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viernes, 28 de abril de 2023

James Corbett (19 de noviembre de 2018) La conspiración de la Primera Guerra Mundial - PRIMERA PARTE - PARA COMENZAR UNA GUERRA

 


¿De qué iba la primera guerra mundial? ¿Cómo comenzó? ¿Quién ganó? ¿Y qué ganaron? Ahora, 100 años después de que sonaran esos disparos finales, estas preguntas aún desconciertan a historiadores y legos por igual. Pero, como veremos, esta confusión no es una casualidad de la historia, sino la venda que nos han puesto sobre los ojos para impedirnos ver lo que fue realmente la Primera Guerra Mundial. Esta es la historia de la Primera Guerra Mundial que usted no leyó en los libros de historia. Esta es La Conspiración de la Primera Guerra Mundial.
PRIMERA PARTE - PARA EMPEZAR UNA GUERRA
28 de junio de 1914.
El archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro, y su esposa Sofía se encuentran en Sarajevo para una inspección militar. En retrospectiva es una provocación arriesgada, como arrojar una cerilla a un barril de pólvora. El nacionalismo serbio va en aumento, los Balcanes están sumidos en un tumulto de crisis diplomáticas y guerras regionales y las tensiones entre el reino de Serbia y el Imperio Austrohúngaro están a punto de desbordarse.
Pero a pesar de las advertencias y los malos presagios, la seguridad de la pareja real es extremadamente laxa. Suben a bordo de un coche deportivo descapotable y avanzan en una caravana de seis coches por una ruta anunciada de antemano. Tras una inspección de los cuarteles militares, se dirigen al Ayuntamiento para una recepción programada por el alcalde. La visita se desarrolla exactamente según lo previsto.
Y entonces estalla la bomba.
Como ahora sabemos, la caravana era una trampa mortal. Seis asesinos se alinearon en la ruta de la pareja real esa mañana, armados con bombas y pistolas. Los dos primeros no actuaron, pero el tercero, Nedeljko Čabrinović, entró en pánico y lanzó su bomba sobre la cubierta trasera plegada del descapotable del Archiduque. Rebotó en la calle y explotó bajo el siguiente coche del convoy. Francisco Fernando y su esposa, ilesos, fueron conducidos a toda prisa hacia el Ayuntamiento, pasando ante los demás asesinos apostados por el camino, demasiado rápido para que pudieran actuar.
Tras escapar por los pelos de la muerte, el Archiduque suspendió el resto de su itinerario previsto, para visitar a los heridos del atentado en el hospital. Por un notable giro del destino, el conductor llevó a la pareja por una ruta equivocada y, cuando se le ordenó dar marcha atrás, detuvo el coche justo delante de la tienda de delicatessen a la que había acudido el presunto asesino Gavrilo Princip, tras fracasar en su misión en el camino de la caravana. Allí, un metro y medio delante de Princip, estaban el Archiduque y su esposa. Disparó dos veces, matándolos a ambos.
Sí, incluso los libros de historia oficiales (los libros escritos y publicados por los "vencedores") registran que la Primera Guerra Mundial comenzó como resultado de una conspiración. Al fin y al cabo, fue (como se enseña a todos los estudiantes de historia de primer año) la conspiración para asesinar al archiduque Francisco Fernando lo que provocó el estallido de la guerra.
Esa historia, la historia oficial de los orígenes de la Primera Guerra Mundial, ya es bastante conocida: En 1914 Europa era un engranaje de alianzas y planes de movilización militar que, una vez puesto en marcha, avanzaba inevitablemente hacia una guerra total. El asesinato del Archiduque no fue más que la excusa para poner en marcha ese engranaje y la consiguiente "crisis de julio", con las escaladas diplomáticas y militares, condujo con perfecta previsibilidad a la guerra continental y, finalmente, mundial. En esta versión cuidadosamente expurgada de la historia, la Primera Guerra Mundial comienza en Sarajevo, el 28 de junio de 1914.
