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domingo, 19 de febrero de 2023

(II) Nicolás Martínez Lage: Carroll Quigley y la sociedad secreta de la élite (The Network).

 

 Por supuesto, antes de terminar 1913 los dos objetivos de La Red, el impuesto sobre la renta y el Sistema de la Reserva Federal, serían realidad. Finalmente La Red había alcanzado la financiación y la influencia que necesitaba para acelerar su meta final, el establecimiento de un gobierno mundial. Ahora el siguiente paso que necesitaba La Red para avanzar en su plan era una guerra que justificara su proyecto globalista y, para febrero de 1913, Estados Unidos y Francia tenían presidentes títeres de La Red. También habían posicionado jugadores clave en los gobiernos de Gran Bretaña y ejercían una inmensa influencia sobre el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia. Lo que faltaba entonces era el evento que pusiera en movimiento todo el plan y esto llegó con el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. Ahora lo que faltaba era convencer a la opinión pública estadounidense de la necesidad de involucrarse en el conflicto. Para ello La Red decidió crear el primer Ministerio Público de la Verdad: el Comittee on Public Information (comité de información pública), creado para influir en la opinión pública, en el ánimo social. De ahí saldría lo que mencioné antes, el maestro de la propaganda, el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, quien, como curiosidad, definió su paso por el CPI como trabajo de guerra psicológica. Claramente Bernays no ignoraba a los intereses que respondía realmente. La manipulación consciente, inteligente, de los hábitos y opiniones organizadas de las masas, es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad, constituyen el gobierno invisible, que detenta el verdadero poder que rige los destinos de nuestro país. Respecto a los motivos de la Primera Guerra Mundial, Quigley señala tímidamente al ferrocarril Berlín Bagdad y apenas menciona la influencia del Cartel Petrolero. Al respecto dice: el ferrocarril se puso en marcha en Bagdad a comienzos del siglo XIX, pero rápidamente Inglaterra, Francia y Rusia se mostraron contrarios al proyecto e intentaron sabotearlo. A sus ojos el ferrocarril era la punta de la penetración imperialista alemana, que pretendía no sólo acaparar el Imperio Turco, sino absorber otros poderes regionales. Respecto al cartel petrolero, la concreción de este proyecto hubiera asegurado suministro de petróleo a Alemania, lo que reduciría fenomenalmente la influencia británica en el Continente. Algo completamente inaceptable para La Red, también hoy en día. Terminada la guerra, las compañías petroleras ligadas a intereses de los Rockefeller pujarían con la BP británica y la Shell de los Rothschild por el control de los recursos energéticos; una disputa que quedaría zanjada con la cartelización de las llamadas siete hermanas. Las siete principales compañías petroleras del mundo.

Indudablemente la Primera Guerra Mundial provocó gigantescas transformaciones geopolíticas. como sintetiza Carroll Quigley, la guerra cambió la posición de los Estados Unidos con respecto al resto del mundo. De un deudor que debía unos 3.000 millones de dólares a un acreedor por 4.000 millones de dólares. La Primera Guerra Mundial proporcionó también el impulso político para el primer intento importante de La Red para establecer un gobierno mundial, la fallida Sociedad de Naciones, con Wilson justamente como principal promotor de la misma. Aunque la Liga de Naciones no fue tan exitosa como podrían haberlo esperado desde La Red, sentó las bases para hacer posibles todos los avances hasta el día de la fecha. Conscientes de que el problema era la opinión pública, que rechazaba las premisas de un gobierno mundial, La Red decidió ampliar su red de think tanks, ahora todos centrados en promover la necesidad de un gobierno mundial. Dice Quigley: al final de la guerra de 1914 quedó claro que la organización de este sistema tenía que ampliarse mucho. Una vez más la tarea fue encomendada a Lionel Curtis, quien estableció en Inglaterra y en cada dominio una organización de fachada para el grupo local de la Mesa Redonda existente. Esta organización de fachada, denominada en cada país como Instituto Real de Asuntos Internacionales, tenía como núcleo en cada área al grupo de la Mesa Redonda existente y en los Estados Unidos, por supuesto, cualquier nombre asociado a la realeza no pegaba bien, no sentaba bien en la opinión pública, por lo que adoptaría el nombre de Consejo de Relaciones Exteriores, el CFR, dice Quigley. En Nueva York era conocido como el Consejo de Relaciones Exteriores y era una fachada de los intereses de Morgan. Sobre esta base, que originalmente era financiera y se remonta a George Peabody, el nombre original del grupo de J.P. Morgan, creció en el siglo XX una estructura de poder entre Londres y Nueva York, que penetró profundamente en la vida Universitaria, la prensa y la práctica de la política exterior. Como dice el notable investigador si G. Edward Griffin (miembro de la John Birch Society), casi la totalidad del liderazgo de Estados Unidos ha provenido este pequeño grupo, el CFR. Esto incluye a presidentes, asesores, miembros del gabinete, embajadores, miembros del Consejo de la Reserva Federal, directores de grandes bancos y fondos de inversión, presidentes de universidades y directores de los periódicos metropolitanos, los servicios de noticias y las cadenas de televisión. Finalmente, en 1925, La Red haría una nueva expansión, pero esta vez por el Pacífico. Dice Quigley: esta doble red internacional, en la que los grupos de la Mesa Redonda formaban los núcleos semisecretos o secretos de los Institutos de Asuntos Internacionales, se amplió en una tercera red en 1925, organizada por las mismas personas y con los mismos motivos. Las nuevas incorporaciones, en última instancia, fueron China, Japón, Francia, los Países Bajos, la Rusia Soviética… que tenían Consejos del Pacífico establecidos desde cero. En Canadá, Australia y Nueva Zelanda se establecieron Consejos del Pacífico entrelazados y dominados por los Institutos de Asuntos Internacionales. El financiamiento provino de los mismos grupos bancarios internacionales y sus empresas comerciales e industriales subsidiarias. Finalmente los banqueros internacionales, gracias a su vinculación y al financiamiento de La Red, veían en el horizonte la concreción de su objetivo.

