"La verdadera realidad del asunto es, como usted y yo
sabemos, que una red financiera en las corporaciones más grandes, ha
sido dueña del Gobierno desde los días de Andrew
Jackson." (Carta de FDR al coronel Edward
House, 21 de noviembre de
1933).
Toda la vida nos han dicho que la
economía es aburrida. Sí, es aburrida. No vale la pena el tiempo
que lleva entenderla. Y toda la vida nos han mentido. La guerra. La
pobreza. La revolución. Todo depende de la economía. Y la economía
se basa en un concepto clave: el dinero.
El dinero es el agua económica en la que vivimos nuestras vidas.
Incluso lo llamamos "currency"
(https://www.wallstreetmojo.com/money-vs-currency/
); fluye a nuestro alrededor, nos arrastra a su paso. Ahoga a los que
no tienen cuidado. Lo utilizamos cada día en casi todas las
transacciones que realizamos. Nos pasamos la vida trabajando por él,
preocupándonos por é, ahorrándolo, gastándolo, robándolo. Define
nuestro estatus social. Compromete nuestra moral. La gente está
dispuesta a luchar, morir y matar por él.
Pero, ¿qué
es? ¿De dónde viene? ¿Cómo se crea? ¿Quién la controla? Es un
hecho notable que, dada su importancia central en nuestras vidas, ni
una sola persona entre cien pueda responder a preguntas tan básicas
sobre el dinero como éstas.
Entrevistador: Así
que si estuvieras planeando formar una familia, te
gustaría saber de dónde vienen los bebés. Y esto tiene mucho que
ver con la banca. Así que déjeme preguntarle: ¿De dónde viene el
dinero?
Entrevistado 1: ¿De dónde viene el
dinero? El gobierno lo imprime… Lo imprime.
Entrevistador:
¿Cómo se crea dinero nuevo?
Entrevistado 2:
Mediante el trabajo. La gente trabaja y produce riqueza y se
supone que el dinero debe corresponder a esa riqueza.
Entrevistado:
¿De dónde sale el dinero?
Entrevistado 3:
Bueno, yo tengo una visión bastante diferente del dinero. En
realidad viene de los árboles, ¿no?
FUENTE:
Occupy Vancouver responde a "¿De dónde viene el
dinero?"
Pero, ¿por qué? ¿Cómo podemos
ser tan ignorantes sobre un tema tan importante? "¿De dónde
viene el dinero?" es una pregunta básica e infantil.
Entonces, ¿por qué nuestra única respuesta es una respuesta
infantil, en broma: "Crece en los árboles"?
Un
estado de ignorancia tan profundo no puede surgir de forma natural.
Desde que somos niños, sentimos curiosidad por el mundo y estamos
deseosos de aprender cómo funciona. ¿Y qué podría llevarnos a
comprender mejor el funcionamiento del mundo que el conocimiento del
dinero, cómo se crea y cómo se destruye? Sin embargo la discusión
de este tema se evita concienzudamente en nuestros años escolares y
se ignora en nuestra vida cotidiana. Nuestra
ignorancia monetaria es artificial,
una cortina de humo levantada a propósito y perpetrada con la ayuda
de complicados sistemas de
insufrible jerga económica.
Pero
no hace falta ser economista para comprender la importancia del
dinero. En el fondo todos sabemos que las guerras, la pobreza, la
violencia que vemos a nuestro alrededor giran en torno a esta
cuestión del dinero. Parece un rompecabezas de mil piezas esperando
a ser resuelto. Y así es.
Las piezas del rompecabezas,
juntas, crean una imagen de la Reserva
Federal, el banco central de Estados Unidos y el
corazón del sistema bancario del país. A pesar de su importancia
fundamental para la economía, relativamente pocos han oído hablar
de él y menos aún saben lo que es, a pesar de los intentos de
autodescripción del banco:
Nuestra economía funciona
gracias a un complejo sistema de intercambio de bienes y servicios en
el que el dinero desempeña un papel fundamental. Monedas, divisas,
cuentas de ahorro y cuentas corrientes; la oferta global de dinero la
gestiona la Reserva Federal. El dinero es el medio a través del cual
tienen lugar los intercambios económicos y como patrón de valor nos
ayuda a fijar los precios de los bienes y servicios. La tarea de
gestionar el dinero (la política monetaria)
consiste en preservar
el poder adquisitivo del dólar, garantizando al mismo
tiempo la disponibilidad
de una
cantidad suficiente de dinero para promover el crecimiento económico.
