sanitaria, dirigida por individuos no cualificados pero que detentan enorme riqueza, poder e influencia.
Por primera vez en la historia de Estados Unidos un presidente, gobernadores, alcaldes, administradores de hospitales y burócratas federales están determinando los tratamientos médicos, no basándose en información precisa con base científica o incluso no basada en la experiencia, sino más bien para forzar la aceptación de formas especiales de "atención" y "prevención", que incluyen el empleo del Remdesivir, el uso de respiradores y, en última instancia, una serie de vacunas de ARN mensajero esencialmente experimentales. Por primera vez en la historia del tratamiento médico, los protocolos no se están formulando basándose en la experiencia de los médicos que tratan con éxito al mayor número de pacientes, sino por individuos y burocracias que nunca han tratado a un solo paciente (incluyendo a Anthony Fauci, Bill Gates, EcoHealth Alliance, los CDC, la OMS, funcionarios de salud pública estatales y administradores de hospitales) [23,38].
Los medios de comunicación (televisión, periódicos, revistas, etc.), las sociedades médicas, las juntas médicas estatales y los propietarios de las redes sociales se han erigido en la única fuente de información sobre esta supuesta "pandemia". Se han eliminado páginas web, se ha demonizado a médicos clínicos y expertos científicos altamente acreditados y experimentados en el campo de las enfermedades infecciosas, se han destruido carreras profesionales y se ha tachado de "desinformación" y "mentiras peligrosas" toda la información discrepante, incluso cuando procede de los mejores expertos en los campos de la virología, las enfermedades infecciosas, los cuidados críticos pulmonares y la epidemiología. Estos apagones de la verdad se producen incluso cuando la información está respaldada por extensas citas científicas de algunos de los especialistas médicos más cualificados del mundo [23]. Increíblemente, incluso individuos como el Dr. Michael Yeadon, ex-jefe científico jubilado y vicepresidente de la división científica de la compañía farmacéutica Pfizer en el Reino Unido, que acusó a la compañía de fabricar una vacuna extremadamente peligrosa, es ignorado y demonizado. Además él y otros científicos altamente cualificados han declarado que nadie debería aplicarse esa vacuna.
El Dr. Peter McCullough, uno de los expertos más citados en su campo, que ha tratado con éxito a más de dos mil pacientes de COVID utilizando un protocolo de tratamiento precoz (que los llamados expertos ignoraron por completo), ha sido víctima de un ataque particularmente despiadado por parte de aquellos que se benefician económicamente de las vacunas. Ha publicado sus resultados en revistas revisadas por expertos, informando de una reducción del 80% de las hospitalizaciones y del 75% de las muertes mediante el uso del tratamiento precoz [44]. A pesar de ello está siendo objeto de una serie de ataques implacables por parte de los controladores de la información, ninguno de los cuales ha tratado nunca a un solo paciente.
Ni Anthony Fauci, ni los CDC, ni la OMS, ni ningún estamento médico gubernamental ha ofrecido nunca ningún tratamiento precoz que no sea Tylenol, hidratación y llamar a una ambulancia en cuanto se tenga dificultad para respirar. Esto no tiene precedentes en toda la historia de la atención médica, ya que el tratamiento precoz de las infecciones es fundamental para salvar vidas y prevenir complicaciones graves. Estas organizaciones médicas y perritos falderos federales no sólo no han sugerido siquiera el tratamiento precoz, sino que han atacado a cualquiera que intentara iniciarlo con todas las armas a su disposición: pérdida de licencia, retirada de privilegios hospitalarios, vergüenza, destrucción de reputaciones e incluso arrestos [2].
Un buen ejemplo de este atropello contra la libertad de expresión y el suministro de información sobre el consentimiento informado es la reciente suspensión de la licencia médica de la Dra. Meryl Nass por parte de la junta médica de Maine y la orden de que se someta a una evaluación psiquiátrica por recetar ivermectina y compartir su experiencia en este campo [9,65]. Conozco personalmente a la Dra. Nass y puedo dar fe de su integridad, brillantez y dedicación a la verdad. Sus credenciales científicas son impecables. Este comportamiento por parte de una junta de licencias médicas recuerda a la metodología de la KGB soviética durante el periodo en el que los disidentes eran encarcelados en gulags psiquiátricos para silenciar su disidencia.

