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sábado, 6 de mayo de 2023

James Corbett (07/06/2014) Un siglo de esclavitud: la historia de la Reserva Federal - PRIMERA PARTE: LOS ORÍGENES DE LA FED

 


"La verdadera realidad del asunto es, como usted y yo sabemos, que una red financiera en las corporaciones más grandes, ha sido dueña del Gobierno desde los días de Andrew Jackson." (Carta de FDR al coronel Edward House, 21 de noviembre de 1933).

Toda la vida nos han dicho que la economía es aburrida. Sí, es aburrida. No vale la pena el tiempo que lleva entenderla. Y toda la vida nos han mentido. La guerra. La pobreza. La revolución. Todo depende de la economía. Y la economía se basa en un concepto clave: el dinero. El dinero es el agua económica en la que vivimos nuestras vidas. Incluso lo llamamos "currency" (https://www.wallstreetmojo.com/money-vs-currency/ ); fluye a nuestro alrededor, nos arrastra a su paso. Ahoga a los que no tienen cuidado. Lo utilizamos cada día en casi todas las transacciones que realizamos. Nos pasamos la vida trabajando por él, preocupándonos por é, ahorrándolo, gastándolo, robándolo. Define nuestro estatus social. Compromete nuestra moral. La gente está dispuesta a luchar, morir y matar por él.
Pero, ¿qué es? ¿De dónde viene? ¿Cómo se crea? ¿Quién la controla? Es un hecho notable que, dada su importancia central en nuestras vidas, ni una sola persona entre cien pueda responder a preguntas tan básicas sobre el dinero como éstas.
Entrevistador: Así que si estuvieras planeando formar una familia, te gustaría saber de dónde vienen los bebés. Y esto tiene mucho que ver con la banca. Así que déjeme preguntarle: ¿De dónde viene el dinero?
Entrevistado 1: ¿De dónde viene el dinero? El gobierno lo imprime… Lo imprime.
Entrevistador: ¿Cómo se crea dinero nuevo?
Entrevistado 2: Mediante el trabajo. La gente trabaja y produce riqueza y se supone que el dinero debe corresponder a esa riqueza.
Entrevistado: ¿De dónde sale el dinero?
Entrevistado 3: Bueno, yo tengo una visión bastante diferente del dinero. En realidad viene de los árboles, ¿no?
FUENTE: Occupy Vancouver responde a "¿De dónde viene el dinero?"
Pero, ¿por qué? ¿Cómo podemos ser tan ignorantes sobre un tema tan importante? "¿De dónde viene el dinero?" es una pregunta básica e infantil. Entonces, ¿por qué nuestra única respuesta es una respuesta infantil, en broma: "Crece en los árboles"?
Un estado de ignorancia tan profundo no puede surgir de forma natural. Desde que somos niños, sentimos curiosidad por el mundo y estamos deseosos de aprender cómo funciona. ¿Y qué podría llevarnos a comprender mejor el funcionamiento del mundo que el conocimiento del dinero, cómo se crea y cómo se destruye? Sin embargo la discusión de este tema se evita concienzudamente en nuestros años escolares y se ignora en nuestra vida cotidiana. Nuestra ignorancia monetaria es artificial, una cortina de humo levantada a propósito y perpetrada con la ayuda de complicados sistemas de insufrible jerga económica.
Pero no hace falta ser economista para comprender la importancia del dinero. En el fondo todos sabemos que las guerras, la pobreza, la violencia que vemos a nuestro alrededor giran en torno a esta cuestión del dinero. Parece un rompecabezas de mil piezas esperando a ser resuelto. Y así es.