La Reserva Federal también promueve la
seguridad y la solidez de las
instituciones en las que realizamos nuestras operaciones bancarias.
Garantiza
que los mecanismos por los que efectuamos pagos, ya sea
en efectivo, con cheque o por medios electrónicos, funcionen sin
problemas y con eficiencia. Y en su función fiscal actúa como
banquero
del gobierno de Estados Unidos. Éstas son las
principales responsabilidades de nuestro banco central.
FUENTE:
The Fed: Our Nation's Central Bank (La Fed: el
banco central de nuestra nación).
Pero para entender la Reserva Federal, primero debemos comprender sus orígenes y su contexto. Debemos deconstruir el rompecabezas.
La primera
pieza de ese rompecabezas se encuentra aquí, en la Casa Blanca. Allí
es donde se promulgó la Ley de la Reserva Federal,
entonces conocida como Ley de Divisas, tras ser aprobada por
la Cámara de Representantes y el Senado a finales de diciembre de
1913.
El New York Times de la víspera de
Navidad de 1913, describió la escena festivamente:
"El
espíritu navideño impregnó la reunión. Aunque la ceremonia fue un
poco menos impresionante que la de la firma de la ley Tariff
(https://en.wikipedia.org/wiki/Revenue_Act_of_1913
) el pasado 3 de octubre en la misma sala, los espectadores se
mostraron mucho más entusiastas y aprovecharon cualquier ocasión
para aplaudir".
Allí, en la Casa Blanca, aquella
fatídica tarde de diciembre el presidente
Wilson entregó
la última palanca
de control sobre el suministro de dinero estadounidense a un cártel,
una banda bien organizada de
ladrones tan exitosa, tan astuta y tan bien escondida
que incluso ahora, un siglo después, pocos
saben de su existencia y mucho menos los detalles de sus operaciones.
Pero esos detalles se han admitido abiertamente durante décadas. Por
supuesto, al igual que se nos ha enseñado a considerar aburrida la
economía, se nos ha enseñado que esta historia es aburrida. Así lo
cuenta la propia Reserva Federal:
Estados Unidos se
enfrentaba a graves problemas financieros. A principios de siglo la
mayoría de los bancos emitían su propia moneda, llamada "billetes
de banco". El problema era que la moneda que era buena en un
estado, a veces no valía nada en otro. La gente empezó a perder la
confianza en su dinero, ya que sólo era tan sólido como el banco
que lo emitía. Temerosos de que su banco quebrara, se apresuraron a
cambiar sus billetes por oro o plata. Al intentar hacerlo crearon el
Pánico de 1907.
FUENTE:
Where The Bankers Bank
Durante el pánico
la gente acudió en masa a los bancos y exigió sus depósitos. Los
bancos no pudieron satisfacer la demanda; simplemente no disponían
de suficientes monedas de oro y plata. Muchos bancos quebraron. La
gente perdió millones de dólares, las empresas sufrieron, el
desempleo aumentó y la estabilidad de nuestro sistema económico se
vio de nuevo amenazada. Esto no podía seguir así. Si el país
quería crecer y prosperar, había que encontrar algún medio para
lograr la estabilidad financiera y económica. Para evitar pánicos
financieros como el de 1907, el Presidente Woodrow Wilson promulgó
en 1913 la Ley de la Reserva Federal.
FUENTE:
Too Much, Too Little
Pero ésta es la
historia contada por los vencedores: una visión revisionista en la
que la creación de un banco central para controlar la oferta
monetaria de la nación no es más que una aburrida nota histórica a
pie de página, tan importante como la invención de la cremallera o
la moda del hula-hoop de principios del siglo XX. La verdad es que la
historia del cónclave bancario secreto que dio origen a la Ley de la
Reserva Federal es tan emocionante y dramática como cualquier guion
de Hollywood o la mejor novela policíaca y aún más notable, por el
hecho de que todo es verdad.
