"La guerra que yo conozco no es la guerra sobre la que usted está leyendo", Seymour Hersh (periodista, ganador del Premio Pulitzer, refiriéndose a Ucrania).
"Es
evidente que el conflicto, inicialmente una guerra territorial
limitada, ha evolucionado hacia una confrontación económica global
entre todo Occidente, por un lado, y Rusia, respaldada por China, por
el otro. Se ha convertido en una guerra mundial".
Emmanuel Todd, filósofo francés.
Este mes se
cumple el aniversario del lanzamiento de la Operación Militar
Especial rusa en Ucrania. No es el aniversario de la guerra en
Ucrania, que dura desde abril de 2014 y que había costado alrededor
de 14.000 vidas en el momento del inicio de la Operación Militar
Especial, en febrero de 2022.
Lo que ocurrió hace un año
fue que Estados Unidos tuvo éxito en su ambición a largo plazo de
atraer a las fuerzas rusas a Ucrania para crear la narrativa de la
"brutal invasión de Putin a Ucrania", de modo que se
pudiera montar una operación de cambio de régimen en todos los
frentes (político, económico y militar) para desactivar a una Rusia
que resurge.
Para Washington se había vuelto intolerable
el resurgimiento de Rusia que había tenido lugar bajo Vladimir
Putin. Un colapso interno instigado por el último Primer Secretario
de la Unión Soviética, Gorbachov, había abatido a Rusia hace una
generación, poniendo fin a la Guerra Fría con una inesperada
victoria occidental. Pero no hubo Tratado de Versalles para
formalizar la derrota y tampoco hubo Congreso de Viena para
estabilizar Europa y garantizar su seguridad futura. Había asuntos
pendientes para Occidente con respecto a Rusia. Así que a partir de
1999 la OTAN avanzó hasta las fronteras rusas en 3 oleadas.
A
Occidente le pareció que Rusia estaba fuera de combate, así que se
dedicó a otras aventuras: destrozar el
mundo musulmán en una serie de invasiones y actos gratuitos de
vandalismo político. Pero al desviarse la atención
de EEUU, Rusia encontró tiempo y espacio para reahcerse, lo que
supuso un gran disgusto de Washington. Cuando se lanzó la tercera
oleada de avance de la OTAN en 2008, empezando por Georgia y más
tarde incluyendo a Ucrania, se encontró con una sólida resistencia
por parte de Moscú. Putin advirtió a Occidente de ello el año
anterior, en la Conferencia de Seguridad de Múnich.
Estados
Unidos había dado a Gorbachov garantías de seguridad, al final de
la Guerra Fría, relativas a la no expansión de la OTAN. Pero cuando
más tarde la OTAN avanzó hasta las fronteras de Rusia y el Kremlin
se quejó de haber sido engañado, se le explicó que esas promesas
se habían hecho a la Unión Soviética y no a Rusia.
Es
importante señalar que la expansión de la OTAN hacia el este no se
hizo para contener una amenaza rusa real. Washington percibía poca
amenaza por parte de Rusia antes de 2014. La expansión de la OTAN
fue la expansión de la hegemonía liberal occidental. Produjo o
generó "la amenaza rusa", particularmente por lo que hizo
Washington en Kiev a principios de 2014.
De
2014 a 2022
Los influyentes informes de la
RAND Corporation han establecido el proyecto de la Política Exterior
de Washington y de la geopolítica estadounidense en los últimos
años. RAND es diferente a otros think tanks. Tiene un cliente
(Estados Unidos) al que proporciona escenarios. En lugar de estar
formado por académicos "en activo", deseosos de demostrar
su utilidad a Washington para obtener puestos lucrativos, está
formado por la propia élite que es parte del "Estado
Profundo".
El Informe 2017 de RAND, Extending
Russia (El
fortalecimiento de Rusia),
trazó las formas en que Estados Unidos podría debilitar
potencialmente a Rusia en varios frentes. No se explica por qué hay
que debilitar a Rusia. Simplemente se da por sentado que hay que
anularla por el bien del Mundo.