Las piezas del rompecabezas, juntas, crean una imagen de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos y el corazón del sistema bancario del país. A pesar de su importancia fundamental para la economía, relativamente pocos han oído hablar de él y menos aún saben lo que es, a pesar de los intentos de autodescripción del banco:
Nuestra economía funciona gracias a un complejo sistema de intercambio de bienes y servicios en el que el dinero desempeña un papel fundamental. Monedas, divisas, cuentas de ahorro y cuentas corrientes; la oferta global de dinero la gestiona la Reserva Federal. El dinero es el medio a través del cual tienen lugar los intercambios económicos y como patrón de valor nos ayuda a fijar los precios de los bienes y servicios. La tarea de gestionar el dinero (la política monetaria) consiste en preservar el poder adquisitivo del dólar, garantizando al mismo tiempo la disponibilidad de una cantidad suficiente de dinero para promover el crecimiento económico. La Reserva Federal también promueve la seguridad y la solidez de las instituciones en las que realizamos nuestras operaciones bancarias. Garantiza que los mecanismos por los que efectuamos pagos, ya sea en efectivo, con cheque o por medios electrónicos, funcionen sin problemas y con eficiencia. Y en su función fiscal actúa como banquero del gobierno de Estados Unidos. Éstas son las principales responsabilidades de nuestro banco central.
FUENTE: The Fed: Our Nation's Central Bank (La Fed: el banco central de nuestra nación).

Pero para entender la Reserva Federal, primero debemos comprender sus orígenes y su contexto. Debemos deconstruir el rompecabezas.

La primera pieza de ese rompecabezas se encuentra aquí, en la Casa Blanca. Allí es donde se promulgó la Ley de la Reserva Federal, entonces conocida como Ley de Divisas, tras ser aprobada por la Cámara de Representantes y el Senado a finales de diciembre de 1913.
El New York Times de la víspera de Navidad de 1913, describió la escena festivamente:
"El espíritu navideño impregnó la reunión. Aunque la ceremonia fue un poco menos impresionante que la de la firma de la ley Tariff (https://en.wikipedia.org/wiki/Revenue_Act_of_1913 ) el pasado 3 de octubre en la misma sala, los espectadores se mostraron mucho más entusiastas y aprovecharon cualquier ocasión para aplaudir".
Allí, en la Casa Blanca, aquella fatídica tarde de diciembre el presidente Wilson entregó la última palanca de control sobre el suministro de dinero estadounidense a un cártel, una banda bien organizada de ladrones tan exitosa, tan astuta y tan bien escondida que incluso ahora, un siglo después, pocos saben de su existencia y mucho menos los detalles de sus operaciones. Pero esos detalles se han admitido abiertamente durante décadas. Por supuesto, al igual que se nos ha enseñado a considerar aburrida la economía, se nos ha enseñado que esta historia es aburrida. Así lo cuenta la propia Reserva Federal:
Estados Unidos se enfrentaba a graves problemas financieros. A principios de siglo la mayoría de los bancos emitían su propia moneda, llamada "billetes de banco". El problema era que la moneda que era buena en un estado, a veces no valía nada en otro. La gente empezó a perder la confianza en su dinero, ya que sólo era tan sólido como el banco que lo emitía. Temerosos de que su banco quebrara, se apresuraron a cambiar sus billetes por oro o plata. Al intentar hacerlo crearon el Pánico de 1907.
FUENTE: Where The Bankers Bank
Durante el pánico la gente acudió en masa a los bancos y exigió sus depósitos. Los bancos no pudieron satisfacer la demanda; simplemente no disponían de suficientes monedas de oro y plata. Muchos bancos quebraron. La gente perdió millones de dólares, las empresas sufrieron, el desempleo aumentó y la estabilidad de nuestro sistema económico se vio de nuevo amenazada. Esto no podía seguir así. Si el país quería crecer y prosperar, había que encontrar algún medio para lograr la estabilidad financiera y económica. Para evitar pánicos financieros como el de 1907, el Presidente Woodrow Wilson promulgó en 1913 la Ley de la Reserva Federal.