Pero esta historia oficial omite tanto de la historia real sobre la preparación de la guerra que equivale a una mentira. Sin embargo hay algo en lo que acierta: La Primera Guerra Mundial fue el resultado de una conspiración.
Para entender esta conspiración no debemos dirigirnos a Sarajevo y al cónclave de nacionalistas serbios que tramaban el asesinato en el verano de 1914, sino a un frío salón de Londres en el invierno de 1891. Allí tres de los hombres más importantes de la época (hombres cuyos nombres apenas se recuerdan hoy) dan los primeros pasos concretos hacia la formación de una sociedad secreta que llevan años discutiendo entre ellos. El grupo que surge de esta reunión aprovechará la riqueza y el poder de sus miembros para dar forma al curso de la historia y, 23 años más tarde, llevará al mundo a la primera guerra verdaderamente global.

Su plan parece una extravagante ficción histórica. Formarán una organización secreta dedicada a la "extensión del dominio británico por todo el mundo" y "la recuperación definitiva de los Estados Unidos de América como parte integrante de un Imperio Británico". El grupo se estructurará siguiendo las líneas de una hermandad religiosa (la orden de los jesuitas se invoca repetidamente como modelo) dividida en dos círculos: un círculo interior, llamado "La Sociedad de los Elegidos", que dirigirá la actividad del círculo exterior más amplio, apodado "La Asociación de Ayudantes", que no debe conocer la existencia del círculo interior.
"Dominio británico", "círculos internos" y "sociedades secretas". Si hoy se les presentara este plan, muchos dirían que es obra de un imaginativo guionista de cómics. Pero los tres hombres que se reunieron en Londres aquella tarde de invierno de 1891 no eran simples escritores de historietas; se contaban entre los hombres más ricos e influyentes de la sociedad británica y tenían acceso a los recursos y los contactos para hacer realidad ese sueño.
Presentes en la reunión de aquel día William T. Stead, famoso editor de periódicos cuya Pall Mall Gazette fue pionera del periodismo sensacionalista y cuya Review of Reviews tuvo una enorme influencia en todo el mundo de habla inglesa; Reginald Brett, más tarde conocido como Lord Esher, historiador y político que se convirtió en amigo, confidente y consejero de la reina Victoria, el rey Eduardo VII y el rey Jorge V, y que era conocido como uno de los principales poderes detrás del trono de su época y Cecil Rhodes, el magnate del diamante enormemente rico, cuyas hazañas en Sudáfrica y ambición por transformar el continente africano le valdrían el apodo de "Coloso" por parte de los satíricos de la época.
Pero la ambición de Rhodes no era cosa de risa. Si alguien en el mundo tenía el poder y la capacidad para formar un grupo semejante en aquella época, ése era Cecil Rhodes.
Richard Grove, investigador histórico y autor, TragedyAndHope.com (https://tragedyandhope.com/ ).
RICHARD GROVE: Cecil Rhodes también era de Gran Bretaña. Fue educado en Oxford, pero sólo fue a Oxford después de ir a Sudáfrica. Tenía un hermano mayor que residía en Sudáfrica. El hermano mayor estaba trabajando en las minas de diamantes y para cuando Rhodes llega allí ya tenía todo listo y su hermano dice "¡Voy a ir a cavar en las minas de oro. Acaban de encontrar oro!" Y así deja a Cecil Rhodes, su hermano menor (que tiene unos 20 años) con toda esa operación minera de diamantes. Rhodes entonces fue a Oxford, volvió a Sudáfrica con la ayuda de Lord Rothschild, que tenía intereses financieros detrás de De Beers (https://en.wikipedia.org/wiki/De_Beers ), y aprovechó esa situación. A partir de ahí empezó a utilizar lo que no se puede llamar de otra forma que "mano de obra esclava", que luego llegó a ser la política de apartheid de Sudáfrica.
GERRY DOCHERTY: Bueno, Rhodes fue particularmente importante porque en muchos sentidos, a finales del siglo XIX, personificó seriamente dónde estaba el capitalismo [y] dónde estaba realmente la riqueza.