Retomamos la historia, como
debe ser, al amparo de la oscuridad. Era la noche del 22 de noviembre
de 1910 y un grupo de los hombres más ricos y poderosos de Estados
Unidos subía a un vagón privado en una modesta estación de
Hoboken, Nueva Jersey. El vagón, que esperaba con las persianas
echadas para impedir que los curiosos vieran el interior, pertenecía
al senador Nelson Aldrich, suegro del
multimillonario heredero de la dinastía Rockefeller, John
D. Rockefeller Jr. Figura central del influyente Comité
de Finanzas del Senado, donde supervisaba la política
monetaria del país, la prensa se refería a Aldrich como el
"Director General de la Nación". Aquella noche le
acompañaban su secretario privado, Shelton, y un quién
es quién de la élite bancaria y financiera del país: A.
Piatt Andrew, subsecretario del Tesoro; Frank Vanderlip,
presidente del National City Bank
de Nueva York; Henry P. Davison, socio mayoritario de J.P.
Morgan Company; Benjamin Strong Jr,
socio de J.P. Morgan y presidente de Bankers
Trust Co., y Paul Warburg, heredero de la
familia bancaria Warburg y yerno
de Solomon Loeb, de la famosa empresa de inversiones de Nueva
York, Kuhn, Loeb & Company.
Se
había dicho a esos hombres que llegaran de uno en uno, después de
la puesta de sol, para llamar la atención lo menos posible. De hecho
el secreto era tan importante para su misión que el grupo no utilizó
más que sus nombres de pila durante todo el viaje, para mantener sus
verdaderas identidades en secreto incluso para los propios sirvientes
y camareros. Los movimientos de cualquiera de ellos habrían sido
motivo suficiente para atraer la atención de la voraz prensa
neoyorquina, especialmente en una época en la que la reforma
bancaria y monetaria se consideraba un asunto clave para el futuro de
la nación; una reunión de todos ellos, eso sí que habría sido la
noticia del siglo. Y lo fue.
¿Su destino? La
recóndita Jekyll Island, frente a la costa de Georgia, sede del
prestigioso Jekyll Island Club, entre cuyos miembros se encontraban
los Morgan, los Rockefeller, los Warburg y los Rothschild. ¿Su
objetivo? Davison dijo a los intrépidos reporteros de la prensa
local que se habían enterado de la reunión que iban a cazar patos.
Pero en realidad iban a redactar una reforma del sector bancario del
país en completo secreto.
G. Edward Griffin, autor
del éxito de ventas La criatura de la isla Jekyll e
investigador de la Reserva Federal desde hace mucho tiempo, lo
explica:
G. Edward Griffin: Lo que sucedió es
que los bancos decidieron que ya que iba a haber una legislación de
todos modos, para controlar su industria, no se sentarían y
esperarían a ver qué pasaba y cruzar los dedos para que todo
saliera bien. Decidieron hacer lo que tantos cárteles hacen hoy en
día: decidieron tomar la iniciativa. Y serían ellos los que
pedirían regulaciones y reformas. A la gente le gusta la palabra
"reforma". Al pueblo americano le encanta la palabra
"reforma". Basta con ponerla
en cualquier legislación corrupta, llamarla "reforma" y la
gente dice "Oh, estoy a
favor de la 'reforma'",
y entonces la votan o la aceptan. Así que eso es lo
que estaban haciendo. Decidieron: "Vamos a 'reformar' nuestra
propia industria". En otras palabras, "Crearemos un cártel
y le daremos al cártel el poder del gobierno. Tomaremos
nuestro acuerdo de cártel para que podamos autorregularnos en
nuestro beneficio y lo llamaremos 'Ley
de la Reserva Federal'.
Y luego llevaremos este acuerdo del cártel a Washington y
convenceremos a esos idiotas de allí para que lo aprueben como ley".