Como describe Quigley, los poderes del capitalismo financiero tenían otro objetivo de largo alcance. Nada menos que crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas, capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo en su conjunto. Este sistema iba a ser controlado de manera feudal por los bancos centrales del mundo, actuando en concierto mediante acuerdos secretos, a los que se llegaba en frecuentes reuniones y conferencias privadas. El vértice este sistema iba a ser el Banco de Pagos Internacionales de Basilea, el BIS, un banco privado y controlado por los bancos centrales del mundo, que a su vez eran corporaciones privadas… Y justamente sería el BIS, un banco privado, el elemento clave para el ascenso del nazismo, financiado desde Wall Street, lo que iniciaría el camino hacia la Segunda Guerra Mundial. Hoy es el banco que impulsa la transición hacia la CBDC, las criptomonedas de los bancos centrales. Como explica Quigley, en cada país el poder del Banco Central descansaba en gran medida en su control del crédito y la oferta monetaria. En el mundo en su conjunto, el poder de los banqueros centrales descansaba en gran medida en su control de los préstamos y del flujo de oro en este sistema. Estos banqueros centrales podían movilizar recursos para ayudarse mutuamente, a través del BIS, del Banco de Pagos Internacionales, donde los pagos entre los bancos centrales podían realizarse simplemente mediante ajustes contables entre las cuentas de los bancos centrales. el Banco de Pagos Internacionales, como institución privada, era propiedad de los siete principales bancos centrales del mundo y la cara visible de este poder centralizado era otro hombre de los Rothschild, Montagu Norman. No debe pensarse que estos jefes de los principales bancos centrales del mundo eran ellos mismos los poderes sustantivos en las finanzas mundiales. No lo eran. Más bien eran los técnicos y agentes de los banqueros de inversión dominantes de sus propios países. Quienes los habían levantado eran perfectamente capaces de derribarlos. Una vez que resultó claro que la Liga de las Naciones fracasaría, La Red hizo todo lo posible para destruirla. Quigley, en un momento de perplejidad, reconoce no comprender el motivo de por qué cambiaron su enfoque respecto a la Liga de Naciones y escribía, en The Anglo-American Establishment: el Tratado de Versalles tendría que haberles resultado algo muy aceptable. En cambio Philip Kerr y todo el núcleo interno del grupo de Milner comenzó una campaña para debilitar el tratado, la Sociedad de Naciones y todo acuerdo de paz… ¿por qué hicieron esto? Claramente la propia afinidad de Quigley con los objetivos de La Red le impiden ser objetivo, le impiden concluir lo evidente; La Red buscaba una nueva guerra mundial, pero para eso primero había que reconstruir a Alemania. Describe Quigley: el Plan Dawes, que era en gran parte obra de J.P. Morgan, un agente de los Rothschild, fue elaborado por un comité internacional de expertos financieros. Alemania pagó indemnizaciones durante cinco años bajo el Plan Dawes y debía más dinero al final de lo que debía al inicio. Es importante notar que este sistema fue creado por los banqueros internacionales y que el subsiguiente préstamo de dinero de otras personas a Alemania fue rentable para estos mismos banqueros. No se arregló nada con todo esto, pero los banqueros internacionales se sentían en el cielo bajo una lluvia de honorarios y comisiones. El objetivo de La Red era clarísimo. El flujo de capital y tecnología estaba destinado a armar a Alemania y levantarla de vuelta para desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Dicho de otra forma, La Red operó activamente para desencadenar el que sería el conflicto más letal, más sanguinario, de la historia de la humanidad, con alrededor de 85 millones de fallecidos… Pero finalmente obtuvieron lo que buscaban, 1) la fundación del Estado de Israel en las antiguas tierras cananeas, un viejo anhelo de los Rothschild, consecuencia de la declaración Balfour (Lord Balfour, justamente un miembro de la Mesa Redonda), 2) el establecimiento del Sistema de las Naciones Unidas y su satélites, como el FMI, el Banco Mundial, la OMC, la UNESCO… 3) la creación de un enemigo permanente, un estado de ansiedad y miedo constante en la sociedad de la guerra fría… y, por supuesto, 4) los acuerdos de Bretton Woods, que fijarían las reglas económicas del orden mundial unipolar que hoy intentan reemplazar.