Gerry Docherty, estudioso de la Primera Guerra Mundial y coautor de Hidden History: The Secret Origins of the First World War (Historia oculta: los orígenes secretos de la Primera Guerra Mundial).
DOCHERTY: Rhodes tenía el dinero y los contactos. Era un gran personaje al servicio de Rothschild y su riqueza minera era literalmente incalculable. Quería asociarse con Oxford porque Oxford le daba el prestigio de la universidad, del conocimiento, de ese tipo de poder… Y de hecho eso se situaba en un reducto muy secreto, llamado "All Souls College". Todavía se encuentran muchas referencias a All Souls College, "gente detrás de la escena" y frases como "poder detrás de del trono". Rhodes tuvo una importancia fundamental a la hora de poner dinero, para empezar a reunir a personas de ideas afines y de gran influencia.
Rhodes no era tímido en cuanto a sus ambiciones y sus intenciones de formar tal grupo eran conocidas por muchos. A lo largo de su corta vida, Rhodes habló abiertamente de sus intenciones con muchos de sus socios, que como era de esperar se contaban entre las figuras más influyentes de la sociedad británica de la época.
Y lo que es más sorprendente, esta sociedad secreta (que iba a ejercer su poder detrás del trono) no era en absoluto un secreto. El New York Times incluso publicó un artículo sobre la fundación del grupo en su edición del 9 de abril de 1902, poco después de la muerte de Rhodes.

El artículo, titulado "El ideal de grandeza anglosajona del Sr. Rhodes" y con el notable subtítulo "Creía que una rica sociedad secreta debía trabajar para asegurar la paz del mundo y una federación británico-estadounidense", resumía este sensacional plan señalando que la "idea de Rhodes para el desarrollo de la raza de habla inglesa, era la fundación de 'una sociedad copiada, en cuanto a organización, de los jesuitas'". Señalando que su visión implicaba unir "el Congreso de los Estados Unidos y la Cámara de los Comunes para lograr 'la paz del mundo'"… el artículo cita a Rhodes diciendo: "Lo único factible para llevar a cabo esta idea es una sociedad secreta que absorba gradualmente la riqueza del mundo".
Esta idea está plasmada en blanco sobre negro en una serie de testamentos que Rhodes escribió a lo largo de su vida, testamentos que no sólo exponían su plan para crear dicha sociedad y proporcionaban los fondos para ello, sino que, lo que es aún más notable, fueron recopilados en un volumen publicado tras su muerte por el co-conspirador William T. Stead.
GROVE: Rhodes también dejó su enorme fortuna (no tuvo hijos, no se casó y murió a una edad temprana) en un testamento muy conocido, del que hubo varias ediciones diferentes, en las que se designó a diferentes beneficiarios… se nombró a diferentes albaceas. Así que en 1902 muere Cecil Rhodes. Se publica un libro que contiene su última voluntad y testamento. El tipo que escribió el libro, William T. Stead, estaba a cargo de una publicación británica llamada The Review of Reviews. Formaba parte del grupo de la Mesa Redonda de Rhodes. En un momento dado fue albacea testamentario… En ese testamento Rhodes dice que lamenta la pérdida de América para el Imperio Británico y que deberían formar una sociedad secreta con el objetivo específico de devolver América al Imperio. Luego nombra todos los países que necesitan incluir en esa lista, para alcanzar la dominación mundial, para conseguir una unión de habla inglesa, para imponer a la raza británica y su cultura sobre todos los países del mundo. El testamento establece un objetivo. El objetivo es perfilado a lo largo de los años y utilizado para ganar apoyo. Entonces, en el momento de su muerte, en 1902, hay financiación, hay un plan, hay una agenda, hay grupos de trabajo y todo se pone en marcha y se consolida. No mucho tiempo después se producen la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y un siglo de control y esclavitud que podría haberse evitado.
Cuando, en el momento de la muerte de Rhodes en 1902, esta sociedad "secreta" decidió hacerse pública parcialmente, lo hizo bajo el manto de la paz. Sólo porque deseaban la paz mundial, insistían, habían creado su grupo en un principio y sólo por la más noble de las razones pretendían "absorber gradualmente la riqueza del mundo."