Y esa básicamente fue la estrategia. Fue una
estrategia brillante. Por supuesto, vemos que sucede continuamente…
ciertamente en nuestros días vemos que lo mismo sucedió en otras
industrias cartelizadas. En este momento lo estamos viendo
desarrollarse en el campo de la salud, pero en ese momento era la
banca, ¿de acuerdo? Y así el cártel bancario escribió sus propias
normas y reglamentos, los llamó "Ley de la
Reserva Federal", los convirtió en ley ¡y
era tan de su agrado!… porque ellos mismos la
escribieron. Y en esencia lo que habían creado era un conjunto de
normas que les permitía regular su industria, pero fueron incluso
más allá de eso. De hecho quedó claro para mí,
cuando estaba leyendo sus papeles y su palabras
en aquel momento… los debates… que nunca habían
soñado que el Congreso seguiría adelante y les daría además
el derecho de emitir el dinero que se suministraría a
la nación. No sólo iban a regular su propia industria, que era lo
que querían hacer al principio, sino que recibieron ese increíble
regalo, que no soñaban que se les daría (aunque estaban negociando
para ello)… y resultó que el Congreso les dio la
autoridad para emitir el dinero de la nación. El Congreso cedió el
derecho soberano de emitir el dinero de la nación a los bancos
privados. Y así todo esto quedó en la
Ley de la Reserva Federal y el pueblo Americano estaba
feliz porque se les dijo (y quedaron
convencidos) que así tendrían
finalmente un medio de controlar esa gran criatura de la Isla
Jekyll.
FUENTE: Entrevista con G. Edward
Griffin
Sorprendentemente tuvieron éxito, no sólo en
conspirar para escribir la legislación que eventualmente se
convertiría en la Ley de la Reserva Federal, sino en mantener esa
conspiración en secreto para el público durante décadas. Bertie
Charles Forbes, el escritor financiero que más tarde fundaría
la revista Forbes, informó de
ello por primera vez en 1916, pero nunca se admitió
plenamente hasta un cuarto de siglo después, cuando Frank
Vanderlip escribió una confesión casual de la reunión en la
edición del 9 de febrero de 1935
de The Saturday Evening Post: "No creo que sea
una exageración hablar de nuestra expedición secreta a la isla de
Jekyll como la ocasión de la concepción real de lo que finalmente
se convirtió en el Sistema de la Reserva Federal".
En
el transcurso de los nueve días de deliberaciones en el Jekyll
Island Club, idearon un plan tan amplio y ambicioso que ni siquiera
ellos podían imaginar que llegara a ser aprobado por el Congreso. En
palabras de Vanderlip: "Sabíamos que no debía descubrirse
nuestro plan; de lo contrario, habríamos perdido todo nuestro tiempo
y esfuerzo. Si se hiciera público que nuestro grupo se había
reunido para redactar un proyecto de ley bancaria, el Congreso no
tendría ninguna posibilidad de aprobarlo".
Entonces, ¿qué
ideó precisamente ese cónclave de conspiradores en su reunión de
Jekyll Island? Un plan para un sistema bancario central que sería
propiedad de los propios bancos, un sistema que organizaría a los
bancos de la nación en un cártel privado, que tendría el control
exclusivo sobre la oferta monetaria. Al final de su reunión de nueve
días, los banqueros y financieros regresaron a sus respectivas
oficinas satisfechos de lo que habían logrado. Los detalles del plan
cambiaron entre su redacción en 1910 y la aprobación de la Ley de
la Reserva Federal, pero las ideas esenciales estaban ahí. En última
instancia esta escena en la isla de Jekyll también es sólo una
pieza de un rompecabezas mayor. Y como cualquier otra pieza de un
puzzle, tiene que ser vista en su contexto más amplio para que la
imagen mayor se haga visible. Para entender las otras piezas del
puzzle y su importancia en la creación de la Reserva Federal,
tenemos que viajar hacia atrás en el tiempo.