FUENTE: Too Much, Too Little
Pero ésta es la historia contada por los vencedores: una visión revisionista en la que la creación de un banco central para controlar la oferta monetaria de la nación no es más que una aburrida nota histórica a pie de página, tan importante como la invención de la cremallera o la moda del hula-hoop de principios del siglo XX. La verdad es que la historia del cónclave bancario secreto que dio origen a la Ley de la Reserva Federal es tan emocionante y dramática como cualquier guion de Hollywood o la mejor novela policíaca y aún más notable, por el hecho de que todo es verdad.
Retomamos la historia, como debe ser, al amparo de la oscuridad. Era la noche del 22 de noviembre de 1910 y un grupo de los hombres más ricos y poderosos de Estados Unidos subía a un vagón privado en una modesta estación de Hoboken, Nueva Jersey. El vagón, que esperaba con las persianas echadas para impedir que los curiosos vieran el interior, pertenecía al senador Nelson Aldrich, suegro del multimillonario heredero de la dinastía Rockefeller, John D. Rockefeller Jr. Figura central del influyente Comité de Finanzas del Senado, donde supervisaba la política monetaria del país, la prensa se refería a Aldrich como el "Director General de la Nación". Aquella noche le acompañaban su secretario privado, Shelton, y un quién es quién de la élite bancaria y financiera del país: A. Piatt Andrew, subsecretario del Tesoro; Frank Vanderlip, presidente del National City Bank de Nueva York; Henry P. Davison, socio mayoritario de J.P. Morgan Company; Benjamin Strong Jr, socio de J.P. Morgan y presidente de Bankers Trust Co., y Paul Warburg, heredero de la familia bancaria Warburg y yerno de Solomon Loeb, de la famosa empresa de inversiones de Nueva York, Kuhn, Loeb & Company.
Se había dicho a esos hombres que llegaran de uno en uno, después de la puesta de sol, para llamar la atención lo menos posible. De hecho el secreto era tan importante para su misión que el grupo no utilizó más que sus nombres de pila durante todo el viaje, para mantener sus verdaderas identidades en secreto incluso para los propios sirvientes y camareros. Los movimientos de cualquiera de ellos habrían sido motivo suficiente para atraer la atención de la voraz prensa neoyorquina, especialmente en una época en la que la reforma bancaria y monetaria se consideraba un asunto clave para el futuro de la nación; una reunión de todos ellos, eso sí que habría sido la noticia del siglo. Y lo fue.

¿Su destino? La recóndita Jekyll Island, frente a la costa de Georgia, sede del prestigioso Jekyll Island Club, entre cuyos miembros se encontraban los Morgan, los Rockefeller, los Warburg y los Rothschild. ¿Su objetivo? Davison dijo a los intrépidos reporteros de la prensa local que se habían enterado de la reunión que iban a cazar patos. Pero en realidad iban a redactar una reforma del sector bancario del país en completo secreto.
G. Edward Griffin, autor del éxito de ventas La criatura de la isla Jekyll e investigador de la Reserva Federal desde hace mucho tiempo, lo explica:
G. Edward Griffin: Lo que sucedió es que los bancos decidieron que ya que iba a haber una legislación de todos modos, para controlar su industria, no se sentarían y esperarían a ver qué pasaba y cruzar los dedos para que todo saliera bien. Decidieron hacer lo que tantos cárteles hacen hoy en día: decidieron tomar la iniciativa. Y serían ellos los que pedirían regulaciones y reformas. A la gente le gusta la palabra "reforma". Al pueblo americano le encanta la palabra "reforma". Basta con ponerla en cualquier legislación corrupta, llamarla "reforma" y la gente dice "Oh, estoy a favor de la 'reforma'", y entonces la votan o la aceptan. Así que eso es lo que estaban haciendo. Decidieron: "Vamos a 'reformar' nuestra propia industria". En otras palabras, "Crearemos un cártel y le daremos al cártel el poder del gobierno. Tomaremos nuestro acuerdo de cártel para que podamos autorregularnos en