Pero contrariamente a esta imagen pública pacífica, desde sus inicios el grupo estuvo interesado principalmente en la guerra. De hecho, una de las primeras medidas adoptadas por esta "Mesa Redonda" de Rhodes (como era conocida por algunos) fue maniobrar para que el Imperio Británico entrara en guerra en Sudáfrica. Esta "Guerra de los Bóers" de 1899-1902 serviría a un doble propósito: uniría las dispares repúblicas y colonias de Sudáfrica en una sola unidad bajo el control imperial británico y, no por casualidad, pondría los ricos yacimientos de oro de la República de Transvaal, en la órbita de la Compañía Británica de Sudáfrica, controlada por Rothschild y Rhodes.
La guerra fue, según admite el propio grupo, enteramente obra suya. El hombre clave de la operación fue Sir Alfred Milner, estrecho colaborador de Rhodes y miembro del círculo interno de la sociedad secreta, que era entonces gobernador de la colonia británica del Cabo. Aunque en gran parte olvidado hoy en día, Alfred Milner (más tarde 1er Vizconde Milner) fue quizás la figura individual más importante de Gran Bretaña en los albores del siglo XX. Desde la muerte de Rhodes en 1902, se convirtió en el jefe oficioso del grupo de la mesa redonda y dirigió sus operaciones, aprovechando la enorme riqueza e influencia de los exclusivos miembros del grupo para sus propios fines.
Con Milner, no había escrúpulos ni reparos morales en los métodos utilizados para alcanzar esos fines. En una carta a lord Roberts, Milner confesaba despreocupadamente haber urdido la guerra de los Boers: "Precipité la crisis, que era inevitable, antes de que fuera demasiado tarde. No es muy agradable y a ojos de muchos no es un recurso muy loable, haberse servido en gran parte de la provocación de una guerra para hacer negocios".

Cuando el co-conspirador de Rhodes y miembro del círculo interno de la sociedad secreta, William Stead, se opuso a la guerra en Sudáfrica, Rhodes le dijo: "Apoyarás a Milner en cualquier medida que pueda tomar sin llegar a la guerra. Yo no hago tal limitación. Apoyo a Milner absolutamente sin reservas. Si dice paz, digo paz; si dice guerra, digo guerra. Pase lo que pase, yo digo lo mismo que Milner".
La guerra de los bóers, que supuso una brutalidad inimaginable [incluida la muerte de 26.000 mujeres y niños en los primeros campos de concentración -británicos- de la historia], terminó como Rhodes y sus socios pretendían: con la unión de las partes de Sudáfrica, antes separadas, bajo control británico. Tal vez aún más importante desde la perspectiva de la sociedad secreta, dejó a Alfred Milner como Alto Comisionado del nuevo Servicio Civil Sudafricano, una posición desde la que formaría un equipo de hombres brillantes, jóvenes, en gran parte educados en Oxford, que pasarían a servir al grupo y sus fines.
Y desde el final de la Guerra de los Boers en adelante, esos fines se centraron cada vez más en la tarea de eliminar lo que Milner y la Mesa Redonda percibían como la mayor amenaza para el Imperio Británico: Alemania.
DOCHERTY: Así que al principio fue la influencia (la gente que podía influir en la política, la gente que tenía el dinero para influir en los estadistas) y la ambición. La ambición de aplastar a Alemania. Esa fue una mentalidad básica del grupo cuando empezó a actuar.
Alemania. En 1871 los estados anteriormente separados de la actual Alemania se unieron en un solo imperio, bajo el gobierno de Guillermo I. La consolidación e industrialización de una Alemania unida había cambiado fundamentalmente el equilibrio de poder en Europa. En los albores del siglo XX el Imperio Británico no se enfrentaba a sus tradicionales enemigos franceses o a sus antiguos rivales rusos por la supremacía en Europa, sino al advenedizo Imperio Alemán. Desde el punto de vista económico, tecnológico e incluso militar, si las tendencias continuaban, no pasaría mucho tiempo antes de que Alemania empezara a rivalizar con el Imperio Británico e incluso a superarlo.