La historia
comienza en la Europa de finales del siglo XVII. La Guerra de los
Nueve Años asola el continente mientras Luis XIV de Francia se
encuentra enfrentado a gran parte del resto del continente por sus
reivindicaciones territoriales y dinásticas. El rey Guillermo III de
Inglaterra, devastado por una impresionante derrota naval, compromete
a su corte a reconstruir la armada inglesa. Sólo hay un problema: el
dinero. Las arcas del gobierno se han agotado con la guerra y el
crédito de Guillermo se está agotando. Un banquero escocés,
William Paterson, tiene la solución propia de un banquero:
una propuesta "para formar una compañía que preste un
millón de libras al Gobierno al seis
por ciento (más 5.000 de "comisión de
gestión"), con derecho a emisión de pagarés". En
1694 la idea se revisó
ligeramente (un préstamo de 1,2 millones
de libras al 8 por ciento,
más 4.000 para gastos de gestión), pero sigue adelante: se crea el
rimbombantemente denominado Banco de
Inglaterra. El nombre es una mentira cuidadosamente
construida, diseñada para que el banco parezca una entidad
gubernamental. Pero no lo es. Es un banco privado, propiedad de
accionistas privados, para su beneficio privado, con
una carta del rey que les permite imprimir el dinero del público de
la nada y prestárselo a la corona. Lo que ocurre
aquí, en el nacimiento del Banco de Inglaterra en 1694, es la
creación de un modelo que se repetirá en un país tras otro por
todo el mundo: un banco central controlado privadamente, que presta
dinero al gobierno a interés, dinero que imprime de la nada. Y la
joya de la corona para los banqueros internacionales que crean este
sistema es la futura potencia económica del mundo, Estados Unidos.
En muchos aspectos importantes, la historia de Estados Unidos es la
historia de la lucha del pueblo estadounidense contra los banqueros,
que desean controlar su dinero. En la década de 1780, con las
colonias aún luchando por independizarse de la corona, los banqueros
conseguirán su deseo.
En 1781
Estados Unidos está sumido en la confusión financiera. El
Continental, el papel moneda emitido por el Congreso
Continental para pagar la guerra, se ha hundido por el exceso de
emisión y la falsificación británica. Desesperado por encontrar
una manera de financiar las últimas etapas de la guerra, el Congreso
recurre a Robert Morris, un rico comerciante naviero que fue
investigado por especulación bélica tan sólo dos años antes.
Ahora, como "Superintendente de Finanzas" de
los Estados Unidos, de 1781 a 1784, es considerado el hombre más
poderoso de América, junto al general Washington. En su calidad de
Superintendente de Finanzas, Morris aboga por la creación de un
banco central de propiedad privada, deliberadamente calcado del Banco
de Inglaterra, contra la que supuestamente luchaban las colonias. El
Congreso, acorralado por las obligaciones de la guerra y obligado a
hacer negocios con los banqueros, al igual que el rey Guillermo en la
década de 1690, consiente y funda el Banco
de Norteamérica como primer banco central de la
nación. Y exactamente igual que el Banco de Inglaterra nació
prestando a la corona británica 1,2 millones de libras, el Banco
de Norteamérica inició su actividad prestando 1,2
millones de dólares al Congreso. Al final de la
guerra Morris ha caído en desgracia política y la moneda del Banco
de Norteamérica no ha logrado ganarse a un público escéptico. El
banco pasa de ser un banco central nacional a un banco comercial
privado, constituido en el Estado de Pensilvania.
Pero los
banqueros aún no se han rendido. Antes incluso de que se secara la
tinta de la Constitución, un grupo dirigido por Alexander
Hamilton ya está trabajando en el próximo banco central de
propiedad privada para los recién formados Estados Unidos de
América. Tan descarado es Hamilton en la promoción de esta agenda,
que no hace ningún intento de ocultar sus objetivos o los de los
intereses bancarios a los que sirve: "Una deuda nacional, si
no es excesiva, será para nosotros una bendición nacional",
escribió en una carta a James Duane en 1781. "Será
un poderoso cimiento de nuestra Unión. También creará la necesidad
de mantener los impuestos en un grado que, sin ser opresivo, será un
estímulo para la industria." La oposición a Hamilton y a
su sistema basado en la deuda para organizar las finanzas de EEUU es
feroz. Liderados por Jefferson y Madison los banqueros
y su sistema de esclavitud mediante la deuda son denunciados como la
fuerza destructiva que son. Como Thomas Jefferson escribió: "El
espíritu de guerra e imputación […] desde la moderna teoría de
la perpetuación de la deuda, ha empapado la tierra de sangre y
aplastado a sus habitantes bajo cargas que no cesan de
acumularse".