Finalizada la guerra también habría importantes cambios en las propias esferas de poder de La Red, sintetizados en el avance de los Rockefeller, quienes impulsarían la creación de nuevos instrumentos, como el Grupo Bilderberg, la Comisión Trilateral, el Club de Roma o, justamente, la adopción de las ideas tecnocráticas como hoja de ruta hacia el establecimiento del gobierno mundial. Y como pueden concluir, todas estas organizaciones tienen el mismo propósito: acelerar la transición hacia ese objetivo. En particular los Rockefeller y el CFR serían determinantes para la creación de la CIA, escribe Joe Plummer, el autor de Tragedy and Hope 101: The Illusion of Justice, Freedom, and Democracy (https://www.joeplummer.com/ y https://www.amazon.com/-/es/dp/B0798XHRZY ), un resumen fantástico, que pueden encontrar en Internet, del libro de Carroll Quigley. Desde su fundación en 1947 por el presidente del CFR, Allen Dulles, la CIA, una creación de La Red, ha sido utilizada para desestabilizar y derrocar furtivamente a docenas de Naciones que no cooperaban, mientras que se ha utilizado al ejército de los Estados Unidos, controlado por políticos que son dominados por La Red, para derribar a decenas de gobiernos. Luego Quigley pasa a dar un detallado análisis sobre el rol de las fundaciones exentas de impuestos en el financiamiento de las instituciones educativas, desde donde La Red recluta a sus futuros instrumentos. J.P. Morgan y sus colaboradores fueron las más importantes figuras en la formulación de las políticas de Harvard, Columbia y Yale, mientras que Whitney y Prudential Insurance Company of America dominaron Princeton en la misma medida. El rectorado de estas universidades también estaba bajo la tutela de estos poderes y por lo general sus puestos de trabajo contaban con su aprobación. Muchas grandes fortunas de Wall Street comenzaron a promover fundaciones exentas de impuestos, convirtiéndolas en la base de la alianza entre Wall Street, la Ivy League y el Gobierno Federal. Quigley explica también cómo financiaba La Red a los partidos de izquierda. A principios del siglo XX Morgan se propuso infiltrar los movimientos políticos de izquierda de los Estados Unidos. Aquella operación le resultó más fácil de lo que esperaba, ya que estos grupos se encuentran permanentemente estrangulados financieramente y están deseosos por disponer de fondos y medios con los que expandir su mensaje. Wall Street le suministró ambos, con el propósito de 1) mantenerse informado sobre las intenciones de la izquierda y los grupos liberales, 2) canalizar a la izquierda hacia un altavoz silenciable en todo momento y 3) ejercer el derecho de veto sobre la izquierda, si de repente se ponían radicales de verdad. Y sintetiza: los simpatizantes comunistas vieron superada su capacidad de comprensión de la situación, por este grupo rico e influyente. Fueron estos últimos quienes les proporcionaron a los primeros gran parte del ámbito y los medios de influencia de los que dispusieron desde 1930 en adelante. Es necesario que se sepa que el poder del que disfrutaron las redes de izquierda en Estados Unidos nunca les perteneció, nunca fue suyo ni de los comunistas, sino de la camarilla financiera internacional. Tragedia y Esperanza finaliza en la década del 60. Sin embargo la agenda de La