nuestro beneficio y lo llamaremos 'Ley de la Reserva Federal'. Y luego llevaremos este acuerdo del cártel a Washington y convenceremos a esos idiotas de allí para que lo aprueben como ley". Y esa básicamente fue la estrategia. Fue una estrategia brillante. Por supuesto, vemos que sucede continuamente… ciertamente en nuestros días vemos que lo mismo sucedió en otras industrias cartelizadas. En este momento lo estamos viendo desarrollarse en el campo de la salud, pero en ese momento era la banca, ¿de acuerdo? Y así el cártel bancario escribió sus propias normas y reglamentos, los llamó "Ley de la Reserva Federal", los convirtió en ley ¡y era tan de su agrado!… porque ellos mismos la escribieron. Y en esencia lo que habían creado era un conjunto de normas que les permitía regular su industria, pero fueron incluso más allá de eso. De hecho quedó claro para mí, cuando estaba leyendo sus papeles y su palabras en aquel momento… los debates… que nunca habían soñado que el Congreso seguiría adelante y les daría además el derecho de emitir el dinero que se suministraría a la nación. No sólo iban a regular su propia industria, que era lo que querían hacer al principio, sino que recibieron ese increíble regalo, que no soñaban que se les daría (aunque estaban negociando para ello)… y resultó que el Congreso les dio la autoridad para emitir el dinero de la nación. El Congreso cedió el derecho soberano de emitir el dinero de la nación a los bancos privados. Y así todo esto quedó en la Ley de la Reserva Federal y el pueblo Americano estaba feliz porque se les dijo (y quedaron convencidos) que así tendrían finalmente un medio de controlar esa gran criatura de la Isla Jekyll.
FUENTE: Entrevista con G. Edward Griffin
Sorprendentemente tuvieron éxito, no sólo en conspirar para escribir la legislación que eventualmente se convertiría en la Ley de la Reserva Federal, sino en mantener esa conspiración en secreto para el público durante décadas. Bertie Charles Forbes, el escritor financiero que más tarde fundaría la revista Forbes, informó de ello por primera vez en 1916, pero nunca se admitió plenamente hasta un cuarto de siglo después, cuando Frank Vanderlip escribió una confesión casual de la reunión en la edición del 9 de febrero de 1935 de The Saturday Evening Post: "No creo que sea una exageración hablar de nuestra expedición secreta a la isla de Jekyll como la ocasión de la concepción real de lo que finalmente se convirtió en el Sistema de la Reserva Federal".
En el transcurso de los nueve días de deliberaciones en el Jekyll Island Club, idearon un plan tan amplio y ambicioso que ni siquiera ellos podían imaginar que llegara a ser aprobado por el Congreso. En palabras de Vanderlip: "Sabíamos que no debía descubrirse nuestro plan; de lo contrario, habríamos perdido todo nuestro tiempo y esfuerzo. Si se hiciera público que nuestro grupo se había reunido para redactar un proyecto de ley bancaria, el Congreso no tendría ninguna posibilidad de aprobarlo".

Entonces, ¿qué ideó precisamente ese cónclave de conspiradores en su reunión de Jekyll Island? Un plan para un sistema bancario central que sería propiedad de los propios bancos, un sistema que organizaría a los bancos de la nación en un cártel privado, que tendría el control exclusivo sobre la oferta monetaria. Al final de su reunión de nueve días, los banqueros y financieros regresaron a sus respectivas oficinas satisfechos de lo que habían logrado. Los detalles del plan cambiaron entre su redacción en 1910 y la aprobación de la Ley de la Reserva Federal, pero las ideas esenciales estaban ahí. En última instancia esta escena en la isla de Jekyll también es sólo una pieza de un rompecabezas mayor. Y como cualquier otra pieza de un puzzle, tiene que ser vista en su contexto más amplio para que la imagen mayor se haga visible. Para entender las otras piezas del puzzle y su importancia en la creación de la Reserva Federal, tenemos que viajar hacia atrás en el tiempo.