En "Medidas
económicas" el Informe tenía secciones sobre "Medida
1: Dificultar las exportaciones de petróleo; Medida 2: Reducir las
exportaciones de gas natural y dificultar la expansión de los
oleoductos; Medida 3: Imponer sanciones; Medida 4: Potenciar la fuga
de cerebros rusos". Sin embargo todas estas
medidas eran difíciles de justificar a la hora de ponerlas en marcha
de forma que pudieran provocar la invalidación de Rusia. Se requería
presumiblemente, una moral frenética de guerra.
En las "Medidas geopolíticas" se preveía "Medida 1: Suministrar ayuda letal a Ucrania":
"Estados
Unidos podría aumentar su ayuda militar a Ucrania, tanto en cantidad
como en calidad de armamento… Estados Unidos también podría
mostrarse más firme en su apoyo al ingreso de Ucrania en la OTAN…
Aunque el requisito de unanimidad de la OTAN hace improbable que
Ucrania pueda ingresar en la organización en un futuro próximo, el
hecho de que Washington insista en esta posibilidad podría impulsar
la determinación ucraniana y llevar a Rusia a redoblar sus esfuerzos
para impedirlo… La ampliación de la ayuda estadounidense a
Ucrania, incluida la ayuda militar letal, probablemente aumentaría
el coste para Rusia de mantener la región del Donbass, tanto en
sangre como en dinero. Probablemente se necesitaría más ayuda rusa
para los separatistas y una presencia adicional de tropas rusas, lo
que conllevaría mayores gastos, pérdidas de equipos y bajas rusas.
Un aumento de la ayuda estadounidense a la seguridad de Ucrania
provocaría probablemente un aumento proporcional, tanto de la ayuda
rusa a los separatistas como de las fuerzas militares rusas en
Ucrania, manteniendo así el conflicto en un nivel de intensidad algo
mayor… Otra posibilidad es que Rusia contraataque escalando el
conflicto, enviando más tropas y adentrándose más en Ucrania.
Rusia podría incluso adelantarse a la acción de Estados Unidos,
intensificando el conflicto antes de que llegue la ayuda
estadounidense. Tal escalada podría extenderse a Rusia; el este de
Ucrania ya es un sumidero. Adentrarse más en Ucrania sólo podría
aumentar las dificultades rusas, aunque a expensas del pueblo
ucraniano. Sin embargo esa medida también podría tener un coste
significativo para Ucrania y para el prestigio y la credibilidad de
Estados Unidos. Podría producir un número desproporcionadamente
grande de bajas ucranianas, pérdidas territoriales y flujos de
refugiados. Incluso podría llevar a Ucrania a una paz
desventajosa".
Fue James Connolly quien
dijo que los únicos profetas verdaderos son los que labran el futuro
que predicen.
Las otras Medidas incluían: "Medida
2: Aumentar el apoyo a los rebeldes sirios; Medida 3: Promover el
cambio de régimen en Bielorrusia; Medida 4: Explotar las tensiones
en el Cáucaso Sur (Armenia/Azerbaiyán); Medida 5: Reducir la
influencia rusa en Asia Central (Kazajistán, etc.); Medida 6:
Desafiar la presencia rusa en Moldavia".
La
mayoría de estas "medidas para ampliar la implicación de
Rusia" se han cumplido de un modo u otro.
Pero
Ucrania siempre habría sido la mayor amenaza para la seguridad
nacional rusa si fuera tomada por Occidente. Convertir a Kiev en
enemigo de Moscú sería como si un enemigo acampara en Escocia para
amenazar a Inglaterra o en Canadá para amenazar a Estados Unidos.
Sería lo más parecido a una guerra civil. Ucrania tenía una gran
población y muy buen material para su ejército. Incluso había sido
una potencia nuclear. Las fuerzas armadas de Ucrania habían estado
luchando en una guerra civil durante siete años y habían sido
cuidadosamente preparadas por las fuerzas occidentales, durante ese
período, para una futura guerra contra Rusia.