OTROS ATAQUES SIN PRECEDENTES

Otra táctica sin precedentes es destituir a los médicos disidentes de sus puestos como editores de revistas y revisores y retractar sus artículos científicos de las revistas, incluso después de que estos artículos hayan sido publicados. Hasta este evento pandémico, nunca había visto que se retractaran tantos artículos de revistas, la gran mayoría promoviendo alternativas al dogma oficial, especialmente si los artículos cuestionan la seguridad de las vacunas. Normalmente un artículo o estudio presentado es revisado por expertos en la materia, lo que se denomina revisión por pares. Estas revisiones pueden ser bastante precisas y minuciosas, insistiendo en que se corrijan todos los errores del artículo antes de su publicación. De este modo, a menos que se descubra un fraude u otro problema oculto importante después de la publicación del artículo, éste permanece en la literatura científica.
Cada vez hay más artículos científicos excelentes, escritos por los mejores expertos en la materia, que son retirados de las principales revistas médicas y científicas semanas, meses e incluso años después de su publicación. Una revisión cuidadosa indica que en demasiados casos los autores se atrevieron a cuestionar el dogma aceptado por los controladores de las publicaciones científicas, especialmente en lo que respecta a la seguridad, los tratamientos alternativos o la eficacia de las vacunas [12,63]. Estas revistas dependen para sus ingresos de una enorme publicidad de las empresas farmacéuticas. Se han dado varios casos en los que poderosas empresas farmacéuticas han ejercido su influencia sobre los propietarios de estas revistas para que eliminen los artículos que cuestionan de algún modo los productos de esas empresas [13,34,35].
Peor aún es el diseño real de artículos médicos para promocionar fármacos y productos farmacéuticos que incluyen estudios falsos, los llamados artículos escritos por fantasmas [49,64] Richard Horton es citado por The Guardian afirmando que "las revistas se han convertido en operaciones de blanqueo de información para la industria farmacéutica" [13,63]. Artículos fraudulentos "escritos por fantasmas", patrocinados por gigantes farmacéuticos, han aparecido regularmente en las principales revistas clínicas, como Journal of the American Medical Association y New England Journal of Medicine y nunca han sido retirados, a pesar de haberse demostrado abuso científico y la manipulación de datos [49,63].
Los artículos escritos por fantasmas implican el uso de empresas de planificación, cuyo trabajo consiste en diseñar artículos que contengan datos manipulados para apoyar un producto farmacéutico y luego hacer que esos artículos sean aceptados por revistas médicas de alto impacto, es decir, las revistas con más probabilidades de afectar a la toma de decisiones clínicas de los médicos. Además suministran a los médicos, en la práctica clínica, reimpresiones gratuitas de estos artículos manipulados. The Guardian encontró 250 empresas dedicadas a este negocio de la escritura fantasma. El paso final en el diseño de estos artículos, para su publicación en las revistas más prestigiosas, es reclutar a expertos médicos bien reconocidos de instituciones prestigiosas, para que añadan su nombre a estos artículos. A estos autores médicos reclutados se les paga cuando aceptan añadir su nombre a esos artículos previamente manufacturados o lo hacen por el prestigio de tener su nombre en un artículo de una prestigiosa revista médica [11].
De vital importancia es la observación de los expertos en el campo de la publicación médica de que no se ha hecho nada para poner fin a este abuso. Los especialistas en ética médica han lamentado que, debido a esta práctica generalizada, "no se puede confiar en nada". Aunque algunas revistas insisten en la divulgación de la información, la mayoría de los médicos que leen esos artículos ignoran esta información o la excusan y varias revistas dificultan la divulgación, obligando al lector a que encuentre las declaraciones de divulgación en otro lugar. Muchas revistas no vigilan estas declaraciones y las omisiones por parte de los autores son frecuentes y no se castigan.
En cuanto a la información que se pone a disposición del público, prácticamente todos los medios de comunicación están bajo el control de estos gigantes farmacéuticos u otras corporaciones y organizaciones que se están beneficiando de esta "pandemia". Sus historias son todas iguales, tanto en contenido como incluso en redacción. Diariamente se producen encubrimientos orquestados y se ocultan al público datos masivos, que exponen las mentiras generadas por estos controladores de la información. Todos los datos que llegan a los medios de comunicación nacionales (TV, periódicos y revistas), así como las noticias locales que ves todos los días, provienen sólo de fuentes "oficiales", la mayoría de las cuales son mentiras, distorsiones o completamente fabricadas de la nada, todo con el objetivo de engañar al público.

Los medios de comunicación televisivos reciben la mayor parte de su presupuesto publicitario de las empresas farmacéuticas internacionales, lo que crea una influencia irresistible para informar de todos los estudios inventados que apoyan sus vacunas y otros supuestos tratamientos [14]. Sólo en 2020 las industrias farmacéuticas gastaron 6.560 millones de dólares en este tipo de publicidad [13,14]. La publicidad televisiva de las farmacéuticas ascendió a 4.580 millones, un increíble 75% de su presupuesto. Eso compra mucha influencia y control sobre los medios de comunicación. Expertos de fama mundial en todos los campos de las enfermedades infecciosas son excluidos de los medios de comunicación y de las redes sociales, si de alguna manera se desvían en contra de las mentiras y distorsiones urdidas por los fabricantes de estas vacunas. Además estas empresas farmacéuticas gastan decenas de millones en publicidad en las redes sociales, con Pfizer a la cabeza, con 55 millones de dólares en 2020 [14].