La historia comienza en la Europa de finales del siglo XVII. La Guerra de los Nueve Años asola el continente mientras Luis XIV de Francia se encuentra enfrentado a gran parte del resto del continente por sus reivindicaciones territoriales y dinásticas. El rey Guillermo III de Inglaterra, devastado por una impresionante derrota naval, compromete a su corte a reconstruir la armada inglesa. Sólo hay un problema: el dinero. Las arcas del gobierno se han agotado con la guerra y el crédito de Guillermo se está agotando. Un banquero escocés, William Paterson, tiene la solución propia de un banquero: una propuesta "para formar una compañía que preste un millón de libras al Gobierno al seis por ciento (más 5.000 de "comisión de gestión"), con derecho a emisión de pagarés". En 1694 la idea se revisó ligeramente (un préstamo de 1,2 millones de libras al 8 por ciento, más 4.000 para gastos de gestión), pero sigue adelante: se crea el rimbombantemente denominado Banco de Inglaterra. El nombre es una mentira cuidadosamente construida, diseñada para que el banco parezca una entidad gubernamental. Pero no lo es. Es un banco privado, propiedad de accionistas privados, para su beneficio privado, con una carta del rey que les permite imprimir el dinero del público de la nada y prestárselo a la corona. Lo que ocurre aquí, en el nacimiento del Banco de Inglaterra en 1694, es la creación de un modelo que se repetirá en un país tras otro por todo el mundo: un banco central controlado privadamente, que presta dinero al gobierno a interés, dinero que imprime de la nada. Y la joya de la corona para los banqueros internacionales que crean este sistema es la futura potencia económica del mundo, Estados Unidos. En muchos aspectos importantes, la historia de Estados Unidos es la historia de la lucha del pueblo estadounidense contra los banqueros, que desean controlar su dinero. En la década de 1780, con las colonias aún luchando por independizarse de la corona, los banqueros conseguirán su deseo.
En 1781 Estados Unidos está sumido en la confusión financiera. El Continental, el papel moneda emitido por el Congreso Continental para pagar la guerra, se ha hundido por el exceso de emisión y la falsificación británica. Desesperado por encontrar una manera de financiar las últimas etapas de la guerra, el Congreso recurre a Robert Morris, un rico comerciante naviero que fue investigado por especulación bélica tan sólo dos años antes. Ahora, como "Superintendente de Finanzas" de los Estados Unidos, de 1781 a 1784, es considerado el hombre más poderoso de América, junto al general Washington. En su calidad de Superintendente de Finanzas, Morris aboga por la creación de un banco central de propiedad privada, deliberadamente calcado del Banco de Inglaterra, contra la que supuestamente luchaban las colonias. El Congreso, acorralado por las obligaciones de la guerra y obligado a hacer negocios con los banqueros, al igual que el rey Guillermo en la década de 1690, consiente y funda el Banco de Norteamérica como primer banco central de la nación. Y exactamente igual que el Banco de Inglaterra nació prestando a la corona británica 1,2 millones de libras, el Banco de Norteamérica inició su actividad prestando 1,2 millones de dólares al Congreso. Al final de la guerra Morris ha caído en desgracia política y la moneda del Banco de Norteamérica no ha logrado ganarse a un público escéptico. El banco pasa de ser un banco central nacional a un banco comercial privado, constituido en el Estado de Pensilvania.
Pero los banqueros aún no se han rendido. Antes incluso de que se secara la tinta de la Constitución, un grupo dirigido por Alexander Hamilton ya está trabajando en el próximo banco central de propiedad privada para los recién formados Estados Unidos de América. Tan descarado es Hamilton en la promoción de esta agenda, que no hace ningún intento de ocultar sus objetivos o los de los intereses bancarios a los que sirve: "Una deuda nacional, si no es excesiva, será para nosotros una bendición nacional", escribió en una carta a James Duane en 1781. "Será un poderoso cimiento de nuestra Unión. También creará la necesidad de mantener los impuestos en un grado que, sin ser opresivo, será un estímulo para la industria." La oposición a Hamilton y a su sistema basado en la deuda para organizar las finanzas de EEUU es feroz. Liderados por Jefferson y Madison los banqueros y su sistema de esclavitud mediante la deuda son denunciados como la fuerza destructiva que son. Como Thomas Jefferson escribió: "El espíritu de guerra e imputación […] desde la moderna teoría de la perpetuación de la deuda, ha empapado la tierra de sangre y aplastado a sus habitantes bajo cargas que no cesan de acumularse".