Tras el
golpe de Estado de 2014 en Kiev, patrocinado por Occidente, el
presidente electo Yanukóvich había huido del país. Sus partidarios
en el Parlamento fueron intimidados y no se presentaron a votar. El
gobierno entrante, designado
a dedo por Estados Unidos, se propuso suprimir las
zonas de habla rusa de Ucrania y someterlas a la autoridad
nacionalista de Kiev. La primera medida del
parlamento, dominado ahora por representantes nacionalistas de
Ucrania occidental, fue prohibir el uso del ruso en los asuntos
oficiales.
Ucrania había sido un país con 140
nacionalidades durante la época soviética y el origen étnico había
importado poco fuera del elemento banderista
de Ucrania occidental. Era un Estado multinacional antes de 2014, en
el que los problemas de nacionalidad eran en gran medida inexistentes
o, al menos, latentes. Pero a partir de 2014 Ucrania comenzó a
sufrir una metamorfosis nacionalista ucranizadora, en la que la
ideología nacionalista de una minoría se ha impuesto a la mayoría
con la ayuda de Washington, al amparo del estado de guerra. Se
lanzó una operación
antiterrorista contra sus propios ciudadanos,
en la que se utilizó
artillería pesada para bombardear núcleos de población civil
y decenas de sindicalistas
quemados hasta la muerte
en Odessa.
El golpe de 2014 puso las cuestiones étnicas a la orden del día y la población de etnia rusa del este, opuesta al golpe, se rebeló contra él. El gobierno golpista trató de someterla por medios militares, pero muchos soldados del Donbás y Crimea desertaron a los rebeldes y pronto empezaron a ganar la partida. La mayoría de las armas y los hombres del bando rebelde procedían de unidades del antiguo ejército ucraniano que habían cambiado de bando. Contaban con el apoyo de un pequeño destacamento de voluntarios rusos, a los que se oponía el Kremlin, que deseaba mantener la región como parte del Estado ucraniano. Sin embargo Rusia recuperó Crimea en una operación rápida y cuidadosamente planificada, sin encontrar resistencia en la población.
Tras una aplastante
derrota de las tropas ucranianas en la batalla
de Ilovaisk, en agosto de 2014, enviados de Kiev,
de los rusófonos y de la Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa firmaron una tregua en Minsk, capital de
Bielorrusia, en septiembre de 2014.
Los
acuerdos de Minsk, refrendados por el Consejo de Seguridad de la ONU,
exigían a Kiev negociar con los separatistas de Donbás y aplicar la
legislación. El primer acuerdo de Minsk no había logrado detener
los combates y fue seguido de un acuerdo revisado y actualizado,
Minsk II, firmado el 12
de febrero de 2015. Este acuerdo consistía en un
paquete de medidas, incluido un alto el fuego, y disposiciones para
la retirada del armamento pesado de la línea del frente, la
liberación de prisioneros de guerra, la reforma constitucional en
Ucrania que concediera el autogobierno a determinadas zonas de Donbás
y devolvía el control de la frontera estatal al gobierno ucraniano.
Preveía que Ucrania recuperaría el control de la frontera con Rusia
en las regiones rebeldes, después de que se celebraran elecciones
locales supervisadas por la OSCE. Los nacionalistas más militantes
se opusieron a este acuerdo e impidieron su aplicación por parte de
Kiev.
La ex canciller alemana Angela Merkel y el ex
presidente francés François Hollande han
confirmado desde entonces que
Kiev no pretendió
cumplir el acuerdo, sino que lo utilizó para ganar tiempo para
entrenar y armar a su ejército, en
colaboración con Occidente.