Aun así Hamilton sale victorioso.
El Primer Banco de los Estados Unidos
se funda en 1791 y sigue
casi exactamente el modelo del Banco de
Inglaterra y del Banco de
Norteamérica: un banco central de propiedad privada,
con autoridad para prestar al gobierno el dinero que crea de la nada.
De hecho, detrás del nuevo banco están las mismas personas que
estaban detrás del antiguo Banco de Norteamérica. Fue Alexander
Hamilton, antiguo ayudante de Robert Morris, quien propuso por
primera vez a Morris para el puesto de Superintendente Financiero y
el director del antiguo Banco de Norteamérica, Thomas Willing,
es traído para servir como primer director del Primer Banco de los
Estados Unidos. Conoce a los nuevos capos bancarios, que son los
mismos que los antiguos capos bancarios.
En los primeros
cinco años de existencia del banco, el gobierno de EEUU toma
prestados 8,2 millones de dólares del banco y
los precios suben un 72%. En 1795, cuando Hamilton deja el
cargo, el nuevo Secretario del Tesoro anuncia que el gobierno
necesita aún más dinero y vende la exigua participación del 20%
que tiene el gobierno en el banco, convirtiéndolo en una corporación
totalmente privada. Una vez más la economía estadounidense es
saqueada, mientras el cártel de la banca privada se ríe a
carcajadas del banco que ellos mismos crearon.
Para cuando
se renueva la carta constitutiva del banco en 1811, la marea ha
cambiado para los intereses monetarios detrás del banco. Hamilton
está muerto, asesinado a tiros en un duelo con Aaron Burr. El
Partido Federalista, que
apoya al banco, está fuera del poder. El público desconfía de la
propiedad extranjera en el banco central y, lo que es más, no ve el
sentido de un banco central en tiempos de paz. En consecuencia la
renovación de la carta es rechazada en el Senado y el
banco se cierra en 1811.
Menos
de un año después Estados Unidos está de nuevo en guerra con
Inglaterra. Tras dos años de encarnizada lucha, la deuda pública de
EEUU casi se ha triplicado, pasando de 45,2 a 119,2 millones de
dólares. Con el comercio paralizado, los precios por las nubes, la
inflación en alza y la deuda en aumento, el presidente Madison
firma la carta de creación de otro banco
central, el Segundo Banco de
los Estados Unidos, en 1816.
Al igual que los dos bancos centrales anteriores, es de propiedad
mayoritariamente privada y está facultado para prestar al gobierno
el dinero que crea de la nada.
La carta del banco, de 20
años de duración, expira en 1836, pero el presidente Jackson
ya ha prometido hacerlo morir antes de la renovación. Creyendo que
Jackson no arriesgará su reelección en 1832 por este asunto, los
banqueros presentan un proyecto de ley para renovar la carta del
banco en julio de ese año, cuatro años antes de lo previsto.
Sorprendentemente Jackson veta la carta de renovación y apuesta su
reelección al apoyo del pueblo a su decisión. En su mensaje de
veto, Jackson expresa sin ambages su oposición al
banco:
"Cualquiera que sea el interés o la
influencia, pública o privada, que haya dado origen a esta ley, no
puede encontrarse ni en los deseos ni en las necesidades del
ejecutivo, por lo que la presente acción se considera prematura y
los poderes conferidos a su agente no sólo innecesarios, sino
peligrosos para el Gobierno y el país. Es de lamentar que los ricos
y poderosos dobleguen con demasiada frecuencia los actos de gobierno
a sus propósitos egoístas […] Si no podemos de una vez, en
justicia a los intereses investidos bajo una legislación impropia,
hacer de nuestro Gobierno lo que debería ser, podemos al menos tomar
partido contra todas las nuevas concesiones de monopolios y
privilegios exclusivos, contra cualquier prostitución de nuestro
Gobierno para el avance de unos pocos a expensas de la mayoría
y a favor del compromiso y la reforma gradual de nuestro código de
leyes y sistema de economía política."