Para Alfred Milner y el grupo que había formado a su alrededor a partir de la antigua sociedad de la Mesa Redonda de Rhodes, era obvio lo que había que hacer: convertir a Francia y Rusia de enemigos en amigos, como forma de aislar y finalmente aplastar a Alemania.
Peter Hof, autor de The Two Edwards: How King Edward VII and Foreign Secretary Sir Edward Grey Fomented the First World War (Los dos Edwards: Cómo el Rey Eduardo VII y el Secretario de Asuntos Exteriores Sir Edward Grey fomentaron la Primera Guerra Mundial).
PETER HOF: Sí, bueno, desde la perspectiva británica Alemania, después de su unificación en 1871, se hizo muy fuerte y muy rápidamente. Y con el tiempo esto preocupó a los británicos cada vez más y comenzaron a pensar que Alemania representaba un desafío a su hegemonía mundial. Y de forma lenta pero segura, llegaron a la decisión de que había que hacer frente a Alemania, al igual que habían llegado a la misma decisión con respecto a otros países: España y Portugal y, sobre todo, Francia y ahora Alemania. Los productos acabados alemanes eran ligeramente mejores que los británicos, construían barcos que eran algo mejores que los británicos y todo eso. La élite británica llegó muy lentamente a la decisión de que había que enfrentarse a Alemania mientras fuera posible hacerlo. Podría no ser posible hacerlo si esperaban demasiado tiempo. Y así es como cristalizó la decisión. Creo que Gran Bretaña podría haber aceptado el ascenso alemán, pero tenían algo que estaba disponible y que era la Alianza Franco-Rusa. Y pensaron que si podían unirse a esa alianza, entonces tenían la posibilidad de derrotar a Alemania rápidamente y sin demasiados problemas. Y eso es básicamente lo que intentaron.
Pero crear una alianza con dos de los mayores rivales de Gran Bretaña y poner a la opinión pública en contra de uno de sus amigos continentales predilectos no era una tarea fácil. Para ello era necesario nada menos que Milner y su grupo se hicieran con el control de la prensa, el ejército y toda la maquinaria diplomática del Imperio Británico. Y eso es exactamente lo que hicieron.
El primer gran golpe ocurrió en 1899, mientras Milner estaba todavía en Sudáfrica ejecutando la Guerra contra los Boers. Ese año el Grupo Milner desplazó a Donald Mackenzie Wallace, director del departamento exterior de The Times, e instaló a su hombre, Ignatius Valentine Chirol. Chirol, un antiguo empleado del Foreign Office, con acceso interno a los funcionarios del mismo, no sólo ayudó a garantizar que uno de los órganos de prensa más influyentes del Imperio daría la vuelta a todos los acontecimientos internacionales en beneficio de la sociedad secreta, sino que ayudó a preparar a su íntimo amigo personal, Charles Hardinge, para asumir el crucial puesto de embajador en Rusia en 1904 y, en 1906, el puesto aún más importante de subsecretario permanente del Foreign Office.

Con Hardinge el Grupo de Milner tenía un pie en el Ministerio de Asuntos Exteriores británico. Pero necesitaban algo más que el pie en esa puerta si querían llevar a cabo su guerra con Alemania. Para culminar el golpe necesitaban instalar a uno de los suyos como Ministro de Asuntos Exteriores. Y con el nombramiento de Edward Grey como Ministro de Asuntos Exteriores, en diciembre de 1905, eso es precisamente lo que ocurrió.
Sir Edward Grey era un aliado valioso y de confianza del Grupo Milner. Compartía su sentimiento antialemán y, en su importante cargo de Ministro de Asuntos Exteriores, no mostró ningún reparo en utilizar acuerdos secretos y alianzas no reconocidas para preparar aún más el escenario de la guerra con Alemania.