En febrero
de 2022 la mitad del ejército ucraniano, unos
120.000 hombres, se había reunido cerca de la línea de alto el
fuego y estaba listo para lanzar una gran ofensiva para recuperar las
provincias perdidas. En el bando contrario había 40.000
hombres en armas en Donbás. Tendrían pocas posibilidades de
resistir una ofensiva de ese tamaño, que podría reforzarse
rápidamente con más hombres, armados y entrenados por Occidente. El
Kremlin se vio obligado a dar un vuelco a su política de buscar la
autonomía y la protección del Donbás dentro del Estado ucraniano
para reconocer la secesión separatista.
Si Ucrania
recuperara las provincias escindidas por medio de la fuerza armada,
se produciría una gran consternación en la opinión pública rusa
por la derrota y el destino de los habitantes de Donbás. Desde el
golpe de Estado de 2014 en Kiev, alrededor de 4 cuatro millones de
ucranianos ya se habían trasladado a Rusia. Hay muchos lazos
familiares entre ambos países. También significaría que Ucrania
podría unirse a la OTAN, lo que significaría que Rusia se
enfrentaría al colectivo occidental en cualquier conflicto futuro,
en lugar de que Kiev recibiera la ayuda de Occidente. Debido a la
amenaza, Rusia puso en alerta a algunas de sus propias fuerzas y
trasladó armas y municiones a puntos de concentración cercanos a la
frontera ucraniana.
Estados Unidos llevaba meses
advirtiendo de un inminente ataque ruso a Ucrania. Llevaban tanto
tiempo advirtiéndolo que cada vez menos gente se lo creía. Pero
Washington sabía que Moscú tenía que responder militarmente al
intento de Kiev de recuperar el Donbás y Crimea por la fuerza. Al
parecer, a mediados de febrero,
tras una llamada telefónica al presidente Biden, el presidente
ucraniano Zelensky dio la orden definitiva para el ataque ucraniano.
La decisión se filtró inmediatamente tanto
en Londres como en Kiev. Comenzaron a trasladarse
diplomáticos occidentales empezaron a marcharse y las armas
occidentales empezaron a llegar en aviones. Los oligarcas ucranianos
empezaron a abandonar el país.
La voluntad de Kiev de
resolver la cuestión de las nacionalidades, creada por el golpe de
2014, por medio de la fuerza en lugar de mediante un compromiso,
puso al Gobierno ruso en un aprieto: sería condenado si actuaba y si
no actuaba. Así que, en febrero de 2022, Washington logró lo que
deseaba, creando una gran amenaza para la seguridad nacional de la
Federación Rusa que, de no haber sido respondida inmediatamente,
habría desembocado en una situación crítica para Rusia, librando
una guerra defensiva en sus fronteras.
Putin había ganado
tiempo para Rusia y preparado las fuerzas armadas y la economía para
lo que era una confrontación inevitable con la OTAN expansionista.
La Operación Militar Especial habría sido un suicidio para Rusia en
2014. Pero en febrero de 2022 había llegado el momento crucial. Se
trataba de una clásica "guerra preventiva", como la
denominó el profesor Geoffrey Roberts, una guerra en la que
se tomó la iniciativa en lugar de cederla al enemigo.
Los nacionalistas ucranianos de Kiev habían ofrecido su país como campo de batalla y a su pueblo como carne de cañón para los objetivos geopolíticos de Washington. Con ello consiguieron forjar una nacionalidad ucraniana más homogénea, aunque a riesgo de perder el territorio que heredaron de los soviéticos. Sin embargo los 50 millones de habitantes de la República Socialista Soviética de Ucrania hace tiempo que ya no estaban en el país y la guerra los ha reducido a poco más de 20 millones.
Todo indica que este
nueva entidad nacionalista ucraniana seguirá luchando, con la
continua ayuda occidental, hasta que el poder ruso se aplique en
cantidad suficiente para quebrar su voluntad de luchar.