Aun así Hamilton sale victorioso. El Primer Banco de los Estados Unidos se funda en 1791 y sigue casi exactamente el modelo del Banco de Inglaterra y del Banco de Norteamérica: un banco central de propiedad privada, con autoridad para prestar al gobierno el dinero que crea de la nada. De hecho, detrás del nuevo banco están las mismas personas que estaban detrás del antiguo Banco de Norteamérica. Fue Alexander Hamilton, antiguo ayudante de Robert Morris, quien propuso por primera vez a Morris para el puesto de Superintendente Financiero y el director del antiguo Banco de Norteamérica, Thomas Willing, es traído para servir como primer director del Primer Banco de los Estados Unidos. Conoce a los nuevos capos bancarios, que son los mismos que los antiguos capos bancarios.
En los primeros cinco años de existencia del banco, el gobierno de EEUU toma prestados 8,2 millones de dólares del banco y los precios suben un 72%. En 1795, cuando Hamilton deja el cargo, el nuevo Secretario del Tesoro anuncia que el gobierno necesita aún más dinero y vende la exigua participación del 20% que tiene el gobierno en el banco, convirtiéndolo en una corporación totalmente privada. Una vez más la economía estadounidense es saqueada, mientras el cártel de la banca privada se ríe a carcajadas del banco que ellos mismos crearon.
Para cuando se renueva la carta constitutiva del banco en 1811, la marea ha cambiado para los intereses monetarios detrás del banco. Hamilton está muerto, asesinado a tiros en un duelo con Aaron Burr. El Partido Federalista, que apoya al banco, está fuera del poder. El público desconfía de la propiedad extranjera en el banco central y, lo que es más, no ve el sentido de un banco central en tiempos de paz. En consecuencia la renovación de la carta es rechazada en el Senado y el banco se cierra en 1811.
Menos de un año después Estados Unidos está de nuevo en guerra con Inglaterra. Tras dos años de encarnizada lucha, la deuda pública de EEUU casi se ha triplicado, pasando de 45,2 a 119,2 millones de dólares. Con el comercio paralizado, los precios por las nubes, la inflación en alza y la deuda en aumento, el presidente Madison firma la carta de creación de otro banco central, el Segundo Banco de los Estados Unidos, en 1816. Al igual que los dos bancos centrales anteriores, es de propiedad mayoritariamente privada y está facultado para prestar al gobierno el dinero que crea de la nada.
La carta del banco, de 20 años de duración, expira en 1836, pero el presidente Jackson ya ha prometido hacerlo morir antes de la renovación. Creyendo que Jackson no arriesgará su reelección en 1832 por este asunto, los banqueros presentan un proyecto de ley para renovar la carta del banco en julio de ese año, cuatro años antes de lo previsto. Sorprendentemente Jackson veta la carta de renovación y apuesta su reelección al apoyo del pueblo a su decisión. En su mensaje de veto, Jackson expresa sin ambages su oposición al banco:
"Cualquiera que sea el interés o la influencia, pública o privada, que haya dado origen a esta ley, no puede encontrarse ni en los deseos ni en las necesidades del ejecutivo, por lo que la presente acción se considera prematura y los poderes conferidos a su agente no sólo innecesarios, sino peligrosos para el Gobierno y el país. Es de lamentar que los ricos y poderosos dobleguen con demasiada frecuencia los actos de gobierno a sus propósitos egoístas […] Si no podemos de una vez, en justicia a los intereses investidos bajo una legislación impropia, hacer de nuestro Gobierno lo que debería ser, podemos al menos tomar partido contra todas las nuevas concesiones de monopolios y privilegios exclusivos, contra cualquier prostitución de nuestro Gobierno para el avance de unos pocos a expensas de la mayoría y a favor del compromiso y la reforma gradual de nuestro código de leyes y sistema de economía política."