HOF: Se convirtió en secretario de Asuntos Exteriores en 1905, creo, y el secretario de Asuntos Exteriores en Francia era, por supuesto, Delcassé. Delcassé era muy antialemán y estaba empeñado en la recuperación de Alsacia-Lorena, por lo que él y el rey congeniaron muy bien. Edward Grey compartía este sentimiento antialemán con el rey -en mi libro explico cómo llegó a tener esa actitud respecto a Alemania-. Pero en cualquier caso tenía la misma actitud que el rey. Trabajaron muy bien juntos. Edward Grey reconoció libremente el importante papel que el rey desempeñaba en la política exterior británica y dijo que eso no era un problema, porque él y el rey estaban de acuerdo en la mayoría de las cuestiones y por eso trabajaban muy bien juntos.
Las piezas ya empezaban a encajar para Milner y sus socios. Con Edward Grey como secretario de Asuntos Exteriores, Hardinge como subsecretario con una influencia inusual, Lord Esher, co-conspirador de Rhodes, instalado como vicegobernador del castillo de Windsor, donde tenía acceso directo al rey, y el propio rey (cuyo enfoque inusual y práctico de la diplomacia exterior y el odio de su propia esposa hacia los alemanes, encajaban perfectamente con los objetivos del grupo), el escenario diplomático estaba preparado para la formación de la Triple Entente entre Francia, Rusia y Gran Bretaña. Con Francia al oeste y Rusia al este, la diplomacia secreta de Inglaterra había forjado la pinza que aplastaría a Alemania.
Todo lo que se necesitaba era un acontecimiento que el grupo pudiera hacer girar a su favor y conseguir preparar a la población para la guerra contra sus antiguos aliados alemanes. Una y otra vez, a lo largo de la década que precedió a la "Gran Guerra", los influyentes agentes del grupo en la prensa británica trataron de convertir cada incidente internacional en otro ejemplo de la hostilidad alemana.
Cuando estalló la guerra ruso-japonesa, en Londres corrió el rumor de que habían sido los alemanes quienes habían provocado las hostilidades. La teoría era que Alemania (en un intento de encender el conflicto entre Rusia e Inglaterra, que recientemente había concluido una alianza con los japoneses) había avivado las llamas de la guerra entre Rusia y Japón. La verdad, por supuesto, era casi exactamente lo contrario. Lord Lansdowne había mantenido negociaciones secretas con Japón antes de firmar un tratado formal en enero de 1902. Habiendo agotado sus reservas en la construcción de su ejército, Japón recurrió a Lord Nathan Rothschild, co-conspirador de Cecil Rhodes, para financiar su guerra. Negando a la armada rusa el acceso al Canal de Suez y al carbón de alta calidad, que sí proporcionaron a los japoneses, los británicos hicieron todo lo posible para asegurarse de que los japoneses aplastaran a la flota rusa, eliminando de hecho a su principal competidor europeo por el control del Lejano Oriente. La armada japonesa se construyó incluso en Gran Bretaña, pero estos hechos no llegaron a la prensa controlada por Milner.
Cuando los rusos dispararon "accidentalmente" contra barcos pesqueros británicos en el Mar del Norte, en 1904, matando a tres pescadores e hiriendo a varios más, la opinión pública británica se indignó. Sin embargo, en lugar de exacerbar la indignación, The Times y otros portavoces de la sociedad secreta trataron de ocultar el incidente. Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores británico trató de culpar a los alemanes del incidente, lo que desencadenó una amarga guerra de prensa entre Gran Bretaña y Alemania.
Las provocaciones más peligrosas del periodo se centraron en Marruecos, cuando Francia (envalentonada por las garantías militares secretas de los británicos y respaldada por la prensa británica) se involucró en una serie de provocaciones, rompiendo repetidamente las garantías dadas a Alemania de que Marruecos permanecería libre y abierto al comercio alemán. A cada paso, los acólitos de Milner, tanto en el gobierno como en la prensa británica, vitoreaban a los franceses y demonizaban cualquier respuesta de los alemanes, real o imaginaria.