Situación
actual en el campo de batalla
Alrededor de
septiembre del año pasado (2022), muchos en Occidente creían que la
guerra en Ucrania estaba ganada y que todo terminaría en Navidad,
con un rápido avance de las fuerzas de Kiev en Crimea. Esa era, sin
duda, la propaganda que los exmilitares británicos y
estadounidenses, que se ganan la vida a duras penas en los think
tanks antirrusos que proliferan estos días, hacían llegar a los
medios de comunicación occidentales. Por supuesto, estas personas
señalaron que era necesaria una escalada para lograr la victoria y
que los ucranianos tendrían que ser respaldados mediante un gran
incremento de la ayuda occidental e incluso, tal vez, por alguna
forma de propia intervención directa.
Sin embargo se
vieron decepcionados.
Washington (a pesar de las súplicas
de ese incompetente destructor de relaciones, gobiernos y países que
es Boris Johnson) no ha estado dispuesto hasta ahora a ir a
por todas contra Rusia. Sólo ha estado dispuesto a subir las
apuestas bélicas de forma gradual, cuando Kiev da muestras de
tambalearse por el desgaste que le infligen los rusos, para mantener
la guerra activa. Ha quedado claro que a Washington no le apetece una
guerra a gran escala, sin límites, y sólo está dispuesto a
mantener a Ucrania en el combate, desangrando a Rusia… a un coste
cada vez mayor para Ucrania.
Tras incendiar Ucrania en
2014, Washington ha estado avivando el fuego desde entonces para
evitar que se apague.
El que esto escribe escribió
Ucrania ¿cambio de la marea?
para registrar el periodo de triunfalismo occidental en el otoño de
2022 y explicar que implicaba un malentendido, deliberado o no, sobre
el curso de la guerra. En realidad la marea estaba cambiando de
dirección cuando Putin se dio cuenta de que tenía una guerra entre
manos y empezó a ponerse serio. Las fuerzas rusas hicieron lo que se
suele hacer en la guerra: aprender a medida que combaten. Cualquiera
que haya leído Rusia contra Napoleón, de Dominic
Lieven, comprenderá este fenómeno histórico, que también fue
evidente a partir de 1942 contra Hitler y sus aliados europeos,
incluidos los banderistas.
Algunos delirios del Kremlin
sobre que los ucranianos eran hermanos eslavos, etc. y que Occidente
no se tomaba en serio su odio contra Rusia (en tanto que Rusia en sí
misma y no como la Rusia soviética) empezaron a desaparecer en favor
de un mayor realismo y una comprensión de lo que Rusia estaba
enfrentando en realidad. La fraternidad rusa con los ucranianos
redujo las bajas al principio de la guerra, pero fue aprovechada
tanto por Kiev como por Washington.
Como consecuencia las
muertes y penurias de los ucranianos han aumentado. Las primeras
ideas rusas de una victoria relativamente incruenta se desvanecieron
cuando los ucranianos opusieron resistencia y decidieron no aceptar
las condiciones de Estambul, después de que los rusos hubieran
rodeado Kiev. Boris Johnson reforzó la voluntad ucraniana de seguir
luchando con una oferta de Washington que Zelensky no pudo rechazar:
rechazar la paz y seguir luchando con la
ayuda de Occidente o arriesgarse a
enfrentarse solo con Rusia.
Así lo confirmó Fiona Hill en Foreign Affairs,
después de hablar con los negociadores presentes en las
conversaciones. El ex primer ministro israelí, Naftali Bennett,
ha revelado ahora que Washington echó por tierra un proceso de paz
paralelo, por lo que Kiev no tuvo más opción que seguir
luchando.
Es evidente que Washington y Londres están
decididos a prolongar la guerra hasta que se consiga "extenderla
a Rusia", sin importarles la destrucción que causarán a
Ucrania y a su pueblo.
En Estambul Moscú ofreció
retirarse de toda Ucrania excepto de las partes de Donbás y Crimea
que ocupaba. Pero con el rechazo de un acuerdo de paz Rusia
permaneció con un ejército en Ucrania, insuficiente para la tarea
de doblegar la voluntad ucraniana de luchar. Las fuerzas rusas,
trasladadas desde los alrededores de Kiev para apoyar a las fuerzas
en Donbás, se quedaron ocupando una enorme línea del frente,
mientras que Occidente se hacía cargo de un gran ejército ucraniano
y lo reconvertía en un ejército de la OTAN.