El pueblo se pone del lado de Jackson y es reelegido gracias a su lema: "¡Jackson y ningún banco!". El Presidente cumple su promesa. En 1833 anuncia que el gobierno dejará de utilizar el banco y pagará su deuda. Los banqueros toman represalias en 1834, escenificando una crisis financiera e intentando culpar a Jackson, pero es inútil. El 8 de enero de 1835 el presidente Jackson consigue saldar la deuda y, por primera y única vez en su historia, Estados Unidos se libera de la cadena de deudas de los banqueros. En 1836 expira la carta del Segundo Banco de los Estados Unidos y éste pierde su condición de banco central de América.

Faltan 77 años para que los banqueros recuperen la joya de su corona. Pero no es por falta de intentos. Inmediatamente después de la muerte del banco, los oligarcas bancarios de Inglaterra reaccionan contrayendo el comercio, sacando capitales de EEUU, exigiendo el pago en moneda fuerte de todas las exportaciones y endureciendo el crédito. Esto da lugar a una crisis financiera conocida como el Pánico de 1837 y una vez más se culpa de la crisis a la campaña de Jackson para acabar con el banco.
A finales del siglo XIX Estados Unidos se ve sacudido por pánicos bancarios provocados por una salvaje especulación bancaria y fuertes contracciones del crédito. En los albores del siglo XX, la mayor parte del dinero de la economía estadounidense se ha centralizado en manos de una pequeña camarilla de magnates industriales, cada uno con un cuasi monopolio en un sector de la economía. Están los Astor en el sector inmobiliario; los Carnegie y los Schwab en el siderúrgico; los Harriman, Stanford y Vanderbilt en el ferroviario; los Mellon y los Rockefeller en el petrolero. Cuando todas esas familias empiezan a consolidar sus fortunas, gravitan naturalmente hacia el sector bancario. Y en esta capacidad, forman una red de intereses e instituciones financieras que se centran en gran medida en torno a un hombre, vástago de la banca y cada vez más banquero central informal de Estados Unidos, en ausencia de un banco central, John Pierpont Morgan.
John Pierpont Morgan, o "Pierpont", como prefiere que le llamen, nace en Hartford, Connecticut, en 1837, hijo de Junius Spencer Morgan, un banquero y financiero de éxito. Morgan sigue los pasos de su padre en el negocio bancario y en 1871 es socio de su propia empresa, la que con el tiempo se convertiría en J.P. Morgan and Company.
Es Morgan quien financia el New York Central Railroad de Cornelius Vanderbilt. Es Morgan quien financia el lanzamiento de casi todas las grandes empresas de la época, desde AT&T a General Electric, pasando por General Motors y DuPont. Es Morgan quien compra a Carnegie y crea la United States Steel Corporation, la primera empresa estadounidense de miles de millones de dólares. Es Morgan quien negocia un acuerdo con el presidente Grover Cleveland para "salvar" las reservas de oro de la nación vendiendo 62 millones de dólares en oro al Tesoro, a cambio de bonos del gobierno. Y es Morgan quien, en 1907, pone en marcha la crisis que lleva a la creación de la Reserva Federal.
Ese año Morgan comienza a difundir rumores sobre las precarias finanzas de la Knickerbocker Trust Company, competidora de Morgan y una de las mayores instituciones financieras de Estados Unidos en aquel momento. La crisis resultante, bautizada como el Pánico de 1907, sacude el sistema financiero estadounidense hasta sus cimientos. Morgan se presenta como un héroe y se ofrece audazmente a ayudar a financiar algunos de los bancos y casas de bolsa en dificultades para evitar su quiebra. Tras un periodo de preocupación por las finanzas del país, se crea una comisión en el Congreso para investigar a los banqueros y financieros que han llevado al país a la ruina financiera y que tienen tanto poder sobre las finanzas del país. El público sigue de cerca el asunto y al final se identifica a un puñado de banqueros como actores clave en las operaciones del fideicomiso del dinero, entre ellos Paul Warburg, Benjamin Strong Jr. y J.P. Morgan.