Red no se detuvo, sino que ha avanzado a pasos acelerados hacia el establecimiento de un sistema, que hoy se define como de gobernanza mundial, con los ropajes verdes de la ecología. Poco después su publicación Tragedia y Esperanza llamó la atención de los autores interesados en las conspiraciones, quienes contribuyeron a que las afirmaciones de Carroll Quigley llegaran a una audiencia muchísimo mayor que la de los lectores originales de Tragedia y Esperanza. Esto comenzó en 1970, cuando Cleon Skousen publicó el libro El capitalista desnudo (The Naked Capitalist, https://www.amazon.com/Naked-Capitalist-W-Cleon-Skousen/dp/0899683231 ). El primer tercio de este libro consta de extensos extractos de Tragedia y Esperanza, intercalados con los propios comentarios de Skousen. En 1971 sería Gary Allen, portavoz de la sociedad John Birch Society, quien publicó el libro Nadie se atreve a llamarlo conspiración (None Dare Call It Conspiracy, https://www.amazon.com/-/es/dp/B018IP0HTW/ ), un libro que fue un éxito de ventas, al igual que el de Skousen. Allen entendió las diversas conspiraciones, que menciona Quigley en su libro, como ramas de una una gran conspiración. Quigley rechazó las teorías de estos dos autores. Afirmó que el libro de Skousen está lleno de tergiversaciones y errores fácticos; afirma que escribí sobre una conspiración de súper ricos que son procomunistas y desean dominar el mundo y que soy miembro de este grupo, pero nunca lo llamé conspiración y no lo pienso como tal. No soy un insider de estas personas ricas, aunque Skousen piensa que sí. Conozco algunos de ellos y me gustan, aunque no estoy de acuerdo con algunas de las cosas que hicieron antes de 1940. Sobre Nadie se atreve a llamarlo conspiración, de Gary Allen, dijo Carroll Quigley: constantemente me citan erróneamente en este sentido: que lord Milner ayudó a financiar a los bolchevique. He revisado la mayor parte de los documentos privados de Milner y no he encontrado pruebas que respalden esta afirmación. Además Nadie se atreve a llamarlo conspiración insiste en que los banqueros internacionales formaban un solo bloque, que eran todopoderosos y lo siguen siendo hasta el día de hoy. Yo, por el contrario, afirmo en mi libro que estaba muy divididos, a menudo peleaban entre ellos, tenían una gran influencia, pero no el control de la vida política… y su poder se redujo drásticamente alrededor de 1931-1940, cuando se volvieron menos influyentes por el avance de la industria monopolizada. Claro, ahí hay un gran problema en la visión de Carroll Quigley. Ese avance de la industria cartelizada está respaldado por los intereses financieros. Es cierto que no continuamente están alineados con el objetivo, pero cuando lo hacen y se ponen de acuerdo para avanzar en la misma dirección tenemos eventos como todos los demás que relata en su libro. Hay un detalle más importante aún que hay que tener en cuenta y que, sorprendentemente, el propio Quigley no puede ver. El detalle principal es que Quigley trabajó con los propios documentos del CFR, como él reconoce, pero fue la gente de La Red, la gente del CFR, la que se los ofreció, la que eligió qué documentos le daba a Quigley, cuáles podía ver y cuáles no podía ver sobre sus operaciones. Justamente sería otro autor quien solucionaría este problema.