Si bien estos ataques a la libertad de expresión son lo suficientemente aterradores, aún peor es el control prácticamente universal que los administradores de los hospitales han ejercido sobre los detalles de la atención médica en los hospitales. Estos asalariados ordenan ahora a los médicos qué protocolos de tratamiento deben seguir y qué tratamientos no deben utilizar, sin importar lo perjudiciales que sean los tratamientos "aprobados" o lo beneficiosos que sean los tratamientos "no aprobados" [33,57].
Nunca en la historia de la medicina estadounidense los administradores de los hospitales han dictado a sus médicos cómo deben practicar la medicina y qué medicamentos pueden utilizar. Los CDC no tienen autoridad para dictar a los hospitales ni a los médicos tratamientos médicos. Sin embargo la mayoría de los médicos acataron sin la menor resistencia.
La Ley Federal de Asistencia Sanitaria fomentó este desastre humano ofreciendo a todos los hospitales estadounidenses hasta 39.000 dólares por cada paciente de la UCI al que pusieran respiradores, a pesar de que desde el principio era obvio que los respiradores eran una de las principales causas de muerte entre estos confiados y desprevenidos pacientes. Además los hospitales recibían 12.000 dólares por cada paciente que ingresaba en la UCI, lo que explica, en mi opinión y en la de otros, por qué todas las burocracias médicas federales (CDC, FDA, NIAID, NIH, etc.) hacían todo lo que estaba en su mano para impedir los tratamientos tempranos que salvan vidas [46] Dejar que los pacientes se deterioraran hasta el punto de necesitar hospitalización, significaba mucho dinero para todos los hospitales. Un número creciente de hospitales están en peligro de quiebra y muchos han cerrado sus puertas, incluso antes de esta "pandemia" [50]. La mayoría de estos hospitales son ahora propiedad de corporaciones nacionales o internacionales, incluyendo hospitales universitarios [10].
También es interesante observar que, con la llegada de esta "pandemia", hemos sido testigos de un aumento de las cadenas de hospitales corporativos que compran varios de estos hospitales en riesgo financiero [1,54]. Se ha observado que estos gigantes hospitalarios están utilizando miles de millones en ayudas federales Covid para adquirir estos hospitales en peligro financiero, lo que aumenta aún más el poder de la medicina corporativa sobre la independencia de los médicos. A los médicos expulsados de sus hospitales les resulta difícil encontrar otras plantillas hospitalarias a las que incorporarse, ya que también pueden ser propiedad del mismo gigante corporativo. Como resultado las políticas de mandato de vacunación incluyen a un número mucho mayor de empleados de hospitales. Por ejemplo, la Clínica Mayo despidió a 700 empleados por ejercer su derecho a rechazar una vacuna experimental peligrosa y esencialmente no probada [51,57]. La Clínica Mayo hizo esto a pesar de que muchos de esos empleados trabajaron durante lo peor de la epidemia y están siendo despedidos cuando la variante Omicron es la cepa dominante del virus, tiene la patogenicidad de un resfriado común para la mayoría y las vacunas son ineficaces para prevenir la infección.
Además se ha demostrado que la persona vacunada asintomática tiene una presencia nasofaríngea del virus tan alto como una persona infectada no vacunada. Si el objetivo del mandato de vacunación es prevenir la propagación del virus entre el personal del hospital y los pacientes, entonces son los vacunados los que presentan el mayor riesgo de transmisión, no los no vacunados. La diferencia es que una persona enferma no vacunada no iría a trabajar, el contagiador vacunado asintomático sí.
Lo que sí sabemos es que los principales centros médicos, como la Clínica Mayo, reciben decenas de millones de dólares en subvenciones del NIH cada año, así como dinero de los fabricantes farmacéuticos de estas "vacunas" experimentales. En mi opinión esa es la verdadera consideración que impulsa estas políticas. Si esto se pudiera demostrar en un tribunal de justicia, los que han lanzado estos mandatos deberían ser procesados con todo el peso de la ley y demandados por todas las partes perjudicadas.