Rusia
esperaba concluir rápidamente la Operación Militar Especial con un
coste mínimo para sí misma y para Ucrania. Pero ese objetivo se
frustró. Pasó al Plan B, para el que sin duda se había preparado,
pero que requería un periodo de ajuste.
A finales de 2022 Putin, el anexionista reticente, colocó un marcador declarando sus ambiciones territoriales con respecto a Ucrania. Con ello dejó claro que no tenía intención de intentar subyugar a Ucrania en su conjunto si podía evitarlo. Pero también renunció a la política de animar a los ruso-ucranianos del Donbass a pactar con Kiev para restablecer la estabilidad. La intransigencia de Washington y de los ultranacionalistas ucranianos demostró que esta política había fracasado.
El Kremlin hizo entonces tres cosas para cambiar las tornas contra el ejército ucraniano de la OTAN.
En primer lugar movilizó un número significativamente mayor de hombres para reforzar el frente, que hasta ese momento había sido un proyecto minimalista.
En segundo lugar acortó masivamente este sobredimensionado frente, para concentrar sus limitados recursos y enfrentar al enemigo en posiciones en las que las fuerzas de Kiev pudieran ser destruidas por la artillería y desviadas de otras contraofensivas en diversos lugares, mientras se reforzaban las líneas rusas.
En tercer lugar, comenzó a lanzar misiles y aviones no tripulados para debilitar la infraestructura energética de Ucrania, desviando los recursos de Kiev a la defensa de su red eléctrica, lo que obstaculizó su esfuerzo bélico general.
Aproximadamente el 18% del territorio de la antigua República
Socialista Soviética de Ucrania está ahora controlado por las
fuerzas rusas. Otro 2% se ha anexionado formalmente a la Federación
Rusa, aunque en la actualidad está en manos de las fuerzas de Kiev.
El resto de Ucrania ha sido neutralizado como Estado funcional. Su
economía ha sido destruida y Kiev depende política y
económicamente de Washington para sobrevivir. Ucrania se está
convirtiendo gradualmente en propiedad de los países occidentales,
siendo su industria de defensa la última adquisición de sus
saqueados recursos estatales.
La pertenencia de Ucrania a
la OTAN ha sido neutralizada por la Operación Militar Especial
rusa, aunque la OTAN posee ahora
efectivamente un ejército en Ucrania.
Como se
ha señalado, septiembre fue el punto álgido de la fortuna militar
de Kiev. Gracias a los servicios de inteligencia occidentales y a la
tecnología por satélite, Kiev fue capaz de detectar la debilidad
numérica de las largas líneas rusas, que contaban con una fuerza
expedicionaria relativamente pequeña, probablemente de no más de
150.000 hombres. Era bien sabido que los contratos de 6 meses de los
soldados enrolados finalizaban en ese momento y que alrededor de
30.000 tendrían que ser reemplazados ese mismo mes. La OTAN dirigió
las ofensivas ucranianas, que hasta entonces se habían
caracterizado por su fracaso, hacia las brechas en las líneas
rusas.
Rusia abandonó territorios que le importaban
poco, sobre todo en el norte, alrededor de Kharkov. El corredor
terrestre meridional de Rusia a Crimea era mucho más importante que
el norte y hacia allí se trasladaron las tropas rusas. Hay que
tener en cuenta que el territorio alrededor de Járkov puede estar
sólo temporalmente en posesión de Kiev. Todavía hay formaciones
rusas allí y grandes unidades rusas están situadas al otro lado de
la frontera, en Rusia y Bielorrusia, listas para atacar si se les
ordena. La presencia de estas fuerzas significa que Ucrania no puede
permitirse trasladar hombres al sureste, no sea que los rusos
reaparezcan al otro lado de la frontera y asesten un golpe moral a
Kiev, al arrebatarle más territorio. El suministro de armas
occidentales se ha vinculado a que Kiev al menos resista y la
posibilidad de que avance sea creíble.