DOCHERTY: Dado que estábamos en un mundo de expansión territorial, hubo un incidente inventado sobre Marruecos y la alegación de que Alemania estaba intentando en secreto hacerse con la influencia británica/francesa en Marruecos. Eso era literalmente una tontería, pero se convirtió en un incidente y se dijo a la gente: "¡Preparaos! Será mejor que os preparéis para la posibilidad de una guerra porque no nos va a dictar nada ese Kaiser de Berlín". Uno de los incidentes (al que tendría que buscar para no equivocarme de fecha) se refería a una amenaza… bueno, se presentó como una amenaza. No era más amenaza de lo que lo sería una mosca si entrara en tu habitación en este momento: un cañonero frente a la costa de África. Y se pretendía que esto era una señal de que, de hecho, Alemania iba a tener un puerto de aguas profundas y que iban a utilizarlo como trampolín para interrumpir la navegación británica. Cuando lo investigamos, Jim y yo descubrimos que el tamaño de esa supuesta cañonera era físicamente más pequeño que el yate real del rey de Inglaterra. Pero la historia lo ha retratado como una enorme amenaza para el Imperio Británico y su "masculinidad", si se quiere, porque así es como se veían a sí mismos.
Al final las crisis marroquíes pasaron sin ocasionar la guerra porque, a pesar de los esfuerzos de Milner y sus socios, prevalecieron las cabezas frías. Del mismo modo los Balcanes fueron a la guerra en los años anteriores a 1914, pero Europa en su conjunto no se unió a ellos. Pero como bien sabemos, los miembros de la Mesa Redonda en el gobierno británico, en la prensa, en el ejército, en las finanzas, en la industria y en otras posiciones de poder e influencia finalmente consiguieron su deseo: Francisco Fernando fue asesinado y en menos de un mes saltó la trampa de las alianzas diplomáticas y los pactos militares secretos, que tan cuidadosamente se había tendido. Europa estaba en guerra.
En retrospectiva las maquinaciones que condujeron a la guerra son una clase magistral sobre cómo funciona realmente el poder en la sociedad. Los pactos militares que comprometieron a Gran Bretaña (y en última instancia al mundo) con la guerra no tenían nada que ver con los parlamentos elegidos ni con la democracia representativa. Cuando el Primer Ministro conservador Arthur Balfour dimitió en 1905, hábiles manipulaciones políticas aseguraron que los miembros de la Mesa Redonda, incluidos Herbert Henry Asquith, Edward Grey y Richard Haldane (tres hombres a los que el líder liberal Henry Campbell-Bannerman acusó en privado de "adorar a Milner") se deslizaran sin problemas a puestos clave del nuevo gobierno liberal y continuaran la estrategia de cerco a Alemania sin perder un instante.
De hecho los detalles de los compromisos militares de Gran Bretaña con Rusia y Francia e incluso las propias negociaciones, se mantuvieron deliberadamente ocultos a los miembros del Parlamento e incluso a los miembros del gabinete que no formaban parte de la sociedad secreta. No fue hasta noviembre de 1911, seis años después de iniciadas las negociaciones, que el gabinete del Primer Ministro Herbert Henry Asquith empezó a conocer los detalles de estos acuerdos, acuerdos que habían sido repetida y oficialmente negados en la prensa y en el Parlamento.
Así funcionaba la camarilla: con eficacia, en silencio y convencidos de la rectitud de su causa, despreocupándose por completo de cómo lograban sus fines. Es a esta camarilla y no a las acciones de ninguna conspiración en Sarajevo, a la que podemos atribuir los verdaderos orígenes de la Primera Guerra Mundial, con los nueve millones de soldados masacrados y los siete millones de civiles muertos que se amontonaron a su paso.
Pero para esta cábala, 1914 era sólo el principio de la historia. De acuerdo con su visión final de un orden mundial angloamericano unido, la joya de la corona del Grupo Milner era involucrar a Estados Unidos en la guerra; unir a Gran Bretaña y América en su lucha contra el enemigo alemán.
Al otro lado del Atlántico, el siguiente capítulo de esta historia oculta acababa de comenzar.

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