Esta discusión entre derecha e izquierda es una tontería. Derecha e izquierda son como anteojeras para caballos, se las pones y ellos miran directo a la pista. Eso significa derecha e izquierda; sirve para controlar la manera de pensar de la gente. A algunos los pones en el paquete de la izquierda… a otros en el paquete de la derecha. Pero la verdad, como mencionaste, es que los comunistas y los capitalistas trabajan juntos, son aliados y están unidos desde antes de 1917. El capitalismo ha hecho crecer al comunismo por varias razones, que tal vez quieras profundizar luego. Es una conspiración y creo que tú lo aceptaste antes que yo. Yo negué esa conspiración por muchos años, hasta que la cantidad de evidencia me obligó a aceptarla. Los académicos somos algo lentos con estas cosas. Necesitamos gente como tú. Y lo que mencionaste hoy, yo lo acepto. Los capitalistas y los comunistas son una conspiración internacional. No hay dudas al respecto (Antony Sutton hablando en una entrevista en televisión).


En Wall Street and the Rise of Hitler escribió Antony Sutton: Quigley recorre un largo camino para proporcionar evidencia de la existencia de la élite del poder, pero no penetra en las operaciones de la élite. Posiblemente los documentos utilizados por Quigley habían sido examinados y no incluían documentación sobre la manipulación elitista de eventos como la revolución bolchevique, el acceso al poder de Hitler y la elección de Roosevelt en 1933. Lo más probable es que estas manipulaciones políticas no se registraran en absoluto en los archivos de ningún grupo de poder. Es posible que hayan sido acciones no registradas de un pequeño segmento ad hoc de la élite. Finalmente, en una inusual entrevista que Quigley daría en 1974, off the record, destacó: No lo sé todo y el nuevo libro que sale ahora, llamado Wall Street y la Revolución Bolchevique (haciendo referencia al libro de Antony Sutton) contiene muchas cosas que yo no sabía. La esperanza del siglo XX descansa sobre el reconocimiento de que la guerra y las depresiones económicas son artificiales e innecesarias. Habiendo estudiado el ascenso y la caída de las civilizaciones (The Evolution of Civilizations: An Introduction to Historical Analysis) Quigley encontró la explicación de la desintegración de las sociedades en la transformación gradual de los instrumentos sociales en institución y justamente La Red ha buscado permanentemente la división y el conflicto en la sociedad para que esas divisiones terminen institucionalizándose y así poder ser dirigida por los instrumentos modelados y formados por la propia red, a través de la manipulación y la propaganda. La Red consiguió que la educación sea algo circular, que desincentiva el pensamiento libre. Ha conseguido que todos sepamos lo mismo sobre el poder y sobre la historia y también que cuestionar sea mal visto, promoviendo así la obediencia a la autoridad en términos sencillos. Los pilares sobre los que la gente construye su cosmovisión del mundo son una mentira modelada por esta gente, por La Red, por la élite, por las ideas que tenía Cecil Rhodes hace ya 100 años. Una mentira desarrollada para hacernos vivir en la ilusión de que estamos decidiendo, cuando en realidad no somos más que esclavos de esta élite. Por esa razón informaciones de este tipo son rechazadas automáticamente por la mayoría, que está completamente adoctrinada. Imaginen qué diferente sería sin materiales como este, como Tragedia y Esperanza, como los libros de Sutton, como nuestros videos, fueran leídos, estudiados, distribuidos; si no fueran censurados, cancelados… Y ahí está gran parte del problema. Desde acá, desde nuestros medios limitados, solo podemos ofrecer un pantallazo de la información que hay ahí afuera. Deben ser ustedes quienes profundicen, quienes ejerzan el pensamiento crítico. Hoy, a diferencia de otras épocas, las élites no practican el ocultamiento de sus documentos, sino que los publican libremente por todos lados. Cualquiera con una conexión a Internet puede leer lo que escribe cualquiera de estas organizaciones globalistas. Claro ¿por qué hacen esto? Porque saben que únicamente una minoría marginal los va a leer, los va a estudiar y los va a divulgar. Un ejemplo es el propio texto de Quigley. Hoy, en la actualidad, Tragedia y Esperanza ha sido reeditado por la misma editorial que destruyera sus placas de impresión allá por la década del setenta. Quigley llegó a imaginar el futuro en su texto. Fíjense lo que escribía: es cada vez más claro que en el siglo XX el experto reemplazará al elector democrático en el control del sistema político. Se espera que los elementos de elección y libertad puedan mantenerse para la persona ordinaria, en la que ella puede tener la libertad de hacer una elección entre dos partidos políticos opuestos. Incluso si estos grupos tienen una opción política pequeña dentro de los parámetros de la política establecida por los expertos, en general libertad y elección serán controlados dentro de alternativas muy estrechas. Reemplacemos la palabra experto por la palabra tecnócrata y miren si no tenía razón Carroll Quigley en lo que veía para el futuro de la humanidad. Es uno de mis grandes anhelos que este trabajo sirva para que puedan comprender quiénes son los actores, que son siempre los mismos y también son las mismas las acciones que llevan adelante; el modus operandi es siempre el mismo. Fíjense todo este relato histórico y proyecten en la realidad, en el presente, cómo está pasando lo mismo que hizo La Red hace 100 años. Siempre hacen lo mismo. Nada de lo que ocurre y es fruto de la casualidad. Que quede claro, esta agenda es pues y será sobre el control de la humanidad. La tragedia entonces será nuestra si no reaccionamos a tiempo ante la instalación de este sistema de gobernanza tecnocrática mundial. Mientras que las voces que gritan libertad no sean silenciadas, mientras al menos un individuo resista y rechace cualquier avance y asalto sobre nuestras libertades y derechos individuales, mientras haya un alma que mantenga viva la llama de la libertad, siempre habrá esperanza.   

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