Más al sur los
rusos abandonaron la orilla derecha del Dnieper y la ciudad de
Kherson. Se sabía que este era un territorio indefendible si los
ucranianos aplicaban suficientes recursos para su captura. Resultó
ser difícil de abastecer. El nuevo mando militar ruso quería que
los 30.000 soldados que lo tenían en su poder se trasladaran a otro
lugar. Las tropas rusas se trasladaron al lado oriental del Dnieper
con pocas bajas. Los rusos decidieron que no merecía la pena sufrir
bajas por defenderla. Desde la ocupación de Kherson por las fuerzas
ucranianas, ha demostrado ser una piedra de molino alrededor del
cuello de Kiev. Es en gran parte inhabitable y peligrosa. No se ha
podido utilizar para nuevas ofensivas y la población civil ha huido
en gran medida.
El ejército de la OTAN en Ucrania no
logró infligir las bajas necesarias para convertir la ordenada
retirada rusa en una derrota. En su lugar el ejército en retirada
infligió muchas más bajas a los ucranianos que avanzaban y habían
abandonado sus posiciones defensivas más seguras. El elevado número
de bajas impidió el lanzamiento de nuevas contraofensivas contra
los rusos, numéricamente inferiores.
Rusia ha movilizado
ya a unos 350.000 efectivos, con una previsión de 1,5 millones en
un futuro próximo y ha nombrado a un general muy competente en
guerra defensiva, que ha puesto orden y dirección a la Operación
Militar Especial. Desde entonces se ha reorganizado de nuevo, lo que
indica que es inminente una nueva fase de la guerra en la que se
prevé una guerra terrestre a gran escala y en la que será
imprescindible la cohesión de las armas combinadas. Los grupos
tácticos de batallones de la Operación Militar Especial se están
reorganizando en las estructuras militares del ejército
convencional, dentro de los distritos militares.
La batalla por la zona de Bajmut/Artemivsk es la mayor batalla de la guerra y resulta instructiva. Algunos la han llamado el Stalingrado de esta guerra, pero esto tergiversa la naturaleza de la batalla.
Occidente le ha
restado importancia y sus medios de comunicación y analistas han
declarado su incomprensión ante los esfuerzos rusos en la zona.
Evidentemente Kiev no es de la misma opinión. Tiene algunas de sus
defensas más fuertes y atrincheradas en Bajmut. Ha enviado decenas
de miles de soldados a la zona para defenderla. Los ucranianos saben
que la ciudad es un importante centro de comunicaciones y el eje de
la línea defensiva general, que se vería minado por cualquier
retirada. Retroceder supondría reunir a las tropas en posiciones
defensivas mucho menos fortificadas, donde estarían cada vez más
expuestas a la artillería.
Los rusos están concentrando
sus esfuerzos, principalmente a través del grupo Wagner, en este
objetivo por varias razones. En primer lugar la operación ha atraído
y concentrado a un gran número de unidades ucranianas en una zona en
la que la artillería rusa puede emplearse con un efecto devastador.
La cantidad de proyectiles rusos disparados es aproximadamente 8
veces superior a la de proyectiles ucranianos. Las fuerzas de Wagner
y las fuerzas regulares rusas avanzan lenta y cautelosamente donde
pueden y todo el tiempo mantienen inmovilizados a los defensores, que
pueden ser diezmados por el fuego de la artillería. Hay una pinza
norte y sur alrededor de la ciudad y los ucranianos están
retrocediendo a pesar de la cantidad de tropas que tienen
allí.
Bakhmut, al atraer a la batalla a un número cada
vez mayor de fuerzas de Kiev, ha impedido las ofensivas ucranianas en
otras zonas, mientras las fuerzas rusas siguen siendo limitadas en
ellas, en tanto lleguen a acumularse.