El problema de la quiebra de los hospitales se ha agravado cada vez más, debido a los mandatos de vacunación en esos hospitales y al consiguiente gran número de personal de los hospitales, especialmente enfermeras, que se niegan a ser vacunadas a la fuerza [17,51]. Todo esto no tiene precedentes en la historia de la atención médica. Los médicos dentro de los hospitales son responsables del tratamiento de sus pacientes individuales y trabajan directamente con estos pacientes y sus familias para iniciar los tratamientos. Las organizaciones externas, como los CDC, no tienen autoridad para intervenir en esos tratamientos y hacerlo expone a los pacientes a graves errores por parte de una organización que nunca ha tratado a un solo paciente de COVID-19.
Cuando comenzó esta pandemia los CDC ordenaron a los hospitales que siguieran un protocolo de tratamiento que provocó la muerte de cientos de miles de pacientes, la mayoría de los cuales se habrían recuperado si se hubieran permitido los tratamientos adecuados [43,44]. La mayoría de estas muertes se podrían haber evitado si se hubiera permitido a los médicos utilizar tratamientos tempranos con productos como la ivermectina, la hidroxicloroquina y una serie de otros fármacos y compuestos naturales seguros. Se ha calculado, basándose en los resultados de los médicos que tratan con éxito a la mayoría de los pacientes de Covid, que de las 800.000 personas que se nos dice que murieron de la enfermedad, 640.000 no sólo podrían haberse salvado, sino que, en muchos casos, podrían haber recuperado su estado de salud anterior a la infección si se hubiera utilizado el tratamiento precoz obligatorio junto con otros métodos de eficacia probada. Esta negligencia en el tratamiento precoz constituye un asesinato en masa. Esto significa que habrían muerto 160.000 personas… muchas menos de las que murieron a manos de burocracias, asociaciones médicas y juntas médicas que se negaron a defender a sus pacientes. Según estudios sobre el tratamiento precoz de miles de pacientes por médicos valientes y solidarios, entre el setenta y cinco y el ochenta por ciento de las muertes podrían haberse evitado [43,44].
Increíblemente se impidió a estos médicos expertos salvar a estas personas infectadas por Covid-19. Debería ser una vergüenza para la profesión médica que tantos médicos siguieran sin chistar los protocolos mortales establecidos por los controladores de la medicina.
También hay que tener en cuenta que este suceso nunca cumplió los criterios para una pandemia. La Organización Mundial de la Salud cambió los criterios para convertirlo en pandemia. Para que se considere pandemia, el virus debe tener una alta tasa de mortalidad para la gran mayoría de las personas, cosa que no ocurrió (con una tasa de supervivencia del 99,98%), y no debe tener tratamientos conocidos, cosa que este virus sí tenía… de hecho un número creciente de tratamientos muy exitosos.
Las medidas draconianas establecidas para contener la "pandemia" inventada nunca han demostrado tener éxito, como el enmascaramiento del público, los confinamientos y el distanciamiento social. Una serie de estudios cuidadosamente realizados durante temporadas de gripe anteriores demostraron que las máscaras, de cualquier tipo, nunca habían impedido la propagación del virus entre el público [60].
De hecho algunos estudios muy buenos sugerían que las mascarillas en realidad propagaban el virus, al dar a la gente una falsa sensación de seguridad y otros factores, como la observación de que la gente rompía constantemente la técnica esterilizadora al tocarse la mascarilla, al quitársela de forma incorrecta y por la filtración de aerosoles infecciosos por los bordes de la mascarilla. Además, las mascarillas se tiraban en aparcamientos, senderos, mesas de restaurantes y se guardaban en bolsillos y monederos.
A los pocos minutos de ponerse la mascarilla es posible cultivar varias bacterias patógenas de las mascarillas, lo que expone a las personas inmunodeprimidas a un alto riesgo de neumonía bacteriana y a los niños a un mayor riesgo de meningitis [16]. En un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Florida se cultivaron más de 11 bacterias patógenas del interior de la mascarilla que llevan los niños en las escuelas [40].
También se sabía que los niños no corrían prácticamente ningún riesgo de contraer el virus ni de transmitirlo.
Además también se sabía que llevar una mascarilla durante más de 4 horas (como ocurre en todas las escuelas) provoca hipoxia (niveles bajos de oxígeno en sangre) e hipercapnia (niveles altos de CO2) significativas, que tienen una serie de efectos nocivos para la salud, entre ellos perjudicar el desarrollo del cerebro del niño [4,72,52].
Sabemos que el desarrollo del cerebro continúa mucho después de los años de la escuela primaria. Un estudio reciente reveló que los niños nacidos durante la "pandemia" tienen coeficientes intelectuales significativamente más bajos, pero los consejos escolares, los directores de escuela y otros burócratas de la educación obviamente no se preocupan [18].

https://www.globalresearch.ca/covid-update-what-truth/5779037

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