Andrew Gavin Marshall, editor de The People's Book Project, lo explica:
Andrew Gavin Marshall: A principios del siglo XX hubo una investigación tras el mayor de estos pánicos financieros, que fue en 1907, y esta investigación fue sobre "el fideicomiso del dinero". Se descubrió que tres intereses bancarios (J.P. Morgan, National City Bank y City Bank of New York) controlaban básicamente todo el sistema financiero. Tres bancos. El odio público hacia estas instituciones no tenía precedentes. Había un consenso abrumador en el país para el establecimiento de un banco central, pero había muchos intereses diferentes que empujaban esto y cada uno tenía su propio propósito detrás de su interés por un banco central. Así que para representar a la mayoría de la gente había grupos agrícolas, populistas, progresistas… que abogaban por un banco central porque no podían soportar los pánicos recurrentes, pero querían el control del gobierno sobre el banco central. Querían que estuviera exclusivamente bajo el control público, porque despreciaban a los bancos de Nueva York y temían que ejercieran demasiada influencia, por lo que para ellos un banco central sería una forma de frenar el poder de esos intereses financieros privados. Por otro lado, esos mismos intereses financieros abogaban por un banco central que sirviera como fuente de estabilidad para su control del sistema y también para que actuara como prestamista de última instancia para ellos, de modo que nunca tuvieran que enfrentarse al colapso. Pero también, con el fin de ejercer un mayor control a través de un banco central, la comunidad bancaria privada de Nueva York quería un banco central bajo su control exclusivo. Hay una sorpresa. Así que todos estos intereses convergían. Por supuesto, los más influyentes resultaron ser las casas financieras de Nueva York, que estaban más alineadas con las casas financieras europeas que con cualquier otro elemento de la sociedad estadounidense. La persona principal detrás de la fundación de la Reserva Federal fue Paul Warburg, que era socio de Kuhn, Loeb and Company, una casa bancaria europea. Sus hermanos eran banqueros prominentes en Alemania en aquel tiempo y él tenia, por supuesto, conexiones cercanas con cada firma financiera e industrial importante en los Estados Unidos y la mayoría de las existentes en Europa. Y discutía todas estas ideas con sus compatriotas para abogar por un banco central. En 1910 Warburg consiguió el apoyo de un senador llamado Nelson Aldrich, cuya familia emparentó más tarde con la familia Rockefeller (de nuevo estoy seguro de que sólo es una coincidencia). Aldrich invitó a Warburg y a otros banqueros a una reunión privada y secreta en la isla de Jekyll, frente a la costa de Georgia, donde se reunieron en 1910 para discutir la creación de un banco central en Estados Unidos, pero que, por supuesto, sería propiedad de la banca privada y serviría a sus intereses. Aldrich presentó esto en 1911 como el "Plan Aldrich" en el Congreso de EEUU, pero lo cierto es que fue rechazado.

El público, receloso de las conexiones bancarias del senador Aldrich, rechaza finalmente el "Plan Aldrich" de la cábala de Jekyll Island. Sin embargo la cábala no se rinde. Simplemente revisan y renombran su plan, dándole una nueva cara pública, la del representante Carter Glass y el senador Robert Owen. Al final el fondo monetario que estaba detrás del Pánico de 1907 utiliza la propia indignación del público contra ellos para completar la consolidación de su control sobre el sistema bancario. El 23 de diciembre de 1913 se promulga la recién retitulada Ley de la Reserva Federal y la Fed comienza a operar al año siguiente.

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