El
pueblo se pone del lado de Jackson y es reelegido gracias a su lema:
"¡Jackson y ningún banco!".
El Presidente cumple su promesa. En 1833 anuncia que el gobierno
dejará de utilizar el banco y pagará su deuda. Los banqueros toman
represalias en 1834, escenificando una crisis financiera e intentando
culpar a Jackson, pero es inútil. El 8
de enero de 1835 el presidente Jackson consigue saldar
la deuda y, por primera y única vez en su historia, Estados Unidos
se libera de la cadena de deudas de los banqueros. En 1836
expira la carta del Segundo Banco de los Estados Unidos y éste
pierde su condición de banco central de América.
Faltan 77 años para
que los banqueros recuperen la joya de su corona. Pero no es por
falta de intentos. Inmediatamente después de la muerte del banco,
los oligarcas bancarios de Inglaterra reaccionan contrayendo el
comercio, sacando capitales de EEUU, exigiendo el pago en moneda
fuerte de todas las exportaciones y endureciendo el crédito. Esto da
lugar a una crisis financiera conocida como el Pánico
de 1837 y una vez más se culpa de la crisis a la
campaña de Jackson para acabar con el banco.
A finales
del siglo XIX Estados Unidos se ve sacudido por pánicos bancarios
provocados por una salvaje especulación bancaria y fuertes
contracciones del crédito. En los albores del siglo XX, la mayor
parte del dinero de la economía
estadounidense se ha centralizado en manos de una pequeña camarilla
de magnates industriales, cada uno con un cuasi monopolio
en un sector de la economía. Están los Astor
en el sector inmobiliario; los Carnegie
y los Schwab en el siderúrgico;
los Harriman, Stanford
y Vanderbilt en el ferroviario;
los Mellon y los Rockefeller
en el petrolero. Cuando todas esas familias empiezan a
consolidar sus fortunas, gravitan
naturalmente hacia el sector bancario. Y en esta
capacidad, forman una red de intereses e instituciones financieras
que se centran en gran medida en torno a un hombre, vástago de la
banca y cada vez más banquero central
informal de Estados Unidos, en ausencia de un banco
central, John Pierpont Morgan.
John Pierpont
Morgan, o "Pierpont", como prefiere que le llamen, nace en
Hartford, Connecticut, en 1837, hijo de Junius Spencer Morgan,
un banquero y financiero de éxito. Morgan sigue los pasos de su
padre en el negocio bancario y en 1871 es socio de su propia empresa,
la que con el tiempo se convertiría en J.P.
Morgan and Company.
Es Morgan quien
financia el New York Central Railroad
de Cornelius Vanderbilt. Es Morgan quien financia el lanzamiento de
casi todas las grandes empresas de la época, desde AT&T
a General Electric,
pasando por General Motors
y DuPont. Es Morgan quien
compra a Carnegie y crea la United States
Steel Corporation, la primera empresa estadounidense
de miles de millones de dólares. Es Morgan quien negocia un acuerdo
con el presidente Grover Cleveland para "salvar"
las reservas de oro de la nación vendiendo 62
millones de dólares en oro al Tesoro, a cambio de bonos del
gobierno. Y es Morgan quien, en
1907, pone en marcha la crisis
que lleva a la creación de la Reserva Federal.
Ese
año Morgan comienza a difundir rumores sobre las precarias finanzas
de la Knickerbocker Trust Company,
competidora de Morgan y una de las mayores instituciones financieras
de Estados Unidos en aquel momento. La crisis resultante, bautizada
como el Pánico de 1907,
sacude el sistema financiero estadounidense hasta sus cimientos.
Morgan
se presenta como un héroe
y se ofrece audazmente a ayudar a financiar algunos de los bancos y
casas de bolsa en dificultades para evitar su quiebra.