Los rusos se han
dado cuenta de que pueden causar bajas desproporcionadas a los
ucranianos, de alrededor de 5 ó 6 a 1. Esto se debe a que las
fuerzas de Kiev luchan por el territorio, mientras que el objetivo
ruso es la desmilitarización. En efecto, esto significa que los
ucranianos lucharán de forma más temeraria para mantener y/o ganar
territorio, mientras que los rusos no tienen ningún problema en
abandonarlo para retirarse y volver a luchar. La superioridad
artillera es la clave de ello. Se estima que el 90% de las bajas en
la guerra son causadas por la artillería y, por supuesto, Rusia
tiene una gran ventaja en este terreno.
El coronel Richard
Kemp lo confirmó en una entrevista con The
Telegraph:
"Los ucranianos han luchado
duro por Bajmut y han sufrido un gran número de bajas. Los rusos
también han sufrido bajas allí, en número
significativo. Pero ha tenido un efecto realmente horrible en la
fuerza del ejército ucraniano… Los rusos calcularon que aquí es
donde podían matar a un gran número de ucranianos y
eso ha resultado ser cierto".
Cuando los
ucranianos anunciaron que defenderían Bajmut sin importar las
pérdidas y hasta la muerte, el líder de Wagner, Prigozhin
dijo "¡Por favor! Resistan. Luchen
hasta el final".
Prigozhin es un notable
empresario de San Petersburgo, que comenzó como vendedor de perritos
calientes antes de convertirse en proveedor de catering para el
departamento de educación ruso y, finalmente, diversificarse
en la esfera militar privada, de
la que Estados Unidos fue pionero. Su Wagner PMC
(Wagner Private Military Company) reclutó a muchos hombres en las
cárceles rusas, ofreciéndoles una amnistía por firmar contratos de
seis meses en Ucrania. Resultó ser una empresa muy eficaz. Algunos
sugieren que se reclutaron hasta 50.000 convictos. Los reclutas
convictos de Wagner fueron utilizados para la dificilísima tarea de
la lucha urbana y la limpieza de campos de minas. Sin duda han
sufrido muchas bajas dada la naturaleza de su tarea, pero han ayudado
a infligir bajas aún mayores a los ucranianos al atraerlos a zonas
con alta concentración de fuerzas. Wagner ha paliado la escasez
temporal de tropas rusas y ha salvado las vidas de soldados rusos, al
tiempo que ha limpiado las cárceles de criminales violentos,
ahorrando al Estado un gasto considerable. Los propios prisioneros
pasan de ser escoria criminal a héroes libres, con útiles
habilidades militares, si sobreviven a sus contratos.
El
hecho de que un vendedor de perritos calientes se convirtiera en
general en un Stalingrado nos dice todo lo que necesitamos saber
sobre el caos de la Rusia capitalista de Yeltsin y por qué dio paso
al liderazgo de Putin.
El Grupo Wagner ha demostrado estar
formado por combatientes eficaces. Después de que lograran capturar
Soledar en una dura batalla durante el mes de enero, las brigadas
regulares rusas intentaron un asalto a Vuhledar, quizás para
demostrar que podían hacer lo mismo que Wagner. Pero esta operación,
a principios de febrero, fue una chapuza y una maniobra de flanqueo
fue derrotada mediante el uso de minas antiblindaje a distancia,
suministradas por Estados Unidos, que pueden ser disparadas por la
artillería en zonas que se cree que ya están limpias de minas. Un
batallón de voluntarios tártaros recién reclutados sufrió grandes
bajas en hombres y tanques tras ser enviados a la batalla sin la
defensa aérea adecuada contra drones.
Quedan por delante muchas duras y costosas batallas antes de poder tomar plazas como Soledar, Vuhledar y Bakhmut y los rusos siguen cometiendo errores militares al escalar los combates.
https://drpatwalsh.com/2023/02/24/ukraine-special-military-operation-to-war-for-the-world/
1 comentario:
Hola buenas, hace un tiempo encontré en tu blog varias transcripciones de charlas de Antonio Escohotado, me preguntaba si podrías volver a subirlas, es que no las encontro ya,
Saludos
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