Tras un periodo de preocupación por las finanzas del país, se crea
una comisión en el Congreso para investigar a los banqueros y
financieros que han llevado al país a la ruina financiera y que
tienen tanto poder sobre las finanzas del país. El público sigue de
cerca el asunto y al final se identifica a un puñado de banqueros
como actores clave en las operaciones del fideicomiso del dinero,
entre ellos Paul Warburg, Benjamin Strong Jr. y J.P.
Morgan.
Andrew Gavin Marshall, editor de The
People's Book Project, lo explica:
Andrew Gavin
Marshall: A principios del siglo XX hubo una
investigación tras el mayor de estos pánicos financieros, que fue
en 1907, y esta investigación fue sobre "el fideicomiso del
dinero". Se descubrió que tres intereses bancarios (J.P.
Morgan, National City Bank y City Bank of New York)
controlaban básicamente todo el sistema financiero. Tres bancos. El
odio público hacia estas instituciones no tenía precedentes. Había
un consenso abrumador en el país para el establecimiento de un banco
central, pero había muchos intereses diferentes que empujaban
esto y cada uno tenía su propio propósito detrás de su
interés por un banco central. Así que para representar a la
mayoría de la gente había grupos agrícolas,
populistas, progresistas… que abogaban por un banco central porque
no podían soportar los pánicos recurrentes, pero querían el
control del gobierno sobre el banco central. Querían que estuviera
exclusivamente bajo el control público, porque despreciaban a
los bancos de Nueva York y temían que ejercieran demasiada
influencia, por lo que para ellos un banco central sería una forma
de frenar el poder de esos intereses financieros privados. Por otro
lado, esos mismos intereses financieros abogaban por un banco central
que sirviera como fuente de estabilidad para su control del sistema y
también para que actuara como prestamista de última instancia para
ellos, de modo que nunca tuvieran que enfrentarse al colapso. Pero
también, con el fin de ejercer un mayor control a través de un
banco central, la comunidad bancaria privada de Nueva York quería un
banco central bajo su control exclusivo. Hay una
sorpresa. Así que todos estos intereses convergían. Por supuesto,
los más influyentes resultaron ser las casas financieras de Nueva
York, que estaban más alineadas con las casas financieras europeas
que con cualquier otro elemento de la sociedad estadounidense. La
persona principal detrás de la fundación de la Reserva Federal fue
Paul Warburg, que era socio de Kuhn,
Loeb and Company, una casa bancaria europea. Sus
hermanos eran banqueros prominentes en Alemania en aquel
tiempo y él tenia, por supuesto, conexiones cercanas
con cada firma financiera e industrial importante en los Estados
Unidos y la mayoría de las existentes en Europa. Y
discutía todas estas ideas con sus compatriotas para abogar por un
banco central. En 1910 Warburg consiguió el apoyo de un senador
llamado Nelson Aldrich, cuya familia emparentó
más tarde con la familia Rockefeller (de nuevo estoy seguro de que
sólo es una coincidencia). Aldrich invitó a Warburg y a otros
banqueros a una reunión privada y secreta en la isla de Jekyll,
frente a la costa de Georgia, donde se reunieron en 1910 para
discutir la creación de un banco central en Estados
Unidos, pero que, por supuesto, sería propiedad de la banca privada
y serviría a sus intereses. Aldrich presentó esto en 1911 como el
"Plan Aldrich"
en el Congreso de EEUU, pero lo cierto es que
fue rechazado.
El público, receloso de las conexiones bancarias del senador Aldrich, rechaza finalmente el "Plan Aldrich" de la cábala de Jekyll Island. Sin embargo la cábala no se rinde. Simplemente revisan y renombran su plan, dándole una nueva cara pública, la del representante Carter Glass y el senador Robert Owen. Al final el fondo monetario que estaba detrás del Pánico de 1907 utiliza la propia indignación del público contra ellos para completar la consolidación de su control sobre el sistema bancario. El 23 de diciembre de 1913 se promulga la recién retitulada Ley de la Reserva Federal y la Fed comienza a operar al año siguiente.
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